LAURACada segundo en el auto junto a Martín me asfixia, y aunque trato de mantener la calma, mi cuerpo no deja de temblar.Miro por la ventana, fingiendo interés en el paisaje que pasa, pero mi mente está atrapada en el peso de su mirada. Sé que me observa a través del retrovisor, siento sus ojos clavados en mí, intentando perforar mis pensamientos.De repente, su voz rompe el silencio:—¿Te molesta si escucho la estación radial? —pregunta, pero su tono deja claro que no es una simple cortesía; quiere que lo mire.—Para nada —respondo, esforzándome por no cruzar su mirada.Martín enciende la radio, y el ruido de las voces y la música parece un alivio momentáneo, pero no tarda mucho en detener el auto abruptamente a un lado de la carretera.—¿Por qué nos detenemos? —pregunto, mi voz teñida de molestia y un atisbo de miedo.—Tenemos que hablar —declara con firmeza, girándose hacia mí.—Podemos hacerlo en casa —replico, cruzándome de brazos y evitando mirarlo a los ojos.—Mírame cuando
LAURAIntento calcular en qué dirección correr, pero sé que de cualquier forma me alcanzará.—Vayamos a casa —dice con un tono casi casual, como si todo esto fuera una discusión trivial—. Rodrigo te espera. O, si prefieres, le digo por qué tardaste tanto.—No tengo razones para negarlo —respondo con valentía fingida—. Bryan es mi novio, vamos a casarnos, y ya soy mayor de edad. Además, el video que grabaste podría usarse en tu contra.Su risa es gélida, desprovista de cualquier rastro de humanidad.—Tienes agallas para retarme. Pero, ¿qué crees? —Saca su teléfono y elimina el video frente a mí—. Ya está en un lugar seguro, editándose. En cualquier momento estará listo para volver a mis manos, con la fecha y los efectos que yo decida.Mira su reloj y sonríe.—Aunque lo elimines aquí, la persona encargada de la edición ya lo tiene. Y te aseguro que ni con todos los abogados del mundo tu adorado Bryan saldrá de la cárcel.—Estás loco. Un video alterado no prueba nada. ¿Piensas que no exi
MARTINTraga saliva con dificultad, su mente parece estar en blanco, Baja la mirada, frotando sus dedos en un intento inútil de calmarse.—Yo… —murmura, levantando la vista para encontrarse con mis ojos—. Haré lo que quieras.La tengo justo donde quiero, arrinconada, sin escape, con el miedo reflejado en sus ojos. No sabe que está atrapada en una red invisible, una página que solo yo y mi colega conocemos, un espejo que refleja su vida, pero a la vez la distorsiona. Aún no lo entiende, pero es mi marioneta, cada movimiento suyo, cada respiro, es parte del plan que ya he tejido alrededor de ella. Piensa que tiene libertad, pero en realidad, la estoy observando desde las sombras, manejando los hilos de su vida como un experto titiritero. Y lo mejor de todo es que no tiene idea de que ya es mía.Cada acción, cada palabra, todo lo que hace está en mis manos. Ya no es solo una cuestión de control; es la sensación de poder absoluto, como si pudiera tomar todo lo que quiero con un solo susur
MARTIN—¿Qué significa eso? —pregunta, temerosa.—Que tienes 72 horas de prueba. Si incumples este trato antes del martes a esta hora, volveré a poner el video visible, y las condiciones cambiarán para peor. Recuerda, el mes podría volverse indefinido.Laura baja la mirada, apretando los puños.—Acepto —balbucea, sus palabras apenas audibles, mientras sus ojos se levantan para encontrar los míos. No puedo evitar el deseo que me embarga al verla tan vulnerable. Siento una necesidad abrumadora, pero lo que más quiero es que se enamore de mí.Lamo mis labios y desabotono el pantalón, saco mi polla erecto, pues mientras más la deseo, más duro se pone.—Trae esa boquita aquí y hazme feliz— menciono sin dejar de mirarla.Laura deja escapar un respiro tembloroso y se agacha lentamente, acercándose a mi polla, que palpita de deseo. Con manos temblorosas, la sujeta, apretando levemente, y siento cómo mi corazón se acelera, como si estuviera a punto de estallar. Tomo sus cabellos, enredándolos
LAURACuando termina, intenta besarme. Me niego, pero recuerdo el trato. Tengo que obedecer, al menos por ahora. Por dentro, me aferro a un solo pensamiento: nada de lo que haga Martin podrá borrar la primera vez que estuve con Bryan. Esos recuerdos, esos besos y caricias, son míos. Nadie puede quitármelos. —Ven, siéntate aquí —me ordena, señalando sus piernas. Respiro hondo y me monto sobre él, sintiendo cómo sus manos recorren mis piernas, subiendo desde las rodillas hasta las caderas. Cierro los ojos, tratando de ignorar la repulsión que me provoca su tacto. Sus labios se acercan a los míos, y aunque no quiero, sé que no tengo opción. Odio esta palabra: obedecer. Pero por ahora, no tengo más remedio que aguantar. Sin embargo, sé que llegará el momento en que él será el que obedezca. Una orden judicial, una restricción, algo que lo aleje de mí para siempre. Mientras tanto, solo me queda resistir, aguantar sus besos asquerosos y sus manos recorriendo mi cuerpo. Pero no siempre s
LAURA—¡Vayamos a casa!—susurro, separándome solo un poco, mi aliento mezclado con el suyo.Deslizo mi dedo índice por sus labios, luego hacia su barbilla, hasta su cuello y su pecho, un gesto lento y calculado, como si estuviera marcando territorio.—Está haciendo frío. ¿Quieres que me congele?—lo beso de nuevo, más intensamente.Me esfuerzo, realmente lo hago, por ser romántica, por ser la mujer que cree que quiere.—Mucho mejor—su tono es frío, evaluador—. Pero necesitarás mejorar los próximos días.Y mientras su voz se desvanece en mis oídos, el pavor se asoma a mi corazón. Cada palabra que dice está llena de control, de posesión, y yo soy solo una pieza más en su juego.Durante el camino a casa, Martin guardó silencio. Puso algo de música suave, una elección deliberada que pretendía crear una atmósfera de calma, aunque lo único que conseguía era intensificar mi ansiedad. De vez en cuando, acariciaba mi cabeza, como si ese gesto mecánico pudiera borrar el daño que me había hecho.
LAURA—Ese malnacido… —murmuro, más para mí que para él, sintiendo cómo el nudo en mi estómago se aprieta aún más.—Laura, ¿qué está pasando? —insiste, su tono cargado de confusión y preocupación.Tomo aire, tratando de mantenerme firme.—Bryan, ¡escúchame! Pasa por mí para desayunar. Necesitamos hablar de Martin.—¿Qué pasa con él? —pregunta, cada vez más inquieto.—No puedo decírtelo por teléfono… —mi voz tiembla, pero trato de sonar firme.—¿Se atrevió a tocarte? —gruñe con rabia contenida—. Te juro que si lo hizo, voy a…—Por favor, pasa por mí a las ocho.—Está bien. Pero si lo hizo, voy a castrarlo.—Hablamos luego. Lo que está sucediendo es muy delicado.—No creo que pueda dormir ahora. Mucho menos después de escucharte así.—Inténtalo, amor. Por favor —le pido, con un susurro que lleva mi última pizca de fuerza.Corto la llamada, sintiéndome al borde del colapso. Miro el teléfono en mis manos temblorosas y paso al registro de llamadas y mensajes. Todo encaja: Martin fingió hab
LAURAMartin, aprovechando la oportunidad, añadió con una sonrisa calmada:—Por cierto, Laura me acompañará al evento en la hacienda hoy.La expresión de papá cambió de inmediato a una de aprobación.—Me parece una excelente idea. Es bueno que pases tiempo con Martin.—Ramiro y yo también podríamos ir, si no es inconveniente —interrumpió Celina con una sonrisa traviesa.Martin mantuvo la calma, aunque no le agradaba la idea de sumar más personas a sus planes. Papá, sin embargo, asintió.—Está bien, pero solo por hoy. Ustedes tienen clases mañana y no quiero que falten.Celina hizo un puchero, pero no discutió. Martin apenas sonrió, satisfecho con el resultado.Por supuesto, Viviana no dejó pasar la oportunidad de hacer comentarios incómodos.—Hacen una bonita pareja, ¿no creen? Martin y Laura siempre se ven tan bien juntos.Casi escupo el café al escucharla.—¡No! ¡Qué horror! Martin es mi hermano — le aclaro.—Hermanastro —aclaró Viviana, insistiendo. Su tono era dulce, pero lo sufic