Al entrar, veo a sus padres y hermanos vestidos con elegancia. ¿Cenaremos aquí? La duda me invade al saludarlos.— Nos vamos —dice su padre, sonriendo mientras toma su abrigo de la percha junto a la puerta.— ¿A dónde iremos? —susurro a Bryan, intrigada.— Ellos tienen un evento y no regresan hasta mañana —me confiesa, apretando suavemente mi mano.Sonrío nerviosa, aliviada por la situación, y me despido de la familia.— Pórtense muy mal —susurra Joshiel, estrechándome en un abrazo rápido.— Castígalo como tanto quiere —añade Sandra, su hermana menor, con una sonrisa traviesa mientras se queda en la puerta. La risa de todos estalla al instante, y Bryan se pone rojo como un tomate.Una vez que la puerta se cierra tras ellos, miro a Bryan y lo encuentro muerto de risa.— Escuché un poco de lo que hablaba con Joshiel. ¡Dios! Esa niña es un caso perdido —confiesa, aún riendo.— Terribles son ustedes. No pueden hablar de ciertos temas cuando hay una niña en casa —le respondo, sonriendo ent
“Es tu momento, Laura,” me digo mientras me acerco a lamer el helado. Me agacho lentamente, siguiendo el camino de ese travieso hilo de helado derretido que serpentea por su cuerpo. Cuando llego al bóxer, levanto la mirada con una expresión inocente, pero llena de intención. Él traga saliva, y en un movimiento rápido, se baja el bóxer. Mi mirada se desvía hacia su gruesa polla, y sin querer, entreabro la boca, como si fuera un reflejo imposible de controlar. Bryan toma otra cucharada de helado y vierte un poco sobre su tronco y sus bolas. Luego, acerca la cuchara a mi boca, invitándome a comer el resto. —Es tu favorito —susurra, con una mirada tan perversa que me hace estremecer. No puedo evitar sonreír. Después de lamer mis labios, me levanto de la silla y me arrodillo frente a él, decidida a limpiar cada gota de helado. —¡Joder! —exclama él, arrastrando un suspiro que delata lo mucho que está disfrutando. No soy una experta, pero trato de imaginar que estoy lamiendo una paleta
LAURAEl dolor que siento es extrañamente placentero, mezclado con sensaciones que no quiero que se detengan. Por unos segundos, mantengo los ojos cerrados, apretando las sábanas entre mis manos. Luego los abro, y puedo ver esa mirada perversa y esos gestos de gozo que me estremecen, me excitan. Algunos minutos más, y sigue sobre mí, dando estocadas lentas y profundas, dejando besos en mi piel y acompañando mis gemidos con los suyos. Luego se levanta, arrodillándose sobre la cama, y toma una de mis piernas, besándola antes de colocarla sobre su hombro. ¡Joder! Se siente tan bien. El dolor ahora es irrelevante, y solo disfruto, gritando como una perra en celo. —¡Ohh! ¡Joder! —grita él, con una voz cargada de desesperación y placer—. ¡Qué rico! —Aprieta uno de mis senos con fuerza, cerrando los ojos como si estuviera perdido en un éxtasis indescriptible. Sus movimientos se aceleran, cada embestida más intensa que la anterior, arrancándome gemidos que no sabía que podía emitir. Baja
MARTINBryan entra silbando, haciendo algo de ruido mientras busca algo. Luego pone música. Escucho a Laura llamarlo, ansiosa, probablemente por comer. Los minutos se vuelven eternos."¿Qué diablos está haciendo?"Me asomo un poco y lo veo bailar, moviendo las caderas con descaro."¿Qué pretende? Si cree que puede moverse así con ella en la cama, voy a arrancarle la garganta."Lo observo acercarse a la nevera, de donde saca un pote de helado con una emoción absurda. Sale de la cocina y, aprovechando el momento, dejo mi escondite. La música sube de volumen y las risas no se hacen esperar.Abro despacio la puerta, escabulléndome entre las sombras del comedor hasta llegar al pie de la escalera. Desde esa posición puedo verlo todo. Lo que presencio es un espectáculo barato y humillante: un intento patético de stripper para seducirla.La rabia me consume. Tengo ganas de matarlo, pero sé que no puedo. Aun así, mi mente planea mil maneras de acabar con su existencia.Espero pacientemente. Pe
MARTINMi corazón se desmoronaba dentro de mi pecho, y sin embargo, había una parte de mí que no podía dejar de sentir un retorcido placer al escucharla gemir. Esos gritos, esas palabras cargadas de placer, las sentía mías. Solo mías.De repente, Laura dijo algo, su voz temblorosa:—Siento que alguien nos está observando.Me alejé de la puerta de inmediato, el corazón latiéndome con fuerza en las sienes. Me apoyé contra la pared y agucé el oído. Cuando los escuché moverse hacia el baño, aproveché el momento para entrar en la habitación.El lugar era un caos. Las sábanas estaban arrugadas, húmedas de sudor, y en ellas destacaban pequeñas manchas de sangre. Mi pecho se comprimió aún más. No pude evitar que unas lágrimas resbalaran por mis mejillas. Esa cama que debería haber sido nuestra ahora era el escenario de su traición.Salí apresurado, con los puños apretados y el corazón roto, hasta mi auto estacionado afuera. Cerré la puerta de un golpe y dejé caer mi frente contra el volante.
Laura Bryan regresó con un vaso de cerveza y lo colocó frente a mí con más fuerza de la necesaria.—Aquí tienes —dijo con voz dura.Le sostuve la mirada un instante antes de tomar el vaso con calma y dar un sorbo.—Salud —musité, intentando que mi voz sonara indiferente, aunque el aire se volvía cada vez más denso a mi alrededor.El juego apenas comenzaba.Terminé mi porción de pizza con parsimonia, sintiendo cada bocado como un peso en mi estómago. El silencio incómodo se alargaba, denso, sofocante. Martín también parecía disfrutarlo, deleitándose en la incomodidad que provocaba.Entonces, sacó su celular y fingió revisar un mensaje, dejando que la intriga flotara en el ambiente.—Nada mal la pizza —comentó con una leve sonrisa—, pero tengo que atender un asunto pendiente.Se puso de pie lentamente, alisando su camisa con una calma que solo hacía que mi ansiedad aumentara. Luego, sus ojos se fijaron en mí, sosteniéndome con esa mirada que siempre parecía desnudar mis pensamientos.—
CELINALa discoteca vibraba con una energía frenética. Las luces estroboscópicas destellaban en sincronía con el bajo retumbante de la música electrónica, envolviendo la pista de baile en un espectáculo de colores neón. El aire estaba impregnado de perfume, sudor y el inconfundible aroma de los tragos recién servidos. A su alrededor, los jóvenes reían, bailaban y se perdían en la euforia del momento, como si la noche nunca fuera a terminar.Celina se dejó llevar por el ritmo, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo mientras se movía con sus amigos de la universidad. Por un instante, olvidó todo lo que la preocupaba. El presente era lo único que importaba.De reojo, divisó a Ramiro en la barra, rodeado de su grupo habitual, brindando con vasos que centelleaban bajo las luces fluorescentes. Su hermano menor parecía en su elemento, disfrutando cada segundo.Pero entre todo ese caos electrizante, una sensación incómoda se deslizó por su pecho.—¿Dónde está Joshiel? —preguntó en voz alt
CELINACuando llegamos, encontré a mi hermano conversando con tres amigos, riendo y bebiendo juntos con evidente complicidad.—¿Nos vamos? —preguntó Joshiel sin rodeos.Ramiro nos miró y sonrió con entusiasmo, sin dudarlo ni un segundo.—¡Claro! —exclamó—. Esta fiesta está buena, pero dicen que en la casa de tu amigo la cosa se pone aún mejor.Antes de movernos, hizo un gesto para presentarnos a sus amigos.—Por cierto, ellos son Damián, Lucas y Andrés —dijo, señalándolos con la cabeza.Los tres nos saludaron con un asentimiento, aunque cada uno reaccionó de manera diferente. Lucas mantenía una expresión reservada, analizando a Joshiel con discreción. Andrés sonreía de forma relajada, sin prisa en opinar. Pero fue Damián quien se mostró más natural y abierto, con un aire desenfadado que lo hacía parecer el más accesible del grupo.—Así que, ¿nos llevan a la fiesta secreta? —bromeó Damián, dándole un sorbo a su cerveza.—Algo así —respondió Joshiel con una sonrisa ladina.Nos quedamos