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Capítulo 61. ¡Qué ironía!

Secándose el cabello, Valentina salía del baño con una toalla en las manos, mientras Maxwell ingresaba trayendo consigo dos humeantes tazas de café.

—No sabía que te estabas cambiando —dijo Maxwell, con una ceja levantada y con una sonrisa torcida.

Valentina alzó la vista, sorprendida. Maxwell se quedó viendo sus pechos altos y firmes, y cómo los pezones rosados apuntaban directamente a sus ojos azules, que se iban oscureciendo con cada segundo que pasaba.

Trató de desviar la mirada, pero la imagen de Valentina le resultaba hipnótica.

Ver a esta Valentina, acabando de despertar, era muy distinto a la mujer que idealizaba; esta se veía tierna, inocente y sensual.

Sin proponérselo, Maxwell se relamió los labios, a la vez que reprimía un breve e imperceptible gemido de deseo.

La preocupación sobre su hermano quedó en un segundo plano; en ese instante no pensaba en nada que no fuera en lo cómoda que parecía su cadera para cogerla con fuerza y fundirse en ella. Sus músculos se ten
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