— ¿Dónde se encuentra mi hermano?—interrogó Maxwell con tono exigente. A pesar de que Valentina parecía estar turbada, levantó la mirada y su rostro se contorsionó en una expresión desgarradora.—Ethan está aquí por mi culpa… se interpuso y terminó aquí por mi culpa —decía entre sollozos, repitiendo una y otra vez la misma frase como si estuviera atrapada en un bucle de horror.Maxwell la miraba, incapaz de comprender completamente la magnitud de su dolor y confusión.—Yo debí estar en ese quirófano y no él —murmuró Valentina, con voz quebrada por la desesperación.Maxwell no supo qué lo impulsó, pero se agachó frente a ella y la abrazó, intentando transmitirle una fuerza que él mismo sentía menguar.—Calma, debes hacerlo por mi hermano. Hazlo para que puedas explicarme qué ocurre —le pedía, acariciando su cabeza con ternura, pero ella seguía meciéndose, con su mente atrapada en recuerdos terribles que creía olvidados.—Yo soy la de la mala suerte. Se supone que me suceden cosas porqu
Después de escuchar lo ocurrido, Maxwell, quien miraba a Valentina con mucha preocupación, asustado, la tomó entre sus brazos. Valentina, temblaba y sollozaba, pues aquel suceso le había causado un gran impacto, afectándola por completo. —Fue mi culpa, fue mi culpa. Ethan está así por mi culpa —continuaba afirmando una y otra vez. —Shh, Vale, no fue tu culpa, Ethan se encuentra bien, por favor, cálmate, cálmate, amor... —Maxwell, muy preocupado y asustado por el estado en que se encontraba Valentina, no pensó ni se dio cuenta de cómo la había llamado al final. Estuvieron así hasta que Valentina se volvió a dormir. Maxwell se incorporó con ella en brazos y la dejó suavemente en la cama. Allí, no perdió el momento para contemplarla dormir tranquilamente. Le dolía verla así, pero más le dolía verla culparse por lo sucedido con su hermano. En Inglaterra. Evelyn estaba en el salón de estar, escuchando las quejas de Aurora, cuando su teléfono sonó. Al ver el nombre de su hijo e
Secándose el cabello, Valentina salía del baño con una toalla en las manos, mientras Maxwell ingresaba trayendo consigo dos humeantes tazas de café. —No sabía que te estabas cambiando —dijo Maxwell, con una ceja levantada y con una sonrisa torcida. Valentina alzó la vista, sorprendida. Maxwell se quedó viendo sus pechos altos y firmes, y cómo los pezones rosados apuntaban directamente a sus ojos azules, que se iban oscureciendo con cada segundo que pasaba. Trató de desviar la mirada, pero la imagen de Valentina le resultaba hipnótica. Ver a esta Valentina, acabando de despertar, era muy distinto a la mujer que idealizaba; esta se veía tierna, inocente y sensual. Sin proponérselo, Maxwell se relamió los labios, a la vez que reprimía un breve e imperceptible gemido de deseo. La preocupación sobre su hermano quedó en un segundo plano; en ese instante no pensaba en nada que no fuera en lo cómoda que parecía su cadera para cogerla con fuerza y fundirse en ella. Sus músculos se ten
Ethan sentía sus párpados pesados y sus labios secos; la anestesia había terminado de hacer efecto. Intentaba abrir los ojos para ver con claridad dónde se encontraba. Se sentía perdido y no recordaba mucho de lo sucedido. Al abrir apenas los ojos, alcanzó a divisar dos figuras delante de él. Volvió a cerrarlos e intentó despertarse del todo para ver bien. Una vez su vista mejoró, logró ver con mayor claridad. Notó que estaba en una sala, se miró las manos y vio que estaba conectado a muchos cables y aparatos. Escuchó un sonido que lo hizo levantar la mirada hacia el frente. Al ver aquello, se tensó. En su interior creció la decepción y el dolor absoluto al presenciar cómo su amiga había roto su promesa. Sentía rabia por lo que estaba viendo, y tenía muchas ganas de gritarles a ambos, de echarlos por haberle mentido todo este tiempo. Había creído ciegamente en ella, había confiado en sus palabras, pero todo resultó ser una vil mentira.Ethan optó por quedarse callado y, sigilosament
—¿Ocurrió algo mientras estuve inconsciente? ¿Maxwell te hizo algo? Dime, Vale.Ethan esperaba que, al hacerle esas preguntas, Valentina fuera cien por ciento sincera con él.Valentina, sin embargo, se encontraba nerviosa; un nudo de incertidumbre se le había formado en la garganta. Suponía que Ethan apenas se había despertado y, en su mente confusa, luchaba entre la sinceridad y el miedo de herirlo, lo cual la hacía sentir mal.—Tierra llamando a Vale —dijo Ethan insistente, sacándola de sus pensamientos.—Ah, sí, dime, ¿qué pasa? —respondió Valentina, tratando de sonar casual mientras su corazón latía con fuerza.—Eso pregunto yo. ¿Qué te pasa? Te hice unas preguntas y te quedaste perdida en el limbo.—¡Ah! Sí, cierto. Pues no, no me hizo nada. Cuando él llegó estaba tan preocupado por ti, que ni siquiera le dio tiempo a atacarme.«Al menos no como él se lo imaginaba», decía su conciencia, traicionándola.Fin del flashback.—Me siento bien, Max. Con ganas de irme ya a la casa —dijo
No puedo parar de pensar en lo sucedido en Escocia. Te invito a que me acompañes mañana a un lugar; te prometo que no te arrepentirás. Atentamente, Maxwell. Posdata: qué sexy te ves al bailar.—¿Qué se piensa ese indeseable? —soltó Valentina con una risa nasal, mientras ponía los ojos en blanco. «Te equivocas, el duque es muy deseable y su caligrafía es exquisita», la contradijo la voz de su subconsciente.Y aunque se decía que no debía estarlo, Valentina se sentía temblar por los nervios que recorrían su cuerpo. Moría de ganas por ir a ese encuentro; era hipócrita negarlo, cada fibra de su cuerpo lo pedía a gritos, le gustaban las caricias del duque (entre otras cosas).Pero, ¿cómo haría para que no sospecharan? Aunque no sabía a dónde iría, su instinto y su mente mal pensada ya se imaginaban y sentían lo que pasaría. —Qué inoportuno. Él sabe que Ethan está en reposo. Se supone que, como su esposa, mi papel es cuidarlo —murmuraba como si lo tuviera enfrente.La nota de Maxwell no s
«Nunca la tendré otra vez. Nunca. Saciaré mi deseo y le podré un fin a esto», pensó Maxwell sin dejar de lamerle el cuello, mientras que ella se había rendido a sus labios, permitiéndole que le apretujara un pecho y la mordisqueará a su antojo. —¿Qué me has hecho?Maxwell quería ser rudo, para nada gentil, pues quería mantener la firmeza de que en este acto no había amor, solo pasión. Valentina se giró cuando percibió cómo él se detuvo, y sin pronunciar palabras, Maxwell la agarró de la mano, guiándola hacia una habitación, donde la pegó a una pared. Le rodeó la cintura con uno de sus fuertes brazos y la besó desesperadamente, explorando con su lengua cada rincón de su boca. —Odio que me gustes tanto— murmuró con la mente nublada por la embriaguez de la excitación. Valentina sentía que le faltaba el aire, pero no lo apartaba, solo se restregaba buscando calmar las palpitaciones de su centro, el cual pedía a gritos ser tocado. Maxwell besó cada pulgada de su cara y desnudó y rindi
Amalia, que salía de sus aposentos, se encontró en el pasillo con una Aurora, quien estaba más irritada de lo normal. —¿Y ahora tú? ¿Qué te traes? ¿Por qué estás de tan mal humor? —Qué te importa ¡Estúpida! —¡Uy! ¿Pero qué forma de contestar es esa? No es digno de una dama. Déjame adivinar, estás así por la terrible y divertida humillación que recibiste en tu fiesta. —Mira, maldita, justo ahora no estoy para tus ocurrencias. No se te olvide que me debes respeto, y tanto tú como tu esposo deben hacer lo que yo les diga. No olviden que con unas cuantas palabras puedo arruinarlos por completo. Así que quítate de mi camino y ve a juguetear con tu amante, porque estoy segura de que a eso ibas. Dudo que te hayas levantado tan temprano para hacer labores. Terminó de decir Aurora con aire de superioridad. No permitiría que la tarada de Amalia le pasara por encima. No estaba de buen humor para soportar este tipo de situaciones. Por más que habló o al menos hizo el intento de habl