—Debes desinfectar esa camilla, su sudor está impregnado en ella —le exigió Aurora a la masajista, ignorando a Valentina. —Esa fragancia es para personas corrientes— rezongó Aurora arrugando la nariz, percibiendo como la fragancia a lavanda flotaba en el aire. —¡Cámbiala! Y lávate las manos, no me vas a tocar sin desinfectarte después de haber tocado un cuerpo celulítico. Aurora, con su porte altivo y su expresión de desdén, miraba a la masajista con los labios apretados y una ceja enarcada. Evelyn negó, provocando que su cabellera color chocolate, con algunas hebras plateadas, se balanceaba suavemente con cada movimiento, y una sombra de molestia cruzó su rostro. Nunca le había agradado la actitud de superioridad de Aurora, y muy en el fondo de su corazón de madre, no deseaba que esa mujer volviera a ser su nuera. Valentina, tratando de cubrirse al levantarse para que esas dos mujeres tan detestables no la vieran en bikini, finalmente no pudo evitarlo. Se movía con torpeza, su
Junto a Nicholas, que había ido a llevarle unos informes y de paso a visitarlo, Maxwell iba rumbo a la sala de esgrima. Nicholas llevaba un equipo de esgrima de color blanco, que resaltaba su porte atlético. Aunque era un poco más bajo que Maxwell, se veía perfectamente bien con el ajustado traje que delineaba su figura. Mientras que el equipo de Maxwell era de color negro, lo que acentuaba su presencia imponente. Su espada de esgrima, que llevaba en su mano derecha junto a la careta, tenía el mango dorado. —Esta vez estoy dispuesto a ganarte —le dijo Nicholas, compartiendo una sonrisa desafiante con Maxwell mientras sus ojos brillaban con entusiasmo. Maxwell respondió con una sonrisa igualmente desafiante, levantando una ceja en señal de escepticismo. —No te ilusiones. Aunque tengo mucho tiempo sin practicar, no podrías vencerme ni en sueños. Nicholas soltó una carcajada y agitó la mano en el aire, como si estuviera descartando una afirmación absurda. —Pensé que después de
Maxwell se apartó de Nicholas, caminando nerviosamente mientras se pasaba una mano por la cabeza con frustración. Su mente, usualmente clara y meticulosa, estaba ahora nublada por una tormenta de emociones que no comprendía.—Debo estar loco por preocuparme tanto por esta mujer —murmuró con voz ronca, sintiendo como si tuviera una torre de naipes que Valentina estaba destrozando—. Es como si no pudiera evitarla… y eso me convierte en un ser totalmente desleal a mis creencias, a mi carácter y a mi hermano menor.De repente, fijó su mirada en Ethan y Evelyn, que llegaban con gestos preocupados y apresurados. Ethan, al verlo, apretó los labios antes de hablar.—¿Por qué no me llamaste? Yo soy el esposo —le reclamó, simulando molestia pero con una preocupación genuina en sus ojos. Necesitaba alejar a Maxwell de Valentina, estaba empecinado en hacerlo, y parecía imposible.Maxwell agachó la cabeza, sin poder disimular su confusión interna, pues no podía evitar sentir posesividad hacia Val
En el instante en que Valentina abrió los ojos, empezó a parpadear, sintiendo la incomodidad de la luz blanca y estéril de la sala en la que estaba. Por un momento, su mente quedó en blanco, sin recordar cómo había llegado allí. Luego, la memoria de la debilidad que la había invadido justo antes de desmayarse volvió a ella.Miró a su alrededor, confundida. —Maxwell... —murmuró.—Estás bien, Valentina. Solo fue un pequeño desmayo —le dijo Ethan, agarrando su mano.Valentina intentó sentarse, pero Ethan la detuvo suavemente.—No te esfuerces. Los médicos dijeron que necesitas descansar.Ella asintió, aún procesando lo ocurrido, y su mirada se desvió hacia Olivia, quien se acercó con una sonrisa cargada de culpa y arrepentimiento.—Ina, me asustaste —dijo, tomando su mano entre las suyas.Valentina le sonrió débilmente.—Lo siento, no quería preocupar a nadie.—No sé cómo se cerró esa puerta, te lo juro —dijo Olivia con los ojos llenos de lágrimas.—Lo sé, no te preocupes. Y por cierto,
Valentina no llevaba sostén, y su pezón se endureció al contacto de la mano de Maxwell, quien no la apartó, sino que se deleitó con la sensación.—¿Le haces esto a cualquiera de tu familia?Maxwell se lamió lentamente los labios, mientras sus pupilas se dilataban.—Valentina… Escucharlo decir su nombre causó una extraña sensación oscilante en su estómago. Valentina jadeó cuando la mano de Maxwell, que ella misma había acercado a su pecho, subió hasta su cuello. Y cuando él cerró sus dedos, ejerciendo un poco de fuerza, ella abrió los labios en busca del aire que se trancaba en su garganta.—Tu....— Él la empujó hacia adentro y la atestó a la pared cerca de la puerta antes de cerrarla con un pie.Estando así, Maxwell la miraba de pies a cabeza, haciéndola sentir más pequeña. Cuando él se inclinó y metió la cara en su cuello, rozándole la mejilla con su cabello, otro jadeo escapó de los labios de Valentina.—Yo... ¿qué Maxwell?— ante su cercanía le fallaba todo. La respiración ca
Benjamín sonrió con una mueca de desprecio.—¿Y qué te hace pensar que querría hacerle daño a esa mujer? —Recuerdo que la culpaste del robo del cuadro —replicó Maxwell, ladeando la cabeza con desconfianza.Benjamín abrió la boca para responder, pero en ese momento Aurora y sus amigas, junto a Amalia, llegaron al salón. Por lo que él se aclaró la garganta, cambiando rápidamente su expresión a una más neutral.—La utilicé como chivo expiatorio para mantenerte alejado de mis asuntos. Créeme, para convertirme en asesino debe tratarse de alguien que me beneficie, y esa mujer es menos importante para mí que estos empleados —dijo con soberbia.—¿Creerte? Hacerlo cada vez se me hace más difícil. De ti ya no sé qué esperar —Maxwell, suspiró.Benjamín apretó los puños y acercó su cara al oído de Maxwell, para que Evelyn y los demás pudieran oír.—Me importa poco lo que creas de mí. Cada vez te aborrezco más. Tienes una actitud irritante, te muestras como el león en una selva llena de depredado
Antes de que Maxwell pudiera reproducir la grabación en la tablet que le entregó su jefe de seguridad, una empleada, con los nervios marcando su rostro, se postró de rodillas delante de él, causando que todos los presentes dirigieran su atención hacia ella.—¿Qué estás haciendo? — le espetó Maxwell con dureza.La empleada alzó la cabeza hacia Amalia, quien negaba con gesto severo mientras la observaba, pero rápidamente apartó la mirada.—Juró que no sabía que había alguien dentro de la sauna. Solo pasé por allí, pensé que no estaba en uso, y la cerré sin percatarme —argumentó la empleada, con las manos temblorosas y los ojos cristalizados por las lágrimas.Amalia respiró profundamente, sintiendo un leve alivio, aunque su ceño se frunció inmediatamente.Maxwell se aproximó a su lado, mientras Valentina apenas podía asimilar la idea de que alguien había intentado atentar contra ella.—Entonces, ¿por qué no lo mencionaste antes? — inquirió Maxwell, con tono rígido y exigente.La empleada
Valentina comenzó a reírse nerviosa.—Eres demasiado presumido Maxwell Spencer. Me gustas, y solo quiero gozar, pero esto no significa nada. Estoy aquí porque necesito pedirte que….Las palabras de Valentina murieron en su boca porque en un pestañear de ojos, Maxwell se levantó, y la arrastró hasta una ventana, donde la pego contra el cristal, y posicionado detrás de ella le susurró al oído:—Cobarde no es una palabra que se encuentre en mi diccionario. Ya que deseas jugar, vamos a hacerlo, ¿piensas que soy el único que perderé? Te puedo asegurar que tú saldrás más afectada que yo.Valentina solo miraba al techo sin poder mover un solo músculo, sentir el calor corporal de Maxwell tras su espalda y su respiración rozando su nuca no se lo ponía fácil. Era un desgraciado que no merecía tenerla, pero era un desgraciado al que no podía resistirse y con el que quería entretenerse.«Yo soy el gato y él el ratón», pensó divertida, dejando salir ese lado inmaduro que solo buscaba la adrenalina