—¿Cómo te atreves a pedirle que me culpe de tu error? ¡Malparida! —Aurora abría los ojos como poseída, al mismo tiempo que señalaba a Amalia con furia.—Y no es la verdad, me pediste cerrar esa puerta para convertirme en una asesina porque querías deshacerte de mí. Sé que tu plan es que una de tus amiguitas ocupe mi lugar, pensaste que no lo sabría, esas dos estúpidas ya soltaron la lengua. Te aseguro que, sin importar lo que hagas, Ben no me dejará nunca. Yo soy la única mujer que lo hace feliz, nadie le puede brindar lo que yo le brindo, y eso él lo tiene muy claro.La sirvienta, asustada, pasaba su mirada de Aurora a Amalia sin entender absolutamente nada.—Yo no tengo nada que ver, señora Aurora —su voz salió como un hilillo, mientras alzaba las manos con mirada asustada—. Me retiraré —volvió a murmurar la mujer al ver que Aurora no le respondió, sino que continuaba con su mirada fija en Amalia, quien sonreía de medio lado y, con gesto prepotente, bailaba un pie.—Sí, vete. Luego
Valentina estaba feliz con su nuevo trabajo. La música suave de fondo y el aroma de velas perfumadas le brindaban una paz única. Sin embargo, en el momento en que las campanillas de la puerta sonaron y por ella entraron Aurora y sus dos amigas, tuvo un raro presentimiento.—Estoy segura de que no es una coincidencia.—Mucho tiempo sin verte, Elois. Veo que tu boutique se ha convertido en un lugar exclusivo —Aurora se acercó a la nueva jefa de Valentina y se saludaron con tanta confianza que parecían amigas de antaño.—Quiero que esa empleada me ayude hoy —solicitó Aurora con altanería, señalando a Valentina, quien se sorprendió bastante. — Necesito elegir un hermoso vestido para mi compromiso con el duque de este pueblo. Ella no pudo negarse. Tuvo que buscar cuantos vestidos, Aurora le pidió; estaba agotada y sudada de desmontar vestidos solo para que Aurora se los pusiera y les encontrara algún desperfecto.—¿Qué dicen de este, amigas? —preguntó Aurora cuando salió del vestidor del
Ethan se encontraba cabizbajo, sentado en el alféizar de la ventana, observando cómo la lluvia, golpeaba el cristal. Sus pensamientos eran un torbellino de responsabilidades y preocupaciones. Pero de repente, escuchó la puerta abrirse y un suave suspiro al otro lado de la habitación.Valentina entró, tiró su bolso en uno de los sofás y se dejó caer en otro, agotada. —Tuve que caminar desde el pueblo hasta aquí, al parecer a Olivia se le olvidó pasar a recogerme —contó, masajeándose los pies con expresión cansada.Ethan levantó la mirada, y sus ojos mostraban la carga que llevaba. —Yo debí ir por ti, lo siento es que…Valentina giró el rostro, notando de inmediato que su amigo no se encontraba bien. Así que se acercó a su lado, con preocupación. —Cuéntame, ¿qué te tiene de este modo?Ethan soltó un profundo suspiro. —Ahora resulta que tengo que actuar como duque, y como príncipe, tengo que ser de todo en esta vida —se quejó, renegando de su suerte.Valentina no pudo evitar reír. —
Maxwell sacó su teléfono del bolsillo interno de su chaqueta.—Hablaba con mi asistente, madre —le dijo mientras le mostraba el aparato, y Evelyn asintió.Maxwell respiró con cierto alivio.—No me dirás qué ocurrió hoy, ¿verdad?—Nada pasó, mamá. —Él comenzó a caminar, con una expresión tensa. No estaba dispuesto a contarle a su madre sobre las cosas que había dicho Benjamín, ya que no quería que ella sufriera tanta desilusión como la que sentía él.—Eres, mi hijo, te conozco y sé que no eres de los que toman alcohol por placer. Solo lo haces de este modo cuando algo te afecta mucho —aseguraba Evelyn mientras lo seguía, con la preocupación reflejada en sus ojos. Maxwell alzó una mano y la bajó, restándole importancia a la conversación.—Mamá, solo tomé unos tragos porque, como cada noche, tengo insomnio —dijo, intentando sonar convincente.—Está bien, cuando quieras contarme estaré aquí para ti. Pero te prohíbo rotundamente tomar somníferos —le advirtió Evelyn con firmeza.(…) Entre
Los primeros rayos de sol aún no habían emergido completamente cuando Valentina entró a la cocina, sintiendo agradable encontrar ese espacio aún vacío de empleados domésticos, contrario a lo habitual. —Por primera vez siento este lugar como un espacio normal —murmuró, mientras preparaba la cafetera eléctrica con movimientos automáticos, casi rituales.Se recostó en la encimera, esperando que el café estuviera listo. Era una fanática del café; con esa bebida empezaba su día, sin importar su estado de ánimo. El aroma familiar comenzaba a llenar el aire, reconfortándola.Con el teléfono en la mano, tecleó el número de su madre.—Hola, hija, ¿cómo estás?Valentina se sentía demasiado triste, y al escuchar la voz de su mamá, no sabía cómo decirle que nuevamente no tendría cómo enviarle dinero. Se sentía perdida, sin salida alguna. Respiró profundo, tratando de sonar lo más tranquila posible para no preocupar a su madre.—Hola, mamá, estoy bien. ¿Cómo estás tú? ¿Y cómo está mi princesa her
—No está a discusión. Quieras o no, debes ir conmigo, Vale. Yo tampoco quiero ir, pero lamentablemente el príncipe me pidió que fuera y casi me ordenó que tú, como mi esposa, debes ir. Aunque intenté oponerme y decir que tú no irías, él no accedió. Dio la orden de que fueras conmigo porque, según él, es tu deber al ser mi esposa —dijo Ethan, con frustración y resignación.Sus manos apretaban la taza de café, como si así pudiera desahogar su impotencia.Valentina, con una chispa de enojo en los ojos, respondió con sarcasmo:—Uy, ese maldito príncipe de pacotilla, como siempre arruinando todo y sintiéndose el gran señor. ¡Uf, desearía tenerlo aquí justo ahora para darle unas buenas patadas en sus genitales y ver si así se le baja lo presumido y arrogante!Ethan, que había tomado un sorbo de café, terminó escupiéndolo por las fuertes carcajadas que no pudo contener.—¿Acaso ya lo conociste? —le preguntó Ethan, aún riendo, mientras limpiaba las manchas con una toalla desechable.—Lamenta
Una vez terminaron de empacar sus cosas, el chófer los esperaba. Aunque Valentina suponía que tomarían el avión privado de la familia, no fue así. El coche avanzaba por la carretera sinuosa, y el aroma a pinos y tierra mojada se filtraba por las ventanillas entreabiertas, mezclándose con sus risas y pláticas durante todo el viaje.—¿Falta mucho? Te juro que me he quedado sin trasero —se quejó Valentina, removiéndose en el asiento, sintiendo cada bache como una punzada en su espalda baja.—Hemos llegado, Vale —le dijo Ethan con un deje de diversión en los ojos.Al llegar a su destino, se hospedaron en la casa que la familia de Ethan tenía allí. Atravesaron el umbral, y el aroma a madera y antigüedades les dio la bienvenida.—Ven, Vale, te quiero mostrar algo.Valentina se acercó a Ethan, quien la llevó hasta un balcón adornado con enredaderas de flores púrpuras. Allí le mostró la hermosa vista: las luces que alumbraban las calles y los grandes edificios de excelente arquitectura, todo
Maxwell, quien se encontraba bebiendo de su taza de café, la apretó fuertemente; sus nudillos se volvieron blancos por la fuerza que ejercía. Pues la pregunta de Aurora le causó gran impacto.—¡Cómo! ¿Qué clase de pregunta es esa, Aurora? ¿Cómo te atreves a decir eso en medio de un desayuno familiar?—No me dejas otra alternativa, Maxwell. Casi nunca puedo entablar una buena conversación contigo y cada vez que intento acercarme a ti, me terminas alejando. Por eso te hago esta pregunta delante de todos los presentes, incluyendo a tu madre, porque sé que estando ella me vas a responder como se debe. Así que responde, Maxwell. Dime, ¿acaso tienes otra mujer? ¿Amas a otra mujer? Dime, Maxwell, quiero saber la verdad.Maxwell se arrepentía mentalmente, una y otra vez, de haberle propuesto matrimonio a Aurora. Estaba comenzando a ser un dolor de cabeza insoportable; había olvidado lo necia y obstinada que podía ser.—Realmente me molesta este tipo de preguntas. Tú, que mejor que nadie sabe