Ethan se encontraba cabizbajo, sentado en el alféizar de la ventana, observando cómo la lluvia, golpeaba el cristal. Sus pensamientos eran un torbellino de responsabilidades y preocupaciones. Pero de repente, escuchó la puerta abrirse y un suave suspiro al otro lado de la habitación.Valentina entró, tiró su bolso en uno de los sofás y se dejó caer en otro, agotada. —Tuve que caminar desde el pueblo hasta aquí, al parecer a Olivia se le olvidó pasar a recogerme —contó, masajeándose los pies con expresión cansada.Ethan levantó la mirada, y sus ojos mostraban la carga que llevaba. —Yo debí ir por ti, lo siento es que…Valentina giró el rostro, notando de inmediato que su amigo no se encontraba bien. Así que se acercó a su lado, con preocupación. —Cuéntame, ¿qué te tiene de este modo?Ethan soltó un profundo suspiro. —Ahora resulta que tengo que actuar como duque, y como príncipe, tengo que ser de todo en esta vida —se quejó, renegando de su suerte.Valentina no pudo evitar reír. —
Maxwell sacó su teléfono del bolsillo interno de su chaqueta.—Hablaba con mi asistente, madre —le dijo mientras le mostraba el aparato, y Evelyn asintió.Maxwell respiró con cierto alivio.—No me dirás qué ocurrió hoy, ¿verdad?—Nada pasó, mamá. —Él comenzó a caminar, con una expresión tensa. No estaba dispuesto a contarle a su madre sobre las cosas que había dicho Benjamín, ya que no quería que ella sufriera tanta desilusión como la que sentía él.—Eres, mi hijo, te conozco y sé que no eres de los que toman alcohol por placer. Solo lo haces de este modo cuando algo te afecta mucho —aseguraba Evelyn mientras lo seguía, con la preocupación reflejada en sus ojos. Maxwell alzó una mano y la bajó, restándole importancia a la conversación.—Mamá, solo tomé unos tragos porque, como cada noche, tengo insomnio —dijo, intentando sonar convincente.—Está bien, cuando quieras contarme estaré aquí para ti. Pero te prohíbo rotundamente tomar somníferos —le advirtió Evelyn con firmeza.(…) Entre
Los primeros rayos de sol aún no habían emergido completamente cuando Valentina entró a la cocina, sintiendo agradable encontrar ese espacio aún vacío de empleados domésticos, contrario a lo habitual. —Por primera vez siento este lugar como un espacio normal —murmuró, mientras preparaba la cafetera eléctrica con movimientos automáticos, casi rituales.Se recostó en la encimera, esperando que el café estuviera listo. Era una fanática del café; con esa bebida empezaba su día, sin importar su estado de ánimo. El aroma familiar comenzaba a llenar el aire, reconfortándola.Con el teléfono en la mano, tecleó el número de su madre.—Hola, hija, ¿cómo estás?Valentina se sentía demasiado triste, y al escuchar la voz de su mamá, no sabía cómo decirle que nuevamente no tendría cómo enviarle dinero. Se sentía perdida, sin salida alguna. Respiró profundo, tratando de sonar lo más tranquila posible para no preocupar a su madre.—Hola, mamá, estoy bien. ¿Cómo estás tú? ¿Y cómo está mi princesa her
—No está a discusión. Quieras o no, debes ir conmigo, Vale. Yo tampoco quiero ir, pero lamentablemente el príncipe me pidió que fuera y casi me ordenó que tú, como mi esposa, debes ir. Aunque intenté oponerme y decir que tú no irías, él no accedió. Dio la orden de que fueras conmigo porque, según él, es tu deber al ser mi esposa —dijo Ethan, con frustración y resignación.Sus manos apretaban la taza de café, como si así pudiera desahogar su impotencia.Valentina, con una chispa de enojo en los ojos, respondió con sarcasmo:—Uy, ese maldito príncipe de pacotilla, como siempre arruinando todo y sintiéndose el gran señor. ¡Uf, desearía tenerlo aquí justo ahora para darle unas buenas patadas en sus genitales y ver si así se le baja lo presumido y arrogante!Ethan, que había tomado un sorbo de café, terminó escupiéndolo por las fuertes carcajadas que no pudo contener.—¿Acaso ya lo conociste? —le preguntó Ethan, aún riendo, mientras limpiaba las manchas con una toalla desechable.—Lamenta
Una vez terminaron de empacar sus cosas, el chófer los esperaba. Aunque Valentina suponía que tomarían el avión privado de la familia, no fue así. El coche avanzaba por la carretera sinuosa, y el aroma a pinos y tierra mojada se filtraba por las ventanillas entreabiertas, mezclándose con sus risas y pláticas durante todo el viaje.—¿Falta mucho? Te juro que me he quedado sin trasero —se quejó Valentina, removiéndose en el asiento, sintiendo cada bache como una punzada en su espalda baja.—Hemos llegado, Vale —le dijo Ethan con un deje de diversión en los ojos.Al llegar a su destino, se hospedaron en la casa que la familia de Ethan tenía allí. Atravesaron el umbral, y el aroma a madera y antigüedades les dio la bienvenida.—Ven, Vale, te quiero mostrar algo.Valentina se acercó a Ethan, quien la llevó hasta un balcón adornado con enredaderas de flores púrpuras. Allí le mostró la hermosa vista: las luces que alumbraban las calles y los grandes edificios de excelente arquitectura, todo
Maxwell, quien se encontraba bebiendo de su taza de café, la apretó fuertemente; sus nudillos se volvieron blancos por la fuerza que ejercía. Pues la pregunta de Aurora le causó gran impacto.—¡Cómo! ¿Qué clase de pregunta es esa, Aurora? ¿Cómo te atreves a decir eso en medio de un desayuno familiar?—No me dejas otra alternativa, Maxwell. Casi nunca puedo entablar una buena conversación contigo y cada vez que intento acercarme a ti, me terminas alejando. Por eso te hago esta pregunta delante de todos los presentes, incluyendo a tu madre, porque sé que estando ella me vas a responder como se debe. Así que responde, Maxwell. Dime, ¿acaso tienes otra mujer? ¿Amas a otra mujer? Dime, Maxwell, quiero saber la verdad.Maxwell se arrepentía mentalmente, una y otra vez, de haberle propuesto matrimonio a Aurora. Estaba comenzando a ser un dolor de cabeza insoportable; había olvidado lo necia y obstinada que podía ser.—Realmente me molesta este tipo de preguntas. Tú, que mejor que nadie sabe
—Porque no la quieres, si la quisieras no estuvieras con Valentina, y menos estando ella aquí como tu futura esposa. —Conoces bien la situación de todos, lo que pasa con Valentina es algo que tendrá fin, sea hoy o mañana.—No me refiero a que te vas a casar con ella, pero debes terminar una cosa para empezar la otra. Te dije que no me quiero meter en tus asuntos, pero si continúas vas a terminar atándote de nuevo a una mujer que solo busca su propio beneficio.Olivia se quedó con la boca abierta cuando Maxwell, sin decir una palabra, pasó por su lado.Cuando él, ingresó en el lujoso salón, notó las luces LED, que estaban estratégicamente ubicadas, y que hacían resaltar las decoraciones florales y las mesas decoradas con finos manteles de seda. Y como una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el centro del salón.—Nunca dejará la exageración — murmuró con cierta irritación, pues la actitud vanidosa de Aurora era algo que le desagradaba desde que eran novios.En cambio, ella
— ¿Dónde se encuentra mi hermano?—interrogó Maxwell con tono exigente. A pesar de que Valentina parecía estar turbada, levantó la mirada y su rostro se contorsionó en una expresión desgarradora.—Ethan está aquí por mi culpa… se interpuso y terminó aquí por mi culpa —decía entre sollozos, repitiendo una y otra vez la misma frase como si estuviera atrapada en un bucle de horror.Maxwell la miraba, incapaz de comprender completamente la magnitud de su dolor y confusión.—Yo debí estar en ese quirófano y no él —murmuró Valentina, con voz quebrada por la desesperación.Maxwell no supo qué lo impulsó, pero se agachó frente a ella y la abrazó, intentando transmitirle una fuerza que él mismo sentía menguar.—Calma, debes hacerlo por mi hermano. Hazlo para que puedas explicarme qué ocurre —le pedía, acariciando su cabeza con ternura, pero ella seguía meciéndose, con su mente atrapada en recuerdos terribles que creía olvidados.—Yo soy la de la mala suerte. Se supone que me suceden cosas porqu