La semana paso y, día a día, Ashley empezaba a notar pequeños cambios, aunque sabía que nada podía cambiar de la noche a la mañana, tenía que seguir manteniendo una buena actitud y esperar con paciencia. Sin embargo, lo que más estaba comenzando a estresarla era el hecho de que cuando salía de su habitación, muchas miradas se centraban en ella, formando una sensación de incomodidad en su pecho. Una sensación que empezaba a sentirse extraña y un tanto perturbadora. «No debería sentirme así» Pues no era nada nuevo el hecho de ser el foco de atención, con el tiempo se había acostumbrado que con solo el hecho de llevar el apellido Danvers y bueno… también Carlisle, el apellido de su padre, un hombre millonario hecho a sí mismo. Un magnate de negocios, era el equivalente a tener una vida que no era del todo privada, por mucho que trate de esconderse. Todo Chicago conocía de primera mano a la heredera de ambas fortunas. A la chica que se preocupaba por su apariencia y ser la envi
—No quiero estar aquí, hermano. —el tono tembloroso en el que Evie hablaba hacía que Bradley tensar su mandíbula, logrando que sus rasgos suaves, se tornaran duros e inexpresivos. Para ninguno era un secreto que estar aquí era más una obligación que una necesidad o amor. Ambos se detuvieron frente al inmenso portón de la penitenciaria, entregando sus respectivas identificaciones para poder ingresar sin mayor problema. Bradley colocó su mano sobre la espalda baja de Evie, una pequeña señal de que todo marchara bien y que confiara en él. Un toque reconfortante que lograba que Evie se relajara.El largo pasillo estaba un poco aglomerado de visitas, pero el destino de Bradley y Evie era el pequeño hospital improvisado, donde estaba la mujer que le había dado a luz. Su progenitora, por qué llamarla madre sería un eufemismo. —Por aquí. —el guardia termino señalándoles una habitación, del cual podía verse el interior a través de una gruesa ventana de cristal.Mientras ellos avanzaban, o
—Estoy lista para bajar. Con una radiante sonrisa, Ashley termino de arreglar el hermoso velo que decoraba su cabeza, acortando la distancia y situándose frente a su progenitora, que se encontraba con un gesto nervioso y curiosamente inquietante. —¿Qué tienes, mamá? —inquirió Ashley, colocando sus manos sobre los hombros de su madre— Este es el día de mi boda, no quiero que estés triste. —No es nada de eso, cariño. —¿Entonces…? —Se trata sobre Nico, Ash. —¿Qué pasa con Nico? ¿Acaso quiere derribar estas puertas por qué me he tardado mucho? —manifestó Ashley de manera burlona—. Si es así, no debemos hacerle esperar más, me encuentro lista. La madre de Ashley hizo una larga pausa, antes de esbozar en voz baja la causa por la que lucía tan nerviosa. —Nico no va a venir, Ash. En la mente de Ashley no pasaba ningún pensamiento negativo, por lo que siguió tomando las cosas con relativa calma. —¿Cómo que no va a venir? —ella levantó la cabeza al reloj pegado a la pared—. Debe de est
El amargo sabor de la traiciónNinguno respondió ante la bulimia de insultos que desprendía, simplemente se hicieron a un lado para que siguiera su camino hasta la salida del elegante hotel.Si alguien le hubiera preguntado a Ashley como demonios su vida había llegado hasta ese punto, podría haber dado miles de respuestas diferentes, pero ninguna habría sido la correcta, ni la verdadera. Por qué ni siquiera ella sabía cómo su vida perfectamente organizada se había desmoronado ante sus ojos.Era como si un interruptor hubiera dado la vuelta.Con el rostro empañado de lágrimas, soltó un fuerte grito de desesperación, que atrajo la atención de muchas personas a su alrededor, aunque sabía con certeza que ninguna de ellas se acercaría a preguntarle si necesitaba ayuda.Conocía la sociedad tan bien, como su carrera de derecho lo ameritaba.No tardo en ver el auto que en un principio estaba destinado para llevar a los recién casados al aeropuerto, estacionado a un costado de la calle, siendo
Destino—Haremos 5 minutos más de caminata y luego te prescribiré la nueva rutina que empezarás a poner en práctica a partir de la próxima semana. —explico Bradley Osbourne, observando con detenimiento los movimientos de su paciente— Tu recuperación ha sido favorable en las últimas semanas.—¿Podré volver al trabajo pronto? —preguntó el hombre, pausando la caminadora para dirigir toda la atención a su fisioterapeuta.—No hay que tener prisa, recuerda que la fractura en tu rodilla es reciente, sería un verdadero peligro para ti, integrarte al trabajo tan pronto. Además, debo requerir el permiso del médico que efectuó la operación, es el encargado de tus chequeos semanales y el que tiene la última palabra. —Entiendo, doc. —musito el hombre en un suspiro.Bradley palmeo la espalda del hombre. —Ya verás que más pronto de lo que piensas volverás a tus rutinas… todo a su tiempo. —el hombre asintió a sus palabras—. Hemos terminado por hoy, me imagino que tu esposa está afuera esperando. —L
Cada herida es una lección que nos hace mejoresLos gritos sumergidos en la oscuridad son el caos más mortífero en el que Ashley hubiera preferido mantenerse. Las incontables voces a su alrededor se fusionaban con el estruendoso pitido de la máquina al costado de su cama, las cuales se volvían mas cercanas y molestas. Mas reales. Estaba completamente desorientada, y en el momento en que sus ojos se acomodaron a la fuerte luz que iluminaba la habitación, Ashley se sentó con lentitud sobre la fría camilla de habitación, sosteniendo su cabeza entre sus ásperas manos. «¿Que estoy haciendo aquí?» Fue la primera pregunta qué embargo su mente. Y como un desastroso flashback, los recuerdos de su boda fallida, la partida de su prometido al saber que sería padre, inundaron su cabeza. Su ritmo cardíaco empezó a aumentar a medida que asimilaba su situación. Ella y su bebé en una maldita cama de hospital. ¿Por qué estaban ahí? Ashley trataba de indagar en su cabeza las razones, y pronto re
Un paso mal dado y te resbalas del corazón al suelo, o a un precipicio dónde es mejor mantenerse que intentar recomponer las piezas de un corazón malherido. La vida sigue... y sigue, la gente a tus alrededores no se detiene en la cotidianidad que alberga sus existencias. Hay ocasiones dónde es mejor sonreír que intentar expresarte y terminar hecho un lío de lágrimas. Dicen que existe un punto dónde llorar purifica el alma, Pero ¿qué sucede cuando estás se acaban?, Cuando llorar y gritarle al mundo lo que sientes no amenora el dolor que te aprisiona en el pecho. Sí, ese mismo dolor. El dolor que te aprisiona, que quema cualquier rasgo de felicidad y tiñe de gris. La desesperación por querer retroceder el tiempo y cambiar el rumbo de las cosas. Algo que por mucho que desees no va a suceder. Por qué en este mundo no existe una varita mágica que erradique tus errores, sino otra que los hace más notorio a terceras personas. Irónico ¿No? Alguien una vez dijo, que por mucho
Frio. Una niña corría sin desenfreno en medio de la fuerte tormenta, sus pequeñas y delgadas piernas apenas cubiertas de un fino leotardo de bailarina. Sus pies temblando sin control bajo unos sencillos zapatos bajos, que no hacían nada para impedir que el agua y el aire los entumeciera. Los rostros de los transeúntes parecían desdibujarse a su alrededor, como si su diminuta figura fuera invisible ante cualquiera de ellos. Si su madre la observara en estas condiciones, juraría que pegaría gritos de horror y reprendería a todos los culpables. Pero como era de esperar, su madre no estaba cerca para poder siquiera quejarse de la situación. Y aunque lo estuviera, tampoco podría reprender a la abuela por olvidarse de recogerla a tiempo de su clase. No era su culpa que últimamente olvidara parte de sus actividades diarias. Pronto quizá olvidaría los nombres y rostros de todos los que la amaban. «Necesitamos ser pacientes y atentos con ella» aseguraba su madre. La abuela no estaba bi