El amargo sabor de la traición
Ninguno respondió ante la bulimia de insultos que desprendía, simplemente se hicieron a un lado para que siguiera su camino hasta la salida del elegante hotel.
Si alguien le hubiera preguntado a Ashley como demonios su vida había llegado hasta ese punto, podría haber dado miles de respuestas diferentes, pero ninguna habría sido la correcta, ni la verdadera. Por qué ni siquiera ella sabía cómo su vida perfectamente organizada se había desmoronado ante sus ojos.
Era como si un interruptor hubiera dado la vuelta.
Con el rostro empañado de lágrimas, soltó un fuerte grito de desesperación, que atrajo la atención de muchas personas a su alrededor, aunque sabía con certeza que ninguna de ellas se acercaría a preguntarle si necesitaba ayuda.
Conocía la sociedad tan bien, como su carrera de derecho lo ameritaba.
No tardo en ver el auto que en un principio estaba destinado para llevar a los recién casados al aeropuerto, estacionado a un costado de la calle, siendo escoltado por un chofer. Se dirigió hasta el hombre que la observó con un poco de sorpresa, pero que no tardo en acatar sus peticiones.
Al adentrarse al auto, dejo salir entre lágrimas todo lo que su corazón sentía. Apretando con tanta fuerza el volante del auto, que sus nudillos se tornaron blancos.
Podía escuchar a su madre rogarle que abriera la puerta del auto, suavizando la situación con dulces palabras.
"Todo va a estar bien".
"Eres fuerte, mi niña".
"Sal del auto para que podamos hablar".
No tenía ninguna m*****a palabra que decir, y ciertamente no necesitaba que los invitados la volvieran a ver como un objeto de lástima.
Su situación estaba resumida en una sola frase:
Su prometido la había dejado plantada en el altar.
Una situación decadente ¿No?
Ninguna mujer jamás esperaba que el hombre que amaba huyera el día de su boda.
Volviéndose la vergüenza de todos sus conocidos.
No quería seguir allí. La situación era insostenible para Ashley, debido a que lo único que quería hacer era largarse al otro lado del mundo y jamás volver a ver los rostros de todos los espectadores que habían presenciado su lado más bajo e inestable.
Sin darle una mirada a su madre o escuchar el grito desesperado que emitió al escuchar el rugido del motor cuando arrancó el auto, salió disparada por la calle hasta llegar a la autopista.
Cuando se encontraba a una distancia considerable, bajo el cristal para que el viento golpeara su rostro. Paseo la mano por su vientre, que posiblemente luciría visible dentro de pocos meses.
Una vida crecía dentro de ella.
Un bebe que, para ella, si fue concebido con amor, aunque para la otra parte fuera la razón para abandonar todo.
Siempre pensó que tener hijos a una edad temprana podía perjudicar su estabilidad, pero ahora estaba más que dispuesta a abandonar todos los prejuicios y criar a su hijo como madre soltera.
Conducía sin una dirección específica, por lo que no era de sorprenderse que se encontrase en la misma parada dos veces, detenida en un semáforo en rojo, ofuscada de escuchar el sonido de mensajes en su celular.
El sonido de una motocicleta deteniéndose a su lado atrajo su atención, por lo que no dudo en girar su cabeza y analizar con detenimiento al hombre que se encontraba en ella.
A primera vista, destilaba rudeza, demasiada testoterona. Su rostro no estaba del todo visible por el casco. Pero lo que parecía cómico, era el hecho que en su espalda llevaba colgada una pequeña mochila rosa, algo que contradecía con su apariencia.
El hombre al sentirse observado, giro su cabeza para verla, y aunque el aspecto que llevaba en ese momento debía ser un total desastre, le brindo una cálida sonrisa que logro transmitirse hasta sus ojos.
Ella le devolvió el gesto, un poco agradecida de que aquel hombre no mostrara algún signo de prejuicio en sus ojos.
Su teléfono empezó a sonar en el asiento de al lado, lo que le resulto molesto e hizo que toda su expresión volviera a tornarse sombria. Si salió huyendo de ahí, era porque quería estar sola y reflexionar cual sería el siguiente paso que daría en su vida.
La bocina de un auto atrás del motociclista la hizo saltar en su asiento y que el teléfono resbalara de sus manos. La avenida Michigan era conocida por el tráfico que se presentaba en el horario en que las empresas culminaban con su labor diaria, por lo que no era de extrañar el coro de bocinas que se propinaban.
El semáforo cambio a verde, dándole paso a decenas de autos.
Incluyéndole a Ashley, quien, al empezar a conducir, también quiso maniobrar para alcanzar su teléfono y cesar de una vez por todas del inquietante sonido.
No debió distraerse.
No debió bajar la cabeza para buscar el celular.
Mucho menos cuando un camión de carga con problemas en sus frenos se avecinaba.
Pero fue demasiado tarde, porque cuando quiso frenar ante el inminente peligro. El camión golpeo su vehículo, provocando que saliera volando fuera de la carretera.
Lo último que salió de los labios de Ashley fue un grito de horror.
Y no dejo de pensar en lo que depararía el futuro para el hijo que esperaba, aun cuando en la inconciencia, solo se deslumbraba absoluta oscuridad.
Destino—Haremos 5 minutos más de caminata y luego te prescribiré la nueva rutina que empezarás a poner en práctica a partir de la próxima semana. —explico Bradley Osbourne, observando con detenimiento los movimientos de su paciente— Tu recuperación ha sido favorable en las últimas semanas.—¿Podré volver al trabajo pronto? —preguntó el hombre, pausando la caminadora para dirigir toda la atención a su fisioterapeuta.—No hay que tener prisa, recuerda que la fractura en tu rodilla es reciente, sería un verdadero peligro para ti, integrarte al trabajo tan pronto. Además, debo requerir el permiso del médico que efectuó la operación, es el encargado de tus chequeos semanales y el que tiene la última palabra. —Entiendo, doc. —musito el hombre en un suspiro.Bradley palmeo la espalda del hombre. —Ya verás que más pronto de lo que piensas volverás a tus rutinas… todo a su tiempo. —el hombre asintió a sus palabras—. Hemos terminado por hoy, me imagino que tu esposa está afuera esperando. —L
Cada herida es una lección que nos hace mejoresLos gritos sumergidos en la oscuridad son el caos más mortífero en el que Ashley hubiera preferido mantenerse. Las incontables voces a su alrededor se fusionaban con el estruendoso pitido de la máquina al costado de su cama, las cuales se volvían mas cercanas y molestas. Mas reales. Estaba completamente desorientada, y en el momento en que sus ojos se acomodaron a la fuerte luz que iluminaba la habitación, Ashley se sentó con lentitud sobre la fría camilla de habitación, sosteniendo su cabeza entre sus ásperas manos. «¿Que estoy haciendo aquí?» Fue la primera pregunta qué embargo su mente. Y como un desastroso flashback, los recuerdos de su boda fallida, la partida de su prometido al saber que sería padre, inundaron su cabeza. Su ritmo cardíaco empezó a aumentar a medida que asimilaba su situación. Ella y su bebé en una maldita cama de hospital. ¿Por qué estaban ahí? Ashley trataba de indagar en su cabeza las razones, y pronto re
Un paso mal dado y te resbalas del corazón al suelo, o a un precipicio dónde es mejor mantenerse que intentar recomponer las piezas de un corazón malherido. La vida sigue... y sigue, la gente a tus alrededores no se detiene en la cotidianidad que alberga sus existencias. Hay ocasiones dónde es mejor sonreír que intentar expresarte y terminar hecho un lío de lágrimas. Dicen que existe un punto dónde llorar purifica el alma, Pero ¿qué sucede cuando estás se acaban?, Cuando llorar y gritarle al mundo lo que sientes no amenora el dolor que te aprisiona en el pecho. Sí, ese mismo dolor. El dolor que te aprisiona, que quema cualquier rasgo de felicidad y tiñe de gris. La desesperación por querer retroceder el tiempo y cambiar el rumbo de las cosas. Algo que por mucho que desees no va a suceder. Por qué en este mundo no existe una varita mágica que erradique tus errores, sino otra que los hace más notorio a terceras personas. Irónico ¿No? Alguien una vez dijo, que por mucho
Frio. Una niña corría sin desenfreno en medio de la fuerte tormenta, sus pequeñas y delgadas piernas apenas cubiertas de un fino leotardo de bailarina. Sus pies temblando sin control bajo unos sencillos zapatos bajos, que no hacían nada para impedir que el agua y el aire los entumeciera. Los rostros de los transeúntes parecían desdibujarse a su alrededor, como si su diminuta figura fuera invisible ante cualquiera de ellos. Si su madre la observara en estas condiciones, juraría que pegaría gritos de horror y reprendería a todos los culpables. Pero como era de esperar, su madre no estaba cerca para poder siquiera quejarse de la situación. Y aunque lo estuviera, tampoco podría reprender a la abuela por olvidarse de recogerla a tiempo de su clase. No era su culpa que últimamente olvidara parte de sus actividades diarias. Pronto quizá olvidaría los nombres y rostros de todos los que la amaban. «Necesitamos ser pacientes y atentos con ella» aseguraba su madre. La abuela no estaba bi
Quizá si hubiera un manual que te dijera como vivir tu vida, tomar tus decisiones y ayudarte a ejecutar tus movimientos de manera correcta y sin margen de error. Fuera completamente distinto. Si pudieras escoger tu destino, tomarías el camino más fácil, no el rumbo en el que tu vida cuelga de un hilo. Dónde cada decisión signifique arriesgar lo poco que tienes para poder progresar. La vida de Bradley no ha sido la más dichosa, pero sus encantadoras sonrisas te hacen pensar que nada pudo haber salido mal. Que toda la existencia de Bradley Osbourne ha sido y será perfecta. Una suposición que cada día se aleja más de la realidad. Algo a lo que debe someterse constantemente. —¿Estás bien, hermanito? —Bradley recompone rápidamente cualquier expresión negativa en su rostro, antes de girarse para contemplar a su hermana. Quien observa el desorden de papeles en la mesa. Evie, su única familia. —Muy bien, cabezota. ¿Por qué lo preguntas? —Bradley hizo a un lado todas las cuentas que r
—¡Hey hombre! —Hunter, el colega más cercano de Bradley apareció en la entrada de su consultorio. —¿Qué sucede, Doctor Maverick? —inquirió Bradley sin dejar de examinar una radiografía. —¿Qué te parece si salimos esta noche, Osbourne? —Si me estás invitando a una cita no estoy disponible, Hunter. —No te creas tan importante. —Hunter apareció al costado de Bradley. —No me lo creo, lo soy. Sin mi todos estarían perdidos. —bromeó Hunter, haciendo que Bradley negara de manera divertida—. Especialmente tú. —Si sigues coqueteándome tendré que presentar una queja, y recibirás una larga charla por parte del director sobre no mezclarte amorosamente con tus compañeros… ni con tus pacientes. —¡Estúpidas reglas! Ni siquiera puedo ligar a gusto. —blasfemo Hunter, provocando que Bradley se echara a reír—. No es nada gracioso. —Mantén tus manos quietas y no estarás en problemas. —¿Cómo podría mantener las manos quietas si soy un experto en usarlas? Soy un cirujano ¿Acaso lo olvidas? —Lo pr
La imagen de Ashley ocupaba cada pensamiento de Bradley. Desde que la conoció, no podía sacarla de su mente. Cada vez que cerraba los ojos, su rostro aparecía en su mente, y cada vez que intentaba concentrarse en otra cosa, sus pensamientos regresaban a ella.Ashley era una paciente valiente que enfrentaba una difícil situación, y Bradley sentía una intensa necesidad de ayudarla. No podía evitar sentirse atraído por su fuerza y valentía, y anhelaba estar a su lado para brindarle apoyo en cada paso del camino.Esa misma tarde, mientras regresaba a su consultorio después de la reunión con el dr. Walas, Bradley se encontró reflexionando sobre Ashley una vez más. Quería hacer algo especial por ella, algo que le demostrara que no estaba sola y que había alguien, aparte de su familia, que se preocupaba por su bienestar.Después de mucho pensar, Bradley decidió enviarle un ramo de flores de forma anónima. Las flores serían su forma de enviarle un mensaje de aliento y esperanza. Quería que As
Por primera vez en años y después de tener una cadena de reflexiones, Ashley tenía el recuerdo vivido del que una vez fue su mayor protector. Mark Danvers, el hermano de su madre. El hombre que la salvó en incontables veces. El tío Mark, que aparecía en los momentos justos y precisos. El mismo que desapareció un día y jamás volvió, causando dolor y angustia por saber de su paradero. Por qué, con su partida, existían más huecos que eran imposibles de descifrar.Era extraño que Ashley recordara momentos del pasado de manera tan repentina, pero los atribuía a su inestabilidad mental. Recordarlo le provocaba pesadez en el corazón, debido a que su misteriosa desaparición causa estragos en su pecho, y de una manera u otra, desequilibro a la ostentosa familia Danvers. Ashley estaba enfrascada en sus pensamientos, con la mirada perdida y olvidando por completo prestar atención al cirujano que le estaba explicando a sus padres como era el nuevo tratamiento para pacientes con paraplejia.