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Capítulo 2: El amargo sabor de la traición

El amargo sabor de la traición

Ninguno respondió ante la bulimia de insultos que desprendía, simplemente se hicieron a un lado para que siguiera su camino hasta la salida del elegante hotel.

Si alguien le hubiera preguntado a Ashley como demonios su vida había llegado hasta ese punto, podría haber dado miles de respuestas diferentes, pero ninguna habría sido la correcta, ni la verdadera. Por qué ni siquiera ella sabía cómo su vida perfectamente organizada se había desmoronado ante sus ojos.

Era como si un interruptor hubiera dado la vuelta.

Con el rostro empañado de lágrimas, soltó un fuerte grito de desesperación, que atrajo la atención de muchas personas a su alrededor, aunque sabía con certeza que ninguna de ellas se acercaría a preguntarle si necesitaba ayuda.

Conocía la sociedad tan bien, como su carrera de derecho lo ameritaba.

No tardo en ver el auto que en un principio estaba destinado para llevar a los recién casados al aeropuerto, estacionado a un costado de la calle, siendo escoltado por un chofer. Se dirigió hasta el hombre que la observó con un poco de sorpresa, pero que no tardo en acatar sus peticiones.

Al adentrarse al auto, dejo salir entre lágrimas todo lo que su corazón sentía. Apretando con tanta fuerza el volante del auto, que sus nudillos se tornaron blancos.

Podía escuchar a su madre rogarle que abriera la puerta del auto, suavizando la situación con dulces palabras.

"Todo va a estar bien".

"Eres fuerte, mi niña".

"Sal del auto para que podamos hablar".

No tenía ninguna m*****a palabra que decir, y ciertamente no necesitaba que los invitados la volvieran a ver como un objeto de lástima.

Su situación estaba resumida en una sola frase:

Su prometido la había dejado plantada en el altar.

Una situación decadente ¿No?

Ninguna mujer jamás esperaba que el hombre que amaba huyera el día de su boda.

Volviéndose la vergüenza de todos sus conocidos.

No quería seguir allí. La situación era insostenible para Ashley, debido a que lo único que quería hacer era largarse al otro lado del mundo y jamás volver a ver los rostros de todos los espectadores que habían presenciado su lado más bajo e inestable.

Sin darle una mirada a su madre o escuchar el grito desesperado que emitió al escuchar el rugido del motor cuando arrancó el auto, salió disparada por la calle hasta llegar a la autopista.

Cuando se encontraba a una distancia considerable, bajo el cristal para que el viento golpeara su rostro. Paseo la mano por su vientre, que posiblemente luciría visible dentro de pocos meses.

Una vida crecía dentro de ella.

Un bebe que, para ella, si fue concebido con amor, aunque para la otra parte fuera la razón para abandonar todo.

Siempre pensó que tener hijos a una edad temprana podía perjudicar su estabilidad, pero ahora estaba más que dispuesta a abandonar todos los prejuicios y criar a su hijo como madre soltera.

Conducía sin una dirección específica, por lo que no era de sorprenderse que se encontrase en la misma parada dos veces, detenida en un semáforo en rojo, ofuscada de escuchar el sonido de mensajes en su celular.

El sonido de una motocicleta deteniéndose a su lado atrajo su atención, por lo que no dudo en girar su cabeza y analizar con detenimiento al hombre que se encontraba en ella.

A primera vista, destilaba rudeza, demasiada testoterona. Su rostro no estaba del todo visible por el casco. Pero lo que parecía cómico, era el hecho que en su espalda llevaba colgada una pequeña mochila rosa, algo que contradecía con su apariencia.

El hombre al sentirse observado, giro su cabeza para verla, y aunque el aspecto que llevaba en ese momento debía ser un total desastre, le brindo una cálida sonrisa que logro transmitirse hasta sus ojos.

Ella le devolvió el gesto, un poco agradecida de que aquel hombre no mostrara algún signo de prejuicio en sus ojos.

Su teléfono empezó a sonar en el asiento de al lado, lo que le resulto molesto e hizo que toda su expresión volviera a tornarse sombria. Si salió huyendo de ahí, era porque quería estar sola y reflexionar cual sería el siguiente paso que daría en su vida.

La bocina de un auto atrás del motociclista la hizo saltar en su asiento y que el teléfono resbalara de sus manos. La avenida Michigan era conocida por el tráfico que se presentaba en el horario en que las empresas culminaban con su labor diaria, por lo que no era de extrañar el coro de bocinas que se propinaban.

El semáforo cambio a verde, dándole paso a decenas de autos.

Incluyéndole a Ashley, quien, al empezar a conducir, también quiso maniobrar para alcanzar su teléfono y cesar de una vez por todas del inquietante sonido.

No debió distraerse.

No debió bajar la cabeza para buscar el celular.

Mucho menos cuando un camión de carga con problemas en sus frenos se avecinaba.

Pero fue demasiado tarde, porque cuando quiso frenar ante el inminente peligro. El camión golpeo su vehículo, provocando que saliera volando fuera de la carretera.

Lo último que salió de los labios de Ashley fue un grito de horror.

Y no dejo de pensar en lo que depararía el futuro para el hijo que esperaba, aun cuando en la inconciencia, solo se deslumbraba absoluta oscuridad.

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