La imagen de Ashley ocupaba cada pensamiento de Bradley. Desde que la conoció, no podía sacarla de su mente. Cada vez que cerraba los ojos, su rostro aparecía en su mente, y cada vez que intentaba concentrarse en otra cosa, sus pensamientos regresaban a ella.Ashley era una paciente valiente que enfrentaba una difícil situación, y Bradley sentía una intensa necesidad de ayudarla. No podía evitar sentirse atraído por su fuerza y valentía, y anhelaba estar a su lado para brindarle apoyo en cada paso del camino.Esa misma tarde, mientras regresaba a su consultorio después de la reunión con el dr. Walas, Bradley se encontró reflexionando sobre Ashley una vez más. Quería hacer algo especial por ella, algo que le demostrara que no estaba sola y que había alguien, aparte de su familia, que se preocupaba por su bienestar.Después de mucho pensar, Bradley decidió enviarle un ramo de flores de forma anónima. Las flores serían su forma de enviarle un mensaje de aliento y esperanza. Quería que As
Por primera vez en años y después de tener una cadena de reflexiones, Ashley tenía el recuerdo vivido del que una vez fue su mayor protector. Mark Danvers, el hermano de su madre. El hombre que la salvó en incontables veces. El tío Mark, que aparecía en los momentos justos y precisos. El mismo que desapareció un día y jamás volvió, causando dolor y angustia por saber de su paradero. Por qué, con su partida, existían más huecos que eran imposibles de descifrar.Era extraño que Ashley recordara momentos del pasado de manera tan repentina, pero los atribuía a su inestabilidad mental. Recordarlo le provocaba pesadez en el corazón, debido a que su misteriosa desaparición causa estragos en su pecho, y de una manera u otra, desequilibro a la ostentosa familia Danvers. Ashley estaba enfrascada en sus pensamientos, con la mirada perdida y olvidando por completo prestar atención al cirujano que le estaba explicando a sus padres como era el nuevo tratamiento para pacientes con paraplejia.
Un héroe puede ser cualquiera, incluso alguien que sin intención puede poner un abrigo sobre tus hombros descubiertos, enseñándote que el mundo aún no ha terminado. Esos ángeles en tu vida son las personas que ayudan a sanar tu corazón hecho pedazos. Y en ese momento, te das cuenta, de la insensatez que cometes al intentar desmoronarte. Intentar derrumbarte cuando los pilares que te sostienen lucharán hasta su último aliento por verte feliz y realizada. Las siguientes semanas fueron para Ashley un simple borrón. Había empezado paulatinamente a alejar esa oscuridad que se cernía sobre ella, tentándola cada día a recaer. No era fácil. ¿Pero quién dijo que tenía que ser sencillo? Existían momentos en los que quería volverse invisible y desaparecer del mundo, pero había otros, en los que le sonreía y lograba olvidar parte de su dolor. Ashley emitió un suspiro y salió de su habitación, aún sentía extraña la sensación de tener que usar la silla de ruedas para movilizarse. Un mes y
La inquietud de Ashley era demasiado palpable para el personal médico que ingresaba a chequearla constantemente, que inclusive algunos se detuvieron para darle alguna palabra de consuelo. Hoy era el día que marcaba todo, ya sea para bien o mal. Sería el primer paso para su recuperación. Sería operada para aplicar un estimulador focalizado en su médula espinal. Ashley miraba de manera nerviosa a todos lados, mientras era transportada a la sala de operaciones. Dónde el cirujano Walas y un grupo de médicos estaban listos para hacer la intervención. —"Todo estará bien, cariño. Este el primer paso para tu recuperación". —había mencionado su madre poco antes de dejarla sola para la preparación. Ojalá fuera así, pero cabía la posibilidad de que existiera un rechazo, o peor aún, que su cuerpo no respondiera al estimulador. Sus esperanzas estaban demasiado bajas como para pensar de forma positiva, y eso sumado a la inestabilidad de sus emociones, la arrastraban hacia un túnel agr
—¿Otra vez estás escondida en los jardines? —comentó la madre de Ashley, deteniéndose al lado de la silla. Ashley emitió un suspiro, dejando a un lado su libro para poder mirar a su madre. —Me gusta salir a tomar aire, aunque solo sea aquí al jardín. Estar tanto tiempo en la habitación me deprime. —se sinceró, tal cual su psicóloga le había aconsejado. Suprimir el dolor no era el antídoto que necesitaba para sanar, y aunque en las largas noches de insomnio lloraba por su bebé, necesitaba empezar a hablar sobre sus emociones. La expresión de Cinthya se suavizó tras las palabras de su hija, por lo que se puso de puntillas para tomar el rostro de Ashley, su milagro. —Lo sé, cariño. Pero debes avisarnos para poder acompañarte. —comentó con voz tierna—. Puedes venir cuando quieras, pero la enfermera debe estar contigo, puede que vuelvas a tener el accidente de la vez pasada. Me enferma saber que pudiste tener heridas mayores. Ashley sonrió al recordar ese momento, el golpe fue duro, y
La semana paso y, día a día, Ashley empezaba a notar pequeños cambios, aunque sabía que nada podía cambiar de la noche a la mañana, tenía que seguir manteniendo una buena actitud y esperar con paciencia. Sin embargo, lo que más estaba comenzando a estresarla era el hecho de que cuando salía de su habitación, muchas miradas se centraban en ella, formando una sensación de incomodidad en su pecho. Una sensación que empezaba a sentirse extraña y un tanto perturbadora. «No debería sentirme así» Pues no era nada nuevo el hecho de ser el foco de atención, con el tiempo se había acostumbrado que con solo el hecho de llevar el apellido Danvers y bueno… también Carlisle, el apellido de su padre, un hombre millonario hecho a sí mismo. Un magnate de negocios, era el equivalente a tener una vida que no era del todo privada, por mucho que trate de esconderse. Todo Chicago conocía de primera mano a la heredera de ambas fortunas. A la chica que se preocupaba por su apariencia y ser la envi
—No quiero estar aquí, hermano. —el tono tembloroso en el que Evie hablaba hacía que Bradley tensar su mandíbula, logrando que sus rasgos suaves, se tornaran duros e inexpresivos. Para ninguno era un secreto que estar aquí era más una obligación que una necesidad o amor. Ambos se detuvieron frente al inmenso portón de la penitenciaria, entregando sus respectivas identificaciones para poder ingresar sin mayor problema. Bradley colocó su mano sobre la espalda baja de Evie, una pequeña señal de que todo marchara bien y que confiara en él. Un toque reconfortante que lograba que Evie se relajara.El largo pasillo estaba un poco aglomerado de visitas, pero el destino de Bradley y Evie era el pequeño hospital improvisado, donde estaba la mujer que le había dado a luz. Su progenitora, por qué llamarla madre sería un eufemismo. —Por aquí. —el guardia termino señalándoles una habitación, del cual podía verse el interior a través de una gruesa ventana de cristal.Mientras ellos avanzaban, o
—Estoy lista para bajar. Con una radiante sonrisa, Ashley termino de arreglar el hermoso velo que decoraba su cabeza, acortando la distancia y situándose frente a su progenitora, que se encontraba con un gesto nervioso y curiosamente inquietante. —¿Qué tienes, mamá? —inquirió Ashley, colocando sus manos sobre los hombros de su madre— Este es el día de mi boda, no quiero que estés triste. —No es nada de eso, cariño. —¿Entonces…? —Se trata sobre Nico, Ash. —¿Qué pasa con Nico? ¿Acaso quiere derribar estas puertas por qué me he tardado mucho? —manifestó Ashley de manera burlona—. Si es así, no debemos hacerle esperar más, me encuentro lista. La madre de Ashley hizo una larga pausa, antes de esbozar en voz baja la causa por la que lucía tan nerviosa. —Nico no va a venir, Ash. En la mente de Ashley no pasaba ningún pensamiento negativo, por lo que siguió tomando las cosas con relativa calma. —¿Cómo que no va a venir? —ella levantó la cabeza al reloj pegado a la pared—. Debe de est