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Capítulo 5: Sonrisa

Un paso mal dado y te resbalas del corazón al suelo, o a un precipicio dónde es mejor mantenerse que intentar recomponer las piezas de un corazón malherido. 

La vida sigue... y sigue, la gente a tus alrededores no se detiene en la cotidianidad que alberga sus existencias. 

Hay ocasiones dónde es mejor sonreír que intentar expresarte y terminar hecho un lío de lágrimas. 

Dicen que existe un punto dónde llorar purifica el alma, Pero ¿qué sucede cuando estás se acaban?, Cuando llorar y gritarle al mundo lo que sientes no amenora el dolor que te aprisiona en el pecho. 

Sí, ese mismo dolor. 

El dolor que te aprisiona, que quema cualquier rasgo de felicidad y tiñe de gris. 

La desesperación por querer retroceder el tiempo y cambiar el rumbo de las cosas. 

Algo que por mucho que desees no va a suceder.

Por qué en este mundo no existe una varita mágica que erradique tus errores, sino otra que los hace más notorio a terceras personas. 

Irónico ¿No? 

Alguien una vez dijo, que por mucho que intentes ser el mejor, la gente siempre buscará el error detrás de tus victorias. 

Detrás del exitoso empresario Carlisle, ahora ya no se encontraba la pequeña réplica. La que, según halagos, estaba destinada a triunfar. A ser la sucesora de todo el imperio de su padre. 

Nada de eso se mencionaba, sino el hecho de que, era un trágico accidente por distracción la había convertido en una lisiada. 

La mujer que quedó burlada en su propia boda. 

La que tenía todo, y ahora no tenía nada. 

Pero a la vez, seguían manteniendo las apariencias. Con las humildes condolencias hipócritas, como si de un funeral se tratara. 

Básicamente en eso se reducía la última semana de Ashley en el hospital, eso y los múltiples exámenes y chequeos a los que su padre la había sometido. 

Ashley no había renegado de eso, por qué no tenía la fuerza suficiente para ejecutar una discusión con su padre. 

Pero, aunque los médicos afirmaban que, tras una operación y diversos entrenamientos, ella podía volver a caminar, Ashley no quería albergar en su corazón esa insípida esperanza. 

Lo único que quería hacer era volver a su casa y que la vida la consumiera por cuenta propia. 

¿Por qué nadie quería entender eso? 

—Ash, amor, debes alimentarte. —comentó Cinthya, sacándola de sus pensamientos. 

Ashley ni siquiera volteo a ver la comida, simplemente se encogió más en las sábanas y espero que su madre diera el tema por cerrado. 

¿Comida? Esa era la última palabra que estaba en su cabeza ahora. 

—Te estás autodestruyendo sola, Ashley. —la madre de ella colocó la bandeja en la mesa, con la intención de encarar a su hija—. Está no eres tú, la Ashley que yo conozco jamás estaría dándose por vencida de esta manera tan baja. 

—Esa es la Ashley que tú conoces, Cinthya. —Ashley se dio la vuelta para mirarla a los ojos—. Esa Ashley estaría de Luna de miel en España y no en una cama de hospital sin poder mover las piernas. Esa Ashley no sería miserable. Nada es como queremos, pero aquí estamos. 

La expresión de Cinthya se suavizó. —Nico no te merecía alguna parte de ti ni del... —carraspeó un poco para evitar mencionar al bebé— pero no mereces terminar así. Eres joven, hermosa y talentosa. Puedes iniciar desde cero, allá afuera habrá un compañero que va a comprenderte por encima de todo. Con los tratamientos médicos podrás volver a caminar. 

—No es algo seguro, madre. —aclaró Ashley, suspirando profundamente—. Sabes muy bien que no creo en las probabilidades, tener ese tipo de ilusiones en algo tan inestable no es mi fuerte. 

—Los médicos saben lo que hacen. —refuto Cinthya—. Y deberías empezar a creer que si es algo seguro. 

—No lo es. —contradijo Ashley—. ¿Quién me asegura que someterme a todos esos tratamientos y operaciones me hará caminar? 

—No es cuestión de quién pueda asegurártelo o no, Ashley. Es cuestión que jamás apagues esa chispa y las ganas de vivir que llevas dentro de ti ¿Por qué de que sirve todos esos tratamientos en alguien que no quiere seguir luchando por su vida? —preguntó— Por qué para eso, mi querida Ash, no existe ninguna probabilidad de cura. 

Ashley se mordió el labio, sin tener algún comentario para objetarle a su madre. Por lo que, de mala gana, le hizo señas a Cinthya para que le pasará la bandeja con comida, y así tener una excusa para ya no seguir con la conversación. 

Su padre entro a la habitación minutos después de que terminará con su comida, enfundado en un almidonado traje negro hecho a la medida, parecía como si al final este se adhiriera a él por inercia. 

—¿Cómo te encuentras, cariño? 

Ashley cerro los ojos por un momento, sintiendo el beso de su padre sobre su frente. —Hubo días mejores. 

—Y muchos más que vendrán. —menciono su padre, Joseph—. Solo es cuestión de que lo creas. 

—Con todo respeto, seguirán esperando. 

Su padre simplemente sacudió su cabeza en desaprobación. Mientras que Ashley dejaba la bandeja vacía y volvía a hacerse ovillo entre las sábanas. 

En un estado de inconsciencia, Ashley logro escuchar como sus padres salían de la habitación, suponía que se reunirían con los médicos para discutir sobre su estado de salud, y entre otras preocupaciones. 

Al estar sola, su mente volvía a ese momento. 

El momento en que perdió todo. 

Los momentos que propiciaron la cáscara vacía en que se había convertido.

La puerta se abrió lentamente y Ashley suprimió un chillido de molestia. No esperaba que sus padres volvieran tan pronto, o quizá era su madre, preocupada por no querer dejarla sola. 

—Quiero estar sola, por favor. —replico Ashley en un tono mordaz. 

—¿Ashley? 

La mencionada de tensó ante la conocida voz. 

La madre de Nico, Reina, estaba en la misma habitación, junto a su esposo. 

No podía ser. 

—¿Que quieren? —musitó Ashley, depositando todo el enojo en esas simples palabras. 

—Nosotros... —Reina avanzo unos pocos pasos, pero fue detenida por el grito de Ashley. 

—NO. —sentenció—. Fuera de la habitación, sus caras son lo último que deseo ver. 

—Lo sé, querida. Nos da pesar todo lo que está sucediendo, hemos estado aquí todas estas semanas, sin embargo, tus padres no nos han dejado verte. 

—¡No quiero escuchar su lástima!  

—No es lástima, nosotros te hemos considerado una hija. —habló por primera vez el hombre que sería su suegro—. Lo que mi hijo hizo es imperdonable, y ten mi palabra que cuando lo encuentre tendrá la lección que se merece. 

—No me mientan, creen que no me tragare ese cuento de que no saben nada de ese bastardo. —Ashley elevó su voz, enojada por estar preocupada por un imbécil que no merecía ni un ápice de compasión—. NO QUIERO SABER NADA DE ESE IDIOTA, LOS QUIERO A USTEDES DOS FUERA. 

Reina intento acercarse para calmarla, pero Ashley siguió gritando "fuera", con todo el coraje a flor de piel. 

—Él es el culpable de todo. —Ashley se llevó ambas manos a sus oídos—. Por él mi bebé está muerto... Por él estoy en esta m*****a cama sin poder levantarme.

—¿Be-Bebé? —Reina se llevó una mano a su boca, sorprendida de aquella revelación. 

—Él es el culpable de mi desgracia. —seguía balbuceando Ashley, con los ojos empañados de lágrimas. 

—No sabíamos... 

Entre lágrimas, Ashley levantó la mirada. —NO LOS QUIERO VER AQUI ¡FUERA! 

—¿Que está sucediendo aquí? —una voz masculina lleno la habitación, haciendo que todos voltearan a ver a la puerta. 

—Quiero que estas dos personas se vayan de la habitación, no quiero verlos. —Ashley le dedicó una mirada al hombre, aunque por su vista empañada era imposible ver más allá de una simple silueta corpulenta. 

—Está bien, pero necesito que se relaje, prometo sacar a estas personas de tu vista. 

Ashley asintió a las palabras del hombre, dejándolo las cosas a su cargo. 

—¿Son parientes de la paciente? ¿Padres? 

—No. 

—Entonces me temo que no pueden estar aquí, están incumplimiento el reglamento de este hospital. 

—Solo queríamos ver qué ella estuviera bien. 

—Sin embargo, su presencia está causando el efecto adverso. —él señaló la puerta—. ¿Podrían retirarse de la habitación? La paciente no está cómoda con su presencia. 

—Está bien. —respondió el padre de Nico—. Solo decirte que esto no ha terminado, Ashley. 

—Nos vemos querida. —Reina apretó una mano a su pecho y dejo que su esposo la guiará fuera de la habitación, donde se desencadenaría la segunda pelea. 

—¿Se fueron? 

—Ya se fueron. —respondió Bradley, presionando uno de los botones para que una enfermera viniera a ayudar a Ashley, quien estaba temblorosa y bastante mal emocionalmente. 

Hasta ese punto, Ashley decidió limpiar sus lágrimas y observar al desconocido que había ingresado a su habitación minutos atrás. 

Por segunda vez en su corta vida, se sorprendió al ver que esté le brindaba una sonrisa suave. El tipo de expresión que no estaba siendo acusatoria, ni falsa. 

Solo era una expresión cálida... del tipo que te sentías cómoda. 

Justo como aquel hombre de la motocicleta, el día del accidente. 

Y también como en aquel momento, no pudo evitar devolverle una diminuta sonrisa, a pesar del contraste que producía con las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas.

—¿Son parientes de la paciente? ¿Padres?

—No.

—Entonces me temo que no pueden estar aquí, están incumplimiendo el reglamento de este hospital.

—Solo queríamos ver qué ella estuviera bien.

—Sin embargo, su presencia está causando el efecto adverso. —él señaló la puerta—. ¿Podrían retirarse de la habitación? La paciente no está cómoda con su presencia.

—Esta bien. —respondió el padre de Nico—. Solo decirte que esto no ha terminado, Ashley.

—Nos vemos querida. —Reina apretó una mano a su pecho y dejo que su esposo la guiará fuera de la habitación, donde se desencadenaría la segunda pelea.

—¿Se fueron?

—Ya se fueron. —respondió Bradley, presionando uno de los botones para que una enfermera viniera a ayudar a Ashley, quien estaba temblorosa y bastante mal emocionalmente.

Hasta ese punto, Ashley decidió limpiar sus lágrimas y observar al desconocido que había ingresado a su habitación minutos atrás.

Por segunda vez en su corta vida, se sorprendió al ver que esté le brindaba una sonrisa suave. El tipo de expresión que no estaba siendo acusatoria, ni falsa.

Solo era una expresión cálida... del tipo que te sentías cómoda.

Justo como aquel hombre de la motocicleta, el día del accidente.

Y también como en aquel momento, no pudo evitar devolverle una diminuta sonrisa, a pesar del contraste que producía con las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas.

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