Cada herida es una lección que nos hace mejores
Los gritos sumergidos en la oscuridad son el caos más mortífero en el que Ashley hubiera preferido mantenerse.
Las incontables voces a su alrededor se fusionaban con el estruendoso pitido de la máquina al costado de su cama, las cuales se volvían mas cercanas y molestas.
Mas reales.
Estaba completamente desorientada, y en el momento en que sus ojos se acomodaron a la fuerte luz que iluminaba la habitación, Ashley se sentó con lentitud sobre la fría camilla de habitación, sosteniendo su cabeza entre sus ásperas manos.
«¿Que estoy haciendo aquí?» Fue la primera pregunta qué embargo su mente.
Y como un desastroso flashback, los recuerdos de su boda fallida, la partida de su prometido al saber que sería padre, inundaron su cabeza.
Su ritmo cardíaco empezó a aumentar a medida que asimilaba su situación.
Ella y su bebé en una m*****a cama de hospital.
¿Por qué estaban ahí? Ashley trataba de indagar en su cabeza las razones, y pronto recordó la causa.
El accidente.
«Todo estará bien» Trataba de asegurarse en silencio.
Justo cuando se colocaba la mano en su estómago, el sonido de la puerta abriéndose retumbó por el pasillo, y de ella emergieron dos mujeres totalmente desconocidas para Ashley.
Lo que provocó que intentara retroceder su cuerpo, aunque no pudo llegar lejos debido a que su cabeza decidió protestar ante el busco movimiento.
La chica más cercana a ella se detuvo, levantando sus manos para impedir que Ashley se moviera bruscamente. —No tiene por qué temer, señorita. Somos enfermeras de guardia.
Ashley intercalo su mirada en ambas enfermeras, hasta que asintió sin estar totalmente confiada. —¿Qué estoy haciendo aquí? —inquirió en voz baja.
—Llama al doctor. —musitó la enfermera que se había dirigido a Ashley minutos atrás, dirigiéndose a su compañera—. Me quedaré al pendiente.
—Está bien, vuelvo enseguida. —respondió la segunda chica, saliendo rápidamente en busca del doctor de turno.
—¿Que estoy haciendo aquí? —volvió a repetir Ashley de forma más demandante—. ¿Mi hijo se encuentra bien? Necesito saber que mi hijo está bien.
La enfermedad frunció los labios, dándole una mirada de comprensión. —No puedo darle ese tipo de información, señorita. El doctor estará aquí pronto para chequearla, solo respire un poco, su pulso es alto, debe calmarse.
Ashley hizo caso omiso a las indicaciones de la enfermera, y en un atípico e impulsivo movimiento, arrancó la intravenosa de su cuerpo. —¡Necesito que alguien me diga que mi bebé está bien!
La enfermera se abalanzó hacia ella, intentando detenerla. —Por favor, necesito que se calme. Si no tendré que aplicarle un sedante.
Ashley tomo del brazo a la enfermera, haciendo que ambas formarán contacto visual. —Por favor... Dime qué mi bebé está bien. —suplicó, con lágrimas formándose en sus ojos—. ¡DÍMELO! —gritó, volviendo a colocar una mano sobre su palpitante cabeza, cubierta de un espeso vendaje.
—Respire, señorita. Está teniendo un ataque de pánico.
Ashley se quedó completamente quieta, con las lágrimas rebosantes en sus ojos.
No estaba en condiciones de poder levantarse, y quizá una parte de la medicina que su cuerpo estaba ingiriendo provocaba que sus piernas se mantuvieran entumecidas.
—Tengo que calmarme. —manifestó en un susurro—. Si estoy bien, mi pequeño lo estará.
«Si estoy bien, mi pequeño lo estará» Se repetía, sin levantar su mirada al escuchar pasos ligeros que se adentraban a la habitación.
Hasta que unos brazos la rodearon, brindándole un sentimiento de comodidad y relajación, pero que, de manera inconsciente e impotente, temblaban a su alrededor.
—¡Mi niña hermosa! ¡Gracias a Dios que despertaste! Esto ha sido el infierno sin ti. No vuelvas a hacerme pasar por eso. —susurro su progenitora, tomando el rostro de Ashley para depositar un beso sobre su frente.
Ashley tomo a su madre del brazo. —¿Tu sabes algo de mi bebé?
Cinthya, la madre de Ashley, se tensó tras la pregunta, mirando de reojo al médico al que minutos atrás interceptó para que la dejase entrar.
No sabía cómo explicar que el bebé por el cual su hija insistía en saber, había muerto una semana atrás. Exactamente, el día de terrible accidente.
Era un milagro que Ashley estuviera con vida.
Pero no todo era victoria, nadie podía salir de un accidente de tal magnitud sin tener secuelas.
—¡¿Por qué te quedas callada, mamá?¡ —Ashley se aferró al brazo de su madre—. Tú eres la única que puede decirme que mi bebé está bien. —a la madre de Ashley se le empañaron los ojos con lágrimas, aunque pensaba mantenerse fuerte por su hija, verla tan destruida causaba el efecto adverso.
—El bebé... no pudo ser salvado, Ash. —respondió su madre, bajando la voz—. Los médicos hicieron todo a su alcance, pero... no pudieron hacer nada para sal-varle. —ella escucho como a Cinthya se le entrecortaba la voz en la ultima palabra.
—Eso es mentira, ma-mamá. —tartamudeo Ashley, volteando a ver por primera vez al personal médico—. Eso es mentira ¿Cierto?
—Su madre dice la verdad, señorita Carlisle. Lamentamos mucho su perdida. —la mirada comprensiva del médico, la hizo caer en cuenta que nadie estaba emitiendo bromas con respecto a su salud.
Ashley poso ambas manos sobre su estómago, donde debía estar procreándose una vida, pero en su lugar, solo existía un intangible vacío.
Uno que Ashley no sabía cómo manejar, por que, para ella, ese bebé iba a ser su salvación, la pequeña dosis de felicidad que ese pequeño ser deposito en su vida con solo su existencia.
Su luz sobre tanta oscuridad que amenazaba con consumirla.
—Ashley —Cinthya saco a su hija de sus propios pensamientos autodestructivos.
—Yo debí haber muerto, no él. —susurró ella, con voz quebrada.
—¿Qué? No... no digas eso, nosotros estaremos...
—¡MI HIJO DEBIO HABER VIVIDO, MAMÁ! —gritó, a costa de su propio dolor físico—. Dime ¿Qué voy a hacer sin él?
—Lu-Luchar, Ash.
—¿Creés que me importa luchar después de ser el hazme reír? —declaró de forma jadeante, sin importarle tener espectadores cerca—. El bebé dentro de mi era lo único por lo que me mantuve en pie... ¡Lo único! —su voz termino desgarrándose en sollozos y blasfemias.
No solo estaba hiriendo a una de las personas que movería el mundo por ella, si no, a ella misma.
Por qué a costa de sus principios, estaba cayendo sin dar su verdadera lucha.
Cinthya yacia sin fuerzas para poder defenderse, por lo que dejó en manos de las enfermeras el que controlaran con un sedante a su hija.
Y aunque Cinthya no conocía el dolor que su hija atravesaba, en ese momento no era muy diferente el sentimiento, como mil dagas atravesandole el corazón, en forma de gritos, súplicas y desvaneciéndose en susurros.
—Todo mejorará, cariño. —susurró en el silencio de la habitación, acariciando a una Ashley que emitia pequeños murmullos—. Mamá siempre cumple sus promesas.
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—¿Qué haremos cuando despierte y se de cuenta?
—Temo por su reacción, no quiero que vuelva a tener un segundo episodio. —la apagada voz de Cinthya saco a Ashley de la oscuridad.
La conversación entre ambas voces se diversificada entre cada lapso que recuperaba su conciencia, aunque está vez, se mantenían constantes, hablando en murmullos bajos y afligidos.
—No podemos retrasar más lo inevitable, tanto a tí, como a mí, nos duele está situación. Pero debemos mantenernos fuertes, por ella, Cinthya.
Al no escuchar respuesta al argumento, Ashley empezó a removerse, atrayendo la atención de sus padres, que se mantenían a un costado.
Su padre fue el primero en acercarse para acariciarle la cabeza. —Hola, princesa.
—¿Papá? —murmuró Ashley, abriendo lentamente sus ojos para encontrarse con la mirada afligida de su padre.
—Aquí estoy.
—Yo... mi hijo, papá... perdí —tartamudeo sin estar todavía del todo conciente debido al sedante.
—Estamos para tí, pequeña. —él acarició la cabeza de su hija con ternura—. Ahora y siempre.
—¿Mamá? —Ashley llamo a su madre, tras una pausa de varios minutos, sintiéndose las suaves el toque confortable de su padre.
—Aquí, cariño.
—Lo siento...
—No tienes por qué disculparte, mi niña.
—Es solo que duele... Tenía tantos planes... Casarme... Ser m-madre... —su voz gutural se entrecortaba en cada oración.
Admitirlo en voz alta era todavía más aterrador, y dolía como si estacas fueran enterradas sin piedad en su corazón.
—Puedes tener todas esas cosas, Ashley. No hay nada que no puedas lograr.
Ashley se guardo su comentario, a sabiendas que no lograría cambiar las cosas
—¿Cuándo tiempo llevó en el hospital?
—Dos semanas.
—¡¿QUÉ?! —Ashley giró a mirar a su padre, quien tenía una sonrisa bastante forzada—. Es un chiste ¿No?
—El accidente fue muy fuerte, no has sido la única herida.
—¿Las demás personas?
—Sus condiciones son un poco similares a la tuya, Ash. —sus padres se echaron una mirada, antes de volver a centrarse en su hija—. El conductor que causó el accidente murió.
—¡Oh!
—Gracias a Dios que tú no corriste con tu misma suerte.
—Aunque mi bebé no. —contrarrestó Ashley, pero antes de escuchar objeciones decidió cambiar de conversación—. ¿Me ayudan a levantarme?
—El doctor dijo que debías mantener reposo, hija.
—Solo necesito sentarme. —su padre asintió, procediendo a recolocar las almohadas para acostar a Ashley en una posición diferente—. Estoy mejor ahora, gracias papá. —comentó.
Si esto era lo único que podía lograr con sus padres, se conformaría. Puesto que para una chica como Ashley, que estaba costumbrada a lucir perfecta siempre, no podía dejar de lado la incomodidad por no tener una imagen de su apariencia física.
Era una sensación que carcomía sus pensamientos, por lo que abrió la boca en más una ocasión para pedirle un espejo a su madre, aunque no podía siquiera decir las palabras sin verse patética. Por lo que seguía tragándose todos sus pensamientos y comentarios, como el vaso con agua por el que su garganta clamaba.
—¿Qué es lo que realmente sucedió? —preguntó Ashley a sus padres, después de tomarse su tiempo mirando las paredes blanquecinas de la habitación.
—Tuviste un accidente. —comentó Cinthya.
—Recuerdo eso.
La forma en que ocurrieron las cosas había sido muy rápida. Ni siquiera tuvo la oportunidad de reaccionar ante el choque, por lo que el recuerdo se mantenía vívido en su cabeza y provocaba que su piel se erizara.
Quería dejar de lado esos pensamientos, por lo que corto las palabras que su padre empezaba a recitar.
—Necesito ir al baño. —dijo, alargando sus manos para apartar la manta de su cuerpo.
Pero justo antes de que cualquiera de sus padres pudiera evitarlo, se encontró con ambas piernas llenas de vendas.
Era extraño, puesto que desde que despertó hubiera podido sentir el material adherirse a su piel.
No sentía nada.
E incluso intentó mover ambas piernas, negándose a creer la realidad que aquella vocecita en el interior de su cabeza le gritaba.
«Es un esfuerzo de más»
El silencio de sus padres era la confirmación que terminó por necesitar.
Había perdido la movilidad de sus piernas.
Un sollozo se atascó en su garganta, por lo que su voz salio átona y desgarrada.
—¡No!... ¿Por qué a mí?... ¡¿Por qué?! —exclamó en tono lloroso, sosteniendo su rostro entre ambas manos, dejando que las lágrimas empañarán sus extremidades—. Primero Nico, luego mi bebé... Y ahora esto.
—Encontraremos una solución, hija.
Ashley colocó de manera brusca ambas manos sobre sus piernas, en lo que era otro de sus ataques impulsivos.
—L-Lo he perdi-do t-todo. —sollozó ella.
—Debes calmarte, hija. —su madre intento detenerla, pero sus palabras y acciones causaron el efecto adverso.
Su corazón martillaba con fuerza en su pecho, haciendo que su respiración se acortará y su cuerpo temblará.
Ni siquiera el tomar profundas inhalaciones y liberar largar exhalaciones funcionaba.
El zumbido se volvía más fuerte en sus oídos cuando las voces a su alrededor se volvieron más densas.
—Ven conmigo, Blancanieves. —una reconfortante resuena por encima de todo, haciendo que cada parte de ella se ralentiza—. Te extraño.
—No... Ya no me dejes.
—No estás sola, ha llegado otra persona.
—¿Quién?
La voz desaparece antes de que Ashley se deje ir.
No estás sola.
Un paso mal dado y te resbalas del corazón al suelo, o a un precipicio dónde es mejor mantenerse que intentar recomponer las piezas de un corazón malherido. La vida sigue... y sigue, la gente a tus alrededores no se detiene en la cotidianidad que alberga sus existencias. Hay ocasiones dónde es mejor sonreír que intentar expresarte y terminar hecho un lío de lágrimas. Dicen que existe un punto dónde llorar purifica el alma, Pero ¿qué sucede cuando estás se acaban?, Cuando llorar y gritarle al mundo lo que sientes no amenora el dolor que te aprisiona en el pecho. Sí, ese mismo dolor. El dolor que te aprisiona, que quema cualquier rasgo de felicidad y tiñe de gris. La desesperación por querer retroceder el tiempo y cambiar el rumbo de las cosas. Algo que por mucho que desees no va a suceder. Por qué en este mundo no existe una varita mágica que erradique tus errores, sino otra que los hace más notorio a terceras personas. Irónico ¿No? Alguien una vez dijo, que por mucho
Frio. Una niña corría sin desenfreno en medio de la fuerte tormenta, sus pequeñas y delgadas piernas apenas cubiertas de un fino leotardo de bailarina. Sus pies temblando sin control bajo unos sencillos zapatos bajos, que no hacían nada para impedir que el agua y el aire los entumeciera. Los rostros de los transeúntes parecían desdibujarse a su alrededor, como si su diminuta figura fuera invisible ante cualquiera de ellos. Si su madre la observara en estas condiciones, juraría que pegaría gritos de horror y reprendería a todos los culpables. Pero como era de esperar, su madre no estaba cerca para poder siquiera quejarse de la situación. Y aunque lo estuviera, tampoco podría reprender a la abuela por olvidarse de recogerla a tiempo de su clase. No era su culpa que últimamente olvidara parte de sus actividades diarias. Pronto quizá olvidaría los nombres y rostros de todos los que la amaban. «Necesitamos ser pacientes y atentos con ella» aseguraba su madre. La abuela no estaba bi
Quizá si hubiera un manual que te dijera como vivir tu vida, tomar tus decisiones y ayudarte a ejecutar tus movimientos de manera correcta y sin margen de error. Fuera completamente distinto. Si pudieras escoger tu destino, tomarías el camino más fácil, no el rumbo en el que tu vida cuelga de un hilo. Dónde cada decisión signifique arriesgar lo poco que tienes para poder progresar. La vida de Bradley no ha sido la más dichosa, pero sus encantadoras sonrisas te hacen pensar que nada pudo haber salido mal. Que toda la existencia de Bradley Osbourne ha sido y será perfecta. Una suposición que cada día se aleja más de la realidad. Algo a lo que debe someterse constantemente. —¿Estás bien, hermanito? —Bradley recompone rápidamente cualquier expresión negativa en su rostro, antes de girarse para contemplar a su hermana. Quien observa el desorden de papeles en la mesa. Evie, su única familia. —Muy bien, cabezota. ¿Por qué lo preguntas? —Bradley hizo a un lado todas las cuentas que r
—¡Hey hombre! —Hunter, el colega más cercano de Bradley apareció en la entrada de su consultorio. —¿Qué sucede, Doctor Maverick? —inquirió Bradley sin dejar de examinar una radiografía. —¿Qué te parece si salimos esta noche, Osbourne? —Si me estás invitando a una cita no estoy disponible, Hunter. —No te creas tan importante. —Hunter apareció al costado de Bradley. —No me lo creo, lo soy. Sin mi todos estarían perdidos. —bromeó Hunter, haciendo que Bradley negara de manera divertida—. Especialmente tú. —Si sigues coqueteándome tendré que presentar una queja, y recibirás una larga charla por parte del director sobre no mezclarte amorosamente con tus compañeros… ni con tus pacientes. —¡Estúpidas reglas! Ni siquiera puedo ligar a gusto. —blasfemo Hunter, provocando que Bradley se echara a reír—. No es nada gracioso. —Mantén tus manos quietas y no estarás en problemas. —¿Cómo podría mantener las manos quietas si soy un experto en usarlas? Soy un cirujano ¿Acaso lo olvidas? —Lo pr
La imagen de Ashley ocupaba cada pensamiento de Bradley. Desde que la conoció, no podía sacarla de su mente. Cada vez que cerraba los ojos, su rostro aparecía en su mente, y cada vez que intentaba concentrarse en otra cosa, sus pensamientos regresaban a ella.Ashley era una paciente valiente que enfrentaba una difícil situación, y Bradley sentía una intensa necesidad de ayudarla. No podía evitar sentirse atraído por su fuerza y valentía, y anhelaba estar a su lado para brindarle apoyo en cada paso del camino.Esa misma tarde, mientras regresaba a su consultorio después de la reunión con el dr. Walas, Bradley se encontró reflexionando sobre Ashley una vez más. Quería hacer algo especial por ella, algo que le demostrara que no estaba sola y que había alguien, aparte de su familia, que se preocupaba por su bienestar.Después de mucho pensar, Bradley decidió enviarle un ramo de flores de forma anónima. Las flores serían su forma de enviarle un mensaje de aliento y esperanza. Quería que As
Por primera vez en años y después de tener una cadena de reflexiones, Ashley tenía el recuerdo vivido del que una vez fue su mayor protector. Mark Danvers, el hermano de su madre. El hombre que la salvó en incontables veces. El tío Mark, que aparecía en los momentos justos y precisos. El mismo que desapareció un día y jamás volvió, causando dolor y angustia por saber de su paradero. Por qué, con su partida, existían más huecos que eran imposibles de descifrar.Era extraño que Ashley recordara momentos del pasado de manera tan repentina, pero los atribuía a su inestabilidad mental. Recordarlo le provocaba pesadez en el corazón, debido a que su misteriosa desaparición causa estragos en su pecho, y de una manera u otra, desequilibro a la ostentosa familia Danvers. Ashley estaba enfrascada en sus pensamientos, con la mirada perdida y olvidando por completo prestar atención al cirujano que le estaba explicando a sus padres como era el nuevo tratamiento para pacientes con paraplejia.
Un héroe puede ser cualquiera, incluso alguien que sin intención puede poner un abrigo sobre tus hombros descubiertos, enseñándote que el mundo aún no ha terminado. Esos ángeles en tu vida son las personas que ayudan a sanar tu corazón hecho pedazos. Y en ese momento, te das cuenta, de la insensatez que cometes al intentar desmoronarte. Intentar derrumbarte cuando los pilares que te sostienen lucharán hasta su último aliento por verte feliz y realizada. Las siguientes semanas fueron para Ashley un simple borrón. Había empezado paulatinamente a alejar esa oscuridad que se cernía sobre ella, tentándola cada día a recaer. No era fácil. ¿Pero quién dijo que tenía que ser sencillo? Existían momentos en los que quería volverse invisible y desaparecer del mundo, pero había otros, en los que le sonreía y lograba olvidar parte de su dolor. Ashley emitió un suspiro y salió de su habitación, aún sentía extraña la sensación de tener que usar la silla de ruedas para movilizarse. Un mes y
La inquietud de Ashley era demasiado palpable para el personal médico que ingresaba a chequearla constantemente, que inclusive algunos se detuvieron para darle alguna palabra de consuelo. Hoy era el día que marcaba todo, ya sea para bien o mal. Sería el primer paso para su recuperación. Sería operada para aplicar un estimulador focalizado en su médula espinal. Ashley miraba de manera nerviosa a todos lados, mientras era transportada a la sala de operaciones. Dónde el cirujano Walas y un grupo de médicos estaban listos para hacer la intervención. —"Todo estará bien, cariño. Este el primer paso para tu recuperación". —había mencionado su madre poco antes de dejarla sola para la preparación. Ojalá fuera así, pero cabía la posibilidad de que existiera un rechazo, o peor aún, que su cuerpo no respondiera al estimulador. Sus esperanzas estaban demasiado bajas como para pensar de forma positiva, y eso sumado a la inestabilidad de sus emociones, la arrastraban hacia un túnel agr