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Capítulo 4: Cada herida es una lección que nos hace mejores

Cada herida es una lección que nos hace mejores

Los gritos sumergidos en la oscuridad son el caos más mortífero en el que Ashley hubiera preferido mantenerse. 

Las incontables voces a su alrededor se fusionaban con el estruendoso pitido de la máquina al costado de su cama, las cuales se volvían mas cercanas y molestas. 

Mas reales. 

Estaba completamente desorientada, y en el momento en que sus ojos se acomodaron a la fuerte luz que iluminaba la habitación, Ashley se sentó con lentitud sobre la fría camilla de habitación, sosteniendo su cabeza entre sus ásperas manos. 

«¿Que estoy haciendo aquí?» Fue la primera pregunta qué embargo su mente. 

Y como un desastroso flashback, los recuerdos de su boda fallida, la partida de su prometido al saber que sería padre, inundaron su cabeza. 

Su ritmo cardíaco empezó a aumentar a medida que asimilaba su situación. 

Ella y su bebé en una m*****a cama de hospital.

¿Por qué estaban ahí? Ashley trataba de indagar en su cabeza las razones, y pronto recordó la causa. 

El accidente. 

«Todo estará bien» Trataba de asegurarse en silencio. 

Justo cuando se colocaba la mano en su estómago, el sonido de la puerta abriéndose retumbó por el pasillo, y de ella emergieron dos mujeres totalmente desconocidas para Ashley.

Lo que provocó que intentara retroceder su cuerpo, aunque no pudo llegar lejos debido a que su cabeza decidió protestar ante el busco movimiento. 

La chica más cercana a ella se detuvo, levantando sus manos para impedir que Ashley se moviera bruscamente. —No tiene por qué temer, señorita. Somos enfermeras de guardia. 

Ashley intercalo su mirada en ambas enfermeras, hasta que asintió sin estar totalmente confiada. —¿Qué estoy haciendo aquí? —inquirió en voz baja. 

—Llama al doctor. —musitó la enfermera que se había dirigido a Ashley minutos atrás, dirigiéndose a su compañera—. Me quedaré al pendiente. 

—Está bien, vuelvo enseguida. —respondió la segunda chica, saliendo rápidamente en busca del doctor de turno. 

—¿Que estoy haciendo aquí? —volvió a repetir Ashley de forma más demandante—. ¿Mi hijo se encuentra bien? Necesito saber que mi hijo está bien. 

La enfermedad frunció los labios, dándole una mirada de comprensión. —No puedo darle ese tipo de información, señorita. El doctor estará aquí pronto para chequearla, solo respire un poco, su pulso es alto, debe calmarse. 

Ashley hizo caso omiso a las indicaciones de la enfermera, y en un atípico e impulsivo movimiento, arrancó la intravenosa de su cuerpo. —¡Necesito que alguien me diga que mi bebé está bien! 

La enfermera se abalanzó hacia ella, intentando detenerla. —Por favor, necesito que se calme. Si no tendré que aplicarle un sedante. 

Ashley tomo del brazo a la enfermera, haciendo que ambas formarán contacto visual. —Por favor... Dime qué mi bebé está bien. —suplicó, con lágrimas formándose en sus ojos—. ¡DÍMELO! —gritó, volviendo a colocar una mano sobre su palpitante cabeza, cubierta de un espeso vendaje. 

—Respire, señorita. Está teniendo un ataque de pánico. 

Ashley se quedó completamente quieta, con las lágrimas rebosantes en sus ojos.

No estaba en condiciones de poder levantarse, y quizá una parte de la medicina que su cuerpo estaba ingiriendo provocaba que sus piernas se mantuvieran entumecidas. 

—Tengo que calmarme. —manifestó en un susurro—. Si estoy bien, mi pequeño lo estará. 

«Si estoy bien, mi pequeño lo estará» Se repetía, sin levantar su mirada al escuchar pasos ligeros que se adentraban a la habitación. 

Hasta que unos brazos la rodearon, brindándole un sentimiento de comodidad y relajación, pero que, de manera inconsciente e impotente, temblaban a su alrededor. 

—¡Mi niña hermosa! ¡Gracias a Dios que despertaste! Esto ha sido el infierno sin ti. No vuelvas a hacerme pasar por eso. —susurro su progenitora, tomando el rostro de Ashley para depositar un beso sobre su frente. 

Ashley tomo a su madre del brazo. —¿Tu sabes algo de mi bebé? 

Cinthya, la madre de Ashley, se tensó tras la pregunta, mirando de reojo al médico al que minutos atrás interceptó para que la dejase entrar. 

No sabía cómo explicar que el bebé por el cual su hija insistía en saber, había muerto una semana atrás. Exactamente, el día de terrible accidente. 

Era un milagro que Ashley estuviera con vida. 

Pero no todo era victoria, nadie podía salir de un accidente de tal magnitud sin tener secuelas. 

—¡¿Por qué te quedas callada, mamá?¡ —Ashley se aferró al brazo de su madre—. Tú eres la única que puede decirme que mi bebé está bien. —a la madre de Ashley se le empañaron los ojos con lágrimas, aunque pensaba mantenerse fuerte por su hija, verla tan destruida causaba el efecto adverso. 

—El bebé... no pudo ser salvado, Ash. —respondió su madre, bajando la voz—. Los médicos hicieron todo a su alcance, pero... no pudieron hacer nada para sal-varle. —ella escucho como a Cinthya se le entrecortaba la voz en la ultima palabra.

—Eso es mentira, ma-mamá. —tartamudeo Ashley, volteando a ver por primera vez al personal médico—. Eso es mentira ¿Cierto? 

—Su madre dice la verdad, señorita Carlisle. Lamentamos mucho su perdida. —la mirada comprensiva del médico, la hizo caer en cuenta que nadie estaba emitiendo bromas con respecto a su salud. 

Ashley poso ambas manos sobre su estómago, donde debía estar procreándose una vida, pero en su lugar, solo existía un intangible vacío. 

Uno que Ashley no sabía cómo manejar, por que, para ella, ese bebé iba a ser su salvación, la pequeña dosis de felicidad que ese pequeño ser deposito en su vida con solo su existencia. 

Su luz sobre tanta oscuridad que amenazaba con consumirla. 

—Ashley —Cinthya saco a su hija de sus propios pensamientos autodestructivos. 

—Yo debí haber muerto, no él. —susurró ella, con voz quebrada. 

—¿Qué? No... no digas eso, nosotros estaremos... 

—¡MI HIJO DEBIO HABER VIVIDO, MAMÁ! —gritó, a costa de su propio dolor físico—. Dime ¿Qué voy a hacer sin él?  

—Lu-Luchar, Ash. 

—¿Creés que me importa luchar después de ser el hazme reír? —declaró de forma jadeante, sin importarle tener espectadores cerca—. El bebé dentro de mi era lo único por lo que me mantuve en pie... ¡Lo único! —su voz termino desgarrándose en sollozos y blasfemias. 

No solo estaba hiriendo a una de las personas que movería el mundo por ella, si no, a ella misma. 

Por qué a costa de sus principios, estaba cayendo sin dar su verdadera lucha. 

Cinthya yacia sin fuerzas para poder defenderse, por lo que dejó en manos de las enfermeras el que controlaran con un sedante a su hija. 

Y aunque Cinthya no conocía el dolor que su hija atravesaba, en ese momento no era muy diferente el sentimiento, como mil dagas atravesandole el corazón, en forma de gritos, súplicas y desvaneciéndose en susurros. 

—Todo mejorará, cariño. —susurró en el silencio de la habitación, acariciando a una Ashley que emitia pequeños murmullos—. Mamá siempre cumple sus promesas.

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—¿Qué haremos cuando despierte y se de cuenta? 

—Temo por su reacción, no quiero que vuelva a tener un segundo episodio. —la apagada voz de Cinthya saco a Ashley de la oscuridad. 

La conversación entre ambas voces se diversificada entre cada lapso que recuperaba su conciencia, aunque está vez, se mantenían constantes, hablando en murmullos bajos y afligidos. 

—No podemos retrasar más lo inevitable, tanto a tí, como a mí, nos duele está situación. Pero debemos mantenernos fuertes, por ella, Cinthya. 

Al no escuchar respuesta al argumento, Ashley empezó a removerse, atrayendo la atención de sus padres, que se mantenían a un costado. 

Su padre fue el primero en acercarse para acariciarle la cabeza. —Hola, princesa. 

—¿Papá? —murmuró Ashley, abriendo lentamente sus ojos para encontrarse con la mirada afligida de su padre. 

—Aquí estoy. 

—Yo... mi hijo, papá... perdí —tartamudeo sin estar todavía del todo conciente debido al sedante. 

—Estamos para tí, pequeña. —él acarició la cabeza de su hija con ternura—. Ahora y siempre. 

—¿Mamá? —Ashley llamo a su madre, tras una pausa de varios minutos, sintiéndose las suaves el toque confortable de su padre. 

—Aquí, cariño. 

—Lo siento... 

—No tienes por qué disculparte, mi niña. 

—Es solo que duele... Tenía tantos planes... Casarme... Ser m-madre... —su voz gutural se entrecortaba en cada oración. 

Admitirlo en voz alta era todavía más aterrador, y dolía como si estacas fueran enterradas sin piedad en su corazón. 

—Puedes tener todas esas cosas, Ashley. No hay nada que no puedas lograr. 

Ashley se guardo su comentario, a sabiendas que no lograría cambiar las cosas 

—¿Cuándo tiempo llevó en el hospital? 

—Dos semanas. 

—¡¿QUÉ?! —Ashley giró a mirar a su padre, quien tenía una sonrisa bastante forzada—. Es un chiste ¿No? 

—El accidente fue muy fuerte, no has sido la única herida. 

—¿Las demás personas? 

—Sus condiciones son un poco similares a la tuya, Ash. —sus padres se echaron una mirada, antes de volver a centrarse en su hija—. El conductor que causó el accidente murió. 

—¡Oh! 

—Gracias a Dios que tú no corriste con tu misma suerte. 

—Aunque mi bebé no. —contrarrestó Ashley, pero antes de escuchar objeciones decidió cambiar de conversación—. ¿Me ayudan a levantarme? 

—El doctor dijo que debías mantener reposo, hija. 

—Solo necesito sentarme. —su padre asintió, procediendo a recolocar las almohadas para acostar a Ashley en una posición diferente—. Estoy mejor ahora, gracias papá. —comentó. 

Si esto era lo único que podía lograr con sus padres, se conformaría. Puesto que para una chica como Ashley, que estaba costumbrada a lucir perfecta siempre, no podía dejar de lado la incomodidad por no tener una imagen de su apariencia física. 

Era una sensación que carcomía sus pensamientos, por lo que abrió la boca en más una ocasión para pedirle un espejo a su madre, aunque no podía siquiera decir las palabras sin verse patética. Por lo que seguía tragándose todos sus pensamientos y comentarios, como el vaso con agua por el que su garganta clamaba. 

—¿Qué es lo que realmente sucedió? —preguntó Ashley a sus padres, después de tomarse su tiempo mirando las paredes blanquecinas de la habitación. 

—Tuviste un accidente. —comentó Cinthya. 

—Recuerdo eso. 

La forma en que ocurrieron las cosas había sido muy rápida. Ni siquiera tuvo la oportunidad de reaccionar ante el choque, por lo que el recuerdo se mantenía vívido en su cabeza y provocaba que su piel se erizara. 

Quería dejar de lado esos pensamientos, por lo que corto las palabras que su padre empezaba a recitar. 

—Necesito ir al baño. —dijo, alargando sus manos para apartar la manta de su cuerpo. 

Pero justo antes de que cualquiera de sus padres pudiera evitarlo, se encontró con ambas piernas llenas de vendas. 

Era extraño, puesto que desde que despertó hubiera podido sentir el material adherirse a su piel. 

No sentía nada. 

E incluso intentó mover ambas piernas, negándose a creer la realidad que aquella vocecita en el interior de su cabeza le gritaba. 

«Es un esfuerzo de más»

El silencio de sus padres era la confirmación que terminó por necesitar. 

Había perdido la movilidad de sus piernas. 

Un sollozo se atascó en su garganta, por lo que su voz salio átona y desgarrada. 

—¡No!... ¿Por qué a mí?... ¡¿Por qué?! —exclamó en tono lloroso, sosteniendo su rostro entre ambas manos, dejando que las lágrimas empañarán sus extremidades—. Primero Nico, luego mi bebé... Y ahora esto. 

—Encontraremos una solución, hija. 

Ashley colocó de manera brusca ambas manos sobre sus piernas, en lo que era otro de sus ataques impulsivos. 

—L-Lo he perdi-do t-todo. —sollozó ella. 

—Debes calmarte, hija. —su madre intento detenerla, pero sus palabras y acciones causaron el efecto adverso. 

Su corazón martillaba con fuerza en su pecho, haciendo que su respiración se acortará y su cuerpo temblará. 

Ni siquiera el tomar profundas inhalaciones y liberar largar exhalaciones funcionaba. 

El zumbido se volvía más fuerte en sus oídos cuando las voces a su alrededor se volvieron más densas. 

Ven conmigo, Blancanieves. —una reconfortante resuena por encima de todo, haciendo que cada parte de ella se ralentiza—. Te extraño. 

No... Ya no me dejes. 

No estás sola, ha llegado otra persona. 

—¿Quién? 

La voz desaparece antes de que Ashley se deje ir. 

No estás sola.

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