Destino
—Haremos 5 minutos más de caminata y luego te prescribiré la nueva rutina que empezarás a poner en práctica a partir de la próxima semana. —explico Bradley Osbourne, observando con detenimiento los movimientos de su paciente— Tu recuperación ha sido favorable en las últimas semanas.
—¿Podré volver al trabajo pronto? —preguntó el hombre, pausando la caminadora para dirigir toda la atención a su fisioterapeuta.
—No hay que tener prisa, recuerda que la fractura en tu rodilla es reciente, sería un verdadero peligro para ti, integrarte al trabajo tan pronto. Además, debo requerir el permiso del médico que efectuó la operación, es el encargado de tus chequeos semanales y el que tiene la última palabra.
—Entiendo, doc. —musito el hombre en un suspiro.
Bradley palmeo la espalda del hombre. —Ya verás que más pronto de lo que piensas volverás a tus rutinas… todo a su tiempo. —el hombre asintió a sus palabras—. Hemos terminado por hoy, me imagino que tu esposa está afuera esperando.
—Lo está. —corroboró, bajando con lentitud de la caminadora para tomar el bastón a su lado.
Bradley no tardó en culminar la terapia con el primer paciente del día, manteniendo un semblante relajado y amistoso, frente a los diversos pacientes que ingresaban a su área. Muchas veces no solo se requería de ser el hombre que les guiaba en las rehabilitaciones, sino el amigo y confidente para la mayoría de sus pacientes.
Quienes, en su mayoría, ingresaban a su área con pensamientos negativos, pensantes de que su vida había acabado.
Que nunca volverían a ser la misma persona de antes.
Y aunque exista una relativa verdad tras esa frase, jamás quitara el hecho de que cuando algo malo sucede en tu vida, tienes tres opciones:
Dejar que te marque.
Dejar que te destruya.
O dejar que te fortalezca.
Por qué siempre hay una solución para los días grises, y es que después que la tormenta pase, habrá un sol que brillara con más fuerza.
—Toc Toc. —anuncio una voz femenina al otro lado de la puerta, antes de asomar su cabeza— ¿Puedo pasar, Bradley?
—Sí. —respondió, sin dejar de guiar a su paciente con las flexiones de brazos— ¿Sucede algo, Jude?
La mencionada se situó al lado de Bradley, dejando entrever la bolsa con comida que colgaba de mano. —Tu hermana me ha pedido que traiga esto para ti. Al parecer llevaba demasiada prisa.
—Es algo normal en ella… —Bradley levanto su cabeza para brindarle una leve sonrisa— ¿Podrías ponerla en el escritorio?
—Pensaba que tal vez podríamos almorzar juntos… —Jude mordió su labio, bajando su mirada en el proceso— Pero si no puedes, lo entenderé...
—No tengo ningún plan, podemos comer en la cafetería.
A Jude se le iluminaron los ojos, y sin dudar asintió con efusividad. —¡Sí! Me parece una idea genial, me adelantare a desembolsar la comida. —la enfermera procedió a dar la vuelta, y desaparecer rápidamente por el pasillo.
—Vaya… —la señora a la que estaba atendiendo empezó a reírse— Jude ni siquiera noto que me encontraba aquí. Sus ojos enamoradizos estaban tan enfrascados en ti, serian una muy linda pareja.
—Quizá… Jude es muy linda. —opino amablemente— es una chica muy carismática y una enfermera muy entregada a su trabajo.
—Por eso mismo ¿quién no quiere estar con una chica así?
Bradley sacudió su cabeza. —Hemos terminado con la terapia, señora Simms.
—Está bien, de todas formas, Jude me contara lo que pasara durante su almuerzo. —ella levanto una ceja de forma coqueta— Espero que exista acción.
—No habrá nada que contar, es solo una reunión con muchas personas alrededor.
—Por qué así quieres tú. —tras levantarse con la ayuda de Bradley, empezó a dirigirse con pasos lentos hasta la puerta— Nos vemos la próxima semana, doctor Osbourne.
Bradley se limitó a sonreír y dejar que su paciente más antigua se saliera con la suya. No lograría obtener ninguna información, porque no habría nada de interés que Jude pudiera compartir.
Si bien era cierto que Jude era bonita, definitivamente no sentía atracción al estar cerca de ella, y por ello se limitaba a tratarla como una amiga.
Minutos después de despedir a la señora Simms, se encamino hasta la cafetería, donde no tardo en identificar a Jude, quien esperaba con los codos sobre la mesa y el rostro sostenido entre ambas manos, sin dejar de lado su característica sonrisa.
Saludo con un asentamiento de cabeza a cada colega que se encontraba en su camino, hasta llegar frente a Jude.
—¡Estas aquí! —musito ella de manera animada— pensé que tardarías más, el doctor Keller te anda buscando.
—No lo he visto. —él frunció el entrecejo— ¿Dijo algo más?
—No, simplemente dió la vuelta y se marchó.
—Lo buscaré más tarde, seguramente quiere tratar sobre algún paciente.
—Seguramente. —Jude sonrió— pero por ahora sientate que la comida se enfriará. —Bradley se acomodo en la silla frente a ella, procediendo a degustar los aperitivos de su hermana— ¿Cómo estuvo tu mañana?
—Estuvo un poco agitada... muchos pacientes a los que atender. Es bueno dar un respiro.
—Lo es. —concordo.
—¿Cómo te ha ido a tí? —pregunto de manera amable.
Jude suspiro, dejando de lado la sonrisa contagiosa que mantenía pegada a su rostro. —Un niño ha muerto en mi guardia, su corazón no ha podido resistir. —sacudió su cabeza—. Sigue siendo difícil observar esas escenas, pero es parte de mi trabajo.
Bradley entendía a la perfección ese sentimiento.
La impotencia de no poder salvar a alguien.
Sin pensarlo, colocó con suavidad su mano sobre la de ella, tratando de consolidarla.
—Te entiendo. —musito—. Ni para el médico más antiguo e experimentado es fácil lidiar con la muerte de sus pacientes. Solo queda avanzar y seguir desarrollando nuestra labor, las cosas pasan por algo. Ese niño se ha convertido en un ángel.
Jude limpio las esquinas de sus ojos, antes de volver a sonreír e incitar a Bradley a que terminara su comida.
—Por cierto, Bradley. Tu hermana es cada vez más famosa con sus comidas.
—¿Por qué lo dices?
—Esta vez traiga un plato extra, ella personalmente fue a entregarlo.
Bradley detuvo el tenedor con comida para observar a Jude, quien ni siquiera se había dado cuenta do que aquellas palabras habían producido.
—¿Para quien era? —preguntó con evidente molestia. Evie tentaba su paciencia, Brad es muy protector, y por ello, sus instintos se elevaban al saber con certeza que su hermana era inocente en muchos aspectos.
Jude no tardó en levantar la mirada y verlo con los ojos un poco entrecerrados, y con el tono transformándose en un gruñido.
—¿Encerio, Bradley? —Jude levantó una ceja de forma inquisitiva— Me recuerdas mucho a alguien.
—Quiero un nombre.
Jude lanzó una risita burlona. — Área de pediatría... solo quería pincharte.
—Mi hermana es todo para mí. Juré protegerla contra viento y marea... Me extrañaría que algún doctor intenté ir tras ella, por las buenas puedo ser bueno, pero por las malas... —sus palabras quedaron en incognita, aunque Jude conocía el resto de la frase.
—Ya veo. Me alegro que ella tenga a alguien como tú a su lado, como su protector y guardián.
Bradley tenía conocimiento de que Jude solo tenía a alguien en su vida.
Y justamente se encontraba ubicada en cuarto piso.
Su abuela.
Era de conocimiento para todo el personal, debido a que Jude había preparado una sorpresa a su abuela tras su cumpleaños hace varios meses.
La conversación entre ambos era natural, más como buenos amigos que una pareja amorosa.
Pero esos pensamientos solo se limitaban en la mente de Bradley, por qué Jude llevaba un pensamiento completamente diferente de lo que estaba sucediendo entre ambos.
Al salir una hora más tarde de la cafetería, con la disponibilidad para seguir con su labor. Jude lucía callada e inquieta, lo que causó que Bradley sintiera curiosidad y deseo de preguntar cuál había sido el motivo que había generado tensión.
La intención de Jude era clara desde el momento en que se situó frente a Bradley, con la diferencia de pocos centímetros podía tomarlo por el cuello y juntar sus labios.
Y así lo hizo.
Sin que Bradley esperara ese movimiento tan sorpresivo.
Aunque solo fue una simple presión de labios, y tal como llego, se esfumó con rapidez.
¿Qué diablos significaba eso?
—Jude... —Bradley quería empezar a hablar, pero ella levantó sus manos para detenerlo.
—Lo siento... simplemente reaccione ante tu cercanía. —se limito a mantener los ojos en el suelo— No debí... Perdón... No volverás a suceder. Tengo que irme... Hablamos luego.
Bradley solo observo la cabellera rizada de color castaño rebotar en el pasillo hasta perderse de su vista.
Podía haberla seguido, eso era obvio. Sin embargo, lo último que quería era dar un escándalo en el hospital y aumentar la tensión.
Tendría que explicarle a Jude que él no estaba interesado en una relación, mucho menos con una colega.
Tenía sus propios problemas, como para albergarse con sus penas en una chica y terminar rompiendole el corazón.
No era esa clase de hombre.
La tarde del sábado era más ligera, por lo que su reunión con el doctor Keller se extendió hasta bien entrada la tarde, donde la mayoría de personal que correspondía al turno del día estaban dejando el hospital.
Eso hasta que la sala de emergencias empezó a colapsar.
—Tendremos que pausar esta reunión para otro día. —menciono su jefe, escuchando su nombre en los altavoces— al parecer me necesitan en urgencias, la cosa es grave.
—Podemos terminar de checar la próxima semana. Deberíamos irte ahora.
—Gracias por todo, Osbourne.
La mayoría del personal médico estaba corriendo hacia el área de urgencias, mientras que en los altavoces empezaban a llamar a los doctores para ingresar a cirujía.
—¿Que está sucediendo? —preguntó Bradley, recostandose sobre el mostrador para ver a las recepcionistas.
—Accidente de auto en la Avenida Michigan. Un camión de carga impacto sobre varios vehículos. —la chica bajo sus lentes para observarlo— hay alrededor de 10 personas lesionadas, dos de ellos son de gravedad. —la mujer ojeo entre la pila de documentos—. Al parecer faltan más personas que han quedado atrapadas.
—Una situación difícil. —este suspiró profundamente, antes de que su móvil empezará a vibrar dentro de su bolsillo—. Solo espero que todo salga bien.
—Todos deseamos eso. —refuto una de las enfermeras entrantes.
"No podré ir contigo por unas cervezas, entro a cirujía dentro de 10 minutos. Prometo pagar la siguiente vez"
Bradley sabía de antemano que Darían, su amigo neurocirujano sería llamado si la situación era delicada y requería de su intervención.
Por lo que, como una manera más satisfactoria, intento mandarle todos los ánimos posibles.
"No te preocupes, salva esa vida y a cambio, yo seré el que pague esas cervezas. Suerte"
Cada herida es una lección que nos hace mejoresLos gritos sumergidos en la oscuridad son el caos más mortífero en el que Ashley hubiera preferido mantenerse. Las incontables voces a su alrededor se fusionaban con el estruendoso pitido de la máquina al costado de su cama, las cuales se volvían mas cercanas y molestas. Mas reales. Estaba completamente desorientada, y en el momento en que sus ojos se acomodaron a la fuerte luz que iluminaba la habitación, Ashley se sentó con lentitud sobre la fría camilla de habitación, sosteniendo su cabeza entre sus ásperas manos. «¿Que estoy haciendo aquí?» Fue la primera pregunta qué embargo su mente. Y como un desastroso flashback, los recuerdos de su boda fallida, la partida de su prometido al saber que sería padre, inundaron su cabeza. Su ritmo cardíaco empezó a aumentar a medida que asimilaba su situación. Ella y su bebé en una maldita cama de hospital. ¿Por qué estaban ahí? Ashley trataba de indagar en su cabeza las razones, y pronto re
Un paso mal dado y te resbalas del corazón al suelo, o a un precipicio dónde es mejor mantenerse que intentar recomponer las piezas de un corazón malherido. La vida sigue... y sigue, la gente a tus alrededores no se detiene en la cotidianidad que alberga sus existencias. Hay ocasiones dónde es mejor sonreír que intentar expresarte y terminar hecho un lío de lágrimas. Dicen que existe un punto dónde llorar purifica el alma, Pero ¿qué sucede cuando estás se acaban?, Cuando llorar y gritarle al mundo lo que sientes no amenora el dolor que te aprisiona en el pecho. Sí, ese mismo dolor. El dolor que te aprisiona, que quema cualquier rasgo de felicidad y tiñe de gris. La desesperación por querer retroceder el tiempo y cambiar el rumbo de las cosas. Algo que por mucho que desees no va a suceder. Por qué en este mundo no existe una varita mágica que erradique tus errores, sino otra que los hace más notorio a terceras personas. Irónico ¿No? Alguien una vez dijo, que por mucho
Frio. Una niña corría sin desenfreno en medio de la fuerte tormenta, sus pequeñas y delgadas piernas apenas cubiertas de un fino leotardo de bailarina. Sus pies temblando sin control bajo unos sencillos zapatos bajos, que no hacían nada para impedir que el agua y el aire los entumeciera. Los rostros de los transeúntes parecían desdibujarse a su alrededor, como si su diminuta figura fuera invisible ante cualquiera de ellos. Si su madre la observara en estas condiciones, juraría que pegaría gritos de horror y reprendería a todos los culpables. Pero como era de esperar, su madre no estaba cerca para poder siquiera quejarse de la situación. Y aunque lo estuviera, tampoco podría reprender a la abuela por olvidarse de recogerla a tiempo de su clase. No era su culpa que últimamente olvidara parte de sus actividades diarias. Pronto quizá olvidaría los nombres y rostros de todos los que la amaban. «Necesitamos ser pacientes y atentos con ella» aseguraba su madre. La abuela no estaba bi
Quizá si hubiera un manual que te dijera como vivir tu vida, tomar tus decisiones y ayudarte a ejecutar tus movimientos de manera correcta y sin margen de error. Fuera completamente distinto. Si pudieras escoger tu destino, tomarías el camino más fácil, no el rumbo en el que tu vida cuelga de un hilo. Dónde cada decisión signifique arriesgar lo poco que tienes para poder progresar. La vida de Bradley no ha sido la más dichosa, pero sus encantadoras sonrisas te hacen pensar que nada pudo haber salido mal. Que toda la existencia de Bradley Osbourne ha sido y será perfecta. Una suposición que cada día se aleja más de la realidad. Algo a lo que debe someterse constantemente. —¿Estás bien, hermanito? —Bradley recompone rápidamente cualquier expresión negativa en su rostro, antes de girarse para contemplar a su hermana. Quien observa el desorden de papeles en la mesa. Evie, su única familia. —Muy bien, cabezota. ¿Por qué lo preguntas? —Bradley hizo a un lado todas las cuentas que r
—¡Hey hombre! —Hunter, el colega más cercano de Bradley apareció en la entrada de su consultorio. —¿Qué sucede, Doctor Maverick? —inquirió Bradley sin dejar de examinar una radiografía. —¿Qué te parece si salimos esta noche, Osbourne? —Si me estás invitando a una cita no estoy disponible, Hunter. —No te creas tan importante. —Hunter apareció al costado de Bradley. —No me lo creo, lo soy. Sin mi todos estarían perdidos. —bromeó Hunter, haciendo que Bradley negara de manera divertida—. Especialmente tú. —Si sigues coqueteándome tendré que presentar una queja, y recibirás una larga charla por parte del director sobre no mezclarte amorosamente con tus compañeros… ni con tus pacientes. —¡Estúpidas reglas! Ni siquiera puedo ligar a gusto. —blasfemo Hunter, provocando que Bradley se echara a reír—. No es nada gracioso. —Mantén tus manos quietas y no estarás en problemas. —¿Cómo podría mantener las manos quietas si soy un experto en usarlas? Soy un cirujano ¿Acaso lo olvidas? —Lo pr
La imagen de Ashley ocupaba cada pensamiento de Bradley. Desde que la conoció, no podía sacarla de su mente. Cada vez que cerraba los ojos, su rostro aparecía en su mente, y cada vez que intentaba concentrarse en otra cosa, sus pensamientos regresaban a ella.Ashley era una paciente valiente que enfrentaba una difícil situación, y Bradley sentía una intensa necesidad de ayudarla. No podía evitar sentirse atraído por su fuerza y valentía, y anhelaba estar a su lado para brindarle apoyo en cada paso del camino.Esa misma tarde, mientras regresaba a su consultorio después de la reunión con el dr. Walas, Bradley se encontró reflexionando sobre Ashley una vez más. Quería hacer algo especial por ella, algo que le demostrara que no estaba sola y que había alguien, aparte de su familia, que se preocupaba por su bienestar.Después de mucho pensar, Bradley decidió enviarle un ramo de flores de forma anónima. Las flores serían su forma de enviarle un mensaje de aliento y esperanza. Quería que As
Por primera vez en años y después de tener una cadena de reflexiones, Ashley tenía el recuerdo vivido del que una vez fue su mayor protector. Mark Danvers, el hermano de su madre. El hombre que la salvó en incontables veces. El tío Mark, que aparecía en los momentos justos y precisos. El mismo que desapareció un día y jamás volvió, causando dolor y angustia por saber de su paradero. Por qué, con su partida, existían más huecos que eran imposibles de descifrar.Era extraño que Ashley recordara momentos del pasado de manera tan repentina, pero los atribuía a su inestabilidad mental. Recordarlo le provocaba pesadez en el corazón, debido a que su misteriosa desaparición causa estragos en su pecho, y de una manera u otra, desequilibro a la ostentosa familia Danvers. Ashley estaba enfrascada en sus pensamientos, con la mirada perdida y olvidando por completo prestar atención al cirujano que le estaba explicando a sus padres como era el nuevo tratamiento para pacientes con paraplejia.
Un héroe puede ser cualquiera, incluso alguien que sin intención puede poner un abrigo sobre tus hombros descubiertos, enseñándote que el mundo aún no ha terminado. Esos ángeles en tu vida son las personas que ayudan a sanar tu corazón hecho pedazos. Y en ese momento, te das cuenta, de la insensatez que cometes al intentar desmoronarte. Intentar derrumbarte cuando los pilares que te sostienen lucharán hasta su último aliento por verte feliz y realizada. Las siguientes semanas fueron para Ashley un simple borrón. Había empezado paulatinamente a alejar esa oscuridad que se cernía sobre ella, tentándola cada día a recaer. No era fácil. ¿Pero quién dijo que tenía que ser sencillo? Existían momentos en los que quería volverse invisible y desaparecer del mundo, pero había otros, en los que le sonreía y lograba olvidar parte de su dolor. Ashley emitió un suspiro y salió de su habitación, aún sentía extraña la sensación de tener que usar la silla de ruedas para movilizarse. Un mes y