Veintisiete

XXVII. Ya no estamos solos.

"Calla, mi vida, no hay que llorar,

duerme y sueña feliz.

Siempre tú debes mi arrullo llevar,

así yo estaré junto a ti."

El príncipe de Egipto (1998).

Darío tenía quinientos seis años y había nacido en el mil quinientos noventa y nueve, en Rusia. En aquel momento ese gran pedazo de tierra no se llamaba así, sino Zarato Ruso, al igual que él, pues su nombre original era Mijaíl Lebidiev. Misha era otra forma de decir su nombre, y como al conocer a Nilah aún no se decidía por su nueva identidad, el Velkan lo llamó así para siempre y Darío nunca logró lo contrario hasta la actualidad. En el fondo de su corazón lo agradecía, porque si no fuera por ello, habría olvidado hace tiempo de dónde venía y quién era.

Había gozado de una juventud más larga que la de cualquiera y no sabía si agradecer o maldecir. Su aspecto era el de un hombre que s

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