XXIX. Hambre de saber.
Parte II.
—Mi compañera es humana —reveló Nilah con seriedad. Aberración no lució afectado por la revelación—. Es hija de una chamán llamada Alanna, quien sobrevivió a la masacre del Clan chamánico Norte, del que nunca supimos.
—Yo sí sabía de él —interrumpió indiscreto el mitad lobo. Nilah lo miró molesto—. Ups.
—... Según lo que sabemos, el clan fue atacado por lobos de una manada salvaje. Mataron a todos excepto a la que nos contó esto y a la madre de mi compañera. Pero no tenemos idea de cómo hizo Alanna para sobrevivir y cómo o de quién quedó embarazada.
—Mmm... Entonces, ¿tu favor es que complete la información faltante o que responda tus interrogantes?
—Necesito saber qué fue lo que pasó para que sobreviviera y cuáles son sus intenciones para raptar a la cachorra de Amor omnia vincit.
—Esos serían dos favores —canturreó el vampiro-lobo. Nilah alzó
XXX. Familias.Era el tercer día de convivencia entre Misha y Níniel y aún no habían señales de Nilah. Debía estar muy lejos, pues el lobo dorado no lograba percibir su aroma ni presencia. ¿A dónde habría ido y por qué tardaba tanto? Eran las preguntas que consumían los nervios de ambos. Níniel estaba profundamente preocupada, pero camuflaba su angustia debajo de su temple tranquilo, ya que el lobo sí que estaba angustiado y necesitaba constante contención. La humana nunca se esperó ser la piedra de soporte de una criatura, pero ya había asumido que su realidad y futuro serían muy distintos de lo que siempre vaticinó.—Joder, no me cabe en la cabeza qué le puede llevar tanto tiempo —explotó Darío esa mañana, minutos después de que engulleran el desayuno en silencio. La chica tensó sus músculos faciales, pero hizo un esfuerzo para relajarse y transmitir cierta calma al licántropo.—Quizá se ha quedado varado en un lugar por mal clima
XXXI. Presas prisioneras.A pesar de creerse —o querer hacerlo— en un cuento de hadas, lo que ofrecía ese mundo no era nada remotamente parecido a la magia. Y aunque lo deseara desde el fondo de su corazón, sabía que su madre no era nada similar a esas madres que salían dibujadas en los libros que hojeó. El mundo real aparte de los libros era crudo y algo como una cálida relación madre e hija no era algo a lo que podía acceder en su situación. No en ese mundo, no siendo ella Níniel y no siendo Alanna su mamá, quien dentro de las bocas que pronunciaban su leyenda se había ganado el peyorativo de bruja por una buena razón seguramente. Su madre era esa que tenía delante, de la que guardaba pocos recuerdos y que no eran los más dulces. Su mirada oliva seguía siendo la misma —o quizá más opaca— y el tono verdoso le recordaba a las serpientes, sin saber muy bien porqué. Tal vez porque en su subconsciente había una memoria de ese reptil comiéndose a un roedor, o porque en
XXXII. La Gran Caída.En esas épocas de esplendor, los autos estaban próximos a volar. La gente vestía de blanco, era asistida por máquinas y vivían sus vidas a través de las pantallas. Aunque como bien se ha dicho, únicamente a través de esas pantallas se podía admirar tanta grandeza, pues si desviaban sus miradas a un costado, lograrían apreciar la podredumbre en la que se sumergía el mundo.Y el que no miraba a través de la pantalla, se encontraba caminando por una luminosa calle en la cual todos miraban hacia abajo y nunca hacia el cielo, que había dejado de ser azul para tomar un sucio tono grisáceo. Por el lugar en el que sus pies pisaban, hasta el cemento era blanco, pero ciertas rendijas más conocidas como callejones se dilucidaban oscuras y malolientes, donde lo que estorbaba convivía con las tinieblas y demonios. Era cuestión de ser desinteresado o simplemente hacer vista gorda para no notar
XXXIII. Dudas.A él, la loba le hizo amar a la humana.Y a ella, la humanidad le hizo amar al lobo.La pareja de aldeanos dormía sentada junto al lecho donde yacía Misha, dormitando también. Estaba amaneciendo, pero al parecer los humanos eran animales nocturnos y apenas se había asomado el sol ellos se apagaron. La cazadora de cabellos como el fuego vigilaba desde un rincón con un ojo abierto y el otro durmiente y la anciana chamán velaba el sueño de todos. Nilah se había salido del refugio, sofocado y sumamente confundido consigo mismo. La noche lo había dejado preso de las dudas y libre de respuestas.Cuando Darío afirmó que no fue Níniel quien lo atacó, sino otra mujer —a quien la anciana confirmó a través de la descripción física como Alanna—, teorizaron sobre el parentesco entre las dos, dado lo poco que se parecían. Nilah, que hasta ese momento había decidido no compartir la información que obtuvo con Aberración, se res
XXXIV. Ayuno y reflexión.Habían pasado un par de días desde que la tomaron prisionera. El remanente de toda su clase en la Gran Zona, el Grupo chamán delOeste, la tenía atada a un poste hace días, sin comida ni agua. Siquiera podía descansar bien, pues las ataduras eran tan férreas que no podía acomodarse para dormir, ya que lastimaban su piel. Y los captores no hacían amago de aparecerse por ahí, pues durante ese periodo de oscurantismo no vio a nadie ni percibió más voces. La habían olvidado o decidieron dejarla morir; una de dos.Aunque Níniel no planeaba morir ahí. Con base en insomnio y desesperación, dejó que sus instintos más primitivos actuaran y se dedicó a roer las cuerdas con las que la mantenían presa, como todo un roedor. Estaba denotando resultados, pues poco a poco se hacían más débiles las fibras y ya pronto podría usar sus manos para salir de allí. Tenía en la mira desde hace rato va
XXXV. Nuestras luchas.La joven se lanzó de un salto nuevamente al refugio subterráneo, donde sus tres captores la observaban atónitos. El extraño hombre albino, al que le hizo un corte que sangraba en un anormal tono azulado, estaba tirado en el suelo, con los brazos de Adair a su alrededor. El viejo chamán de pie a su lado parecía cuidarlos, como si ella fuese una terrible amenaza. Níniel maldijo, el golpe de adrenalina que la respaldó durante su operación de escape había mermado y ahora sólo sentía cansancio y fatiga. Parecido a la vez que salió de la trampa con Brinda a cuestas, ahora también estaba imposibilitada y eso le generaba una frustración con la que era difícil lidiar. Aun así, todavía no perdía el control de la situación, seguía teniendo opciones.—Me quedaré hasta que pueda irme, pero no se atrevan a amarrarme de nuevo. —Les habló en un tono oscuro, irreconocible, como una advertencia de "ya saben con quién tratan". Los seres asintier
XXXVI. Quién soy.El Norte se luce limpio,con parecido a hogar invernal.¿Por qué si nievano tengo frío?Entre los árboles duermojunto al fuego,y las estrellas lloran tibio.Al borde del abismofluye apacible el río,y en él se refleja cuando mirouna majestuosa bestiadel más puro blanco.¿De quién son estos recuerdos?Despertó con un exabrupto, pues en su ligero sueño advirtió la sensación de ser observada. Desde el catre penetró con sus ojos de piedra a Kainan, el anciano que parado desde la puerta no hacía sino mirarla. Níniel se echó para atrás de manera instintiva, aunque no se encogió como usualmente haría, sino que su postura fue más bien defensiva.A su lado, la pequeña loba dormía acurrucada sobre sus piernas. Ahora que lo pensaba, jamás hab
XXXVII. Mi hogar."Un lugar donde alguien todavía piensa en ti es un lugar al que puedes llamar hogar."— Jiraiya, Naruto Shippuden.Una ya pospuesta expedición para buscar exhaustivamente a ambas mujeres —chamán y niña— sería llevada a cabo por Nilah, Brinda y Misha, este último alegando que ya se encontraba mejor. Habían pasado trece días desde el encuentro con Alanna, en los que el lobo ruso tuvo que recuperarse, pensando en si Níniel estaría lidiando con el asunto por su cuenta, después de todo, hace años no veía a su madre, pero ya era demasiado tiempo para ser normal, por lo que finalmente se decidieron a intervenir.Ya tenían una idea de adónde ir; la Zona Oeste. De ese lugar provenía el olor de Níniel, o más bien de su sangre, aunque en ínfimas cantidades y casi imperceptiblemente. Se habían preparado bastante, provistos de menjurjes para evitar los hechizos de la ya declarada como bruja, Alanna, pero desconcertados se