VI. Bestias.
Hace mucho tiempo nadie llamaba a Niel por su nombre, el apodo había pasado a convertirse en su nueva identidad. Pero el lobo negro la había llamado por su nombre sin siquiera habérselo dicho y con tal intensidad que siempre le provocaba un vuelco en el estómago.
Sus nervios durante esos días conviviendo con los monstruos estaban destrozados, a pesar de que no se cruzaban mucho ya que ellos tenían la costumbre de dormir de noche. Aun así ella estaba al borde de un colapso nervioso, víctima del miedo e insomnio, por lo que no cabía posibilidad de resistir una conversación entera con el verdugo de su vida, la más terrible de sus pesadillas. Y lo peor no era eso, sino que él en sí era un enigma, pues Niel nunca tenía idea de qué estaba pensando, cuáles eran sus intenciones o cuándo iba a saltar a hinc
VI. Bestias.Hace mucho tiempo nadie llamaba a Niel por su nombre, el apodo había pasado a convertirse en su nueva identidad. Pero el lobo negro la había llamado por su nombre sin siquiera habérselo dicho y con tal intensidad que siempre le provocaba un vuelco en el estómago.Sus nervios durante esos días conviviendo con los monstruos estaban destrozados, a pesar de que no se cruzaban mucho ya que ellos tenían la costumbre de dormir de noche. Aun así ella estaba al borde de un colapso nervioso, víctima del miedo e insomnio, por lo que no cabía posibilidad de resistir una conversación entera con el verdugo de su vida, la más terrible de sus pesadillas. Y lo peor no era eso, sino que él en sí era un enigma, pues Niel nunca tenía idea de qué estaba pensando, cuáles eran sus intenciones o cuándo iba a saltar a hinc
VII. Planes.—¡Pero qué dices!—¿Dónde están los otros?Ambas humanas charlaban en susurros. Brinda, tendida en el sofá y con los vendajes expuestos, observaba confundida a Niel, quien se había arrodillado a su lado después de entrar con la frente ensangrentada y diciendo incoherencias.—La anciana salió y el otro no sé.—Planean comernos —soltó Niel sin contemplaciones. La pelirroja abrió los ojos grandemente—. Lo dijo un lobo allá afuera, e intentó comerme también. Dijo que ellos nos tenían aquí en su territorio porque éramos su porción de la cacería que hicieron cuando nos atraparon.—No jodas...—Debemos irnos lo más pronto posible. ¿Cómo están tus heridas?—Todavía abiertas —informó la cazadora con congoja. Se sentía como un lastre.—No te preocupes, buscaré una manera de irnos sin ponerte en riesgo.
VIII. Veneno.Habían pasado trece días desde la llegada a la cabaña de Nilah. Las humanas se recuperaban a buen paso y el tiempo se hacía nulo, pues cada quien tenía sus propios asuntos que atender. Brinda se la pasaba tendida en el sofá, Niel curioseaba el territorio bajo el ojo vigilante de Nilah, Darío iba y venía como un nómade y el dueño de casa tenía un balanceado horario que le permitía ocuparse de sus cosas sin perder de vista a Níniel. No era que desconfiara de ella, pero podía oler a kilómetros sus ganas de escaparse. Era muy transparente en ese sentido. Mas no le molestaba tener que echarle un ojo cada tantos, pues no se cansaba de admirar su armónica faz, ya que era lo único que podía obtener de ella. No habían vuelto a hablar después del incidente del híbrido, no se cruzaban casi nunca y Niel ni siquiera lo miraba, cosa que lo que le deprimía considerablemente. Lo único positivo de esa situación era que ya no percibía ese miedo agonizante
IX. Cimientos.—¿Necesitas que te ayude con eso?Las mujeres se tensaron cuando aquel extraño se acercó, por lo que detuvo su andar. Las oteó un poco antes de presentarse.—No tienen porqué temer, soy uno de ustedes —declaró con una sonrisa amistosa, poniendo la mano en su pecho—. Me llamo Ivar, guerrero de la Resistencia Este. Aunque en realidad sólo somos una aldea escondida entre las montañas.Brinda y Niel no pudieron mirarse con incredulidad porque la última aún estaba debajo del cadáver del hombre lobo. El joven se acercó a ella y con un par de empujones le quitó a la criatura de encima. La chica se reunió rápidamente con Brinda y posicionó a su lado.—¿Cuál resistencia? —habló por fin la cazadora, observando al recién llegado con desconfianza.—La mejor... Pero no podemos hablar aquí —dijo él, echando un vistazo a su alrededor. Se les volvió a acercar y cuchicheó—.
X. Los que saben.Darío despertó gracias a la intensa luz que entraba por la ventana. Abrió un poco los ojos y los volvió a cerrar, considerando el volver a dormirse. Sentía que quería descansar por mucho tiempo. Se mantuvo dormitando un par de minutos más pero sus pensamientos comenzaron a hacerse bulliciosos, así que no logró dormir otra vez. Algo molesto por eso, volvió a abrir sus ojos y se encontró en una habitación desconocida, donde la ventana daba vista al bosque y la fría mañana reinaba. Estaba tendido en una cama grande de bronce, con Nilah inconsciente a su lado. Estaba durmiendo torcido y tenía el entrecejo tenso, como si estuviese sufriendo. Se dio cuenta de que ambos tenían ropas para dormir y que la estancia olía a mujer, a una mujer anciana. Comprendió más o menos lo que sucedía cuando percibió la pres
XI. Monstruos."¿Quién monstruo y quién hombreentre ellos será?"El jorobado de Notre Dame (1996).Siempre hubo algo que le no le permitió vivir en paz. Al percatarse de ello, al huir, al esconderse y al volver a encararlo. Algo que la hizo sentirse insegura de por vida, pues no había forma de ocultar las emociones, menos cuando estas eran intensas. Y aquello que no reconocía era una fehaciente prueba de que lo dicho por el lobo negro era cierto; estaban vinculados. Porque la primera vez que se vieron, siendo ella una niña, percibió la emoción de él al verla, lo sintió antes de que se mostrara. Y cuando se lo volvió a encontrar pasó lo mismo; segundos antes de que él llegara, un éxtasis ajeno y contradictorio bailó en su pecho, y luego Nilah apareció. Quiso negarlo con todas sus fuerzas, pero fue más que evidente después de convivir con él y sentir todo el tiempo sus emociones. Cuando ella se alejaba sentía tristeza y
XII. Tropiezos y caídas.Venía perturbada por la cacería, y es que algo muy extraño había pasado. Del grupo de los cazadores —un total de veintiuno contándola a ella— debían salir un par a cazar para la hoguera de esa noche. Pero en contra de toda lógica, Ivar decidió enviar a un grupo de diez al exterior, de los cuales cuatro estaban heridos o enfermos. No tenía sentido alguno, pero el joven y los demás dirigentes del grupo dijeron que alguien solamente se podía recuperar si se movía, una soberana estupidez si a ella le preguntaban. En la tribu de su padre jamás ocurrió algo similar. Como fuera, debían salir y cazar una buena cantidad para saciar a todo el pueblo. Se preparó con las armas que había adquirido durante su estancia y salieron apenas comenzó a aclarar.Adelante y atrás iban los más vigorosos, en medio, los que no lo eran tanto. Se inclinaron en dirección Norte y llegaron a un lodazal, donde la humedad era irrespirable. Todo estaba lleno
XIII. Los que desean saber.Volvía a ser día de lobos, como a él gustaba llamarle. A Nilah le importaba un bledo la luna, pero Darío aprovechaba la divina ocasión para dejar sus instintos más animales aflorar. Cazar algo, aullar, trotar en cuatro patas, eran cosas que él personalmente valoraba, pues le recordaban mucho a su juventud dorada. Esa donde el mundo humano aún no decidía abrir sus ojos y él tenía que cuidarse las espaldas si no quería ser quemado en una hoguera. Sonaba ilógico que su época más añorada fuera una tan oscura para su especie, pero era la verdad, porque el peligro lo hizo sentirse vivo. Cortejar señoritas, beber en sitios de mala muerte, asustar a algún aldeano, asistir a misa fingiendo ser un señor. Todo aquello estaba bien para él y nunca se preocupó demás hasta que sus cam