Adrián
SokolovEntro al departamento y Elisa corre hasta mis brazos y la cargo.
—Isaías está detrás del sofá —me susurra en el oído.
Asiento.
—¿En dónde estará Isaías? —digo caminando despacio.
—Yo no sé —dice Elisa levantando los brazos.
Voy hasta el sofá y él sale de un salto. Está vestido con una camisa de lana y unos pantalones jeans. Ahora me entero que Elisa lleva un hermoso vestido.
—¿Y mamá? —pregunto y los niños señalan el pasillo. Dejo la niña en el sofá y voy hasta allá.
Entro a la habitación y Marie está vestida con un hermoso vestido y unos zapatos de tacones no muy altos.
—¿Y tanta belleza es mía? —pregunto abrazándola por la espalda..
—Si, soy tuya amor —dice dándose la vuelta.
Adrián SokolovVamos camino a casa del hospital, gracias a Dios, todo salió bien, solo fue un desmayo.—¿Que quiere la reina cuando llegue a casa? —pregunto mirando por el retrovisor.—Descansar un poco, cariño —contesta ella desganada.—Bien amor —digo fijando mi vista al frente. El camino volvió hacer silencioso.Llegamos a casa y los niños nos reciben con globos y pastel caseros.—Los extrañé —dice Elisa abrazándonos y besando la pansita de su mamá.—Nosotros igual, princesa —digo cargandola en mis brazos.–Los extrañé yo también —dice Isaías abrazando a Marie.—Que bueno que llegaron —dice Lorent entrando a la sala.—Si, todo está bien —dice Marie sonriendo.Decidimos comer la comida que preparó Lorent, para que Marie luego vaya a descansar.
Marie Johnson Me giro al escuchar a un hombre detener la boda y es nada más y nada menos que el tonto de Carlos. Ríe que carcajadas y todos lo siguen, excepto Adrián y yo. No madura.Adrián lo fulmina con la mirada y se gira hasta a mi para besarme. El beso es delicado y con mucho amor, coloca una mano en mi pancita y siento un cosquilleo. Se arrodilla y besa mi pansa. Todos aplauden y abuchean.Adrián me carga y me lleva más cerca de la playa, los niños aplauden y nos siguen.—Te amo, te voy amar por el resto de mi vida, eres lo mejor que me ha pasado. Gracias por llegar a mi vida, prometo no fallarte nunca —dice abrazándome fuerte. Mis lágrimas salen y no digo nada, porque las palabras no me salen.—Di algo mami —dice Elisa halando mi vestido.—Te amo... Los amo —digo mirándolos.Las personas aplauden y caminamos hasta el restau
En la torre de París es una novela con Romance, acción, humor y un poco de erotismo que te hará vivir más de una vida. Hará que odies y ames a los personajes y de igual modo a la escritora. Aprenderás a descubrir el verdadero amor, sin fronteras, sin importar el estatus social. Adrián Sokolov Acosta es un empresario, dueño de Sokolov Jewelry. Una enorme y famosa empresa de joyas muy caras. Nacido en España, su padre es Ruso, su madre Puertorriqueña. Uno de los más codiciados de Miami. Marie Johnson no tiene una profesión definida, madre soltera por así decirlo, cuida perros, vende helados, hace de todo un poco y en ocasione
Adrián arregla su cabello mientras se mira al espejo. El traje azul marino con la camisa blanca le asientabastantebien, con sus ojos esmeralda oscuro. Se coloca su reloj quepodríavalermásque el juegodehabitación.Camina en lahabitaciónpensandoquezapatosusar, elfríodelpiso se mezcla con suscalientespies. El piso no es lo único frío ensuhabitación, sucorazónlo es.Toma la llave de su McLaren 540c y se va rumbo a su empresa; Sokolov Jewelry
Adrián Sokolov Camino por los largos pasillos de mi empresa. Estoy estresado por el tránsito, aún no me acostumbro a despertar temprano, aunque tengo más de 10 años haciéndolo. Podría llegar una o dos horas más tarde al trabajo, al fin y al cabo es mi empresa y tengo empleados. Pero entonces no puedo reclamar si uno de ellos llega tarde. Además yo me pongo como ejemplo de la puntualidad. Saludo a Liset la recepcionista. Tiene 7 años conmigo y es la única que no me ha hecho irritar. Hasta el momento. Los demás lo han hecho, incluyendo mi primo Carlos, quien con sus chistes sin gracia, me arruina la mañana. Pero no puedo hacer nada ya. Es mi primo favorito y tengo 5 años soportándolo.Entro a mi oficina y dejo el maletín sobre el escritorio. Me q
Adrián Sokolov Después de comprarle el regalo de cumpleaños a Isaías tuve que ir donde la abuela y ahora me encuentro entrando a la casa de mis padres.Me encanta la decoración, se ve fina pero no exagerada, el jardín es muy grande y acogedor. Pongo la contraseña en la puerta y entro.-¡Hermanito! -chilla Isaías corriendo hasta mi encuentro.Isaías es mi hermano menor, hoy cumple 5 años de edad. Es adoptado. Mi madre insistía en que necesitaba alguien aquí para pasar el tiempo; ya que mi padre casi siempre está viajando, me mudé a los 20 años a mi departamento y mi hermano Frank de 22 años también se ha ido.Lo cargo luego de dejar el maletín y él sonríe mientras recibe su regalo. Lo dejo en el piso y empieza a quitar el papel de regalo con entusiasmo. Me abraza feliz cuando ve la caja de un carro a control.Amo verlo feliz con lo más mínimo. Sus ojos
Marie Johnson Dicen que todos cosechamos lo que sembramos, pero no siempre es así, o quizás no o quizás si, en realidad no se, lo que si sé es que yo no merecía ésta vida de mierda. Bueno, no tan mierda, porque tengo una madre y una hija maravillosas, aunque el padre de mi hija es un imbécil mal parido.Se que algún día aunque sea a París iré. Saldremos adelante y seremos felices como lo merecemos.Tomo mi bolso, mis llaves y mi celular para ir a la veterinaria, debo bañar 7 perros y darle de comer a las aves. No es el trabajo de mi sueño, pero por lo menos puedo comer.Hoy inicio mi nuevo trabajo, no quería pero debemos pagar el alquiler de la casa y sólo tengo hasta el sábado y hoy es martes. Lo que menos quiero es irme a la calle con mis dos tesoros.—Mami te amo —dice Elisa abrazándome —.Eres la reina más l
Marie Johnson —Ya me voy madre —digo tomando mi celular.—Ok hija, cuídate y que te vaya bien —dice mi madre secándose las manos.Salgo y tomo el taxi que ya esperaba por mi. Estoy nerviosa, será mi primer día en ese lugar y no se si lo haga bien. No sé que pueda pasar.—Gracias —digo y bajo después de pagar.Respiro hondo y entro por la puerta trasera como me indicó Nancy que lo hiciera. Todas las que entramos por ésta puerta somos prostitutas. Lamentablemente.—¡Llegaste! —dice Nancy abrazándome.—Si —respondo sin deseos. Las demás chicas me miran de pies a cabeza y ríen entre ellas, como si fueran sanas. Todas aquí sabemos lo que somos.—Bueno, a las 8 debes salir a bailar o buscar algún cliente, a menos que los que llaman para pedir adomicilio hagan pedidos —m