Capítulo 4

Marie Johnson

—Ya me voy madre —digo tomando mi celular.

—Ok hija, cuídate y que te vaya bien —dice mi madre secándose las manos.

Salgo y tomo el taxi que ya esperaba por mi. Estoy nerviosa, será mi primer día en ese lugar y no se si lo haga bien. No sé que pueda pasar.

—Gracias —digo y bajo después de pagar.

Respiro hondo y entro por la puerta trasera como me indicó  Nancy que lo hiciera. Todas las que entramos por ésta puerta somos prostitutas. Lamentablemente.

—¡Llegaste! —dice Nancy abrazándome.

—Si —respondo sin deseos. Las demás chicas me miran de pies a cabeza y ríen entre ellas, como si fueran sanas. Todas aquí sabemos lo que somos.

—Bueno, a las 8 debes salir a bailar o buscar algún cliente, a menos que los que llaman para pedir adomicilio hagan pedidos —me abraza fuerte —todo estará bien y recuerda sienotr cargar con preservativos por si a un imbécil se le ocurre no querer usarlo o decir que no tiene —dice sonriendo.

—De acuerdo —digo y voy hasta el vestíbulo para ponerme algo que me pueda quedar bien y no tan revelador.

—Éste te puede quedar bien —dice una chica mostrándome un vestido negro con un abierto delante, donde podría dejar ver un poco de mis senos.

—Gracias —digo y tomo el vestido. Me maquillo un poco, me pongo unos tacones y suelto mi melena rubia.

—Estás de suerte —dice Nancy entrando al vestíbulo y mirándome de pies a cabeza —A llamado un cliente, uno muy bueno, paga bastante bien y da propina. Debes ir tú, porque a él no le gusta repetir chicas y las otras que no ha probado andan ocupada —dice extendiéndome un papel blanco con la dirección.

—Estoy nerviosa —digo entrelazado mis manos.

—Relájate mi amor, un taxi te llevará, el cliente es de confiar y además no eres virgen —dice sosteniéndome de los hombros.

—Vale, adiós —tomo mi celular en mis manos temblorosas y me dispongo a salir.

—Toma, llévate éste bolso, ahí dentro hay 5 preservativos —dice dándome una sonrisa de labios cerrados.

—¿Por qué tanto?

—Hay clientes que hacen orgía —se encoge de hombros apenada.

Salgo con cara de aterrada y subo al taxi, el chico toma el papel y emprende el camino.

Creo que me voy a desmayar, los nervios no los controlo, creo que será mi primera y última vez, no me siento preparada para esto. La pantalla de mi celular se ilumina y lo tomo. La foto de mi mamá y mi hija se hacen presente. Por ellas debo trabajar mucho.

—Aquí es señorita —dice el chico estacionándose en un edificio.

Si supiera a lo que voy no me dijera señorita.

—Gracias —me bajo y observo el edificio. Es muy... fino. Unas gotas empiezan a caer y corro hasta la entrada.

Adrián Sokolov

—Te he dicho que no, pediré una puta y listo —digo a mi primo quien insiste que vayamos a un bar.

—Ojalá y no se te pare ni con pastillas —dice y cuelga la llamada.

Abro la puerta y la dejo abierta para que la  puta entre. Todo está oscuro, la luz de la luna entra por las ventanas. No hay estrellas, al parece lloverá pronto.

Tomo del vaso del whisky esperando a que llegue la chica. Después de unos minutos una silueta de una mujer se asoma a la puerta. 

—Entra y cierra —digo desde donde estoy parado.  Entra con pasos dudosos. Cierra la puerta y camina unos pasos más alante.

—¿Cómo te llamas? —pregunto sirviendo otro trago para ella.

—Yo...este... Claudia —dice con nerviosismo en su voz.

Le extiendo el vaso y ella lo toma, da un pequeño sorbo y mira el lugar. No puedo ver bien su rostro, pero fea no es. Tiene buen cuerpo aunque unos kilitos de más.

—Ven aquí —ordeno y ella lo hace. Deja su vaso sobre una mesita al igual que su bolso. Se para firme, buscando mis ojos entre la oscuridad.

Deslizo mi mano por sus brazos. Y su piel se eriza y la mía por igual. Mi tacto es suave al igual que su piel. Me acerco a ella, y su respiración es entrecortada, está nerviosa y sospecho que es primeriza en todo esto.

—Relájate que no te voy a matar —digo cerca dr su cuello.

—No le tengo miedo, vamos a lo que vinimos —dice algo agitada.

—Tenemos mucho tiempo.

Me acerco a su cuello y el aroma a rosas inunda mis fosas nasales. Paso mi lengua por su cuello y deja caer su cabeza hacia atrás. Su corazón está acelerado y por una extraña razón el mío también. Deslizo el cierre de su vestido negro y éste cae al piso, beso el lóbulo de su oreja y ella sigue sin moverse.

—¿No harás nada? —pregunto en un susurro.

—No sé que hacer —responde.

—Podrías desnudarme —digo bajando el tiro del sostén.

Ella toma el cuello de mi camisa y empieza a desabrochar cada botón. Sus movimientos son lentos. Quita mi camisa deslizando sus manos por mis brazos. Con un dedo recorre mi labio, lo desliza desde la barbilla hasta mi pecho, hace líneas y círculos y luego baja hasta mi abdomen. Su mano se detiene en mi cinturón, lo quita y desabrocha mi pantalón. Sus manos están temblorosas. Mi pantalón cae hasta mis pies y lo dejo a un lado junto a los zapatos. No la puedo ver bien, pero se que me mira. Beso su cuello y ella jadea. Su mano acaricia mi espalda sin desespero. Termino de mirar su sostén el cual no se el color exacto. Acaricio sus senos y su piel se vuelve a erizar. Tomo uno con cuidado en mi boca y el otro lo atiendo con la mano. Su delicada mano se entierra en mi cabeza. Tira de mi cabello pegando más su cara a su seno. Mi mano viaja hasta sus braguitas y meto mi mano. Está echa un rio, siento su cuerpo tieso. Jugueteo con su botón explosivo y ella jadea. Meto un dedo y ya empiezo a sentir lo duro.  Saco el dedo y me pongo recto. La tomo de la muñeca y la llevo hasta la habitación que también está oscura, la empujo a la cama. Abro sus piernas y con mis labios y lengua deboro su sexo, sus fluidos son succionados por mi boca. Ella jadea sosteniéndose de las sábanas negras de la cama, mueve su cuerpo suavemente contra mi cara.

—¡Vente para mi! —digo pasando mi lengua en su botoncito mientras dos de mis dedos entran y salen con velocidad.

—¡Oh m****a! —chilla, su cuerpo tiembla y se corre. Me acuesto a su lago y su cuerpo está sudado y agitado.

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