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En el cuerpo de mi insoportable jefe
En el cuerpo de mi insoportable jefe
Por: Vane Reina
Capítulo 1 - Un desastre llamado Madison

La sede principal de Sterling Enterprises era un edificio majestuoso en el corazón de Nueva York, un lugar donde todo funcionaba como un reloj suizo: preciso, elegante y sin margen de error. Al menos, eso pensaba Ethan Sterling, el CEO más respetado y temido de Wall Street.

Ethan estaba sentado en su enorme despacho de vidrio y acero, ajustándose los gemelos con movimientos meticulosos. Su reloj marcaba las 8:00 AM. Alzó la vista hacia la puerta, esperando ver a su asistente entrar con los informes de la junta programada para las 8:15. Pero la puerta permanecía cerrada.

—Típico —murmuró, apretando los labios en una fina línea.

Mientras tanto, Madison Lane, su asistente, estaba al otro lado de la ciudad, corriendo por las calles mientras intentaba equilibrar un café derramándose, una bolsa de desayuno y su cartera que había decidido abrirse de repente.

—¡Dios mío! ¿Por qué siempre me pasa esto a mí? —gritó mientras esquivaba a un hombre en bicicleta.

Llegó a la entrada del edificio jadeando, su cabello desordenado y su blusa parcialmente desabotonada. Al subir al ascensor, se encontró con Claire, la eficiente directora de recursos humanos, que la miró de arriba abajo con una mezcla de lástima y desaprobación.

—Otro día ajetreado, Madison —comentó Claire con sarcasmo.

—Ya sabes, no hay nada como un poco de adrenalina para empezar la mañana —respondió Madison con una sonrisa torcida.

Cuando Madison finalmente irrumpió en el despacho de Ethan, eran las 8:14.

—Llegas justo a tiempo para ser inútil —dijo Ethan sin levantar la vista de su tablet.

—Buenos días para ti también, jefe —respondió Madison, dejando el café en el escritorio.

Ethan frunció el ceño al ver el café derramado por la tapa mal cerrada.

—¿Es mucho pedir un café que no parezca haber sobrevivido a un huracán? —preguntó con frialdad.

—Bueno, al menos no se derramó todo. Mírele el lado positivo.

Ethan suspiró, pasándose una mano por el cabello oscuro perfectamente peinado.

—¿Tienes los informes de la junta?

Madison abrió su bolso y sacó un montón de papeles arrugados. Ethan observó en silencio mientras ella intentaba ordenarlos frenéticamente.

—Esto... creo que mezclé algunos con las facturas del gas —dijo Madison, sonrojándose ligeramente.

—¿Sabes lo que me pregunto cada día? —dijo Ethan, inclinándose hacia ella—. ¿Qué demonios haces aquí?

Madison levantó la barbilla, decidida a no dejar que él la intimidara.

—Estoy aquí porque su abuelo cree en mí. ¿Recuerda? Ese hombre increíblemente sabio que fundó esta empresa y que claramente tiene mejor juicio que usted.

Ethan apretó los puños, pero se contuvo. Había prometido a su abuelo que le daría una oportunidad a Madison, pero cada día sentía que estaba perdiendo años de vida por culpa de su caos.

—Si no fueras la ahijada de mi abuelo, te habría despedido hace meses —respondió con frialdad.

—Y si no fuera por mí, su oficina sería un lugar aburrido y sin alma —replicó Madison, cruzándose de brazos y saliendo de la oficina.

Esa noche, Ethan estaba sumido en su trabajo, como siempre. La luz azulada de su laptop iluminaba su rostro impecable, mientras sus dedos bailaban sobre el teclado con precisión quirúrgica. Todo en su despacho estaba perfectamente organizado, desde los documentos apilados en su escritorio hasta el arte minimalista colgado en las paredes. La perfección era su zona de confort.

Sin embargo, esa tranquilidad se interrumpió cuando la puerta del despacho se abrió de golpe.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Ethan sin levantar la vista, reconociendo de inmediato el aroma a café derramado y el eco de pasos desiguales que solo podían pertenecer a una persona.

—¡Olvidé mi bolso! —respondió Madison, entrando como un torbellino y buscando frenéticamente bajo las sillas y detrás del escritorio.

Ethan suspiró con exasperación.

—¿Sabes lo que significa la palabra "profesionalismo"? Porque, francamente, parece que tu vida es una constante improvisación.

—¿Y sabes lo que significa "relajarse"? Porque parece que tienes un palo metido en...

—¡Cuidado con lo que dices! —la interrumpió Ethan, levantándose para mirarla con esa expresión glacial que podría congelar a cualquiera.

Madison rodó los ojos, encontrando finalmente su bolso junto a la mesa de café. —Oh, tranquilo, Su Majestad. Ya me voy, no quiero interrumpir tu idilio romántico con tus hojas de cálculo.

Justo en ese momento, un trueno retumbó tan fuerte que las ventanas temblaron. Las luces parpadearon, sumiendo la oficina en una penumbra inquietante.

—Genial. ¿Ahora qué? —murmuró Madison, cruzándose de brazos.

Ethan apenas alzó una ceja, acercándose a la ventana para observar la tormenta eléctrica que se había desatado sobre la ciudad.

—Es solo una tormenta —respondió con desdén—. Quizá deberías aprovechar para aprender algo sobre puntualidad mientras esperas a que pase.

Antes de que Madison pudiera replicar, un rayo cayó tan cerca del edificio que todo el lugar se estremeció. Un destello cegador llenó el despacho, y ambos sintieron un extraño zumbido en los oídos antes de que todo se volviera negro.

Cuando Ethan abrió los ojos, lo primero que notó fue que el suelo era incómodamente frío contra su mejilla.

—¿Por qué estoy en el suelo? —preguntó, pero su voz... ¡No era su voz!

Madison se incorporó torpemente, sujetándose la cabeza. Sentía algo raro en su cuerpo, como si sus extremidades no fueran las suyas.

—¡Oh, Dios mío! ¿Qué le pasa a mi voz? —dijo, alarmada al escuchar un tono grave que no le pertenecía.

Ambos se miraron al mismo tiempo, sus ojos reflejando el mismo pánico.

—¡No puede ser! —dijeron al unísono.

Antes de que pudieran procesar lo que ocurría, un leve pitido llamó su atención. Era un sonido metálico, casi mecánico, proveniente de la esquina de la habitación. Ethan, ahora en el cuerpo de Madison, se giró bruscamente y vio un pequeño dispositivo en el suelo, brillante y extraño, como una esfera de cristal con circuitos internos.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Ethan, señalando el objeto.

Madison, atrapada en el cuerpo de Ethan, dio un paso atrás. —Eso... no estaba aquí antes, ¿o sí?

El dispositivo comenzó a emitir una vibración suave antes de proyectar un holograma en el aire. Era un mensaje cifrado, escrito en un idioma que ninguno de los dos reconocía.

—¿Esto es una broma? —susurró Madison, tocándose la frente—. Porque si lo es, es de pésimo gusto.

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