El sol apenas despuntaba, pero para Ethan y Madison, el día comenzó mucho antes de que sonara cualquier alarma.
Ethan (en el cuerpo de Madison)
Ethan despertó sobresaltado por un estruendoso ruido metálico. Al abrir los ojos, vio que algo brillante y circular estaba rodando por el suelo. Tardó unos segundos en darse cuenta de que era... una sartén.
—¿Qué demonios? —murmuró, con la voz todavía ronca de Madison.
Giró la cabeza y se encontró con un caos: el pequeño apartamento de Madison parecía haber sido asaltado durante la noche. Había papeles por todas partes, una planta caída y un gato gordo que lo miraba desde el sofá, lamiéndose tranquilamente una pata.
—¿Un gato? —dijo Ethan, poniéndose de pie torpemente. El animal le lanzó una mirada de absoluto desprecio antes de saltar al suelo y desaparecer bajo la mesa.
Con una mano en la cadera, Ethan miró alrededor y suspiró profundamente.
—Perfecto. Ahora tengo que vivir en este desastre.
Se dirigió al baño para prepararse, pero su batalla con los productos comenzó casi de inmediato. Confundido, agarró un frasco rosa que decía "Champú Reparador con Biotina" y lo abrió con cuidado, solo para que el contenido resbaladizo terminara salpicándole la cara.
—¡Esto es ridículo! —gritó, mientras intentaba enjuagarse.
Cuando finalmente logró vestirse, optó por unos jeans ajustados y una camiseta básica que encontró en el armario. Pero al mirarse en el espejo, casi se atraganta con su propia incredulidad.
—¿Esto es lo que llevas al trabajo? ¿Qué clase de profesional se viste como si fuera al parque?
El reloj marcaba las 7:45, y Ethan sabía que llegar tarde no era una opción, así que salió corriendo del apartamento... pero no sin antes tropezarse con el gato, que soltó un maullido indignado mientras Ethan caía de rodillas al suelo.
—¡Yo también te odio, bola de pelos!
Madison (en el cuerpo de Ethan)
Por su parte, Madison despertó con un sobresalto al oír un pitido constante. Abrió los ojos y, durante un breve segundo, olvidó que estaba en el cuerpo de Ethan. Pero al ver las enormes manos frente a ella, dejó escapar un grito que resonó por todo el penthouse.
—¡Oh, Dios! Todavía estoy atrapada.
Con movimientos torpes, se levantó y buscó la alarma que estaba sonando. Era el reloj de Ethan, perfectamente sincronizado para las 6:00 a.m.
—¿Quién diablos se despierta a esta hora por gusto? —refunfuñó mientras apagaba el reloj.
Se dirigió al vestidor y, al abrir la puerta, se encontró con un ejército de trajes impecables. Cada uno parecía más caro y formal que el anterior.
—Bueno, esto será interesante.
Intentó ponerse uno de los trajes, pero al abotonarse la camisa, terminó con la corbata mal ajustada y el pantalón ligeramente arrugado.
—Oh, claro. Porque tú eres un modelo y yo soy una simple mortal.
Después de varios intentos, logró verse "decente" según sus estándares. Pero el verdadero desafío llegó cuando se dirigió a la cocina y trató de hacer café.
—¿Dónde está la cafetera? —se preguntó, buscando entre los impecables armarios.
Después de varios minutos, encontró una máquina de café automática que parecía más complicada que una nave espacial. Tras presionar botones al azar, terminó con un chorro de café que salpicó su camisa recién puesta.
—¡No! ¡Esto no puede estar pasando! —gritó, sosteniendo la taza como si fuera un premio de consolación.
Al salir del penthouse, Madison se detuvo en el espejo del vestíbulo y sonrió con malicia.
—Bueno, Ethan, tal vez sea hora de que tus empleados conozcan a un jefe con un poco de "personalidad".
Cuando Ethan y Madison llegaron a la oficina, cada uno en el cuerpo del otro, las cosas se pusieron mucho más complicadas.
Ethan, con el cuerpo de Madison, trataba de caminar con la postura seria y elegante que creía que Madison debía tener. Sin embargo, los tacones resultaron ser su peor enemigo.
—¿Cómo caminan con estas cosas? —murmuró, tambaleándose por el pasillo mientras los empleados lo miraban con curiosidad.
Por otro lado, Madison entró al despacho de Ethan con una confianza que claramente no pertenecía al rígido CEO. Saludó a los empleados con un "¡Buenos días, chicos!", dejando a más de uno boquiabierto.
Cuando finalmente se encontraron en la oficina principal, se miraron con evidente frustración.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Ethan en voz baja, acercándose a Madison.
—Disfrutando de mi nuevo estatus de jefe, obviamente. ¿Qué haces tú arrastrándote por el pasillo como un pato con tacones?
—Estoy tratando de mantener la compostura —gruñó Ethan—. Cosa que claramente tú no sabes hacer.
—Oh, vamos, Ethan. Un poco de diversión no te matará. Además, ¿no se supone que eres tú el que siempre habla de profesionalismo? Mírate. Pareces un payaso de circo con esos pasos.
Ambos se miraron fijamente, mientras afuera los empleados murmuraban, cada vez más intrigados por el extraño comportamiento de su jefe y su asistente.
—Esto va a ser un desastre —murmuraron al mismo tiempo.
Y tenían razón.
La videollamada comenzó, y Madison, con el cuerpo de Ethan, se sentó al frente de la mesa con una confianza que no solía mostrar. Ethan, en su cuerpo, la observaba con los brazos cruzados desde un rincón de la sala, seguro de que iba a arruinarlo todo.
—Buenos días, señor Sterling —dijo el líder del equipo de Singapur, saludando formalmente.
Madison se ajustó el traje con elegancia y les devolvió una leve inclinación de cabeza.
—Buenos días. Estoy ansioso por discutir cómo podemos llevar esta propuesta a un nivel más estratégico.
Ethan levantó una ceja, sorprendido por lo natural que sonaba.
—Comencemos con los números que respaldan nuestra estrategia de expansión —continuó Madison, abriendo la carpeta frente a ella y hojeando los documentos con seguridad—. Como pueden ver en el informe preliminar, nuestro enfoque no solo incrementará los ingresos, sino que también fortalecerá nuestra presencia en el mercado asiático.
Uno de los clientes intervino, visiblemente interesado.
—Señor Sterling, ¿podría detallar cómo planea manejar los costos iniciales?
Madison sonrió con serenidad.
—Por supuesto. Hemos identificado áreas específicas en las que podemos optimizar los recursos sin comprometer la calidad. Por ejemplo, en el punto tres del informe, proponemos reestructurar ciertos procesos de logística, lo que ahorraría un 15% en el primer trimestre.
Ethan, desde su rincón, casi se atragantó con su propio aliento.
—¿De dónde sacó eso? —murmuró para sí mismo.
Los representantes comenzaron a asentir, claramente impresionados.
—Eso tiene mucho sentido, señor Sterling. —El líder del equipo sonrió—. Francamente, no esperábamos una propuesta tan clara y bien pensada.
Madison, disfrutando el momento, inclinó la cabeza con modestia.
—Solo hago lo mejor para mi equipo y mis clientes. Ahora, sobre la implementación…
Por los siguientes treinta minutos, Madison, en el cuerpo de Ethan, respondió a cada pregunta con una mezcla perfecta de profesionalismo y creatividad. Incluso añadió pequeños comentarios ingeniosos que hicieron reír a los representantes, algo que normalmente Ethan nunca hacía en reuniones.
Cuando la llamada terminó, los clientes se despidieron con entusiasmo.
—Estamos emocionados por trabajar con usted, señor Sterling. Este enfoque es justo lo que necesitamos.
Madison esperó a que la pantalla se apagara antes de dejar escapar un suspiro de alivio.
—¡Eso fue increíble! —dijo, girándose para mirar a Ethan.
Él, todavía en el cuerpo de Madison, la observaba con la boca ligeramente abierta.
—¿Cómo… cómo hiciste eso? —preguntó, incrédulo—. Tú ni siquiera sabías lo que significaba 'reorganización logística' ayer.
Madison se encogió de hombros con una sonrisa satisfecha.
—Bueno, resulta que no es tan difícil cuando tienes carisma y creatividad. Tal vez deberías probarlo alguna vez.
Ethan no pudo evitar fruncir el ceño.
—Carisma y creatividad no mantienen una empresa a flote.
—¿Ah, no? Porque acabas de ver cómo lo hice. —Madison se levantó y se sacudió el traje con elegancia—. Tal vez yo debería ser el CEO más seguido.
Ethan suspiró, todavía intentando procesar lo que acababa de presenciar.
—No te emociones tanto, no siempre se trata de 'improvisar'. Hay mucho más detrás de cada decisión.
Madison lo miró con una sonrisa traviesa.
—Lo sé, pero reconócelo, Ethan Sterling: hoy estuviste impresionado.
Él no respondió de inmediato. Finalmente, murmuró:
—Tal vez… solo un poco.
Madison sonrió triunfalmente mientras salía de la sala de conferencias, dejando a Ethan con algo nuevo que pensar. ¿Y si, a pesar de su irritante personalidad, Madison era más capaz de lo que él había asumido?
El eco de sus propios pasos resonaba por los pasillos vacíos mientras Madison, en el cuerpo de Ethan, regresaba a su oficina. A pesar del éxito en la reunión, su mente seguía atrapada en una maraña de pensamientos. Había logrado mantener el control en un entorno que no entendía del todo, pero la incertidumbre sobre Maximiliano la inquietaba.Esa mañana, había recibido un mensaje suyo. Maximiliano le había prometido una sorpresa, algo especial, como solía hacer para recordarle lo mucho que la amaba. Por primera vez en días, Madison sintió un rastro de alivio.—Maximiliano siempre sabe cómo hacerme sentir mejor. —pensó, mientras una leve sonrisa cruzaba su rostro.Pero entonces, un ruido inesperado la sacó de sus pensamientos. A medida que avanzaba por el pasillo que llevaba a una de las salas de reuniones, algo llamó su atención. Era un sonido suave, apenas perceptible, pero inconfundible. Risas. Bajitas, contenidas, y definitivamente fuera de lugar en el entorno formal.Se detuvo en s
Ethan salió de la oficina apresurado, todavía en el cuerpo de Madison, con una mezcla de confusión y determinación. La imagen de su cuerpo, destrozado emocionalmente y lleno de autodesprecio, no lo dejaba en paz. No podía olvidar las palabras que había escuchado de los labios de Madison mientras lo miraba con lágrimas en los ojos.—¿Cómo iba a amarme alguien como Maximiliano si ni yo misma puedo mirarme en el espejo? Soy fea... siempre lo he sido.Ethan apretó los puños, sintiendo una inesperada punzada de rabia, no hacia ella, sino hacia la forma en que se veía a sí misma. Caminó por los pasillos de la empresa con pasos firmes, reflexionando."¿Por qué piensa eso? Claro, su aspecto no es el de una modelo, pero..."Ethan se detuvo frente al espejo de un pasillo vacío y se miró fijamente. El reflejo le devolvió la imagen de Madison: su cabello era un desastre, parecía haber peleado con un cepillo y perdido. Las gafas enormes y desactualizadas dominaban su rostro, y los frenos añadían u
El resto del día fue igual de impactante. Cada vez que Ethan entraba en una sala o caminaba por un pasillo, las personas se detenían para mirarla. Nadie podía creer que aquella mujer segura, elegante y radiante era la misma Madison que conocían.Incluso los compañeros más indiferentes parecían buscar excusas para acercarse.—Madison, ¿hiciste algo diferente? —preguntó una colega, intentando disimular su curiosidad.Ethan sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella.—Digamos que estoy aprendiendo a priorizarme un poco más.La mujer asintió, claramente impresionada.Pero Ethan sabía que el cambio no solo estaba en la apariencia. Había logrado transmitir algo que Madison siempre había tenido, pero que ella misma no reconocía: fortaleza."Esto no es solo por cómo te ves, Madison," pensó mientras regresaba a su oficina. "Es por lo que vales. Ahora todos lo verán, y pronto, tú también lo harás."Maximiliano esperó a que las reuniones terminara para hablar a solas con Ethan, o mejor dicho, c
El día parecía interminable para Ethan y Madison. Aunque ambos estaban de vuelta en sus propios cuerpos, el dolor de la transformación seguía latente, como si sus cuerpos se negaran a olvidar lo que había sucedido. Sus movimientos eran torpes, sus músculos tensos, como si aún estuvieran adaptándose al regreso a la normalidad.La puerta de la oficina se abrió, y Maximiliano, con su característica arrogancia, entró sin previo aviso. Se acercó a Ethan con pasos firmes y, sin mediar palabra, le pasó la carta de renuncia, con una sonrisa fría.—Aquí tienes lo que pediste —dijo Maximiliano, su tono distante pero cargado de una amenaza implícita—. Espero que tomes la decisión correcta.Ethan, aún con la sensación del dolor físico por el cambio, miró la carta sin prisa. Sabía lo que significaba, pero no estaba listo para entregarse tan fácilmente. Sin embargo, no tenía tiempo de pensar demasiado, porque, antes de que pudiera responder, Maximiliano se giró hacia Madison, con una sonrisa en su
La sede principal de Sterling Enterprises era un edificio majestuoso en el corazón de Nueva York, un lugar donde todo funcionaba como un reloj suizo: preciso, elegante y sin margen de error. Al menos, eso pensaba Ethan Sterling, el CEO más respetado y temido de Wall Street.Ethan estaba sentado en su enorme despacho de vidrio y acero, ajustándose los gemelos con movimientos meticulosos. Su reloj marcaba las 8:00 AM. Alzó la vista hacia la puerta, esperando ver a su asistente entrar con los informes de la junta programada para las 8:15. Pero la puerta permanecía cerrada.—Típico —murmuró, apretando los labios en una fina línea.Mientras tanto, Madison Lane, su asistente, estaba al otro lado de la ciudad, corriendo por las calles mientras intentaba equilibrar un café derramándose, una bolsa de desayuno y su cartera que había decidido abrirse de repente.—¡Dios mío! ¿Por qué siempre me pasa esto a mí? —gritó mientras esquivaba a un hombre en bicicleta.Llegó a la entrada del edificio jad
Antes de que Ethan pudiera articular palabra, el dispositivo en el suelo emitió un destello final, bañando la penumbra de la oficina con una luz rojiza inquietante. Un número comenzó a proyectarse en la superficie, pulsando con cada segundo: 30 días. Una cuenta regresiva apareció con precisión implacable, cada parpadeo resonando como un golpe seco en el tenso silencio del lugar.Entonces, una voz metálica, fría y desprovista de emoción, surgió desde el aparato:—Treinta días. Este es el tiempo asignado para el cambio. De no cumplirse, el proceso será irreversible.Ethan sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras el eco de las palabras parecía extenderse más allá de la habitación, invadiendo cada rincón de su mente. La amenaza implícita colgaba pesada en el aire, transformando el simple tic-tac de la cuenta regresiva en un recordatorio implacable del tiempo que se desvanecía.—¿Qué... qué significa eso? —preguntó Madison, su voz ahora grave por el cuerpo de Ethan, mientras ret
Ethan se puso rígido, sus ojos llenos de furia.—¡Esto no es gracioso, Madison! ¿Cómo voy a... cómo se supone que voy a hacer... cualquier cosa con esto? ¡Ni siquiera sé caminar con este cuerpo!—Bueno, cariño, bienvenido al club. Porque yo tampoco sé qué hacer con este montón de músculos tensos y esa cara de permanente irritación —replicó Madison, señalándose con una mueca burlona—. Aunque, sinceramente, el ceño fruncido es todo un accesorio.Ethan respiró hondo, intentando calmarse, pero cada vez que miraba hacia abajo o sentía un movimiento extraño en su nuevo cuerpo, el pánico volvía a apoderarse de él. Finalmente, estalló.—¡Esto es tu culpa! ¡Siempre estás metiéndome en problemas con tus comentarios sarcásticos y tus malditas bromas! ¡Y ahora... ahora estamos atrapados en... esto!Madison levantó las manos en señal de rendición, aunque su expresión seguía siendo divertida.—Oh, claro, porque yo controlé el rayo y la tormenta, ¿verdad? —respondió, sarcástica—. Si me disculpas, es