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Capítulo 6 - Una nueva mirada

Ethan salió de la oficina apresurado, todavía en el cuerpo de Madison, con una mezcla de confusión y determinación. La imagen de su cuerpo, destrozado emocionalmente y lleno de autodesprecio, no lo dejaba en paz. No podía olvidar las palabras que había escuchado de los labios de Madison mientras lo miraba con lágrimas en los ojos.

—¿Cómo iba a amarme alguien como Maximiliano si ni yo misma puedo mirarme en el espejo? Soy fea... siempre lo he sido.

Ethan apretó los puños, sintiendo una inesperada punzada de rabia, no hacia ella, sino hacia la forma en que se veía a sí misma. Caminó por los pasillos de la empresa con pasos firmes, reflexionando.

"¿Por qué piensa eso? Claro, su aspecto no es el de una modelo, pero..."

Ethan se detuvo frente al espejo de un pasillo vacío y se miró fijamente. El reflejo le devolvió la imagen de Madison: su cabello era un desastre, parecía haber peleado con un cepillo y perdido. Las gafas enormes y desactualizadas dominaban su rostro, y los frenos añadían un brillo metálico que no ayudaba en nada. La ropa... bueno, la ropa era el verdadero crimen. Una blusa beige con estampado de flores marchitas y una falda larga de tela barata completaban el cuadro.

—Está claro que nunca se ha preocupado por su apariencia —murmuró en voz baja, analizando cada detalle.

Pero entonces recordó algo. Recordó cómo Madison se lanzaba con pasión a cada proyecto, cómo se preocupaba por todos los que la rodeaban, incluso por aquellos que no lo merecían, y cómo, a pesar de sus inseguridades, tenía una fuerza interior que pocos poseían.

—No es fea... —dijo Ethan en voz alta, casi sorprendido por sus propias palabras—. Solo necesita verse como yo la veo.

Y en ese momento, tomó una decisión. Si Madison no podía ver su propio valor, él se encargaría de que lo hiciera. Haría que esa mujer, quien ahora ocupaba su cuerpo, se transformara en la versión más segura y fuerte de sí misma.

Ethan esa misma tarde comenzó su plan. En su pausa para el almuerzo, pidió una cita en un salón de belleza exclusivo. Llegó con una excusa en mente, preparado para cualquier pregunta, pero nadie cuestionó la repentina "inspiración" de Madison para un cambio de estilo.

Cuando el estilista preguntó qué quería, Ethan fue claro:

—Algo moderno y elegante, pero que se vea natural. Nada demasiado llamativo.

El estilista asintió y comenzó a trabajar. Ethan sintió una mezcla de curiosidad y nervios al ver mechones de cabello caer al suelo, pero cuando el proceso terminó, no pudo evitar sonreír.

El cabello, antes enredado y sin forma, ahora estaba liso, brillante y caía en suaves capas que enmarcaban perfectamente el rostro de Madison.

"Primer paso, listo."

Al salir del salón, Ethan decidió que el siguiente paso sería actualizar el guardarropa de Madison. Entró a una boutique cercana, con la cabeza alta y pretendiendo seguridad, aunque su corazón latía con fuerza.

—Necesito ropa que proyecte confianza y elegancia, pero que sea cómoda —le explicó a la dependienta, quien lo miró con interés.

Después de casi una hora de pruebas, Ethan salió con varias bolsas. Había elegido piezas que resaltaban las mejores características del cuerpo de Madison: blusas bien ajustadas, pantalones modernos y algunos vestidos sencillos pero sofisticados.

"Esto es mucho mejor que esas blusas viejas y esas faldas de abuela." pensó mientras sonreía con satisfacción.

El último paso era deshacerse de las gafas que ocultaban el rostro de Madison. Con la excusa de un chequeo médico, Ethan visitó una óptica y pidió lentes de contacto. La primera vez que se los puso fue todo un desafío, pero cuando logró mirarse al espejo, el resultado fue impactante.

Sin las gafas enormes, los ojos de Madison se veían más grandes y expresivos. A pesar de los frenos, había algo fresco en su rostro, algo que irradiaba un encanto natural.

"Mucho mejor." pensó Ethan mientras sonreía.

Al día siguiente, Ethan, en el cuerpo de Madison, ajustó el último botón de la camisa entallada que había elegido. Sus manos recorrieron el tejido suave, y aunque todavía era extraño mirarse al espejo y no ver su propio rostro, el reflejo frente a él lo llenó de satisfacción.

El cabello de Madison, ahora brillante y perfectamente estilizado, caía con gracia sobre sus hombros. La ropa, moderna y ajustada a su figura, resaltaba cada curva con elegancia, proyectando confianza. Sus ojos, sin las gafas que solían ocultarlos, irradiaban un nuevo brillo, como si fueran las ventanas a una versión renovada de ella.

Ethan sonrió para sí mismo.

—Madison, hoy empieza tu nueva vida. —dijo en voz baja, recogiendo su bolso y saliendo rumbo a la oficina.

Cuando llegó al edificio, Ethan sentía todas las miradas posadas sobre él. Desde el guardia de seguridad en la entrada hasta los empleados del vestíbulo, nadie parecía reconocer a Madison.

—¡Buenos días, señorita! —dijo el recepcionista con entusiasmo, aunque con una pizca de duda.

Ethan le devolvió una sonrisa tranquila y asintió.

—Buenos días. —respondió con voz firme, modulando cada palabra con la seguridad que había cultivado durante años como jefe.

Al entrar al ascensor, los murmullos comenzaron.

—¿Quién era? —preguntó una mujer mientras el ascensor se cerraba.

—Creo que… ¡era Madison! —exclamó su compañera, incrédula.

En el camino hacia su oficina, la reacción no fue distinta. Los empleados se quedaban boquiabiertos, las conversaciones se interrumpían y los rostros se llenaban de asombro.

—¿Esa es Madison? —preguntó una asistente, susurrando a su compañero.

—Imposible. Madison nunca… bueno, nunca se viste así.

—Ni se ve así… ¡Mírala! Parece una modelo de revista.

Ethan, disfrutando secretamente de la atención, caminó con paso firme hacia la oficina principal. Sus tacones resonaban contra el suelo, cada sonido subrayando la confianza que irradiaba.

Cuando Ethan entró en la sala de reuniones, todos los ojos se volvieron hacia él. Los murmullos se desvanecieron, dejando un silencio incómodo en el aire.

—Buenos días —saludó Ethan, colocando los documentos sobre la mesa con naturalidad.

Algunos tardaron en responder, como si estuvieran procesando lo que veían. Finalmente, Maximiliano, sentado al otro extremo de la mesa, fue el primero en hablar.

—Madison… ¿eres tú?

Ethan alzó una ceja, fingiendo sorpresa ante la pregunta.

—Por supuesto que soy yo. ¿Quién más sería? —respondió con una leve sonrisa, disfrutando del desconcierto en el rostro de Maximiliano.

Maximiliano la observó con detenimiento, como si intentara encontrar algún rastro de la persona que conocía. Pero todo en ella era diferente: desde la postura hasta la forma en que mantenía la mirada en alto, como si el mundo entero estuviera bajo su control.

Ethan sintió una chispa de satisfacción al ver cómo Maximiliano desviaba la mirada, incapaz de sostener la intensidad de su presencia.

Cuando Madison entró a la sala de reuniones en el cuerpo de Ethan, llevaba un vaso de agua en la mano, intentando mantenerse calmada después de un fin de semana lleno de caos interno. Había oído los murmullos en el pasillo, las risas contenidas y los comentarios crípticos, pero no les prestó mucha atención, demasiado concentrada en sobrevivir un día más en ese cuerpo que no era suyo. Sin embargo, todo cambió en el instante en que vio su reflejo en el vidrio de la sala y comprendió el motivo del alboroto. Frente a ella, sentada en el centro de la mesa y proyectando una confianza que no recordaba haber tenido jamás, estaba... ella misma, pero irreconocible.

El vaso de agua resbaló un poco en su mano temblorosa mientras sus ojos recorrían la figura impecable de su propio cuerpo: el cabello, antes apagado, brillaba como seda; las gafas habían desaparecido, revelando unos ojos que parecían más grandes y expresivos; y la ropa… ¿cuándo había tenido prendas tan elegantes y modernas? La sorpresa fue tan abrumadora que, cuando Ethan en su cuerpo levantó la mirada y sonrió con descarada seguridad, Madison no pudo contenerse. Llevó el vaso a sus labios para dar un sorbo, pero terminó escupiendo el agua frente a todos los presentes, provocando un silencio sepulcral. Las miradas confusas de los ejecutivos y el rostro impasible de su propio cuerpo hicieron que su corazón latiera desbocado. "¿Qué demonios hiciste con mi cuerpo, Ethan?" pensó, sintiendo una mezcla de terror y furia.

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