El aliento del dragón nos da la bienvenida. Después de cruzar el espejo, dejamos a Syl en él antes de que se destruyera, que el agua que hacía de reflejo se desbordará y destruyera ese portal, dando paso a otra parte de la colina e incluso engullo el sarcófago, dejando a su paso una masa de tierra y nada más. El chico mantiene detrás de mí, salimos y el bicho este ya está atacando, padre al verme se distrajo, ganando así un empujón brusco, al comprenderme más, se dio cuenta que no era su mujer, que simplemente era su hija que ya estaba libre de ataduras, que podría utilizar el poder de la naturaleza a su favor. Con un gesto de la mano y una orden silenciosa, las raíces del árbol al lado del expulsa fuego se enredan en sus patas, en un segundo se pone a mordisquear el aire para poder ser libre de nuevo.
El aspecto del dragón es hermoso, jamás habí
Lo veo pescar con esfuerzo, inclino la cabeza un poco. Después de esa huida, comprendí que padre decidió enfrentarse a mis enemigos para que yo no sufriera, lo vi en sus ojos antes de partir. Se arriesgó para verme viva, para sentir que estaba segura de nuevo. Sé que falta mucho para que pueda comprender este mundo, su pasado y el de mi madre, pero por ahora, deseo un buen descanso. Llevamos un mes aquí, en el prado de flores en donde estuve con Freyr, que fingió ser una bruja y al marcharse, algunas flores desaparecieron al igual que la cabaña. Sin embargo, con orgullo, construimos una más pequeña y aprendí a hacer runas que nos ciega ante los dioses, es decir, que nos oculta, ellos no saben que seguimos aquí, en el Evig Skog, Óláfr creciendo como un chico sabio y yo viviendo como una humana de nuevo. Sé que esto no tardará para siempre, que pronto nos tocará salir de este escondite y enfrentarnos de nuevo al mundo hostil que estaba acostumbrada, he entrenado al castaño lo
Solía sentarme en el regazo de mi madre cada vez que se acomodaba al frente de la fogata que armaba padre antes de irse a cazar. Se entretenía con mi cabello y me contaba historias sobre seres que habitaban más allá del bosque, de los dioses y sus hijos. Al ver que el fuego se extinguía, cesaba la charla, levantaba mi rostro y me sonreía con tristeza.—Tu padre era un asesino de dioses. Pronto serás como él —susurraba con el dolor en su mirada.No le entendía, mi mente solo captaba muy poco y lo que podía recaudar de mis memorias.—Pero soy una niña, soy débil.Sus ojos centelleaban como los rayos que aparecían en el cielo de esa noche.—¿Te hace débil ser mujer? —Asentí—. No, pequeña. Lo que te hace fuerte es la valentía, no la fuerza bruta. Recuérdalo, mi niña, que pronto t
La espesa nieve me dificulta el caminar y se hunde sobre mis hombros, dejando que el frío traspase mi chaqueta de piel de oso. El invierno parece querer engullir los pocos pueblos de este bosque. El vaho que sale de mis labios es mi guía, pues flota hasta deshacerse en una pequeña cabaña con su puerta abierta. El letrero tallado en madera exuda que es una vinatería.Me cubro más en el momento que irrumpo la pequeña estancia; los leñadores detienen las copas de vino sobre el filo de sus bocas para observarme. Sé que es extraño ver a una mujer sola, sin un marido, en un lugar como este.La vendedora tras el gran roble que hace de mesa no tarda en servirme una copa de vino caliente sobre la mesilla en donde me siento.No aparto los ojos de su próximo movimiento: sentarse al frente de mí.—¿Qué hace por aquí, forastera?Aprieto los labios rece
En el momento que una gota de agua gélida cae en mi frente, me he despertado por eso, porque la lluvia ha traspasado la barrera de hojas que nos brindaba el árbol. Empiezo a guardar todos mis utensilios en la bolsa, el cuero recubierto por pelaje vuelve a estar envuelto en mi cuerpo como un escudo.—Óláfr, levanta. —Lo muevo con la punta de mi pie. Refunfuña entre sueños—. Vamos.Despega sus párpados con un bostezo. Dejo que se aliste.—Tenemos que darnos prisa, se aproxima una tormenta.Observo las nubes congestionadas que se arremolinan en lo alto de nuestras cabezas. Ahora el diluvio es más fuerte, arrasa las débiles ramas y troncos, al igual que marchita las madrigueras de algunos roedores. Las gotas parecen ser bellotas al impactar contra el suelo, la borrasca será contundente.—Muévete, Óláfr, si no deseas ser ahogado por l
ÓLÁFRLa sangre manchando la cristalina agua y el cuerpo de Freya flotando sobre ella me hace viajar en el tiempo, a esa época en la que apenas era un niño, en la cual tenía a mi padre. Me caí de una mesa de rocas improvisada que armé con los amigos que solía tener. Mi progenitor al encontrarme con la cabeza manchada en ese líquido peculiar, me cargó entre maldiciones y corrió hasta el final del Ulaf, me sumergió en él y esperó. No es un mito lo que sucedió dicho día, la herida cerró, la sangre se secó tan rápido como emanó. Vuelvo en sí al oír un grave estruendo.Me arrastro por el suelo, jadeante. El dolor punzante en mi hombro abierto se agranda, no alcancé a protegerla, pues la gran hacha no tardo en rebanar mi carne. Y ella fue herida de gravedad al intervenir mi pat
La forma en cómo me despierta ya es una costumbre habitual en ella a pesar de que lo ha hecho una vez. La punta de su bota es lo primero que veo al despegar los párpados, es buena madrugando. Me yergo con un bostezo.—Prepárate, hoy cazarás el mejor venado que veas, no quiero que caces uno joven.—¿Estarás conmigo?Acomoda la cuerda que mantiene su espada tras su espalda con algo de tenacidad.—Por supuesto, estaré tras de ti. La amenaza siempre surge cuando se está tranquilo.Flexiono las piernas. También ya es una costumbre sus frases que me catapultan a la reflexión.—Vale. Como dijiste: no estoy preparado para enfrentar algo más hostil.Observo bien su rostro en búsqueda de una sonrisa, pero no saca nada a la luz. Cuánto me gustaría que estire esa boca tan gruñona.—Óláfr veo q
FREYAAl verle, empecé a desarmar el pequeño refugio que hice mientras se encontraba sumergido en la inconsciencia. Me saluda con la mano, en sus ojos veo el pesar, más no le preguntaré el por qué, no me incumbe.—¿Qué tal tu charla con Syl?Dejo de desamarrar las cuerdas. Su cuello se mueve de manera brusca cuando traga, frunzo las esquinas de mis ojos.—Una conversación semejante a la de un padre e hijo.Dejo de envolver las cintas en mi mano, suelto un suspiro al enfrentarlo.—Hablasteis sobre mí, ¿verdad?Cabizbajo, asiente.—No me mientas, odio que lo hagan —recrimino.—Lo lamento, me… no sé cómo explicarlo.—Déjalo así.Dejo caer las ramas al lado del tronco, envuelvo las pieles y hago que él me dé su espalda par
Su aliento se aleja de mi rostro cuando Óláfr irrumpe de nuevo la estancia. Abrazadas contra su pecho están esas matas hasta con su raíz intacta. Lamo mis labios, la resequedad en ellos demuestra el nervio que tocó esa bruja en el momento que dijo tan inflexibles palabras.Me estremezco. Acaba de darme una sonrisa de un niño pequeño e inocente.—¿Sucede algo? —Su mirada pasa por ambas.—Nada. Le sugerí a tu mentora que pueden descansar aquí —exclama la bruja con fingida alegría.—Pero he declinado su oferta, es mejor que sigamos.Acaricio la cinta que sostiene mi espada al igual que las cadenas. La sonrisa de Gaela cae en picada.—Podéis descansar un poco y luego, muy temprano, iros con las panzas llenas.—No es necesario —rezongo, malhumorada.Óláfr saca su labio inferior en una muec