Capítulo seis

Su aliento se aleja de mi rostro cuando Óláfr irrumpe de nuevo la estancia. Abrazadas contra su pecho están esas matas hasta con su raíz intacta. Lamo mis labios, la resequedad en ellos demuestra el nervio que tocó esa bruja en el momento que dijo tan inflexibles palabras.

Me estremezco. Acaba de darme una sonrisa de un niño pequeño e inocente.

—¿Sucede algo? —Su mirada pasa por ambas.

—Nada. Le sugerí a tu mentora que pueden descansar aquí —exclama la bruja con fingida alegría.

—Pero he declinado su oferta, es mejor que sigamos.

Acaricio la cinta que sostiene mi espada al igual que las cadenas. La sonrisa de Gaela cae en picada.

—Podéis descansar un poco y luego, muy temprano, iros con las panzas llenas.

—No es necesario —rezongo, malhumorada.

Óláfr saca su labio inferior en una muec

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