Capítulo doce

ÓLÁFR

Se ríe. Eso es lo único que hace al salir del peligro, dejo que mis brazos caigan por el peso de la espada, he matado a los que faltaban y no sé cómo pude hacerlo, quizá fue el terror de verla malherida, intentando quitarse a esa cosa de encima lo que me ayudó a aniquilar los que faltaban. Trago grueso, eso es una meta bien lograda, supongo.

—Venga, bien hecho.

Me quita el arma con una mueca que se asemeja a una sonrisa, apunto en mi mente que le debo enseñar a hacer una buena sonrisa.

—Creí que te iba a despedazar —bufo.

—Aquello fue un buen incentivo para que te defendieras —exclama, sardónica.

—Sí, sí. Como digas.

Dejo que se haga cargo de los próximos, o bueno, de que envaine la hoja. Me gusto el haberla agarrado, es pesada, pero… la magnitud electrizante

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