FREYA
Sus dedos rozaron los míos, más no alcancé a atraparlo. La ventisca hizo de las suyas, se lo llevó como peso muerto. Al sentir su furia, enterré la espada hasta donde más pude para afianzarme a ella, en el momento que busqué la manera de tenerlo a mi lado, fue demasiado tarde. Vi cómo poco a poco su cuervo rebotaba entre los árboles, cómo luchaba hasta que el lago lo engulló. El frenético viento no cesa, de hecho, se torna más iracundo. Aprieto el mango, en cualquier momento también saldré despedida.
Mi mente se llena de las imágenes del chico lastimándose, se repiten una y otra vez. En el ventarrón veo una minúscula gota viajando en él, esa gotita se desprendió de mis ojos mientras que otras le seguían. Estabilizo mis piernas en el momento que se acaba la faena junto a la caída de quién esperaba.
—¿Dejarás que te lleve a las buenas o a las malas?
Desentierro mi compañera fiel. No dejo de vigilarlo con rencor.
Aparenté durante muchos años ser una persona con empatía solo para resguardarme del dolor, las miradas intensas y las falsas confianzas; la benevolencia no estaba en mi repertorio. Vi a muchos siendo asesinados, suplicando con los ojos que les ayudara, sin embargo, seguía de largo, aparentaba que sus gritos de clemencia no los oía sin importar que en el fondo de mí quería hacer algo. En este instante niego la existencia de esa personalidad gracias al muchacho que camina a mi lado, porque el él no solo me veo de pequeña, también veo el sujeto que quería ser de grande, aseguraré todo el tiempo que Óláfr es aquello que siempre faltó en mi vida, esa espina que abunda la nostalgia y serenidad, la humanidad y la felicidad. Ojeo su postura, está bien, pero sé que su cabeza es un remolino de pensamientos que contienen preguntas en abundancia.Decidimos pasar por algo
Me gustaría reírme por el cómo ronca, pero temo despertarlo. La entrada a la montaña es más visible y el cansancio parece no querer hacerse presente, eso es algo que hay que aprovechar, una oportunidad que pocas veces se da. Los colores amarillentos-verdes hacen contraste con la pálida nieve, el caminillo es de césped, uno que jamás había visto, pues el pasto es insulto, en cambio, este parece tener más vida por el brillo que despide y las flores sobre él, el invierno va de la mano con la primavera que reina aquí.—Creí que se demorarían más.—Enano, si sigues apareciéndote así no responderé —aseguro al verle saltar de una rama con delicada agilidad, aquello se desmorona cuando escupe, la mueca que hago es evidente porque él no tarda en reír.—Mira, no te enfades…—Ajá, &iqu
ÓLÁFRSe ríe. Eso es lo único que hace al salir del peligro, dejo que mis brazos caigan por el peso de la espada, he matado a los que faltaban y no sé cómo pude hacerlo, quizá fue el terror de verla malherida, intentando quitarse a esa cosa de encima lo que me ayudó a aniquilar los que faltaban. Trago grueso, eso es una meta bien lograda, supongo.—Venga, bien hecho.Me quita el arma con una mueca que se asemeja a una sonrisa, apunto en mi mente que le debo enseñar a hacer una buena sonrisa.—Creí que te iba a despedazar —bufo.—Aquello fue un buen incentivo para que te defendieras —exclama, sardónica.—Sí, sí. Como digas.Dejo que se haga cargo de los próximos, o bueno, de que envaine la hoja. Me gusto el haberla agarrado, es pesada, pero… la magnitud electrizante
No todo es como lo estaba suponiendo; el chico se ha puesto más majo e incluso ha dejado de preguntarme todo lo que se lo ocurra, pero eso ocasionó un hueco en mí, algo inusual: el extrañar esa pequeña parte de él. Su comprensión, de algún modo, me enferma y me empalaga. Mantiene diciéndome que hará lo posible para entender mejor mi situación, ¿qué? No deseo eso, nunca lo pensé así. Óláfr debe tener en cuenta que yo… mejor olvidarlo. Sostengo con ahínco la gran roca para que pueda pasar, después de haberlo hecho, la dejo en su anterior posición. Recogió plumas de cuervo a lo largo del camino y las puto en los extremos de sus nuevas flechas, aquello le dará más dinámica a los proyectiles a la hora que los deje salir.—Chico, ¿tienes alguna pregunta?Se detiene. Las cejas se le crispan.
Protegeré tu cuerpo, haré que tu alma regrese, y el que impida mi camino, morirá bajo mi espada. Soy empujada de nuevo al filo del precipicio, la cabeza me duele y martillea por el fuerte ardor, mis labios estarán con sangre seca, además de mis extremidades inferiores llenas de rasguños casi profundos. No me he detenido, sé que no soy rival para Thor, pero si dedico un poco de esfuerzo, podré cansarlo, para luego derribarlo. Padre y Baldr han desaparecido, tal vez se encuentren en la entrada de la montaña o qué sé yo.—Ríndete.Limpio la comisura de mi boca con el dorso.—Oblígame —escupo.Mientras luchamos, no le he quitado el ojo de encima a Óláfr, me queda poco tiempo para sacar su alma de Hel antes de que crucé el puente que conduce a la entrada de este, adentrándose al verdadero averno. Deslizo la mirada po
—Las flores se arrancan, viven cierto tiempo, para luego morir. Nuestro ciclo es similar, chico, somos arrancados del seno de nuestras madres antes de tiempo y empezamos a saber qué es vivir en realidad.Esas palabras se las susurré mientras lo llevaba en mi espalda, roncando satisfecho. Logré sentirme bien el momento que lo exhalé, y puedo afirmar que, de algún modo, me sentí libre por primera vez.Cierro los ojos, me resisto, más esa resistencia se desvanece poco a poco, a hurgado en mi pecho hasta hartarse. Se propone en arrebatar mi alma sin importar qué, me encuentro en su regazo, con una de sus manos envuelta en mi cuello y la otra intentando arrancar lo poco que me queda. Pestañeo, si este será mi fin, que lo sea un ápice mejor, ¿no? Soporto el sentirme atracada; mis piernas ya no responden.Mi alma se halla en medio camino para salir de su encierro, s
ÓLÁFREl arrullo que sopla mi padre cesa, el fuego de la fogata se vuelve más pequeño. Ceñudo, atisbo su sonrisa.—No te asustes, hijo mío. En este sitio no hay casi ventisca, es un milagro que una pequeña brisa nos haya acariciado.—¿Qué? —susurro afligido.Sus orbes como el agua se posan en mi gesto.—Has vuelto —aclara. Sacudo la cabeza—, te fuiste y volviste. Sabía que te tendría a mi lado.Me levanto con las rodillas flaqueando, ¿qué está pasando? Paso los ojos por el alrededor, estamos en el bosque, el que está cerca de casa. Me analiza, confundido. No debería estar aquí. Yo… yo tendría que estar junto Ariana, en la cima de la montaña más alta, a la espera de salir de una tumba. No. Ya habíamos salido, ella encontr&oac
—Chico.—¿Sí?Baja la vista a sus manos. Ese acto no pasa por inadvertido.—En Hel no tuve tantos obstáculos para traerte de vuelta —explica sin tan siquiera verme. Sacudo la cabeza, extrañado, ¿qué hizo? —, pero acarreó una consecuencia fuera del susodicho; los recuerdos han vuelto a mí, se materializan, solo puedo verlos yo, son un tormento, me hacen viajar a ese pasado que tanto aborrezco. Por eso mi aspecto tan demacrado, es porque no he logrado disuadir esas emociones que contraigo cada vez que soy perturbada por una memoria.Me incorporo. Empiezo a dar vueltas con los dedos enjaulados en mi cabello. ¿Por mí sufre? Es mi culpa, ¿cuántas veces más por mí ella será lastimada? Por el rabillo del ojo percibo cómo se mueve de manera inquieta. No quiere verme así, pero no puedo evitarlo. El desliz sigue presen