Pasados treinta minutos, el timbre del portero sonó. Simon, tras revisar las cámaras de seguridad, identificó a un hombre de unos cuarenta años esperando.
—¿Quién es? —Buenas noches. Fui convocado para prestar mis servicios. Mi nombre es Miguel Arriagada. —Por supuesto, pase. Siga el camino iluminado.A los pocos instantes, un vehículo se alineó frente a la entrada principal. Simon, ya preparado, esperaba al doctor con las manos resguardadas en los bolsillos.—Doctor Arriagada, soy Simon Valencia. Por favor, acompáñeme —dijo Simon, estrechando la mano del médico y guiándolo hacia la sala—. Emma, el doctor está aquí para ayudarte.—Buenas noches, Sra. Valencia. Soy el doctor Arriagada. ¿Puede contarme qué ocurrió? —indagó el médico.Con cierta confusión, Emma se acomodó en posición para que el doctor pudiera evaluar su situación.—Soy Emma. He sufrido una caída y ahora me resulta imposible apoyar el pie. El dolor es insoportable —manifestó Emma.Tras una examinación delicada pero dolorosa, el doctor concluyó:—Será fundamental que la lleve a una clínica mañana. Por el momento, le prescribiré antiinflamatorios y le aconsejo aplicar compresas frías. No obstante, si lo prefiere, podemos considerar una visita a urgencias ahora mismo para una segunda opinión. La decisión recae en usted.—¿Qué te parece, Emma? —consultó Simon.—Optaría por ir mañana, si es posible —contestó Emma.— Mañana nos vemos, Dr. Miguel — acompañó al médico hasta su vehículo, intercambiando algunas palabras antes de que el doctor se marchara.— ¿Cuál es su evaluación, doctor? — preguntó Simon, preocupado por el diagnóstico de Emma.— Parece un esguince, pero sería prudente descartar una fractura. Necesitaríamos hacer algunos estudios, quizás una radiografía o incluso un TAC. No deje de traerla mañana para una evaluación más detallada, Sr. Valencia. Cuide bien a su esposa — aconsejó el Dr. Arriagada con seriedad.— Haré eso, gracias por su tiempo — respondió Simon, cerrando la puerta y dirigiéndose de vuelta a la casa.Al llegar, Emma levantó una ceja y dijo con un tono burlón, — ¿Señora Valencia? ¿Realmente creyó que estaría casada a esta altura de mi vida? Simon no pudo evitar reírse y la llevó en sus brazos hasta su habitación, respondiendo, — Descuida, no esperaba que durmieras conmigo.— tampoco lo haria— respondio ella.— Aunque el doctor insinuó que debía cuidar bien de mi esposa —bromeó Simon, provocando una mirada llena de incredulidad por parte de Emma, seguida de una risa compartida. Después, Simon procedió a dejarla en la cama, llenó la tina, sacó toallas y un pijama para ella.— ¿Necesitas ayuda? —preguntó, a lo que Emma replicó, — ¿Qué? Claro que no, puedo desvestirme sola.— Bueno, ¿cuál es tu apellido? —indagó Simon con curiosidad. Emma lo miró con sospecha antes de responder, — Rojas, Emma Rojas.— De acuerdo, señora Rojas. Espero que tengas tus documentos de identidad —dijo Simon con un tono más serio.— Claro que sí, es importante por si encuentran mi cuerpo por ahí, aunque no hay nadie que lo reclame —respondió Emma con un toque de sarcasmo.Con una expresión de resignación, Simon giró sobre sus talones, abandonando el cuarto de baño, se estiró en la cama un rato mirando al cielo con sus brazos cruzados bajo la nuca, con el ceño ligeramente fruncido, se encontraba perdido en un laberinto de pensamientos. El ambiente entre ellos se había cargado de una electricidad palpable desde que Emma cruzó el umbral de la casa. Cada momento juntos parecía intensificar una atracción mutua, creando un entorno de anticipación.La irrupción repentina de Emma en su vida había agitado aguas tranquilas, removiendo emociones y recuerdos que había enterrado profundamente en las profundidades de su mente. Cada mirada hacia ella era un reflejo de su propia soledad, una soledad que, aunque nacida de circunstancias completamente diferentes, creaba un puente silencioso entre ellos. Aunque jamás habría imaginado que compartiría este tipo de conexión con alguien como Emma, no podía negar que había algo profundamente conmovedor en esa unión no dicha. Sus ojos, a veces perdidos en el horizonte, reflejaban la lucha interna entre el deseo de protegerse y la necesidad no expresada de conectar con alguien que entendiera, aunque fuera mínimamente, el peso de su pasado.Ambos, sumidos en sus propios mundos internos en lugares diferentes pero dentro de la misma casa, compartían un espacio físico pero se encontraban a años luz emocionalmente. Sin embargo, en ese instante efímero, había una comprensión tácita entre ellos, una comprensión que ni siquiera ellos mismos podían articular. La espera se hacía eterna, pero en ese silencio compartido, encontraban una extraña comodidad, como si la mera presencia del otro ofreciera un consuelo silencioso en medio de la tormenta emocional que ambos enfrentaban. Simon suspiró, sacó un pijama para él y almohadas para dormir reconociendo la peculiaridad de la situación, y se retiró a organizar su espacio para la noche, preparando el sillón del living para su descanso. Mientras tanto, Jackie ya se había acomodado en otro sillón, completamente ajeno a la inusual situación que se desarrollaba en la casa.Luego de cambiarse fue nuevamente a la habitación y golpeó la puerta del baño.— ¿Estas lista?— Casi. Te aviso en cuanto termine.— Ok, en la puerta bajo el lavabo hay cepillos de diente nuevos y pasta dental, también deje una bata al lado para cuando salgas.— Bueno, gracias.Mientras esperaba se puso a ordenar las almohadas y dejó la tapa abierta para que ella no se sintiera incómoda.— ¡Simon!— Aquí voyAl abrir la puerta, la visión de Emma envuelta en una bata húmeda casi lo dejó sin aliento. La luz de la habitación acentuaba cada curva de su figura, creando una imagen que Simon encontraría difícil de olvidar. La cercanía entre ellos se hacía evidente, y el aire se llenó de una tensión irresistible. Con gestos cuidadosos, Simon la asistió, ofreciéndole el secador para que pudiera dominar su cabellera, cuyos reflejos rojizos destilaban gotas de agua que caían como perlas.Atrapados en ese instante, cada mirada y cada gesto se volvían más significativos, cargados de una intimidad que ninguno de los dos podía ignorar. Con un susurro apenas audible, Simon decidió retirarse, dejando a Emma envuelta en la suave penumbra de la habitación, sumergida en sus propios pensamientos y emociones.Mientras la tensión entre ellos se desvanecía, Simon se dirigió hacia la mesa cercana, tomó un vaso de agua y bebió un sorbo antes de decidir que era hora de hacer una llamada urgente eran las dos de la madrugada.Aunque la hora es inapropiada, la urgencia de sus palabras revela la magnitud de la situación.— Sandra, perdón la hora, quería decir que mañana no iré a la oficina pero necesito que envíen las propuestas antes de las doce del día y también que me envíes ropa cómoda de mujer, ella es como tu pero mide un metro setenta aproximadamente, necesito también que busques los datos de Emma Rojas, tiene como unos veinte y algo para que me envíes un informe. Gracias por todo.— Ok señor, que tenga buena noche.— Igual y perdón nuevamente.Sandra quedo confundida, pensando quien era Emma y el repentino interés de su jefe en aquella chica, ¿ si es su amiga, como es que no sabe nada?, en fin, se acomodó en la cama y volvió a caer dormida.En la habitación ya no se escuchaba el secador así que Simon tomó los antiinflamatorios con un vaso de agua y golpeó la puerta.— ¿Se puede?— Si, ya estoy acostada.Entró despacio y tomó una almohada para poner bajo el pie de Emma. Ella estaba encantada con los cuidados del joven, nadie la trataba con tanta dedicación como su abuelita, para ella siempre Emma fue una princesa.— Estos son los medicamentos que recetó el doctor, buenas noches- se fue lentamente hasta la puerta y al llegar a ella— ¡Simon!— ¿ Si?- dijo mirando lo hermosa que era con su melena llena de frizz, parecía un león.— Gracias por todo, me imagino lo incomodo que es para ti.—No tienes que agradecer. La soledad es mi compañera constante —respondió Simon, ocultando las emociones que empezaban a brotar en su interior.Simon intentó encontrar consuelo en el sofá del salón. Sin embargo, las imágenes de Emma, su piel brillando bajo la luz y su cabello despeinado, invadían su mente. Incapaz de resistir más, buscó refugio en la ducha, dejando que el agua fría ahogara los deseos que amenazaban con consumirlo.Finalmente, agotado por la lucha interna, encontró algo de paz en el abrazo del sueño, descansando en el silencio de la madrugada, esperando que el amanecer trajera claridad a sus pensamientos tumultuosos.Eran las ocho de la mañana cuando Anita llegó a la casa de Simon. Al entrar, notó la ausencia de Jackie, quien normalmente la recibía con entusiasmo. Al llegar al salón, se sorprendió al encontrar a Simon durmiendo profundamente, acompañado de Jackie. Con una expresión confundida, Anita se dirigió a la cocina, intuyendo que alguien más debía estar en la casa. Mientras se ocupaba de los trastes sucios y preparaba el desayuno, el aroma del café comenzó a llenar la casa y, eventualmente logró despertar a Simon. Él se levantó y, tras un breve intercambio de saludos, Anita le sirvió el desayuno. En ese momento, una voz femenina resonó desde la habitación cercana, llamando a Simon. —¡Simon!— la voz de la mujer sonó preocupada. Sin perder tiempo, Simon se precipitó hacia la habitación, dejando a Anita desconcertada. Al seguirlo, Anita se encontró con una hermosa joven en la cama, que parecía recién despierta. —Buenos días, hola —saludó Simon, primero a la mujer y luego dirigiéndose a Anit
Después de un par de horas, Simon regresó a casa, su cuerpo emanaba un aroma varonil y su cabello lucía como si hubiera estado atrapado en un vendaval. Con una sonrisa juguetona, agarró unas bolsas de compras que descansaban sobre la mesa, repletas de prendas femeninas. Con una sonrisa traviesa, las levantó y se dirigió a su habitación, decidido a refrescarse. Emma, sumida en un libro, alzó la vista al sentir su presencia. Simon, al dejar las bolsas a un lado, murmuró: "Espero que te guste lo que hay dentro". Antes de poder preguntar, Simon ya se encaminaba al baño, dejando a Emma intrigada, ¿ enserio se va a bañar aca? ¿ no hay más baños en esta casa?, tomó las bolsas y comenzó a revisar la ropa, venían dos vestidos de algodon, lo que le fascino, uno era blanco con ramitos de rosas rojas de apariencia primaveral, otro de color verde esmeralda, unas poleras y dos jeans talla cuarenta, esto la sorprendió por que no entendia como la secretaria de simon sabia su talla, también venían cu
Después de un rato, los dos médicos estudiaban las imágenes, mientras Simon y Emma intercambiaban miradas preocupadas. —Señora Emma, ¿ha tenido alguna fractura en su tobillo? —preguntó el médico. —No que yo sepa, nunca me he lesionado —respondió Emma con desconcierto, mientras Simon la miraba con sorpresa. —Es extraño. El tobillo muestra una fractura anterior que parece haber sanado en un tiempo sorprendentemente corto. Necesitamos monitorizar esto, aunque su hueso este bien posicionado, puede generar molestias futuras, necesitare reevaluar en diez días. Le dejaré algunos analgésicos y una bota ortopédica —explicó el doctor, mientras hacia la receta medica, Simon interrumpió. —Doctor—El caballero giro a mirarlo mientras seguia escribiendo — no nos ha dicho ¿a que se debe? —Sr. Valencia, no puedo responder eso ahora, por eso sugiero el control en diez días. Por ahora hay que tratar el posible dolor reposo parcial. Que su esposa no haga fuerzas. Simon asintió, agradeciendo la info
En su estudio, Simon hojeaba una y otra vez las propuestas de su equipo, sin encontrar ninguna que realmente capturara su interés. Mientras intentaba concentrarse, imágenes de Emma inundaban su mente: su presencia, su cabello, la elegancia de su figura. Abandonó momentáneamente su escritorio y se dejó llevar por la inspiración decorativa, imaginando tonos suaves para una habitación femenina, desde las sábanas hasta los detalles más íntimos como veladores y cubrecamas. Después de un rato, decidió confrontar su inquietud y se dirigió hacia Emma con su netbook en mano. Golpeó suavemente la puerta y, una vez dentro, se acercó para compartir sus ideas.—Simon, no me siento del todo cómoda con todo esto —dijo Emma, mirándolo con cierta inquietud.—¿Con qué te refieres? —preguntó Simon, confundido.—Con todo esto. No quiero ser una carga, especialmente con los gastos que se están generando —respondió Emma, mostrando preocupación.—Emma, el dinero es algo efímero. Hoy puedo permitirme lo que
Esa noche, Simon durmió sin interrupciones, envuelto en el cansancio de un día productivo. Al abrazar a Jackie, se sumió en un sueño reparador. Sin embargo, los gemidos del perro lo sacaron de su descanso. Al abrir los ojos, observó cómo Jackie se apresuraba hacia la habitación donde Emma descansaba. Simon, intrigado, se levantó con cautela y, al asomarse, vio a Emma envuelta en una pesadilla, sus manos tensas revelaban su tormento. Al acercarse, Jackie, como si entendiera, se acurrucó junto a ella, tranquilizándola. Simon, con discreción, cerró la puerta, reflexionando sobre si Emma soñaba con su caída en el cerro. A la mañana siguiente, Simon se despertó con el alba. Decidió trotar para clarificar sus pensamientos antes de iniciar su jornada laboral. Mientras trotaba, hizo una parada en el invernadero de su tía. Allí, compartió con las plantas su reciente encuentro con Emma y los sentimientos contradictorios que ella despertaba en él. Mientras cuidaba las flores, su mente divagó h
Cuando Simón regresó a casa, las luces ya proyectaban sombras alargadas sobre las paredes. Al adentrarse, descubrió que el olor a fresias permanecía suspendido en el aire y también estaba Jackie, su fiel compañero, dormido en el sillón, junto a su toalla, un pijama cómodo y su almohada favorita. Una sonrisa fugaz cruzó su rostro antes de dirigirse a la habitación principal. Dentro, la luz artificial bañaba el rostro tranquilo de Emma, quien yacía profundamente dormida. Sin hacer ruido para no perturbarla, Simón apagó la luz y se encaminó al baño de visitas. Al salir, con su cabello todavía húmedo decidió secarlo con una toalla, se acomodó junto a Jackie, buscando el consuelo del sueño. La calma de la noche se vio interrumpida por susurros y gemidos angustiantes. Simón, alertado, se dirigió rápidamente a la habitación. Emma, en su sueño, parecía luchar contra algún mounstruo invisible, murmurando un "no, por favor". Al intentar despertarla, un destello visual lo golpeó: imágenes de
A las nueve de la mañana del día siguiente, un grupo de trabajadores llegó a la residencia de Simón. Anita, ya presente en el lugar, los recibió y les indicó el lugar donde Simón quería construir una pérgola: justo frente al balcón de la habitación de Emma a unos cuantos metros. El proyecto incluía la instalación de una escalera desde el balcón. Los trabajadores comenzaron a desmantelar el antiguo balcón para dar paso al nuevo diseño. El ruido constante perturbó el sueño de Emma, quien, intrigada, se levantó para investigar. Al entrar en su futura habitación, se encontró con un torbellino de actividad: pintores seleccionando colores para las paredes según sus instrucciones con los colores que ella había seleccionado antes, mientras que otros preparaban mezclas de cemento. La destrucción del paisaje familiar la irritó aún más. Anita se ocupaba de cocinar para un grupo numeroso, y el chófer observaba todo desde la distancia, disfrutando de un cigarrillo. Emma sintió un nudo en el estóm
Llegando al Hotel Golden Palace, Emma quedó impactada; tanta elegancia solo la había visto en películas. Nunca en su vida pensó entrar a un lugar así. Había ventanas de madera dorada con pequeños cristales que invitaban a mirar un jardín florido en sus afueras, mesas con manteles burdeos y camino de mesa con flores doradas, asientos de terciopelo con las mismas tonalidades, lámparas doradas con lágrimas de cristal y personas muy refinadas conversando bajito, mientras se oía una música suave de piano en vivo, tocado por una esbelta mujer vestida con un traje burdeo hasta sus pies. El ambiente del lugar era simplemente mágico.Simon, sin previo aviso, tomó a Emma por los hombros, guiándola detrás de una elegante mujer que los condujo a una mesa junto a los ventanales. Con cortesía, Simon le sostuvo la silla a Emma para que se sentara antes de acomodarse él mismo frente a ella. Ambos recibieron las cartas del menú que les ofreció la mujer, y Emma las examinó con un dejo de sorpresa por l