Navidad para dos
Cuando Simon entró silenciosamente a la cabaña, notó a Jackie durmiendo a sus anchas. "Debe ser el perro más dormilón del mundo", pensó mientras pasaba a la habitación. Emma estaba en pijama, mirando por el ventanal del balcón el gran paisaje plateado que brindaba la luna. Simon comenzó a sacar el cobertor de la cama.

—¿Qué haces? —preguntó Emma, extrañada.

—No dormiré con el cubrecamas que usó Mario —continuó Simon, sacándolo y tirándolo al suelo—. Este sucio, ¿quién sabe dónde ha estado?

Emma prendió una vela, iluminando la habitación con una tenue llama.

—¿Quién dijo que dormiremos ahí?

Simon alzó la vista para encontrarse con unas mantas y almohadas en el suelo, dispuestas para dormir al claro de la noche. Emma sostenía dos copas de vino en una mano y con la otra un candelabro. Llevaba un pijama sensual negro satinado con una bata transparente que caía por su espalda. Simon se detuvo en seco ante tal imagen preguntandose donde quedo su timida Emma. A pesar de su cansancio, un fuego
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