Penúltimo Día.

Mientras compraban los víveres para las festividades, Simon y Robert daban vueltas góndola por góndola, hablando con naturalidad sobre proyectos futuros. El tiempo pasó volando antes de que ellos pudieran darse cuenta.

—Estoy impresionado con cómo has manejado todo esto, Simon —dijo Robert mientras seleccionaba una botella de vino tinto de una estantería—. No es fácil equilibrar un proyecto tan grande y a la vez planificar tu vida privada.

Simon sonrió, sintiendo una mezcla de orgullo y responsabilidad. —Gracias. La verdad es que ha sido un año difícil, pero Emma me ha dado un plus últimamente y la fuerza para seguir adelante.

Robert asintió, reflexionando sobre las palabras de Simon. —Sabes, Emma es feliz contigo. Eso significa mucho para mí.

Simon estaba a punto de responder cuando su teléfono sonó. Era Sandra.

—¿Aló? ¿Jefe? —dijo Sandra.

—Sí, dígame Sandra, ¿cómo le ha ido?

—Muy bien, acabo de llegar al Mall de Punta Arenas. Las figuras ya se encuentran acá y serán instaladas duran
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