A las nueve de la mañana del día siguiente, un grupo de trabajadores llegó a la residencia de Simón. Anita, ya presente en el lugar, los recibió y les indicó el lugar donde Simón quería construir una pérgola: justo frente al balcón de la habitación de Emma a unos cuantos metros. El proyecto incluía la instalación de una escalera desde el balcón. Los trabajadores comenzaron a desmantelar el antiguo balcón para dar paso al nuevo diseño. El ruido constante perturbó el sueño de Emma, quien, intrigada, se levantó para investigar. Al entrar en su futura habitación, se encontró con un torbellino de actividad: pintores seleccionando colores para las paredes según sus instrucciones con los colores que ella había seleccionado antes, mientras que otros preparaban mezclas de cemento. La destrucción del paisaje familiar la irritó aún más. Anita se ocupaba de cocinar para un grupo numeroso, y el chófer observaba todo desde la distancia, disfrutando de un cigarrillo. Emma sintió un nudo en el estóm
Llegando al Hotel Golden Palace, Emma quedó impactada; tanta elegancia solo la había visto en películas. Nunca en su vida pensó entrar a un lugar así. Había ventanas de madera dorada con pequeños cristales que invitaban a mirar un jardín florido en sus afueras, mesas con manteles burdeos y camino de mesa con flores doradas, asientos de terciopelo con las mismas tonalidades, lámparas doradas con lágrimas de cristal y personas muy refinadas conversando bajito, mientras se oía una música suave de piano en vivo, tocado por una esbelta mujer vestida con un traje burdeo hasta sus pies. El ambiente del lugar era simplemente mágico.Simon, sin previo aviso, tomó a Emma por los hombros, guiándola detrás de una elegante mujer que los condujo a una mesa junto a los ventanales. Con cortesía, Simon le sostuvo la silla a Emma para que se sentara antes de acomodarse él mismo frente a ella. Ambos recibieron las cartas del menú que les ofreció la mujer, y Emma las examinó con un dejo de sorpresa por l
Emma despertó al caer la noche, notando el peso de Simon a su lado en la cama, dormido en posición fetal. Con ternura, acarició su rostro antes de cubrirlo con una manta. Al salir de la habitación, buscó un vaso de agua y encendió la televisión. La sorpresa la embargó al ver un titular que decía: "El soltero más codiciado del país sorprende con nueva pretendiente". Las imágenes mostraban su reciente almuerzo con Simon, y los comentaristas especulaban sobre su relación. ¿Qué pasó con Cecilia? ¿Tan rápido fue sustituida? ¿Quién es esta mujer misteriosa? ¿Ella es la culpable de su ruptura? Emma no comprendía por qué le daban tanto auge a una relación cualquiera. Fue por su teléfono a la habitación, verificó que Simon aún durmiera y volvió a la sala. Navegó por las redes sociales, descubriendo más sobre Cecilia y su relación pasada con Simon. Hace tres meses terminaron una relación días antes del matrimonio. Iba a ser la boda del año. Se sentía fuera de lugar, preguntándose si estaba mal
Cuando Emma salió del hotel con el corazón roto, tomó la locomoción colectiva con el poco dinero que le quedaba y fue directo al cementerio donde estaban sus abuelos. Con ellos lloró hasta que sus lágrimas dejaron de caer, les dijo lo sola que estaba y cuánta falta le hacían. También habló del cuento de hadas que había vivido, limpió la sepultura y se marchó a eso del mediodía a su antiguo hogar. Su tía no estaba porque andaba de compras; su tío, en cambio, estaba fumando y bebiendo cerveza en el living. —¡Miren quién llegó aquí! —exclamó el mal nacido—. No es más que la puta del patrón. —¡Tú no sabes nada!, déjame tranquila. —¿Ah sí?, ¿qué vas a hacer?, ¿salir corriendo a buscar a tu amo? —soltó una risa burlona mientras la jalaba del brazo. Emma le quitó el brazo con fuerza y le dio una bofetada. —No vuelvas a poner un dedo encima de mí, o te arrepentirás. —El hombre se alejó y volvió al sillón donde estaba. Ella fue a su habitación para cambiarse de ropa sin sospechar lo que su
En otro lugar de la ciudad, Cecilia, manipuladora por naturaleza, confrontaba a su padre sobre el reciente escándalo: el descaro de Simon al salir con otra mujer meses después de haberla dejado plantada en el registro civil. Robert, el padre, se pasaba las manos por la cabeza con disgusto, pidiendo que se calmara, pero ella quería a toda costa manipular la situación a su favor una vez más. —¡Qué me calme! ¿Yo debo calmarme? Él era mi boleto de suerte, papá. ¿Cómo no te das cuenta? Si yo no lo tengo, ¡no lo tendrá nadie! —Tomó una pausa; estaba tan agitada que su cara era roja—. Lo único que me dijo es que me fuera de viaje para calmar a la prensa. Su padre no sabía las razones de la ruptura de los dos jóvenes. —¿Irte? ¿Por qué tendrías que tú irte? —preguntó en tono exclamativo, mirando a su hija con molestia. —No sé, no quiere que diga nada. Quizás no quiere arruinar su romance —dijo a su padre con voz tierna, tratando de manipular la situación. —¿Qué quieres hacer tú? —la miró f
Cuando el reloj marcó las ocho de la tarde, Luis tocó el hombro de su jefe. Despertando un poco brusco, Simón se puso de pie y tomó sus pertenencias, indicándole que al día siguiente viniera por él a las nueve. Después de la visita del doctor, Luis asintió y se retiró sigilosamente.Simón entró al baño y tomó una ducha, ahogando su llanto impotente por el estado de Emma. Luego durmió junto a ella, apoyando la cabeza sobre la suave manta que la cubría.A las ocho de la mañana, llegó el psiquiatra. No había mucho avance; Emma había despertado, pero no decía una sola palabra. La enfermera que intentó darle de comer informó que se negaba a recibir comida. Sorprendido e ignorante de la situación, Simón escuchaba atento.—Bien, señor Valencia, su mujer está en trance. Veremos su evolución en los próximos días. Por el momento, le aplicaremos un sedante intravenoso para ayudarla a mantener la calma; solo nos queda esperar.Las palabras no eran muy alentadoras para Simón; él quería verla altiv
Llegó a las cinco y media a la clínica. Fue a la nueva habitación de Emma; no había una enfermera con ella, lo cual le generó un disgusto. Acomodó sus cosas en un mueble, fue a lavar sus manos y tomó una gasa para humedecer los labios secos de la muchacha. Ella aún dormía plácidamente. Sacó su portátil y empezó a trabajar en su proyecto. Emma le había dicho que con la campaña podía aportar un granito de arena. El solo hecho de pensar en perderla, al igual que a su tía, lo motivó a querer marcar una diferencia. Ahora tenía el apoyo de Laura, y su corazón estaba más repuesto. Sin decir que su sobrina venía en camino, ¿cómo lo supo? Eso era algo raro. Simon siempre había creído que podía comunicarse internamente con las personas, pero no sabía muy bien cómo lo hacía.Con Emma pasó lo mismo cuando le dejó ver sus pesadillas. Quizás esa era la clave de su éxito; siempre adivinaba lo que sus clientes querían y los llevaba a la cima junto a él.Sin más pérdida de tiempo, contactó a la fundac
Laura humedeció los labios de Emma y no paró de hablar durante todo el día. Le hizo masajes en sus piernas, la peinó, durmió una siesta, le ejercitó las manos, intentó darle de comer, contó historias de su infancia, pero todo sin éxito. Simón, por otra parte, seguía en su proyecto, dibujando la maqueta que quería hacer. Cuando llegó la tarde y se retiró Laura, le dijo a su hermano que debía hablarle como si ella estuviera sana; eso nunca fallaba para que volviera. Le besó la frente y se marchó, prometiendo llegar al otro día a las ocho. Emma estaba exhausta, encerrada en un laberinto del que no podía escapar. Deseaba poder decirle a Simón que estaba bien, pero su voz no salía; al contrario, solo caían lágrimas por sus mejillas. Laura le había parecido muy entretenida; a ratos se reía sin hacer ningún gesto, lo que la hizo sentir un calor familiar. Dieron las ocho de la noche, y al fin quedaron solos. Simón, que ya no sabía qué hacer, se sentó junto a ella.— Perdóname, Emma. Debí decir