En su gran oficina de roble, Daniel besó a Agatha con pasión, no por amor o deseo, sino para mantener las apariencias ante la manada. Cuando sus labios se encontraron, sintió los latidos de su corazón acelerarse con anticipación bajo sus manos en su espalda. Estaba nerviosa, pero eso era natural. Agatha siempre deseó momentos como estos con Daniel. Se sentía triunfante ante la humana. Los rumores sobre Kyra, la mujer que llevaba a al cachorro del Alfa, corrían desenfrenados entre los hombres lobo; rumores que la propia Aghata se había encargado de originar.Sus malas intenciones lograron poner una barrera entre Daniel y Kyra, barreras físicas pero no en su corazón. Puesto que lo que hacía Daniel era por su deber con la manada, tenía que ser un ejemplo para ellos. Mientras se separaban, él miró los ojos de ella y descubrió que. O podría amarla como lo hizo con Kyra. Con un suspiro, la soltó y se volvió hacia la ventana, contemplando el paisaje iluminado por la luna. La manada lo nece
Kyra, Amelie y Felix llegaron a una cabaña está ubicada en medio de un bosque espeso y oscuro, rodeada de altos robles y pinos. Todo estaba en silencio excepto por el canto de los pájaros y el susurro de las hojas que se rozan entre sí con la suave brisa. Ingresaron al pequeño claro donde se encontraba la cabaña, y pudieron oler la tierra húmeda y el aire limpio y fresco. El aroma del bosque era calmante y Kyra siente una pequeña sensación de alivio cuando se acerca a la puerta principal de la cabaña. Estaba agotada por el largo viaje, pero también nerviosa por lo que vendrá después. Su corazón se acelera mientras observa a su alrededor. Es libre, puede sentir el oxígeno, escuchar el canto de los pájaros, las ramas de los árboles, mecerse por el viento. El interior de la cabaña es cálido y acogedor, con velas parpadeando suavemente sobre la mesa y un pequeño fuego crepitando en la chimenea. Un gruñido profundo y satisfecho emana de algún lugar en la parte de atrás, y Kyra lo recono
En la noche estrellada, bajo el cielo azul,Un lobito duerme, en su cuna de tul.Con ojos brillantes, como la luna llena,Mamá loba lo arrulla, con amor que no se envenena.Duerme, pequeño lobo, en la oscuridad,La manada te protege, en tu soledad.Con pelaje plateado, y colmillos de marfil,Eres el más querido, en este rincón sutil.Susurra el viento, entre los altos pinos,Mientras la mamá loba canta con cariño.La noche abraza fuerte, al cachorro lunar,Mientras sueña con cazar, al alba al despertar.Bajo la luna llena, la magia florece,Pequeño lobo, en tus sueños enloquece.Corre por praderas, persigue estrellas fugaces,Mientras la noche abraza, tus travesuras audaces.Mamá loba suspira, con amor profundo,Acariciando orejas, en este mundo jocundo.Aunque seas lobo, mi amor por ti es eterno,Crecerás fuerte, como un rey en su invierno.Con voz melodiosa, Kyra cantaba a su pequeño cachorro. Paso la yema de su dedo índice por su pequeño rostro y las lágrimas no se hicieron esperar
La noche caía sobre el denso bosque, iluminada por la luz plateada de la luna llena. En el claro del bosque, dos hombres lobos, Marcus y Darius, compartían risas y camaradería. Darius, con sus ojos brillando con orgullo, había alcanzado el estatus de Alfa, liderando con sabiduría y fuerza. La manada prosperaba bajo su liderazgo, y Marcus estaba genuinamente feliz por su amigo.Un día, sin embargo, Darius reveló a Marcus que se había enamorado de una humana llamada Lili. La noticia dejó atónito a Marcus, quien no podía entender cómo su amigo podría abandonar la manada por un amor humano. Intentó persuadir a Darius para que reconsiderara, argumentando sobre la complejidad de las relaciones inter-especies, pero Darius, decidido, eligió el amor sobre la manada.—Pero es una humana, eso está prohibido. —Pero la amo, no me importa perder el poder. A pesar de la decisión de Darius, Marcus continuó siendo amigo de ambos. Visitaba a Darius y Lili de vez en cuando, aunque no podía evitar sent
Kyra se sintió preocupada ya que había pasado una semana desde que Félix las dejó y regresó a la manada para dar a conocer las nuevas noticias. Esperaban como mínimo que en dos dias Daniel estaría aquí. Kyra estaba dispuesta a regresar con ciertas condiciones.Amelie era la más preocupada de loas dos, y Kyra podía sentirlo a través del vínculo que compartían. Mientras esperaban por la llegada de Felix, alguien tocó la puerta. Amelie fue la primera en correr a abrir, pensando en que Felix estaba de regreso, pero su sorpresa fue encontrarse con un hombre desconocido.—Hola, soy Mike, amigo de Felix. —habló con una voz cansada. Se notaba que había caminado mucho para llegar a la cabaña. Había escapado de la manada inglesa debido a los ataques de los cazadores, llegó a su cabaña. Amelie se hizo a un lado para dejarlo pasar. Saludó a ambas mujeres y conoció al pequeño Darius. Ambas compartieron sus preocupaciones sobre Félix, incluso habían decidido irse de la cabaña y regresar al terri
Daniel observaba desde su ventana, sus ojos admiraban sus tierras. Desde lo alto tenía una vista completa. El aire era fresco, pero Daniel se sentía confiado; su manada era fuerte y habían vivido en este territorio durante generaciones. Un sentimiento de melancolía se instaló en su corazón al saber que hijo había nacido y aún no lo conocía. Su más ferviente deseo era encontrarlos. —¿En que tanto piensas cariño? —Agatha deslizó su mano por el hombro de Daniel. Daniel se removió y se apartó de ella. Tomó una copa y se sirvió un poco de vino.—Necesito estar solo —habló. —Seré silenciosa, lo prometo. —Ella se acercó de nuevo, lo tomó por los hombros y empezó a besar su cuello, tratando de lograr un encuentro íntimo con el Alfa.—Ya te dije que necesito estar solo. —exclamó dándole un leve empujón. La mirada de Agatha se endureció al recibir tal gesto.—Ella decidió irse —gritó—, prefirió irse, apartarse antes que quedarse a tu lado. Te aborrece, desprecia nuestro mundo.—¡Cállate! —
Todos avanzaron a la mansión Storm. Cada miembro de la manada se reunió en el jardín de la gran casa. Kyra, Amelie y el cachorro eran los rehenes para que Daniel cumpliera sus órdenes. Kyra observaba con dolor todo lo que sucedía. Ella sabía lo importante que la manada era para Daniel y el dolor que le estaba causando la desintegración de la manada. Incluso podía verlo en sus ojos. Ella quería ser su consuelo en estos momentos. El aire estaba tenso cuando Dante se volvió hacia los miembros de la manada, quienes observaban desde la distancia. Todos reunidos en el jardín de la gran mansión Storm. Algunos integrantes más llegaron a la mansión, incluido su amigo Benjamín. Con un gesto los llamó más cerca. —Debemos abandonar este territorio. —dijo con voz firme, Daniel—. Ordenó cerrar el portal en el punto de conexión de las cuatro estaciones, asegurándome de que nadie entre ni salga.Varios lobos asintieron con la cabeza, pero también hubo algunos gruñidos desafiantes. Daniel los miró
Daniel condujo al pequeño grupo lejos del territorio del antiguo Storm, con el corazón lleno de tristeza pero también con un sentido de determinación. Habían perdido a muchos y sabía que llevaría tiempo reconstruir su número y su espíritu. Todos, Daniel, Kyra, el nuevo cachorro, Benjamín, Amelie, y el resto de la manada, se abrieron paso a través del bosque oscuro, sus ojos se acostumbraron a la penumbra, el olor a hojas mojadas y tierra llenaba sus fosas nasales mientras avanzaban. —Lo ideal es que busquemos refugio, amigos o en otras ciudades, mientras logramos conseguir aliados para recuperar nuestras tierras. —habló Daniel. Los pocos hombres y mujeres lobos que lo siguieron junto a sus familias estuvieron de acuerdo. —Daniel. —Amelie llamó la atención del Alfa—. ¿Tienes idea de dónde está Félix? —ante todo el alboroto, ella no pudo preguntar antes por el omega.—¿Felix? —inquirió Daniel—. Se supone que estaba con ustedes. Estaba en la casa de la ciudad contigo.—Hace unos días