CAPÍTULO 02

Benja

¡Todo está listo! 

Daniel recibió un mensaje de su amigo, el día de hoy era un día muy importante, puesto que después de un siglo ninguna mujer de su manada había logrado darle el hijo que él necesitaba. 

La reserva de esperma que su amigo tenía almacenada era su última esperanza. 

Por décadas esperó este momento, procuró escoger a una de las mejores mujeres de la manada, fuerte, tenaz, con carácter la esposa ideal para el alfa de la manada y sobre todo la luna que los hombres lobo esperaban. 

           Daniel

           ¿Aghata, ya se encuentra en el hospital? 

Envió un mensaje de texto a su amigo. 

Benja

Llegará en media hora.

Aghata era la mujer elegida para llevar en su vientre al heredero de Daniel, un Storm y además se convertiría en la próxima luna. 

Esta ocasión Daniel tenía el presentimiento de que su primogénito iba a desarrollarse en el vientre de una mujer loba. 

Esperó media hora, tomó las llaves de su auto y salió de la oficina. Caminó deprisa por el largo pasillo en donde las secretarias de la oficina lo admiraban. 

Bajo hasta el sótano y tomó su auto para ir directo al hospital en donde su amigo trabajaba. 

Él era el mejor de los médicos de la manada y su mejor amigo. Su mano derecha, la única persona en quien confiaba plenamente.

Llegó al hospital y fue directo al consultorio de su amigo. Agatha ya se encontraba en el lugar.

—¿Tienes todo listo? —preguntó Daniel.

—Sí amigo.

—Hola Daniel. —saludó Ágatha 

—Hola —respondió Daniel con voz cortante. Ella se acercó y lo abrazó, así que él respondió de la misma manera.  

—Ágatha ve a la habitación quinientos dos de maternidad, la doctora llegará en cuento el paquete esté preparado. 

—Claro, voy enseguida.

La mujer loba salió del consultorio dejando a solas a Daniel con su amigo.

—Deberías ser más cariñoso con ella. Es nuestra futura luna.

—Estoy agotado Benja. Este es el doceavo intento, y la última oportunidad para tener un heredero, la escogí no porque esté interesado en ella, sino en su vientre que llevará a mi hijo. Si resulta embarazada créeme que voy a amarla.

Antes de que su amigo pudiera responder fueron interrumpidos por toques en la puerta.

—¡Pase! —indicó Benjamín.

Una mensajera ingresó al consultorio, traía una gran mochila en su espalda, llevaba unos short, camiseta y equipo de protección. Esto último puesto que era una mensajera que andaba en bicicleta.

—Doctor buenos días, acá están sus paquetes. —habló la chica.

Daniel la observó con curiosidad, puesto que su fragancia era muy parecida a la de su secretaria. 

<<¿Acaso todas las humanas utilizan la misma fragancia de loción?> Se preguntó así mismo Daniel.

—Complementos vitamínicos y…—la chica se quedó en silencio —¿el cachorro? 

—Sí, sí, señorita todo está bien gracias, puede retirarse.

—¿Pediste mi esperma por mensajería exprés? 

—Era para no llamar la atención. Pero todo está bien. Es momento de ponerlo en el vientre de tu amada.

Daniel entornó los ojos. Era su última oportunidad, durante un siglo ninguna mujer pudo quedar embarazada. 

En las primeras décadas, intentó hacerlo de manera natural, pero cuando el avance de la ciencia se hizo presente, optó por la inseminación artificial, odiaba tener que acostarse con una mujer sin siquiera tener sentimientos hacia ella. 

Benjamín y Daniel salieron del consultorio y se encaminaron hacia la habitación en donde se encontraba Agatha. 

Por segunda ocasión Daniel olfateó ese olor a cereza que le era familiar. Le recordaba a su secretaria. 

Sacudió su cabeza pensando en que todas las humanas usaban la misma loción. 

—¿Tú vas a hacer el procedimiento? —preguntó Daniel. 

—No, lo hará una de mis compañeras. 

—¿Es buena? 

—Una de las mejores ginecólogas. Tranquilo amigo, todo estará bien.

—No me pidas que me tranquilice, conoces la importancia que tiene este proceso.

—Quédate en estas sillas y regresaré cuando ya todo haya finalizado.

Daniel se quedó en uno de los pasillos, en espera de buenas noticias por parte de su amigo. Esta era su última oportunidad.

Un siglo buscando a la mujer que se convertiría en la nueva luna y la madre de su primogénito. 

Mientras Daniel esperaba, su amigo entregó a la ginecóloga el esperma que sería injertado en el vientre de Agatha. 

—Hola, doctor. —Una enfermera con voz sensual se acercó a Benjamin.

—Hoy amaneciste más hermosa. 

—Tengo un jueguito nuevo. ¿Quieres que te lo muestre? 

—Encantado.

Se llevó a la sensual enfermera a su consultorio para aprovechar el tiempo, mientras se llevaba a cabo el procedimiento. 

No tardaron tanto, quince minutos que era lo que podían estar juntos. 

—Me encanta ese jueguito, quiero jugarlo de nuevo. 

—Te buscó por la tarde.

La enfermera se recompuso su uniforme y salió del consultorio. Benjamin también acomodó su ropa y salió. 

Dio un par de pasos y vio a Agatha discutiendo con una doctora. Caminó hacia ella con urgencia.

—¿Qué es lo qué pasa aquí? —cuestionó Benjamín.

—Esta mujer que intentó colocarme un aparato que no tiene nada que ver con la inseminación.

—Según el expediente era un examen de papanicolau y está mujer se puso como loca.

Benjamin se percató de que no era la doctora a la que le entregó el esperma. 

—Espera aquí. 

Benjamin caminó hacia la clínica quinientos dos en donde se suponía que se llevaría a cabo el proceso. 

No había nadie. Pero si se encontró con los recipientes que tenían en resguardo el esperma. 

Fue con la ginecóloga de prisa.

—¿Qué hiciste? —preguntó Benjamín.

—Hice lo que me pediste, se hizo la inseminación en el vientre de la mujer que estaba en la clínica. 

Benjamin sintió la muerte. En ese instante se dio cuenta del gran error. 

—¿Qué pasa Benja? 

—Van a matarme, eso es lo qué pasa.

Salió del consultorio y vio a pocos metros a su amigo.

—¡Maldita sea! —Daniel iba a matarlo. Caminó hacia ellos.

—¿Qué está pasando Benjamin? —preguntó su amigo.

—Daniel… es que —titubeó.

—¿Qué pasa? —vociferó Daniel.

—Es que tu paquete está perdido. —mintió Benjamín ya que si le contaba la verdad su amigo iba a explotar. Tenía que averiguar quién era la mujer a la que le realizaron la inseminación. 

—¿Estás de broma? Se supone que estaba muy bien resguardado. Y lo trajeron hace un momento, no puede estar perdido. —Daniel tomó por el cuello a su amigo—. ¿Dónde está? 

—Amigo…

—Estoy olvidando el hecho de que eres mi amigo.

—Voy a buscarlo, y lo tendré de vuelta.

—¡Esto no es cualquier cosa que desaparece y reaparece, quiero ese paquete de vuelta en menos de veinticuatro horas.!

—Está bien… te lo aseguro amigo. —aunque por dentro no tenía idea de cómo iba a recuperar ese paquete o al menos encontrar a la mujer a quien se le inseminó el esperma de un hombre lobo—. Solo fue un error.

—¡Eres un imbécil! Ni siquiera puedes hacer eso bien. —reclamó Agatha.

—¡Cállate Agatha! Nadie pidió tu opinión. —le exclamó Benjamín. 

—Tienes menos de veinticuatro horas. —le advirtió Daniel. Soltó a su amigo y salió del hospital. Necesitaba matar o golpear a alguien en estos instantes, sacar su enojo y frustración.

—¡Daniel, Daniel! —gritó Agatha mientras seguía hasta el estacionamiento—Detente por favor.

—No es el momento.

—Escúchame, no te enojes, van a encontrar el paquete y mañana haremos el proceso. Tu cachorro pronto estará en mi vientre, los tres vamos a ser felices. 

Agatha acarició el rostro de Daniel. Desde que él la eligió se prometió que iba a asegurarse de hacerlo feliz, de darle el primogénito que necesita. Ella estaba enamorada desde antes de que él la eligiera.

—Te repito, no es el momento. —Daniel quitó sus manos de su rostro y subió al auto.

En estos instantes solo deseaba desaparecer. 

Empezó a conducir de manera acelerada hasta llegar al edificio de su empresa. Necesita tomar con urgencia algo que le hiciera olvidar, esté mal rato. 

Desfiló por el largo pasillo antes de llegar a su oficina, ignorando el hecho de que su secretaria no se encontraba en su sitio de trabajo.

Se encerró en su oficina y tomó una de las botellas de brebaje que tenía guardadas. El alcohol de los humanos no hacía ningún efecto en ellos. 

Quitó el corcho y empezó a beberla como agua en el desierto.

«¡Solo un error! Error que me costaría gravemente». Esos eran sus pensamientos. 

Quedaría como un completo perdedor en la reunión de las manadas que se llevaría a cabo en los próximos días y debía viajar, esperando a que su amigo encontrara a su cachorro. 

Lo que más lo frustraba era el hecho de que Edon ya había encontrado a su mate e incluso tenían ya un hijo. 

Su ira consumió su cuerpo por completo. No podía ser un perdedor.

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