Capítulo 50

Arel mira la puerta de la habitación que pertenece a Otsana con nerviosismo, al tiempo en que camina en círculos con expresión ansiosa.

Él se detiene cuando la puerta se abre, entonces mira a Lala expectante y con temor.

—¿Cómo está ella? —pregunta angustiado y al borde de la desesperación.

—Estable —responde la doctora sin añadir más.

Pese a la manera cortante de contestarle, es la primera vez que él ve conmoción en su mirada, lo que le da a entender que lo sucedido a su amiga ha sido grave.

—¿Puedo verla? —inquiere con angustia.

—Ella está sedada, pero si deseas verla, bien puedes. —Con esas palabras se marcha.

Arel entra temeroso de lo que pueda encontrar, pero ver a Clarice sentada frente a Otsana le transmite una tranquilidad que le baja un poco la tensión.

—Arel, no te imaginas el daño que le hicieron —se desahoga ella desde que lo ve, y se le lanza encima.

Estar entre sus brazos es el refugio que le permite romperse y poder sacar la tristeza que le causa el estado de la omega,
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