Capítulo 47

Como si le hubiera caído un balde de agua fría, Clarice se queda paralizada en su sitio mientras observa la escena más dolorosa de su vida.

Nunca antes había sentido un dolor tan desgarrador, el vacío de la decepción y la amargura de percibirse a sí misma como un ser tan insignificante.

«¿Qué esperaba? Tampoco soy tan importante para que él se guarde para mí», piensa dolida.

Por su parte, Arel empuja a la extraña y se sube los pantalones, entonces salta en dirección de Clarice con temblores en todo el cuerpo.

—¡Perdón! —exclama la chica de cabellera rubia y gestos inocentes, al tiempo en que se cubre los ojos con las manos—. No debí entrar sin tocar, lo siento mucho.

—No, no, no, no... —Él niega con las manos y la cabeza, mientras intenta que ella lo mire.

—Toma, vine a traerte esto. —Clarice le extiende una canasta—. Disculpa por haber entrado de esta manera e interrumpir lo que hacías. Te dejaré solo para que puedas terminar.

—¡No! —exclama él alterado—. No es lo que parece, te juro
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