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Capítulo 3: El otro lado de la moneda

Narra Alessandro

La cabeza me quiere explotar ante el enojo que siento mientras veo como el doctor busca la manera de decir lo que, sin duda, va a costarle la vida. Mi esposa, toma mis manos mostrando la angustia que sentimos por saber la respuesta de fertilidad.

— Bueno, señores Delacroix. Aquí tengo los exámenes. De acuerdo a estos, la señora Delacroix tiene su fertilidad bien y los quistes que tiene en sus ovarios, no implican algún problema si queda embarazada. Sino que, pasará todo lo contrario, el proceso de gestación, podría ayudar a que desaparezcan. Ya que, son diminutos.

Yocelyn suspira aliviada y sonríe complacida, mientras se relaja su agarre.

Bien, ella puede tener hijos, pero entonces, ¿por qué aún no tenemos uní cuando ya llevamos cinco años como esposos?

— En cambio, en el caso del señor Delacroix, encontramos un problema. Según los estudios, encontramos una anomalía en la función del esperma y de acuerdo a lo revisado, también tiene un ligero bloqueo en los tubos que trasportan el semen. Sin mencionar que tiene una pequeña anomalía en el testículo derecho. — informa el doctor sin tener el valor de mirarlo a la cara.

Un golpe seco se hace escuchar y es el puño de Alessandro, quien ha causado el sonido al golpear el escritorio del doctor.

— ¿Esta bromeando? Según usted, tengo todas las afectaciones que un hombre podría tener. ¿De verdad quiere decirme eso y que exista la posibilidad que sea un error? — pregunta Alessandro molesto.

— Lamento informarle que no es un error. Llevamos seis meses repitiendo los exámenes y haciendo varios más profundos, por lo que, sé que no es un diagnóstico erróneo. Realmente tiene esos problemas

— Entonces, ¿es él el estéril? — pregunta Yocelyn sin una pizca de delicadeza.

— Es un poco duro decir que es estéril. Con tratamiento y unas intervenciones para quitar la obstrucción en los tubos, podría en el futuro tener hijos. Solo deben ser pacientes y apoyarse en este largo camino que tendrán que empezar. — murmura el doctor.

— Pero, si yo tengo encuentros sexuales con otras personas, ¿podría embarazarme? — pregunta Yocelyn agrandando la herida.

— Si él no tiene algún problema de fertilidad, sí. — informa el doctor.

— Entonces está bien. — responde Yocelyn acabando con el orgullo y pisoteando la hombría de Alessandro

— ¿Está bien? ¿Acostarte con alguien más para embarazarte está bien? — pregunta molesto.

— ¿Qué quieres que haga? Tú eres el incapaz de hacer un hijo, no yo. Así que, no me pidas que me quede contigo, cuando no puedo tener un heredero por tu culpa. — le responde Yocelyn sin una pizca de delicadeza.

— ¿Eso es lo que te preocupa? Yocelyn, soy consciente que nuestro matrimonio es un acuerdo de nuestros padres y por eso, ambos hemos aceptado que el otro tenga relaciones extramatrimoniales.

>> Pero, pensar siquiera en embarazarte de otro siendo mi esposa, no sólo rompe nuestro trato, sino que, es un golpe fuerte que te atreves a mencionar en mi cara. Dime, Yocelyn, ¿te importa poco como me estoy sintiendo ahora? — dice intentando mantener su ira interna controlada.

— ¿Importa eso? Como te sientas o fejes de sentirte, es irrelevante. El punto aquí es que no puedes embarazarme y así como tu familia espera un heredero, la mía también lo quiere. Así que, no me culpes por ser sincera y comprendas que lo mejor es que nos divorciemos.

— ¿Estás hablando en serio?

— Señores, creo que sería bueno que se calmen un poco. Sé que está información es bastante delicada y por eso…

— ¡Cállese! — gritan al unísono mirando al doctor para después mirarme entre sí.

— Sí, estoy hablando en serio

— Divorciarnos no es algo que decidimos nosotros. Nuestro matrimonio es un negocio y como tal, debemos plantear la finalizaron de esta sociedad con nuestras familias.

— ¿Crees que mi padre no va a aceptar esto? Alessandro, eres un inútil que no puede dar un mísero heredero. Dime, ¿qué padre quiere un hombre así para su hija? — dice molesta y de inmediato, Alessandro levanta su mano para golpearla ante el impacto de sus palabras, pero el golpe no llega.

No te rebajes a cambiar tus creencias y acciones, golpeando a una mujer, por más que lo merezca. — le dice la voz de su madre en su mente.

Alessandro, tensa su mandíbula y se aleja de ella al notar que sin darse cuenta, ambos se habían levantado de la silla con evidente molestia. Lentamente de aleja, viendo a la mujer frente a él. Esa con la que compartió cinco años como esposos y el único beso que tuvieron, fue en la ceremonia de bodas. Esa mujer, frente a él, solo había sido tocada por él en sus días fértiles, ante la presión de sus familias por un heredero.

Pero, no se consideraban una pareja. Ambos eran presidentes de las empresas de sus respectivas familias y solo compartían la casa de ellos para los momentos que tenían los encuentros sexuales o las visitas de sus padres. Los demás días, cada quien vivía en su propio apartamento y se acostaba con quienes deseaban sin que el otro interviniera.

Era un matrimonio sin una sola muestra de cariño y por ello, ver a esa mujer decidida y fría, no le sorprendía. A él debió sorprenderle que le hubiese agarrado la mano antes de saber los diagnósticos. Porque eso sí no era común en ella, en cambio, esta reacción si lo era.

— Esta bien, reunamos hoy mismo y decidamos si es mejor divorciarnos. Si lo es, haré una celebración por lo grande, porque me habré liberado de una arpía. Porque eso eres tú. Una m*****a arpía que tocarla levemente, es desagradable. — responde para después marcharse.

— ¡Arpía y todo, pero sí puedo embarazarme! ¡No como otros! — grita cuando Alessandro tira la puerta detrás de él y se marcha.

Apenas lo supo y ya te ha dado varios golpes. Dime, Alessandro, ¿cómo vas a soportar esta realidad a partir de ahora? — se pregunta mentalmente y la respuesta, llega de inmediato: trabajando.

Alessandro sube a su auto y se marcha a la empresa donde al llegar, no encuentra a su secretaria, algo que le hace enojar aún más y por ello, le escribe un ultimátum demostrado que hoy es uno de esos días donde está dispuesta a acabar con toda la empresa si le traen el café con un gramo de azúcar.

Enojado, entra a su oficina y todo, incluso lo común, le parece desagradable al punto de lanzar todo sin importar que se rompa. Todo le fastidiaba y el solo pensar que su futura ex esposa pisó este lugar, le causaba tanto malestar que quería cambiar de piso y todo lo que ella pudo ver.

Alessandro hiperventilaba del enojo y este aumentaba al no escuchar a la que él considera, torpe secretaria. La oficina le asfixiaba y también le daba calma. Así que, tomando su portátil, empezó a trabajar en la esquina donde su ex esposa no piso el suelo y empezó a trabajar.

Pero incluso, no podía hacer eso. Necesitaba información de su torpe secretaria y le molestaba trabajar en una oficina tan desordenada. Así que, viendo la hora en su reloj, se levantó y salió a esperar a la impuntual secretaria que iba a despedir.

Si algo era claro hoy, era que no iba dejar que ninguna mujer lo vuelva a pisotear. Ya con una, había sido suficiente.

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