— ¡Hola Sergio!
Elena lo ubicó, sentado en uno de los sillones de cuero dispuestos en el lobby, tenía una gorra entre las manos y su cincelada mandíbula expresaba preocupación, no reconoció a Elena, hasta que esta llegó y se paró delante de él.
— Elena puedo explicarte, no sé qué viste exactamente, pero es claro que hay un mal entendido ¿Qué es eso que tienes, una peluca?
— Sí Sergio, es una peluca —dijo Elena, sin darle importancia al hecho de estar disfrazada, se quitó los lentes de sol y los cambió por los de fórmula—. Ví exactamente que estabas de vacaciones con tu amante de turno; no hay excusa que valga.
— Cariño ven, vamos a tu habitación; no hagamos una escena.
— ¿Por qué no a tu habitación? Ahí encontraré las cosas de ella.
— Claro que no, es que no quiero que te sientas presionada, anda vayamos a tu terreno.
— Está bien, vamos.
Caminaron hasta el ascensor, allí esperando estaba una pareja de edad madura, conversaban amenamente abrazados, el caballero tenía las sienes plateadas y una barriga que demostraba la buena disposición de la esposa a mimarlo; la señora era una mujer pequeña y sonriente, toda una abuela mimosa y coqueta. Llevaban ambos pantalones cortos y franelas que decían Margarita, esas que siempre deben comprar los turistas al visitar la bella isla. Elena dio un saludo con la cabeza y una vez más sintió esa punzada de decepción, como le hubiera gustado haber llegado a esa edad contando con el amor de un esposo, de una familia, celebrar aniversarios con hijos y nietos. El ascensor abrió y ambas parejas entraron, Elena marcó su planta, sentía que su corazón le saldría por la boca. Por Dios tenía que tener fuerza, no podía llorar ahora.
— No me digan, celebrando aniversario —, dijo Sergio sonriente haciendo uso de ese carisma patentado dirigiéndose a la pareja.
— ¡Oh, sí!… —, contestó el caballero, feliz de poder expresar su entusiasmo—, Estamos con la familia, celebrando 40 años de casados.
— Qué bien, aunque debieron casarse siendo unos adolescentes —dijo Sergio guiñandole un ojo a la señora—, mis más sinceras felicitaciones, espero que mi esposa y yo, lleguemos a nuestro aniversario 40 así de felices.
La señora toda sonrisa, respondió dirigiéndose a ambos.
— Ojalá y así sea, ya que hacen una bella pareja ¿Cuánto tiempo llevan de casados? —de inmediato Sergio respondió.
— Tres años, recién y espero que pronto podamos aumentar la familia.
Elena no dijo ni una palabra, ya Sergio no podía engañarla, hablaba de hijos, porqué sabía que ése era el punto débil de Elena; ella anhelaba tener una familia propia, por eso había aguantado tantas trastadas de Sergio, el ascensor hizo la parada en el piso 5 donde se hospedaba Elena. Ella salió dando una despedida con la mano a la feliz pareja, Sergio la siguió todavía riendo y despidiéndose, era la mata de la tranquilidad, la seguía de cerca mostrando una serenidad que no era congruente con el aspecto que tendría que tener un infiel agarrado infraganti, caminaron por el corredor de color marfil decorado con palmas y cuadros de paisajes acuáticos, Elena llegó a su puerta.
— Ven cariño, permíteme la llave —dijo Sergio acercándose a Elena.
— Deja la estupidez, yo abro mi puerta, pasa ya...
Elena dio espacio para que Sergio pasara el umbral, era una habitación pequeña de color azul celeste, disponía de una pequeña sala con un sofá y una mesa, más allá estaba una cama Queen con sábanas blancas, había un biombo disimulando la puerta del baño y un pequeño balcón con vista a la piscina, por supuesto Sergio había tomado una suite mucho más grande y costosa, Sergio no escatimaba en gasto cuando de sus aventuras se trataba, Elena siempre fue más ahorrativa y no iba de vacaciones sólo a enfrentar a su marido. Deseó también tener un amante, que Sergio sintiera por una vez lo que era saberse idiota. La ira se iba apoderando de ella, cómo era posible que este hombre se mostrara tan seguro de sí mismo.
— No tienes que ponerte así cariño, vale sí, pero deja que te explique... —Sergio tomó una pausa con ambas manos juntas en la boca—. Sí metí la pata, pero no es lo que piensas, mi intención era darme un baño de playa, ese fue mi error, no debí acercarme a la playa, la señorita que viste se me arrojó a los brazos, seguro se dedica a buscar hombres solitarios o sencillamente está loca, vine aquí a la reunión con los inversionistas y luego me conseguí a esa señorita, y tú me llamaste te juró no pasó nada.
— ¿Te conseguiste a esa señorita? Es que definitivamente me crees idiota. ¡Te vi en la playa, con ella!
— Bueno, pero no la conozco, estaba aquí solo, confieso que me sentí tentado por un momento, pero podemos arreglarlo. Es a ti a quien amo. Tú eres la mujer con quien me casé, mi señora.
— Sí, la insípida —ahora Elena gritaba—, la fea sin los grandes pechos —dijo moviendo sus manos con mímica como si tuviera un gran busto—, pero sí cerebro para garantizar que te rinda el tiempo y el dinero para gastar en tus muñecas.
— Elena, sabes que no es así. Hablas como si fuera un mantenido, como si a ti no te diera atención, la empresa no sería nada sin mí, pero tú no te das cuenta, solo ves lo que tú haces y no me prestas atención. Algo nos pasó, ahora me persigues, perdí tu confianza. Voy a cambiar —dijo estas últimas palabras acercándose a Elena, extendió sus manos para tomar las de ella.
— Por favor Sergio, estoy haciendo un esfuerzo por estar calmada, pero tú me sigues viendo la cara de estúpida, ¿qué vas hacer con la mujer que tienes esperándote? —dijo yendo hacia el balcón y señalando la piscina… ¡Quiero el divorcio!
— ¡No!..., no puedes —ahora, Sergio se veía nervioso, no esperaba que Elena supiera dónde había dejado la amante.
— No te preocupes, no la voy agarrar de los cabellos —dijo de manera más calmada—, sólo quiero que nos divorciemos, no quiero más nada.
— Y la empresa, que con publicidad Arango, estás exagerando cariño —Sergio la abrazó—.Te lo juro no me importa nada, quedémonos aquí, demos otra oportunidad a nuestro matrimonio, no salgamos de está habitación, no hay nada allá afuera más importante que tú.
Elena forcejeo, pero él no le permitió zafarse, Sergio continuó.
— Dame la oportunidad de demostrarte que puedo cambiar, tengamos un montón de niños...
Con eso Elena explotó en llanto.
— ¡Suéltame! si algo me apreciaste alguna vez, me darás el divorcio. Quédate con la empresa, yo solo quiero mi casa. Si insistes ten por seguro que haré lo posible por dejarte en la callé.
Ahora Sergio se daba cuenta que estaba en aprietos, decidió darle espacio, dentro de dos días sería más fácil convencerla.
— No te preocupes, llegaremos a un acuerdo. Pero no olvides que te amo, que eres tú quien me echas. Prefieres verte sola, antes de darle una oportunidad a nuestro matrimonio, piénsalo por un momento, disfrazarte, venir a Margarita, en vez de quedarte tranquila en el lugar de señora que te corresponde.
Sergio salió de la habitación con un sonoro portazo, Elena parpadeo ante el sonido de la puerta, así que esto era el fin de su matrimonio, fue corto, pero ella había depositado mucha fe en él, Elena se dejó llevar nuevamente por la autocompasión, lloró por no ser lo suficiente mujer y bastar para Sergio, por ser tan invisible a lo largo de su vida y no haber conocido a un hombre más simple, menos vanidoso, ¡Ya basta! —dijo ahora más alto—, empezó mi nueva vida, así lo veré, el fin de mi matrimonio y el comienzo de una nueva vida. Voy a la playa, un baño en el mar me dará suerte.
Elena bajó por el ascensor llena de adrenalina dispuesta a no pensar más en Sergio. Se dirigió hasta las tiendas del hotel y entró en una pequeña boutique de trajes de baño; viéndolo todo no se decidía, una parte muy malvada en ella y la cual ignoraba que poseía, quería comprar un minúsculo traje de baño y verse muy sexi. Vio un exquisito traje de baño, era blanco y negro en diseño de cebra, el biquini tenia de un lado de la cadera cuentas rojas tejidas a unos broches dorados; al otro lado subía una franja de tela hacia el corpiño, de ése lado tenía una delgado tirante que completaba el traje pasando encima del hombro del otro extremo era sin tirante, en el medio del busto la tela iba sujeta a un aro rojo y atrás se anudaba, su forma de banda hacía del corpiño perfecto para el busto pequeño, ya que atrapaba el busto y lo empujaba al medio. Para una mujer de busto grande este diseño no era el recomendado. Elena pensó, que a ella este glamoroso traje de baño le quedaría mejor que a la pequeña amante de Sergio, que se le verían los senos derramados por todas partes y la franja que atravesaba el vientre le quedaría floja por ser bajita, acarició el traje de baño en el maniquí.
— ¿Cuánto cuesta? —preguntó a la vendedora, una mujer elegante de unos cuarenta, bien conservada.
— Este es un modelo precioso, acaba de salir de la pasarela, ¿Quiere probárselo?, Con su figura le debe quedar precioso.
La mujer tenía una sonrisa conspiradora. Elena la siguió al probador al colocarse el traje de baño se miró en el espejo y vio una hermosa mujer, alta de cabello castaño liso hasta dar casi a la cintura, sus ojos marrones, le devolvía la imagen de una sexi castaña, no creía que fuera ella, el traje de baño le quedaba como un guante, destacaba su estrecha cintura, soltó y sacudió su cabello.
— Me veo bastante bien —dijo en voz baja.
También compró unas argollas doradas y una pulsera de grandes eslabones dorados, un pareo que era en un rectángulo de tela transparente a franjas anchas blancas y negras lo suficientemente grande para cubrirla entera.
— Solo necesita unas sandalias doradas con tacón de aguja y será una modelo de pasarela —dijo la dependienta.
Elena entendió que su compra estaba lejos de ser una ropa para meter en el mar, era para ser vista, no para mojarla y eso le agradó. Siguió el día haciendo compras en un centro comercial cercano, gastó lo equivalente a un año en ropa, las sandalias doradas y una pasadita por la peluquería, esa noche durmió con una sonrisa, soñando con ella en la piscina y su hermoso traje de baño.
Gracias por darle la oportunidad a mi primera novela Elena De Larsson, prometo que cada capítulo mantiene emoción y no se extiende en rellenos, ojalá disfruten leerla.
En la mañana el sol brillaba, un día perfecto para la piscina, Elena pidió desayuno a la habitación y se arregló con ahínco, jamás había reparado tanto en arreglarse, ni siquiera para fiestas con vestidos de noche, al final lucía el traje de baño, las sandalias doradas, el cabello caía en ondas suelto, por último, frunciendo el ceño hacia el pareo, decidió amarrarlo a la cintura, se miró en el espejo y el único problema eran los anteojos correctivos. — No puedo hacer nada, con estos tacones si camino sin mis anteojos seguro me mato, o me caigo haciendo el ridículo —decidiendo que eso sería peor que partirse el cuello, se dejó sus lentes, salió de la habitación rumbo a la piscina del hotel, sintiéndose hermosa por primera vez en su vida. Bernhard Larsson, era el dueño de la cadena hoteler
Así se conocieron Elena y Bernhard, compartieron en Margarita tres días, en las noches cenaron en un comedor privado, Bernhard era gracioso y sofisticado, conversaban de muchas cosas, él le inspiraba confianza y misteriosamente le hacía tener confianza en sí misma, él le prometía que con él podía explorar el mundo y que él la enseñaría a como desenvolverse apartando la timidez, que según Bernhard Larsson, sólo era un lastre que limitaba la vida, la llevó a Valencia en avión privado, una vez en Valencia, Bernhard puso sus abogados al servicio de Elena, para que manejaran el divorcio. Elena presentó a Bernhard en el orfanato dónde creció, este era dirigido por monjas y no le pusieron muy buena cara al principio, aparentemente Bernhard tenía apariencia de ser un lobo vestido de cordero, sin embargo, confiaban en el juicio de Elena, los consejos y opiniones de las hermanas se lo hicieron llegar a ella en privado; Bernhard
— Buenas noches, papá. Un hombre altísimo, Rubio y musculoso estaba junto a ellos, era contemporáneo con Elena, un poco mayor. — Hijo ven, te presentaré a la mujer más extraordinaria que he conocido, y ha tenido la poca delicadeza de rechazarme. Elena enrojeció hasta las raíces del cabello. — Encantado señorita, Sebasthian Larsson —dijo Sebasthian tomándole la mano e inclinándose para besar sus nudillos. — Igualmente —dijo casi susurrando Elena aún apenada. Bernhard se reía y Sebasthian los observaba. Sebasthian era como ver a un dios nórdico de leyenda, con su belleza dorada y brillantes ojos azules. — Entonces ¿Cómo se conocieron? — Fue en Margarita, durante las vacaciones de Elena, en El Atlantis, acababa de firmar el documento final de compra, decidí tomar un whisky, sabes que Andueza no fue un vendedor amable, casi rompe el papel con el bolígrafo, dijo felicitaciones rompiéndose los dientes y se fue, mejor así no tuve interrupciones, cuando vi a
Aeropuerto de Maiquetía. Pablo Larsson llegaba de París, apenas podía disimular su entusiasmo al volver a su tierra natal Venezuela, la ansiedad de saber que llegaba a encarar el proyecto que siendo sinceros, su pequeña empresa no hubiera conseguido si no se tratara de un proyecto Larsson; era su deber dar la talla y a su vez era el trampolín para él y su socio, la presión era mucha, pero estaba entusiasmado y seguro de poder conseguir el éxito esperado, sus facciones eran muy marcadas Larsson, también había heredado facciones de su madre, no era rubio y sus ojos también diferente a los otros Larsson, no eran azul brillante, eran grises como una tormenta, muy ancho de espalda y de caderas finas, sus trajes no necesitaban relleno, siempre fue un deportista, era orgulloso, en un principio no creyó tener la experiencia de tomar este gran proyecto y no lo hizo, siempre se empeñó en valerse por mérito propio comenzando desde abajo cómo lo hicieran su padre y su tío, ahora era el momento
Bernhard dio un trago ya concentrado totalmente en su sobrino. — Pablo ¿Cómo vamos con la construcción? — Vamos bien con las fechas en cuanto a la demolición, pero hasta que no vaya a Margarita no puedo darte fecha de entrega, es un monstruo tío, espero estar a la altura. — Estoy seguro que no tendré queja. Y tú ¿Cómo estás y cómo te trató la ciudad de la luz? — La verdad me emocionó volver, al parecer vivir solo de fiesta terminó aburriéndome. — ¿Sigues con la idea de buscar esposa y enseriarte? —dijo Bernhard con un fingido estremecimiento. — Vine porque me llamaste tío, en realidad no estoy apurado por conseguir esposa, para nada. — Algún día conocerás alguna joven apropiada para ser tu esposa, si resulta que hay amor entre ustedes, sería mucho mejor, es lo que deseó para Sebasthian y para ti —dijo Bernhard más serio. Bernhard se quedó un momento pensando, Pablo vio que estaba observando a Elena que estaba conversando con dos hombres con traj
Esa misma noche Pablo había tenido una visita inesperada en su suite, una de las reservada para los miembros de la familia y personalidades vip. — Donna, qué sorpresa no esperaba verte, al menos no hoy. Donna Martino era una joven de 25 años delgada y esbelta como modelo, no tenía muchas curvas, su cara era un pequeño ovalo con rasgos finos y hermosos, su principal atractivo sus ojos, verdes y grandes, en comparación a la delicadeza de su pequeña boca, que siempre mostraba un pequeño puchero ensayado, y el cabello era negro brillante muy liso, llegaba casi a la cintura, llevaba un vestido verde ajustado y muy corto. — Necesitaba verte Pablo, para pedirte perdón. Conseguí que mi hermano me dijera en qué habitación estabas, por favor no te molestes con él, es que tenía que verte. Pablo se apartó de la puerta para que Donna pasara, de verdad no la esperaba, sabía que en cualquier momento lo buscaría, porque la escapada con el instructor no le duró. En menos de un mes
— Tío necesito un favor —dijo Pablo ahora serio. — ¿Qué pasó Pablo? claro. — Necesito otra habitación. — ¿Algún problema con la suite? —preguntó Bernhard preocupado. — No, no se trata de eso. — Es que anoche, Donna vino a verme; quería disculparse, bueno que baste decir que pasó la noche conmigo, esta mañana le dije que era solo cosa de una noche, pero como no creo que se conforme, no quiero que me encuentre si vuelve. — Por supuesto no se conformará con perder tan fácil la gallina de los huevos de oro, pero me inquieta saber ¿Cómo hizo para saber cuál era tu suite? — No te preocupes, nada que ver con tus empleados, Dante le dijo. — Ese amigo tuyo me gusta menos que esa arpía, pero, aunque es un alivio saber que no fue por chisme de mi gente, arreglaré con mi asistente que te cambien tus cosas a otra habitación, me imagino que ella todavía está aquí. — Seguramente, pero le dejé claro que no la quería allí al volver y me dijo que ya se iba.
Elena estuvo todo el día de aquí para allá, eso era lo normal en el restaurante, pero hoy era uno de esos días, dónde todo simplemente sale mal, pero a pesar de que el pedido de pescado llegó incompleto, que una ayudante de cocina se cortó en la mano y que tuviera que irse a la emergencia, el chef que es un verdadero genio culinario, pero bastante temperamental estuviera a punto de un colapso nervioso porque la comida no estaría a tiempo, finalmente el almuerzo había salido bien, para el turno de la noche no deberían haber más contratiempos, una bulliciosa familia llegó al restaurante, era la pareja que coincidió con ella y Sergio en el ascensor del hotel de Margarita, el día que todo cambió, en está ocasión la pareja iba acompañada de la familia incluyendo varios nietos, Elena los recibió, a veces hacia el trabajo del maître y pensó "por favor Dios que no me reconozcan" la pareja no reparó para nada en ella, Elena cayó en cuenta de que no solo habían pasado más de un año, también en