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Capítulo 7 Exorcizar demonios.

 

  Esa misma noche Pablo había tenido una visita inesperada en su suite, una de las reservada para los miembros de la familia y personalidades vip

   — Donna, qué sorpresa no esperaba verte, al menos no hoy.  

   Donna Martino era una joven de 25 años delgada y esbelta como modelo, no tenía muchas curvas, su cara era un pequeño ovalo con rasgos finos y hermosos, su principal atractivo sus ojos, verdes y grandes, en comparación a la delicadeza de su pequeña boca, que siempre mostraba un pequeño puchero ensayado, y el cabello era negro brillante muy liso, llegaba casi a la cintura, llevaba un vestido verde ajustado y muy corto. 

   — Necesitaba verte Pablo, para pedirte perdón. Conseguí que mi hermano me dijera en qué habitación estabas, por favor no te molestes con él, es que tenía que verte. 

    Pablo se apartó de la puerta para que Donna pasara, de verdad no la esperaba, sabía que en cualquier momento lo buscaría, porque la escapada con el instructor no le duró. En menos de un mes estaba de vuelta en su casa. 

   — No es necesario pedir perdón Donna, no después de tanto tiempo, de todas formas, considérate perdonada.  

   Donna mantenía la mirada baja, nunca lo había visto así, Pablo con ella siempre era amable y cálido. 

   — Se que te hice mucho daño, fui estúpida; me rebelé en contra de nuestra boda sin saber que era el peor error que cometería jamás. 

   — Quien sabe, quizás te hubieras arrepentido más si te casabas conmigo —ahora Pablo se sirvió un trago del minibar. 

   — No, nunca, después pude darme cuenta lo que perdí, solo le pido a Dios que no te hayas vuelto duro y cínico, eras tan dulce conmigo. 

    — Sí, por eso te fuiste con el instructor —Pablo tomó el whisky de un solo trago y sonrió— ¿Cómo te trataba? 

   Pablo puso el vaso en la barra del minibar, se abalanzó sobre ella y la zarandeó, para finalmente abrazarla por la cintura, la besó con violencia y Donna gimió de deseo. 

   — ¿Así te besaba? dímelo ¿Así te tocaba? —Pablo la tenía con un brazo aferrada a la cintura y la otra en su trasero, Donna solo gemía, no negaba ni afirmaba, Pablo la soltó furioso. 

   — Déjate de tonterías Donna, viniste a mi habitación buscando lo que por caballero no te di hace tiempo, cuándo creí que eras inocente y tierna, si te quedas aquí te follaré toda la noche, aquí no hay ternura, sólo sexo duro y caliente como a ti te gusta; entonces ¿Te quedas?  

   Donna se quedó. 

   Pablo había dormido poco, pasó casi toda la noche teniendo sexo con Donna, utilizándola para sanar su orgullo herido, pero ahora intuía que ella se iba a volver una molestia, así que cuando sonó la alarma se levantó de la cama de mal humor. Donna por el contrario se estiró como un gatito y se acurrucó más, Pablo se duchó, se vistió con un traje gris plomo y fue a despertarla sin ninguna delicadeza.  

   — Donna me tengo que ir. Despierta y escúchame —Pablo la miró a los ojos—, si quieres puede quedarte un rato más, pero cuando vuelva no quiero encontrarte aquí, ¿Estamos claros? 

   — No hace falta que seas tan rudo, ya me voy, ¿Cuándo nos vemos? tú y yo estamos muy bien juntos, como pudimos darnos cuenta anoche. 

   — Anoche fue para exorcizar demonios, eso no nos vuelve compatibles —Pablo se levantó de la cama—. Si no fueras la hermana de mi amigo, quizás pudiéramos tener sexo de vez en cuando, pero la verdad es que no te quiero en mi vida, que te vaya muy bien Donna. Adiós. 

   Pablo estaba ya caminando hacia la puerta y Donna desde la cama se incorporó tapándose los senos con la sábana, se veía muy frágil, pero ya no despertaba ternura en Pablo, él sabía que era manipuladora. 

   — Seguro soñabas con decirme esas palabras, herirme como yo te herí, durante todo este tiempo yo sufría por mis acciones y tú planeando una venganza. 

   — No señorita, yo no te busqué, tú solita te metiste en mi cama y sabías muy bien en que te metías, no vas a jugar el papel de mártir. Que tengas buenos días— dijo mientras cerraba la puerta. 

   — Ya verás cómo esto no se queda así, no será la última vez —Donna dijo a la habitación vacía. 

   Pablo bajó por el ascensor, no quería reconocerse a sí mismo la equivocación que había cometido, pensaba que iba a sentir satisfacción una vez le demostró a Donna que no era un castrado, que él podía hacerla gritar, debería estar satisfecho, Donna era una hembra dispuesta e insaciable, pero ahora le causaba repulsión, ya iba llegando al restaurante del hotel donde había quedado en reunirse con su tío cuando vio su reloj las 7:05 am Bernhard no vendría hasta las 8:30 am, pues ya estaba aquí tendría que haberse vestido para ir al gimnasio, pero ya no iba a volver a la habitación con Donna allí todavía, mejor tomar un café y leer el periódico, cuando entró a la primera que vio fue Elena.  

   — Buenos días. 

   — Bu… buenos días… Pablo ¿Cómo estás? —su corazón comenzó a latir como si estuviera en una maratón «ahora soy tartamuda, Elena compórtate» —¿Café verdad? 

   — Veo que es tu costumbre anticiparte a los pedidos.   

   Elena ya estaba detrás de una barra y se dio vuelta hacia una máquina de café, mientras preparaba el café  «si no fuera por lo antipático, tendrían que recogerme con cucharilla cuando ese hombre se pone frente a mí.»

   Pablo se arrepintió ahí mismo, después de todo Elena no tenía la culpa de su mal humor, así que trató de enmendarlo. 

— Pero, sin embargo, no te equivocas, por favor me gustaría un café muy negro... Como mi alma. 

   Esto último lo susurró, para que Elena no escuchará, estaba observando cómo se marcaba el trasero de Elena, el pantalón azul cielo que llevaba, mientras estaba de espalda con la máquina de café, Dios venía seco de estar con una mujer toda la noche, y ya se imaginaba cómo sería tener a Elena en su cama. 

Pablo le regaló su mejor sonrisa, Elena le dio el café y sin decir una palabra tomó una pila de periódicos del día y se los puso al lado de la taza. 

   — No es que pretenda ser una sabelotodo —dijo Elena de mala manera, luego respiró y con voz más calmada ironizó— es que soy buena en mi trabajo. 

   Pablo se arrepintió una vez más de su grosería, y se sintió hechizado por la belleza de Elena, lo intrigaba esos ojos grandes y brillantes, de un marrón brillante, su aura inocente no le repelía, por el contrario, le intrigaba, quería saber más de ella. 

   — Perdóname si fui grosero, tuve una mala noche —dijo haciendo una mueca, seguido por una sonrisa—, ¿Me disculpas? 

    Elena pensó que ahora sí que se derretía. 

   — Oh no…, no te preocupes, discúlpame a mí, que pesada —ahora sonreía con él y Pablo pensó que nunca había visto una mujer más bonita—, no tomé en consideración el cambio de horario, debes aclimatarte. Verás, conozco los hombres de tu familia, generalmente llegan temprano, toman café y leen el periódico antes de desayunar.  

   — ¿Tienes mucho tiempo trabajando aquí?—dijo con verdadera curiosidad. «ojalá no sea una manipuladora con cara bonita que le saca provecho a mi tío.»

   — Hace poco más de un año, cuando conocí a Berni estabas en Francia, por eso no nos conocíamos, aunque tu mamá siempre habla de ti. 

   — ¿Mi mamá te hablaba de mí? —dijo sorprendido. 

   — Bueno, y de tu hermana, a ella también la conozco. 

   — Los conoces a todos, menos al antipático de la partida que soy yo. 

   — No digas eso, tu mamá y tu hermana son vivarachas, pero tú eres serio como tu papá; excepto cuando él viene con tu mamá —se acercó a él y habló en voz baja—, cuando tus padres andan juntos, tu padre siempre sonríe y el café y el periódico de la mañana lo pide en servicio a la habitación.  

   Pablo dio una carcajada, Elena lo había logrado, el recuerdo de su familia lo había relajado, así riendo los encontró Bernhard. 

   — Pablo ya estás aquí, madrugador, eso es bueno, ya sabes lo que dicen: quién madruga recoge agua clara.

   — Berni tú y tus refranes —dijo Elena y fue a la máquina de café, volvió hacia ellos con el café de Bernhard. 

   — Gracias cariño, me hacía falta, ya la sádica de Brenda me hizo comer polvo en el gimnasio.  

   — Una actividad que estoy segura disfrutó mucho, pero no creas sólo eres víctima de sus cariños, según ella mientras más te quiere, más te exige. 

   — Lo sé, ¿por qué crees que le digo sádica?, sólo desearía que el sadismo me lo demostrara de una manera más íntima. 

   Elena dio una carcajada. 

   — Berni tú no cambias. 

   — Es triste y sólo lo diré porque estoy en familia, Brenda me da miedo, y si no puedo cumplirle una faena a esa hembra. Por Dios si es brutal en el gimnasio. Y como se lo digas Elena, lo negaré hasta la muerte. 

   Pablo no entendía, ya que no conocía a Brenda, pero no pasó por alto que su tío contaba a Elena como familia. 

   — Bueno ya me dio curiosidad, tendré que ir pronto al gimnasio a conocerla. 

   — Pareces tener la capacidad de aguantar sus rutinas de terror —dijo Elena sonriendo. 

    Que Elena notara que él estaba en buena forma le gustó a Pablo. Sonrió y dijo.  

   — Pues sí la conozco no le diré quién soy, quizás así no me preste mucha atención si me mantengo fuera de su vista. 

   — Brenda atiende a cada persona, es muy buena en lo que hace, va llevándote poco a poco al límite de tus capacidades, aunque cuando Brenda te vea, sabrá que eres un Larsson.  

   — Claro, compartimos todos parecido —dijo Bernhard.  

   — Sí, son todos bastante guapos —dijo Elena con coquetería.  

   — Querida nos harás sonrojar. 

      Ahora Elena riendo dijo. 

    — Ya tú no sabes cómo sonrojarte, si eres un presumido. 

   — Presumido, me hieres Elena, entonces lo hará mi sobrino, sólo míralo, recibir piropos de está preciosidad tan temprano. 

   — Estoy segura que está acostumbrado, ya que no lo veo para nada colorado. 

   — Los dones que Dios nos dio debemos aprovecharlos, y dudo que no esté como un tómate, porque estoy profundamente complacido con el piropo Elena. 

    Y como no, ella si era capaz de sonrojarse y desde que conoció a este hombre, era su estado permanente. 

   — Pero mira que mejillas tan lindas, Pablo —dijo Bernhard sonriendo, y ambos miraron a Elena. 

   — ¡Ya!, no puedo contra los dos, me voy a trabajar y los dejo para que se pongan en lo suyo, si hay algo que gozan los Larsson tanto como molestar chicas sensibles es trabajar. 

   Aún reían los tres cuando Elena los dejó solos en la barra y se perdió camino a la cocina.

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