Esa misma noche Pablo había tenido una visita inesperada en su suite, una de las reservada para los miembros de la familia y personalidades vip.
— Donna, qué sorpresa no esperaba verte, al menos no hoy.
Donna Martino era una joven de 25 años delgada y esbelta como modelo, no tenía muchas curvas, su cara era un pequeño ovalo con rasgos finos y hermosos, su principal atractivo sus ojos, verdes y grandes, en comparación a la delicadeza de su pequeña boca, que siempre mostraba un pequeño puchero ensayado, y el cabello era negro brillante muy liso, llegaba casi a la cintura, llevaba un vestido verde ajustado y muy corto.
— Necesitaba verte Pablo, para pedirte perdón. Conseguí que mi hermano me dijera en qué habitación estabas, por favor no te molestes con él, es que tenía que verte.
Pablo se apartó de la puerta para que Donna pasara, de verdad no la esperaba, sabía que en cualquier momento lo buscaría, porque la escapada con el instructor no le duró. En menos de un mes estaba de vuelta en su casa.
— No es necesario pedir perdón Donna, no después de tanto tiempo, de todas formas, considérate perdonada.
Donna mantenía la mirada baja, nunca lo había visto así, Pablo con ella siempre era amable y cálido.
— Se que te hice mucho daño, fui estúpida; me rebelé en contra de nuestra boda sin saber que era el peor error que cometería jamás.
— Quien sabe, quizás te hubieras arrepentido más si te casabas conmigo —ahora Pablo se sirvió un trago del minibar.
— No, nunca, después pude darme cuenta lo que perdí, solo le pido a Dios que no te hayas vuelto duro y cínico, eras tan dulce conmigo.
— Sí, por eso te fuiste con el instructor —Pablo tomó el whisky de un solo trago y sonrió— ¿Cómo te trataba?
Pablo puso el vaso en la barra del minibar, se abalanzó sobre ella y la zarandeó, para finalmente abrazarla por la cintura, la besó con violencia y Donna gimió de deseo.
— ¿Así te besaba? dímelo ¿Así te tocaba? —Pablo la tenía con un brazo aferrada a la cintura y la otra en su trasero, Donna solo gemía, no negaba ni afirmaba, Pablo la soltó furioso.
— Déjate de tonterías Donna, viniste a mi habitación buscando lo que por caballero no te di hace tiempo, cuándo creí que eras inocente y tierna, si te quedas aquí te follaré toda la noche, aquí no hay ternura, sólo sexo duro y caliente como a ti te gusta; entonces ¿Te quedas?
Donna se quedó.
Pablo había dormido poco, pasó casi toda la noche teniendo sexo con Donna, utilizándola para sanar su orgullo herido, pero ahora intuía que ella se iba a volver una molestia, así que cuando sonó la alarma se levantó de la cama de mal humor. Donna por el contrario se estiró como un gatito y se acurrucó más, Pablo se duchó, se vistió con un traje gris plomo y fue a despertarla sin ninguna delicadeza.
— Donna me tengo que ir. Despierta y escúchame —Pablo la miró a los ojos—, si quieres puede quedarte un rato más, pero cuando vuelva no quiero encontrarte aquí, ¿Estamos claros?
— No hace falta que seas tan rudo, ya me voy, ¿Cuándo nos vemos? tú y yo estamos muy bien juntos, como pudimos darnos cuenta anoche.
— Anoche fue para exorcizar demonios, eso no nos vuelve compatibles —Pablo se levantó de la cama—. Si no fueras la hermana de mi amigo, quizás pudiéramos tener sexo de vez en cuando, pero la verdad es que no te quiero en mi vida, que te vaya muy bien Donna. Adiós.
Pablo estaba ya caminando hacia la puerta y Donna desde la cama se incorporó tapándose los senos con la sábana, se veía muy frágil, pero ya no despertaba ternura en Pablo, él sabía que era manipuladora.
— Seguro soñabas con decirme esas palabras, herirme como yo te herí, durante todo este tiempo yo sufría por mis acciones y tú planeando una venganza.
— No señorita, yo no te busqué, tú solita te metiste en mi cama y sabías muy bien en que te metías, no vas a jugar el papel de mártir. Que tengas buenos días— dijo mientras cerraba la puerta.
— Ya verás cómo esto no se queda así, no será la última vez —Donna dijo a la habitación vacía.
Pablo bajó por el ascensor, no quería reconocerse a sí mismo la equivocación que había cometido, pensaba que iba a sentir satisfacción una vez le demostró a Donna que no era un castrado, que él podía hacerla gritar, debería estar satisfecho, Donna era una hembra dispuesta e insaciable, pero ahora le causaba repulsión, ya iba llegando al restaurante del hotel donde había quedado en reunirse con su tío cuando vio su reloj las 7:05 am Bernhard no vendría hasta las 8:30 am, pues ya estaba aquí tendría que haberse vestido para ir al gimnasio, pero ya no iba a volver a la habitación con Donna allí todavía, mejor tomar un café y leer el periódico, cuando entró a la primera que vio fue Elena.
— Buenos días.
— Bu… buenos días… Pablo ¿Cómo estás? —su corazón comenzó a latir como si estuviera en una maratón «ahora soy tartamuda, Elena compórtate» —¿Café verdad?
— Veo que es tu costumbre anticiparte a los pedidos.
Elena ya estaba detrás de una barra y se dio vuelta hacia una máquina de café, mientras preparaba el café «si no fuera por lo antipático, tendrían que recogerme con cucharilla cuando ese hombre se pone frente a mí.»
Pablo se arrepintió ahí mismo, después de todo Elena no tenía la culpa de su mal humor, así que trató de enmendarlo.
— Pero, sin embargo, no te equivocas, por favor me gustaría un café muy negro... Como mi alma.
Esto último lo susurró, para que Elena no escuchará, estaba observando cómo se marcaba el trasero de Elena, el pantalón azul cielo que llevaba, mientras estaba de espalda con la máquina de café, Dios venía seco de estar con una mujer toda la noche, y ya se imaginaba cómo sería tener a Elena en su cama.
Pablo le regaló su mejor sonrisa, Elena le dio el café y sin decir una palabra tomó una pila de periódicos del día y se los puso al lado de la taza.
— No es que pretenda ser una sabelotodo —dijo Elena de mala manera, luego respiró y con voz más calmada ironizó— es que soy buena en mi trabajo.
Pablo se arrepintió una vez más de su grosería, y se sintió hechizado por la belleza de Elena, lo intrigaba esos ojos grandes y brillantes, de un marrón brillante, su aura inocente no le repelía, por el contrario, le intrigaba, quería saber más de ella.
— Perdóname si fui grosero, tuve una mala noche —dijo haciendo una mueca, seguido por una sonrisa—, ¿Me disculpas?
Elena pensó que ahora sí que se derretía.
— Oh no…, no te preocupes, discúlpame a mí, que pesada —ahora sonreía con él y Pablo pensó que nunca había visto una mujer más bonita—, no tomé en consideración el cambio de horario, debes aclimatarte. Verás, conozco los hombres de tu familia, generalmente llegan temprano, toman café y leen el periódico antes de desayunar.
— ¿Tienes mucho tiempo trabajando aquí?—dijo con verdadera curiosidad. «ojalá no sea una manipuladora con cara bonita que le saca provecho a mi tío.»
— Hace poco más de un año, cuando conocí a Berni estabas en Francia, por eso no nos conocíamos, aunque tu mamá siempre habla de ti.
— ¿Mi mamá te hablaba de mí? —dijo sorprendido.
— Bueno, y de tu hermana, a ella también la conozco.
— Los conoces a todos, menos al antipático de la partida que soy yo.
— No digas eso, tu mamá y tu hermana son vivarachas, pero tú eres serio como tu papá; excepto cuando él viene con tu mamá —se acercó a él y habló en voz baja—, cuando tus padres andan juntos, tu padre siempre sonríe y el café y el periódico de la mañana lo pide en servicio a la habitación.
Pablo dio una carcajada, Elena lo había logrado, el recuerdo de su familia lo había relajado, así riendo los encontró Bernhard.
— Pablo ya estás aquí, madrugador, eso es bueno, ya sabes lo que dicen: quién madruga recoge agua clara.
— Berni tú y tus refranes —dijo Elena y fue a la máquina de café, volvió hacia ellos con el café de Bernhard.
— Gracias cariño, me hacía falta, ya la sádica de Brenda me hizo comer polvo en el gimnasio.
— Una actividad que estoy segura disfrutó mucho, pero no creas sólo eres víctima de sus cariños, según ella mientras más te quiere, más te exige.
— Lo sé, ¿por qué crees que le digo sádica?, sólo desearía que el sadismo me lo demostrara de una manera más íntima.
Elena dio una carcajada.
— Berni tú no cambias.
— Es triste y sólo lo diré porque estoy en familia, Brenda me da miedo, y si no puedo cumplirle una faena a esa hembra. Por Dios si es brutal en el gimnasio. Y como se lo digas Elena, lo negaré hasta la muerte.
Pablo no entendía, ya que no conocía a Brenda, pero no pasó por alto que su tío contaba a Elena como familia.
— Bueno ya me dio curiosidad, tendré que ir pronto al gimnasio a conocerla.
— Pareces tener la capacidad de aguantar sus rutinas de terror —dijo Elena sonriendo.
Que Elena notara que él estaba en buena forma le gustó a Pablo. Sonrió y dijo.
— Pues sí la conozco no le diré quién soy, quizás así no me preste mucha atención si me mantengo fuera de su vista.
— Brenda atiende a cada persona, es muy buena en lo que hace, va llevándote poco a poco al límite de tus capacidades, aunque cuando Brenda te vea, sabrá que eres un Larsson.
— Claro, compartimos todos parecido —dijo Bernhard.
— Sí, son todos bastante guapos —dijo Elena con coquetería.
— Querida nos harás sonrojar.
Ahora Elena riendo dijo.
— Ya tú no sabes cómo sonrojarte, si eres un presumido.
— Presumido, me hieres Elena, entonces lo hará mi sobrino, sólo míralo, recibir piropos de está preciosidad tan temprano.
— Estoy segura que está acostumbrado, ya que no lo veo para nada colorado.
— Los dones que Dios nos dio debemos aprovecharlos, y dudo que no esté como un tómate, porque estoy profundamente complacido con el piropo Elena.
Y como no, ella si era capaz de sonrojarse y desde que conoció a este hombre, era su estado permanente.
— Pero mira que mejillas tan lindas, Pablo —dijo Bernhard sonriendo, y ambos miraron a Elena.
— ¡Ya!, no puedo contra los dos, me voy a trabajar y los dejo para que se pongan en lo suyo, si hay algo que gozan los Larsson tanto como molestar chicas sensibles es trabajar.
Aún reían los tres cuando Elena los dejó solos en la barra y se perdió camino a la cocina.
— Tío necesito un favor —dijo Pablo ahora serio. — ¿Qué pasó Pablo? claro. — Necesito otra habitación. — ¿Algún problema con la suite? —preguntó Bernhard preocupado. — No, no se trata de eso. — Es que anoche, Donna vino a verme; quería disculparse, bueno que baste decir que pasó la noche conmigo, esta mañana le dije que era solo cosa de una noche, pero como no creo que se conforme, no quiero que me encuentre si vuelve. — Por supuesto no se conformará con perder tan fácil la gallina de los huevos de oro, pero me inquieta saber ¿Cómo hizo para saber cuál era tu suite? — No te preocupes, nada que ver con tus empleados, Dante le dijo. — Ese amigo tuyo me gusta menos que esa arpía, pero, aunque es un alivio saber que no fue por chisme de mi gente, arreglaré con mi asistente que te cambien tus cosas a otra habitación, me imagino que ella todavía está aquí. — Seguramente, pero le dejé claro que no la quería allí al volver y me dijo que ya se iba.
Elena estuvo todo el día de aquí para allá, eso era lo normal en el restaurante, pero hoy era uno de esos días, dónde todo simplemente sale mal, pero a pesar de que el pedido de pescado llegó incompleto, que una ayudante de cocina se cortó en la mano y que tuviera que irse a la emergencia, el chef que es un verdadero genio culinario, pero bastante temperamental estuviera a punto de un colapso nervioso porque la comida no estaría a tiempo, finalmente el almuerzo había salido bien, para el turno de la noche no deberían haber más contratiempos, una bulliciosa familia llegó al restaurante, era la pareja que coincidió con ella y Sergio en el ascensor del hotel de Margarita, el día que todo cambió, en está ocasión la pareja iba acompañada de la familia incluyendo varios nietos, Elena los recibió, a veces hacia el trabajo del maître y pensó "por favor Dios que no me reconozcan" la pareja no reparó para nada en ella, Elena cayó en cuenta de que no solo habían pasado más de un año, también en
A las 12.15 del mediodía Pablo llegó al restaurante acompañado de Dante. Pablo observó el desempeño del personal y pensó en hormigas trabajadoras y organizadas en su colonia por su reina, Elena sin duda parecía una reina, la vio al otro lado del restaurante, regía y orgullosa en su colonia. Esta hablaba con un hombre mayor con traje de mozo, en eso como si Elena hubiera sentido su mirada, le regaló una pequeña sonrisa y un asentimiento con la cabeza, Pablo le correspondió asintiendo de igual manera. — ¿Ya habrá llegado tu tío? — No lo sé, ya Elena nos dirá. — Bienvenidos al Välsmakande caballeros, pasen adelante. — Buenas tardes Elena, ¿Mi tío ya llegó? — No… y no sé si vendrá hoy, pero vengan los llevó a una mesa para que almuercen. Los dos hombres la siguieron, Dante miró a Pablo interrogante, Pablo le hizo seña que no sabía, en realidad, ella no le había dicho que Bernhard estaría presente, él sólo lo asumió. Elena los ubicó en una mesa y le hizo señas
Pablo llegó hasta el lobby del hotel Dante lo esperaba sentado en un amplio sofá, estaba hablando por el teléfono celular en voz baja. — Oh sí nena escápate esta noche y te haré eso y más, sabes me tendrás cachondo toda la tarde, llámame cuando el viejo se vaya… chao. Dante colgó la llamada, miró a Pablo y se levantó. — Qué pasó te retuvieron mucho. Dijo Dante elevando las cejas. — Nada, me encontré a mi tío. — Sí lo vi cuando pasó con la morena, creo que es una modelo de motos, me parece haberla visto en televisión. — No sé, no le presté atención. — ¡No le prestaste atención!, así te dejaría la chica linda del restaurante, por cierto ¿Cómo se lleva con la socia? Tú tío es mi héroe. —¿Qué socia?—Pablo aún le resonaban en la mente las palabras de Elena. — Tierra llamando a Pablo, las mujeres de tu tío, ya me las imagino, esas dos juntas en una habitación. Pablo se sintió mal de imaginar a Elena en tórridos tríos, algo le pasaba, le
Pablo fue al gimnasio del hotel muy temprano en la mañana, en cuanto entró vio a Brenda. — Buenos días Brenda. — Pablo que tal, ya pensaba que tendrías miedo de los cuentos y mala publicidad y no vendrías a ejercitarte aquí. — No, claro que no, sólo estaba ocupado, pero ya estoy más organizado para retomar el ejercicio. — Pues aquí tenemos de todo, me gusta trabajar de manera personalizada, lo llevamos de manera secuencial y todo queda documentado en tu expediente, de manera que cuando registras la entrada, en el monitor te indica los ejercicios seleccionados para el día, una vez aquí, los entrenadores estaremos pendiente de ti. — Comencemos entonces. — Espléndido, sígueme te llevo para asentar el registro. Brenda, era sin duda una fuerza de la naturaleza, toda ella irradiaba energía y sexualidad con un cuerpo de infarto. Aunque Pablo no se imaginaba que Sebasthian fuera de los que le gustan rudas y con tatuajes, sin embargo, era una belleza que no se pod
— Estoy dejando tema de conversación para nuestra cita — expresó Elena un poco insegura—, es incómodo ver la cara de la gente cuando digo que soy divorciada, si no es cara de “oh pobrecita, tan joven”…Es la mueca de “Dios, que cuaima será esa”. — ¿Qué cara puse yo? Elena tomó un momento para contestar mientras bebía jugo y miraba a Pablo comer. — No hiciste ninguna de las muecas habituales, no sé qué piensas, sabes cubrir tus emociones. Esta vez fue Pablo quien hizo la pausa antes de decir. — Quizás te comentaron que hace un tiempo estuve comprometido, yo tuve la suerte de que me plantaran sino ya estuviera divorciado seguramente, pero sé lo que quieres decir con las muecas, huy a Francia literalmente para no soportarlas, créeme el ser plantado despierta cualquier cantidad de emociones en la gente, expresadas con muchas muecas. Elena soltó una carcajada. — Oh Dios mío…—dijo Elena tapando su rostro sin parar de reír— perdóname te juro que no me burlo de t
El detective entró sin hacer ruido a la sala de archivos y Patricia estaba de espalda revisando un archivero alto, montada en una escalera, el detective Alvarado debió hacer algún ruido para anunciarse, pero no pudo resistir acercarse más a las bellas piernas que se exhibían a la altura de sus ojos, Patricia tarareaba. — Jiménez,Larsson, López aquí está —comenzó a bajar y vio al detective allí mismo, dio un brinco de sorpresa trastabillo con un tacón ycayóencima del detective que no tuvo oportunidad de hacer otra cosa más que estirar sus brazos para atraparla, cayendo los dos. Ahora estaban ella encima de él y los documentos regados por la habitación.
— ¿Se encuentra la señorita Elena en su oficina? —Pablo notó la incomodidad en el hombre, supuso era el empleado de más confianza de Elena, se dedicaba atenderla personalmente y obviamente era muy protector con su jefa. — Que pase Germán, lo estaba esperando —sonó la voz de Elena desde el interior de la oficina. — Claro que sí, señor, pase adelante — Germán le dio espacio y Pablo pudo pasar Elena estaba sentada en su escritorio con documentos en las manos y viendo la pantalla de su computadora, ella iba vestida con un vestido rosado claro sin mangas, Pablo se sintió más estúpido por haberla plantado la noche anterior. — Buenos días Elena —el click de la puerta anunciaba que habían quedado solos en la oficina, el ambiente se tensó entre ambos con una liga de deseo y furia, Pablo no le parecía mal, podría haber mucha pasión en una mujer furiosa. — Gracias por recibirm