Harper actuó como si el mafioso no existiera, mirando al rottweiler en su lugar. No era tan bestial cómo se veía, pero tenerlo cerca tampoco le daba la tranquilidad que el mafioso sí. Mateo se rascaba la nuca a cada nada, dejando a la vista los dedos que la hicieron mover la lengua dentro de su boca. En tanto Mateo, movía los dedos para quitarse esa sensación que lo tenía con su grosor destilando perlas que recorrían su longitud. Esa maldit@ tela tan adherida a su piel debía ser fácil de quitar y si no, seguro podía romperla, tanto como podía romper a la pelirroja que movía sus dedos con delicadeza, como si esa mano no fuera la misma que se acomodaba su polla en la entrepierna. —¿Ya te funcionan las piernas o necesitas más atención inmediata? —cuestionó sin verla aún. —Me recuperé rápido, no fue la gran cosa— buscó el paquete de toallas para no darle importancia al asunto. —No sé qué estás acostumbrado a ver en las demás, pero no fue lo mismo que en mí. Créeme —añadió quitándose l
La inglesa caminó detrás de la mujer que no tenía intención de esperar a nada y su velocidad al caminar era la de alguien que sabía a dónde dirigirse. Grettel no esperó a ser invitada al apartamento, entrando directamente al lugar con una llave que sacó de su bolsillo. Un claro indicio de quién era el encargado de haberla enviado. Una chica de postura rígida caminaba detrás suyo, cómo si estuviera dispuesta a recibir una bala por su jefa. —Tienes cinco minutos para estar vestida, calientas durante diez minutos y me muestras lo que tienes — «Será un día largo y pesado», pensó Harper. —Muéstrame a los jueces. Harper no creyó que esa información la pudiera tener alguien más, pero al ver algunas fotos en un dispositivo al pasar a su lado se dio cuenta que ella sí. No era agradable trabajar con alguien de quién ni siquiera tuviera referencias malas. Estaba a ciegas con ella y eso le molestaba. Pero era disciplinada y en el tiempo que tenía cumplió con estar de regreso. Calentó dura
En el salón estaba la bailarina que quería encontrar el amor por ese arte, tanto como lo tenía antes, pero Grettel sólo estaba ahí para indicar que había tardado más del tiempo requerido para cambiarse ese día, por lo que tenía que recuperarlo en la pista de baile. Como si tantos días siguiendo sus órdenes fuera poco, debía seguir. Calentó unos minutos, hasta que la rutina comenzó. Una pieza que debía seguir al pie de cada nota, con los altibajos que no podía perder, con la melodía que tenía que sentir y fluir con ella. Aunque no tenía idea de cómo hacer con todo en su cabeza y tanto para continuar. —Flexión —ordenó la instructora. La inglesa ejecutó un plié profundo, sintiendo cómo sus músculos se estiraban y preparaban para la rutina. La música llenaba el salón, y ella comenzó a moverse, perdiéndose en la danza. —Y ahora, grand battement —dijo Grettel con firmeza, mientras la rodeaba con ojo crítico. La bailarina lanzó una pierna al aire con fuerza y control, su pie apuntan
Con la bata descolocada, el cabello alborotado y los labios hinchados, Harper tenía el pulso a nada de abrir sus venas. Ver seis pares de ojos sobre ella y tener a un mafioso de casi dos metros, excitado y sin ningún gramo de vergüenza no era fácil de ignorar. Mateo tenía cara de querer destrozar a cada uno de ellos, no era para menos, su entrepierna dolía cómo nunca. Tan agobiante que tuvo que tomar una gran cantidad de oxígeno, antes de mover un sólo dedo. —¿Tú y él estaban…? —¡Bingo! Descubriste lo que hace una pareja casada en el dormitorio —se levantó Mateo de su silla. Obed selló sus labios para no volver a obtener una respuesta similar. —¿Se puede saber qué los orilla a entrar de esa forma a mi recámara? —No sabíamos… —¿No sabían qué cosa? ¿Qué una propiedad donde mi mujer está, también está su marido? —la rodeó por la espalda. Harper quiso apartarse, pero sería muy evidente para los demás si lo hacía. —Sólo queremos hablar sobre un tema muy delicado —planteó Alaric. —D
Despertar un día sin tener que apresurarse era el sueño ideal para Harper. Hacer todo a su tiempo, sin contar con que podía continuar en la venta de las joyas que contaban con sus respectivos precios. Desayunó con su nana, mientras ella trataba de hacerla entrar en razón, pues le parecía que estaba siendo muy radical. A la inglesa no le pareció así. Si nadie pensaba en las repercusiones que tendrían sus acciones en otros, ¿por qué ella debía hacerlo? Esa determinación no se iría en ningún momento y la creyó aún más cuando deslizó el estuche con una joya de un diseño fascinante que maravilló al hombre ante ella. Un hombre de físico interesante, de mediana edad y con un experto en reconocer réplicas de piezas originales, la veía tratando de descifrar algo en ella. —Son piezas únicas —dijo el experto en joyas antiguas. —Datan de hace un siglo, o un poco más, no sabría saberlo a la ligera. Con los cortes y su diseño tan particular, su valía asciende al precio indicado por la señorit
Estar con el enemigo a solo centímetros era un riesgo. Sentir la fragancia de su cabello y el aroma a jazmín que desprendía era incluso más peligroso. Mateo trataba de no verla. Harper de no inhalar tanto lo que llenaba ese lugar. Dos masoquistas que sabían cuánto los torturaba su cercanía, pero continuaban jugando a poder controlarlo. El mafioso giró el volante, en tanto esa presión en sus pantalones creció considerablemente. Observó la hora en su reloj, dándose cuenta de que tenía alrededor de cuarenta y ocho horas sin poder dormir. Se detuvo frente al semáforo y tecleó un mensaje para que Beagle se hiciera cargo de Horus y alimentara a Scar. Él llegaría a dormir y no podía descuidarlos. Por lo que este optó por dar la vuelta.Continuó el camino, viendo a Harper mover los dedos con impaciencia. Movía una de sus manos en su cuello y veía por la ventanilla en todo momento. —¿Qué te tiene nerviosa? —increpó. La pelirroja negó sin verlo aún, pues habían muchas cosas que la tenían co
—Hagamos esto sin llamar la atención de nadie— un sujeto de barba robusta le mostró la pistola bajo su chaqueta. Harper tomó su bolso de la silla cuando la empuñó para apuntar hacia ella. —No queremos armar alboroto en este lugar.—Claro que no queremos hacerlo— Mateo atrapó el cañón para posarse frente a Harper.—Te enseñaré a no…La bala rebotó en el piso cuándo Mateo logró redirigir el disparó. Los gritos de la gente se escucharon más fuertes. El mafioso asestó un cabezazo que rompió la nariz al sujeto que encañonó, mientras la mujer trató de ayudarlo con su pistola, logrando que Mateo, en una maniobra rápida le rompiera el brazo al tipo y lo empujara al suelo, para luego ponerle el cañón en la cara, frenando su intento.—Dile a tu jefe que si se vuelve a acercar a mi esposa, lo voy a cazar y no le será agradable tenerme a mí como enemigo— en menos de un minuto el arma se convirtió en más que piezas esparcidas por todo el piso. —Sí siguen vivos es porque deben llevar un mensaje, no
Harper no sabía qué sucedía. No entendía qué pasaba. El aturdimiento era demasiado para comprender la situación. Solo veía la sangre de su esposo derramada en el suelo. Dos balas, una en el pecho y otra en la frente. Sus manos temblorosas envueltas en el mismo líquido la hicieron perder la noción de su entorno. Las pastillas para dormir que tomaba cada noche habían funcionado demasiado bien en esa ocasión, porque no escuchó los disparos. —Fue él. Fue Mateo Crown quien lo hizo —le dijo su suegro con la voz rota—. Lo mató porque no cedió a sus órdenes. Lo mató porque no aceptamos su dominio sobre nuestras vidas. No sabía quién era Mateo Crown. No entendía nada de lo que Lorcan decía. Sólo comprendió que habían matado a su esposo. Solo entendió que Mateo Crown había masacrado a casi todo un clan. La había convertido en una viuda. No amaba a su esposo, pero él la había mantenido segura de todos en ese lugar, y ahora estaba a la deriva. En el funeral de Orvyn Bohemond, solo