Capítulo 152.

Uno de los pandilleros chasqueó la lengua y miró al de la nariz rota.

—El mexicano dijo que vendría— dijo hacia los otros.

Hubo un momento de duda, pero luego, un tipo con una cicatriz en la mejilla y un cigarro colgando de los labios, inclinó la cabeza. Salió de entre todos y lo reparó de pies a cabeza, acercándose aún más.

—Está bien. Bajen las armas.

Nadie lo hizo de inmediato, pero después de unos segundos, las bocas de los cañones se alejaron de Mateo, aunque las miradas desconfiadas seguían fijas en él.

El hombre del cigarro le hizo una seña con la cabeza.

—Sígueme. Tienes un lugar aquí.

Sin decir una palabra más, Mateo avanzó tras él, sintiendo aún la tensión en el aire. Sabía que estos tipos lo aceptarían por ahora, pero en cuanto bajara la guardia, las posibilidades aumentaban y empeoraban.

Con cada paso sólo podía confirmar que el desorden era parte de sus talentos. Aunque al llegar al tercer nivel las habitaciones se volvían individuales y contaban con lo
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