—Tenemos a la vista a la mujer que indicó. Un sólo disparo es lo que tengo antes de ser descubierto— dijo el francotirador a una milla de distancia de la casa que vigilaba, Yara había transferido la llamada, quedándose en contacto a la misma vez con su hermano. —¿A quién asesino? El rubio miró la hora en el reloj que llevaba en la mano, en tanto observó a quién tenía a su lado. Las copias no eran tan fieles al original cómo decían. —¿Cuántos hay en esa casa? —contestó volviéndose hacia la fábrica por la ventanilla. Desde ahí lograba visualizarla, por lo que su conductor se detuvo. —La polaca no está, solo la vieja, el hijo de Clifford y la novia. Hay poca movilidad, señor— contestó el hombre tras la línea. —¿Por qué siento que esto no es una cacería controlada como lo creí?— suspiró alejando el celular de su oreja. Krysia jamás se les despegaba, eso era sospechoso. —Tres de mis hombres no responden desde hace horas, lo más probable es que hayan sido descubiertos— Valente t
—Tengo a la mujer a la vista, ¿orden de disparar?— Valente sintió el aire expandir su pecho con una lentitud medida.Disparar era desatar algo peor que el mismo infierno. Boris no era un hombre al que se pudiera enfrentar sin consecuencias. Ni siquiera los Crown habían logrado matarlo en su momento, y eso ya lo decía todo.—Señor, necesito una orden— insistió la voz.El portugués permitió que el oxígeno lo recorriera como si eso pudiera calmar la presión que le oprimía el pecho. Cada fibra de su cuerpo repetía lo mismo; no lo provoques.—No dispares— masculló, tragando saliva al reconocerse atrapado en un escenario al que no quería pertenecer. Un infierno era suficiente; no necesitaba abrir otro. No en ese momento cuando no podía disfrutar de él ni hacerle frente. —¿Confirmación?—No dispares, no necesito resolver eso cuándo tengo que eliminar la posibilidad de que estas escorias crean que pueden conmigo— tensó sus dientes al ver que su ventaja era muy notable y aún no mostraba sus m
El fuego devoraba estructuras y asfixiaba a todos, con gases liberados por las explosiones y granadas de humo que se expandían con una violencia extrema. El rojo ardiente se reflejaba en las pupilas de los que aún quedaban vivos, obligados a arrastrarse por el suelo ennegrecido que retumbaba a cada nada con los helicópteros que caían y estallaban por todos lados. Las alertas para que ningún civil se acercara ya estaban dadas y se enviaban por cualquier canal que llegara a todos. El perímetro estaba siendo sellado con rapidez, pero los ecos de la destrucción ya se habían extendido por toda Bergen, sabiendo que ese punto, en ese momento, era tierra de nadie. Helicópteros sobrevolaban con luces frenéticas en una guerra aérea, en la cual padre e hija le hacían frente a quienes creían que eran presa fácil. Porque no era así. Las autoridades paralizadas por la magnitud del desastre, solo atinaron a preparar un cordón de contención que pudiera evitar bajas civiles. Deduciendo que aquel no
El portugués, recargado y con la furia de un animal que entendía por primera vez que sí había quienes podían hacerle frente, se plantó con la FN Minimi entre las manos. La colocó sobre el capó del vehículo como si fuese un altar de guerra que sería su salida. Mientras aseguraba el arma con golpes precisos, sus ojos no parpadeaban, ordenando a su acompañante que se quedara abajo.—Sabes lo que tienes en juego, maldit0 idiota. Así que es mejor que tu trabajo sea impecable— susurró con voz baja, en tanto tiraba del mecanismo del arma. El tono era glacial, desapegado, como si estuviera dando una instrucción a un animal, no a un hombre. Porque eso eran para él, simples animales tontos que no podían tener una falla. El sujeto a su lado, tembloroso y con el terror de lo que tenían, entendió perfectamente lo que se esperaba de él. Abrió el maletín con manos temblorosas, como un niño recibiendo la orden de cometer su primer crimen. Pasó saliva y su actuación cobró fuerza, hasta verse como una
El aire se llenó de un aroma acre, la presión se disparó y un rugido animal lo cubrió cuando Valente se lanzó hacia Mateo en respuesta. Su cuerpo había sido impulsado por pura adrenalina y odio desmedido, además de la finalidad de salir con vida, contrario a los otros. No había estrategia, no había cálculo, sólo el instinto primitivo y una furia descontrolada que comandaba el deseo por romper los huesos del otro. Mateo, cual máquina de guerra, recibió el impacto de Valente como si fuera una pared de acero. Ambos cuerpos chocaron con tal fuerza que el suelo bajo ellos crujió al estrellarse de esa manera, el polvo se levantó y los fragmentos de escombros salieron disparados en todas las direcciones.Valente tenía los ojos inyectados de sangre y una sonrisa que bordeaba la locura, la cuál no poseía más que una letal objetividad, misma con la que lanzó un puñetazo directo al rostro del mafioso. El golpe conectó con una furia brutal, un impacto rotundo que habría destrozado la mandíbula d
Valente había jugado bien sus cartas. Había hecho favores, había sabido a quién salvar y a quién cobrarle caro la ayuda. Tenía cazadores desperdigados, asesinos que le debían silencios, y algunas deudas que aún podía cobrar si las cosas se torcían. Pero lo suyo era una red frágil, tejida con hilos de conveniencia. Ninguno moriría por él.Mateo, en cambio, tenía la lealtad de los Demons, un grupo de casi treinta guerreros entrenados no solo para matar, sino para desaparecer tras hacerlo. Cada uno valía por diez hombres comunes. No eran mercenarios, ni soldados, ni bestias sin control. Eran una élite nacida del caos, moldeada por el dolor y entrenada bajo un código que solo los Crown conocían por completo. No se le obedecía por miedo, sino por respeto. No se le seguía por dinero, sino por convicción.Su lenguaje era la guerra. Cada uno de ellos hubiera matado por el otro. Y todos habrían incendiado una ciudad entera si Mateo lo ordenaba.Ninguno usaba emblemas. Sus cicatrices eran el un
Siendo las 3:24 p.m, la situación no pintaba nada bien, pues habían sido avisados sobre la presencia de la croata en ese territorio y sí las leyendas sobre ellas eran verdad, lo mejor era tomar medidas. Zorina Smirak era llamada de muchas formas, pero lo que sí sabían era su gusto por el filo. Nadie la quería cerca, no con un ejército de tantos hombres acompañándola.—Un grupo de hombres se acercan por la Ruta Szarych Szeregów— informó Krysia sin levantar la mirada del teléfono, mientras otra línea zumbaba con interferencia. —No tenemos más de cinco minutos. Tal vez menos. Nos adelantamos o nos adelantamos, es la única forma de salir de aquí. La casa estaba en silencio, pero no el silencio normal de una tarde con cielos avisando sobre una tormenta, sino ese espeso y denso que avisaba que algo estaba a punto de romperse. Krysia se devolvió desde la ventana con pasos grandes, mientras se sacaba la pistola de la espalda y avanzaba por las escaleras que subía de dos en dos. Ajustó el au
Minutos antes....Como un sujeto acostumbrado a las malas miradas, a los caminos llenos de explosivos y una vida de mierd@ capaz de hacerte perder más que sólo la vida, Mateo Crown descendió del helicóptero, pisando la superficie del yate que esperaba por ellos. Su abuelo lo recibió de la misma manera que lo hizo antes su padre. Verlo con vida les daba alivio, no era fácil pensar en repetir el pasado, no con ninguno de ellos. El helipuerto acondicionado para recibirlos estaba con la seguridad de no ser encontrados en ese lugar, mientras podían ver todo el caos que dejaban atrás. El mafioso observó a su alrededor, miró sus nudillos reventados y apretó los puños. Otra jugarreta pendeja de parte de un tipo que no pensaba en otra cosa que no fuera joderle la existencia. Ni cazandolo con todo su arsenal había podido volver a ponerle una cadena al cuello y si eso no le quitaba peso de encima era porque no tenía a la maldit@ rata portuguesa y no sabía nada de…Harper. Helena soltó el aire