Un enfrentamiento de estos dos no basta. Recuerden que no es quién gana un asalto, sino quién prevalece. Esto se verá muy reflejado en esta historia.
El choque fue brutal. Valente, no dejaba dudas de que eligió bien a quiénes lo entrenaron, pues se movía con una precisión letal, cada golpe de su hacha era devastador, a nada de dejar al mafioso sin alguna extremidad. Mateo, a su vez, respondía con una ferocidad igualada sólo por su habilidad para pelear en las condiciones más adversas, chispas volaban con el filo aterrizando cerca de su cara o piernas, no solo esquivando, sino respondiendo al ataque bestial con la misma brutalidad. Sus puños eran como martillos, cada golpe resonaba, logrando que sus propia sangre salpicara su rostro. Hombres de ambos bancos comenzaron a llegar, disparando hacia el interior para liberar a sus jefes, viéndose cara a cara para el enfrentamiento de proyectiles entre llamas que dio inicio. Las balas zumbaban alrededor de los sujetos que continuaban con su guerra de puños, pero ambos estaban enfocados únicamente en su enemigo. Valente lanzó un golpe con su hacha, que Mateo esquivó por poco, respondiend
Harper, con las manos temblorosas, intentó revisar la herida de uno de sus amigos, pero un cañón frío y metálico se apretó contra la sien de Franzua. A ella le indicaron soltar su arma con una orden más, logrando que se resignara al reparar que no estaba en ventaja en ese momento. El peso de la derrota cayó sobre sus hombros como una losa que la cortaba y presionaba, a punto de ahogarse con el sentimiento que surgía al ver a Noelle con sangre en la frente y a Fannie con marcas en el cuello. Marcas que conocía bien. —¿En serio cuesta tanto entender que no es bueno llevarme la contraria? —preguntó Valente, con su tono cargado de un desprecio helado. Soltó a Noelle, quien cayó al piso con un golpe seco, sus pies aún seguían atados. —Qué malos modales tengo. Siéntate… Reina Roja. Me gusta, te representa. Noelle gimió, con su cuerpo temblando mientras intentaba incorporarse inútilmente. Harper, con la mandíbula apretada, se levantó lentamente, tenía sus ojos ardiendo con una mezcla de ra
Mateo abrió la puerta con una fuerza que hizo crujir las bisagras, sus ojos recorriendo la escena como un depredador en busca de su presa. Ken, arrastrándose con las últimas fuerzas que le quedaban, llevaba a Noelle fuera de esa habitación. Franzua cargaba a una rubia, su rostro tenso y pálido, mientras Beagle permanecía inmóvil, inconsciente. Pero Harper no estaba allí. Lo sacó de ese lugar exigiendo saberlo, pero el Demon no podía contestar tal cosa al estar sin conocimiento. —¿Dónde está? —preguntó, su voz cortante, casi mecánica, como si no pudiera permitirse el lujo de sonar calmado. —Valente se la llevó —respondió Franzua, su atención dividida entre la reanimación de la rubia y su amiga que necesitaba de ayuda. En ese instante, algo dentro de Mateo se rompió. No era un grito ni una explosión de rabia; era un silencio abrumador que lo envolvió, como si el mundo entero hubiera dejado de girar para él. Su sangre pareció detenerse, su corazón frenó hasta que el oxígeno le faltó
—Esto nos traerá problemas— dijo Lina frente al incendio que algunos curiosos veía, los mismos entre los que una mujer como ella podía camuflarse—, muchos problemas. Observó el teléfono en el que su esposo no dejaba de enviar mensajes, pues la noticia del encuentro mortal ya se sabía en muchas partes del mundo. —Estoy bien, Eleazar está conmigo y sabes que puedo cuidarme— le dijo al contestar su llamada, a la vez que se movía junto a su guardián entre la multitud.—Lo que sea que pasó me vale tres hectáreas de sacos repletos de excremento —Lina giró los ojos—, pero te doy mi palabra de que cuándo regreses, si traes el mínimo golpe, te encierro en la bóveda del FBI. —Como jodes, Hércules— subió al vehículo en el que Pascal era el conductor y Eleazar se acomodaba en la silla del copiloto. —Sí es tu manera de decir que estás preocupado, lo entiendo. Pero estoy bien, sólo que las cosas…te necesito allí, cuidando de nuestro pequeño destructor. Eso me dará la tranquilidad que quiero. —C
—Tiene que vivir. —No aseguramos… El crujido de la tela fue lo único que se escuchó antes del caos que dejó caer una bandeja con utensilios médicos al suelo Anthony agarró al cirujano por el cuello de la camisa y lo arrastró hacia Harper con un brusco movimiento, deteniéndolo a centímetros del metal que sobresalía de su abdomen. La sangre se acumulaba debajo de la camilla, sangre que dejaba claro que no quería volver a ver. —Ella va a vivir. Su voz era baja, controlada. Letal. Sin lugar a réplicas. —Porque si otra cosa sucede en el quirófano, eso mismo —señaló la punta del hierro con la barbilla— va a cortar sus manos. ¿Comprende, doctor? El médico tragó saliva con dificultad. La punta de la barra metálica se reflejaba en sus pupilas dilatadas, mientras la palidez lo cubría. —Mueva la cabeza si entiende. Con lentitud, el doctor asintió sin mover más que la cabeza. —Bien— Anthony aflojó el agarre, dándole una leve mirada a Asher para marcharse—. Respire, controle
En lo que Lina realizaba una llamada. Minutos después, Asher abría un mapa de la ciudad en el computador. —Trafalgar es prácticamente cenizas— dijo el motociclista—, si queremos encontrar la manera de cómo salió, debemos entender la forma en la cual lo realizó.—¿No creen que esté muerto?— Lina regresaba con esa ligera molestia en el abdomen. La misma sensación que los tres tenían. —Mateo dijo que ni siquiera los Bohemond lo reconocían como un integrante de su familia durante una década, podría desaparecer sin ningún problema— añadió Anthony encerrando una zona que Lina buscó en su computador, para hacer un señalamiento de dónde conseguir cámaras con imágenes. —Quiero imágenes de ese bastardo, quiero conocer el rostro de esa sabandija. Lo que sabían era que una flota de helicópteros se había movilizado luego de que la alerta fuese activada. Recopilaron datos de dónde cayó cada uno, antes de que la mañana llegara. Debían tener la reunión en menos de una hora y ninguno había dormido
Anthony presionó el móvil contra su frente, examinando todo lo ocurrido durante esas horas. Un sólo pensamiento surgió, ese malnacido era más listo de lo que imaginaban. —Hay más, señor— dijo Striker en la llamada siguiente. —Hay un cuerpo que fue identificado como Mateo Crown. Anthony sintió una hoguera en su pecho, una llama que se movió entre sus venas, más ardiente que la lava, más sofocante que el sol en su cenit. Era una furia en ascenso, un incendio devorando todo rastro de razón en su interior. Su respiración se volvió pesada, como si cada bocanada de aire avivara aún más las llamas que lo consumían. Sus dedos se crisparon, bajando el teléfono, aferrándose a la última bocanada de oxígeno, cómo si fuera la única cosa que podía contener el torbellino de emociones que lo atravesaba. Pero no había contención posible. —¿Llevamos el cuerpo hacia usted o viene usted a reconocerlo?— cuestionó con pesar. —Ninguna de las dos opciones— pasó saliva—. Ese cuerpo no es de Mateo. St
Los indicios eran claros, la muerte de Valente Bohemond era un hecho para muchos; todos los socios del clan portugués habían recibido la noticia, lo que obligó a convocar reuniones de emergencia para discutir un reemplazo inmediato, antes de que el caos se desatara por completo. Los esclavos, tanto nuevos como antiguos, se encontraban una vez más en el ojo del huracán, siendo atacados sin piedad. En otro frente, Anthony disponía de escasos minutos para intercambiar palabras con Génesis, su esposa y aliada en medio de aquella tormenta. Ella comprendía, sin necesidad de explicaciones excesivas, la determinación de buscar a Mateo en cada rincón de Europa si fuera preciso. La primera semana había transcurrido, y aunque la recuperación de los heridos avanzaba a un ritmo más lento de lo deseado, las estadísticas frías parecían ignorarlos. No habría más muertos entre ellos. Harper, se aferraba a la vida con una fuerza admirable, desafiando todas las probabilidades. Cada latido de su corazó