Capítulo 129.

Valente trotó hasta llegar al primer nivel del edificio, sosteniendo su hacha en una mano y el arma en la otra. Era hora de partir. Abrió las puertas afanado, oyendo un sonido particular que lo obligó a plantar sus pies para tratar de descifrar de dónde salía o qué eras. Aunque jamás imaginó verse de frente con el AMX-10RC, un auto de reconocimiento, saliendo desde la avenida principal. El vehículo, con más de dos metros y medio de altura, se movía con una imponente presencia.

El corazón de Valente latió con fuerza, pero su rostro permanecía imperturbable al saber que él no había ordenado eso. De repente, el proyectil lanzado desde el cañón del vehículo se dirigió hacia él con una velocidad aterradora. El tiempo pareció ralentizarse, mientras Valente observaba la trayectoria del disparo explosivo por un par de segundos.

Valente sintió una oleada de adrenalina recorrer su cuerpo. Con agilidad sorprendente, se lanzó hacia un lado, esquivando el impacto por un pelo, cubriéndose la cabeza
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