Harper despertó con el cuerpo adolorido y su garganta seca, sus ojos se tuvieron que acostumbrar a la luz que entraba por el ventanal, dejándole ver que la mañana había llegado de nuevo. Su rostro le ardía, al igual que la cintura. Descubrió la razón al ver su reflejo. Tenía el cuerpo lleno de marcas de dedos, definitivamente quería matar al culpable. Aunque también hubiese disfrutado del momento cuando lo hicieron, eso no lo exentaba de un reclamo. Tendría que ser después, porque con la quietud de la habitación dedujo que se había marchado. Se dio una ducha, buscando su teléfono para poder llamar a Krysia; necesitaba ropa. Podía enviar a Franzua con algunas prendas por lo menos. Buscó una camisa grande, aunque no le costó realmente conseguir algo cómo eso; la ropa de Mateo era lo suficientemente grande para cubrir toda su desnudez. Salió en busca de sus zapatos, hallando cada objeto en su sitio, en lugar de encontrar el caos que recordaba. No se quiso hacer preguntas sobre nada
«No hay información al respecto» decía el mensaje que Mateo leyó antes de apagar el móvil. Mientras escuchaba a Harper decir sobre lo que quería hacer con las armas. Sí le daba datos, pero no completos. Podía notarlo. —El clan necesita tener un registro real de cada comprador, porque algunas son rastreadas, lo que da paso a iniciar confrontaciones— explicó. —Es como soltar a Horus o Scar y que sus ataques fuesen tan notables para convertir eso en una declaración de guerra. —¿Por qué no están contigo?— quiso saber la inglesa, mientras veía al mafioso cerrando el cinturón luego de su ducha. —No puedo mover a un Tigre, a una serpiente y a un rottweiler de avión en avión— sacó la camisa de armario. —No es saludable para ellos. Los envié de regreso desde California. —No creí que diría esto, pero me encantaría conocer a Rangda— Mateo la miró, sin dejar de abotonar la camisa para cubrir su torso. —¿Cómo es? —Venenosa. Se entenderían bien— Harper se vio divertida ante la respuesta. Querí
Franzua no apartaba la mirada de las esquinas, mientras el resto se mantenía en el exterior de la habitación. La pecera sobre la mesa de madera la distrajo por un momento. Un dedo de algún desafortunado yacía en el fondo atado a una roca. Una decoración más. —Esto es una sorpresa, desde el fallecimiento de su esposo, no creí que volvería a verla— la saludó con el puro en su boca. —Aunque siempre es un placer contar con visitas tan…agradables. Harper fingió no darse cuenta de sus miradas furtivas. Extendió la mano enguantada, recibiendo la del hombre que la sostuvo por más tiempo del necesario. —Después de cómo terminaron las negociaciones con Lorcan, creo que es muy valiente presentarse— Harper se sentó sin verse asustada, como esperarían que sucediera. —Me sorprende, debo aceptar. —No tendría por qué hacerlo, señor Bazyli— Bazyli se sentó frente a ella, en lo que Harper alcanzó el vaso que alzó hacia su boca una vez más. —Usted muy bien sabe el concepto en el que se tiene
—Las camisas no son prohibidas— le dijo el heredero de Harmonía al motociclista que llegaba a la planta superior, desde la salida del taller que lo llevó a la sala de reuniones. Asher se detuvo en la entrada, con una sonrisa arrogante curvando sus labios. Sus ojos burlescos encontraron a Vladimir y no pudo evitar un leve arqueo de cejas. —¿Y quién necesita una camisa teniendo esto?— replicó Asher, con un tono cargado de arrogancia al apuntar su torso. Dejó pasar a un grupo de mujeres que dejaban algunos papeles en la mesa, notando las miradas furtivas hacia él. Anthony era quién lidiaba con ellas, aunque al verlo de esa manera, los pares de ojos siempre lo buscaban. El sudor perlaba sus músculos marcados, delineando los tatuajes que habían grabado en su piel. Vladimir negó al presenciar tal cosa. El hijo de Marcelo era capaz de tener encuentros fugaces aún en ese lugar. Vladimir bufó. El motociclista se pasó una mano por el cabello corto. —Supongo que algunos preferimos l
Mientras los Crown se hacían cargo de cubrir cada una de sus acciones, Harper se presentaba en algunos teatros como su contrato lo requería, ocupando algunas de sus tardes en golpes que fueron escalando a lo inhumano. Las noticias revelaban el alcance de los asesinatos, con testigos que revelaban pequeñas descripciones de los causantes de tales acciones, aunque una mañana, estas finalizaron. Dejaron de presentarlos en periódicos, pese a que todos sabían que seguían dándose. Incluso los portugueses que solían buscar información de esa manera dejaron de recibirla. El silencio sólo significaba una cosa. Compresión. Alguien los había silenciado. —¿Ahora soy un mediocre atacante a traición? —rió Valente ante la información de Circe. —Luego se preguntan por qué quedan en el suelo. Toman lo que les da, pero hasta un bebé con buen desarrollo cerebral reconocería las cosas. —¿Organizamos una conferencia, señor? Podríamos aclarar lo sucedido— el Jet estaba listo y ambos se aproximaban; uno
—¿Adueñarse del sistema eléctrico de la ciudad?— preguntó Wild hacia su sobrino, mientras entraban al edificio para organizar tal cosa, no requería mucho tiempo. Solo el suficiente—. ¿Para qué? —No pienses, ese no es tu trabajo— demandó Valente. —Prepárate porque habrá extinción dentro de poco. Wild no supo qué preguntas se respondían con esas palabras, pero sí algo sabía era que debía solo seguir órdenes de su sobrino. Eso lo mantenía con vida. A todo el que entendía que era mejor no entorpecer su camino, porque podrían pasar años y jamás olvidaba una intervención que no deseaba. El revuelo que la noticia subió de nivel, en tanto los medios seguían moviendo la información que se había dado. El escándalo creció en niveles no antes vistos, la ciudad completa tenía un interés especial en saber más y más sobre lo que sucedía. El FBI estaba al tanto, logrando que Lina en su casa viera a su esposo, el cuál tenía a la par con su hijo en los brazos, recién volviendo de su última mi
Mateo escuchaba su respiración reverberando en su pecho, el sonido pesado lo hacía localizable a él, pero las aspas del helicóptero en el fondo, era el único que mostraba la mínima cantidad de luz saliendo de la cabina. No tenía otra manera de dirigirse.No sabía dónde pisar, porque no conocía el edificio y había tantos escalones que era imposible no tropezar. Eso sería lo último que necesitaba. Estar a ciegas en un lugar desconocido. Con amenazas rodeándolo. —Sal de ahí— volvió a repetir Vladimir al no poder ver más desde su punto. Buscó el móvil para llamar a su madre, quién había estado cubriendo su estancia en ese lugar. Mateo hizo caso omiso, no tenían tiempo. En una mano sostenía el arma, lo cuál era lo único que lo acompañaba, y se arriesgó al continuar. El camino era desconocido y usar su móvil para iluminar el sitio era ponerse un blanco él mismo. A pesar de eso, apresuró el paso, corriendo hacia el helicóptero que emprendía el vuelo con Wyatt en el interior. La luz lo ilu
El bullicio del aeropuerto mantenía en constante alerta a la inglesa y la polaca, con pasajeros moviéndose en todas direcciones, cada uno con su destino en mente. Harper y Krysia aún no habían llegado a la zona de embarque, pero estaban cerca, rodeadas de viajeros apresurados, maletas rodantes y anuncios de vuelos resonando por los altavoces. La sensación de caos organizado impregnaba el ambiente. —Para todo hay un riesgo, Roja— expuso Krysia caminando a la par sin dejar de observar su entorno—, y esto aún no termina de convencerme. Todo podría salirse de control. —El riesgo existe en todo, pero no puedo tomar otras medidas cuándo las opciones son pocas —Harper sonrió a algunas personas que la reconocieron en el aeropuerto—. Cualquier novedad, avísame. La polaca asintió, su seriedad apenas ocultando la tensión que sentía. El aeropuerto estaba repleto de rostros desconocidos, pero cualquier mirada prolongada o gesto sospechoso podía significar problemas. Sus vellos se sentían pesados