El bullicio del aeropuerto mantenía en constante alerta a la inglesa y la polaca, con pasajeros moviéndose en todas direcciones, cada uno con su destino en mente. Harper y Krysia aún no habían llegado a la zona de embarque, pero estaban cerca, rodeadas de viajeros apresurados, maletas rodantes y anuncios de vuelos resonando por los altavoces. La sensación de caos organizado impregnaba el ambiente. —Para todo hay un riesgo, Roja— expuso Krysia caminando a la par sin dejar de observar su entorno—, y esto aún no termina de convencerme. Todo podría salirse de control. —El riesgo existe en todo, pero no puedo tomar otras medidas cuándo las opciones son pocas —Harper sonrió a algunas personas que la reconocieron en el aeropuerto—. Cualquier novedad, avísame. La polaca asintió, su seriedad apenas ocultando la tensión que sentía. El aeropuerto estaba repleto de rostros desconocidos, pero cualquier mirada prolongada o gesto sospechoso podía significar problemas. Sus vellos se sentían pesados
—Delphine ya designó tu lugar— Alaric junto a su novia fueron quiénes la recibieron al bajar del vehículo. —Andando que las ausencias se notan luego de los cinco minutos. —Lo hacen más cuándo salen dos y vuelven tres— concretó Harper tomando el brazo de su hermano, ayudándolo con el bastón que aún cargaba con él. —Pero todos fingirán que no se dieron cuenta, porque nadie quiere tener malos roces con los Visconde en este momento— declaró Alaric dirigiéndose al interior del lugar. Con todos siguiendo el pedido del obispo de pedir por el nuevo marqués, les resultó fácil entrar sin ser detectados. —¿Tenías que llegar tarde?— Harper fijó los ojos en Clifford junto al grupo de condes, escuchando el reclamo de Delphine. —Ni siquiera tenía la intención de venir, lo hice porque Noelle me pidió representarla, no por interés en tu esposo— reveló viendo su notable abdomen. Tenía las mejillas más rosadas y sus ojos habían adquirido una iluminación que hacía mucho no veía. —Irradias belleza, n
El albanés mantuvo la cabeza inclinada, mientras el obispo movía la mano sobre él, bendiciendo su vida. Como si no fuera el sujeto capaz de eliminar una. La loción conocida se mezcló con la que llevaba la mujer que lo acompañaba y por ello, Delphine quiso poner distancia entre los dos. Era absurdo, pero trató de huir, yendo entre quiénes estaban en ese lugar, moviéndose con gracia y una sonrisa que no daba indicios de ser fingida. Quería llegar con su hermano, quién seguía con Massie, su novia al otro lado del salón, necesitaba…Un brazo rodeó su cintura de forma repentina en ese momento, palpando el abdomen abultado, acción que le detuvo los latidos a la marquesa de Berkshire al sentir la fragancia masculina que llegó a sus fosas nasales. No quería causar un escándalo en el día que había logrado al fin lo que quería, pero la conmoción era embriagadora.—Una oportunidad es lo que tienes para explicarlo— determinó Darek cerrando la puerta contra la que su rostro se presionó. —Aprovéc
—¿Tienes dolor?— preguntó Clifford cuándo encontró a Delphine. —Recuerda que cualquier signo de alarma debe ser atendido rápidamente. Dependemos de ese chiquillo para que sigas siendo marquesa. —Cierra la boca, papá— soltó sin cuidar su tono con él, cómo siempre hacía. Tomó un pasillo diferente siendo perseguida por su padre. —Más respeto para tu… —No, no tengo interés en respetar a un hombre que espera que todos lo salven e impulsen en la sociedad— espetó con amargura al darse la vuelta. —Eres un ladrón que hizo que todo lo que logramos se vaya al suelo. Clifford trató de decirle que no fuese a subir el tono, ya que podían escucharlos. —Sí no quieres escucharme aléjate de mí. —Lo hago porque me preocupa que pierdas el medio que tenemos para permanecer en dónde estamos— se defendió Clifford para hacerle entender todo lo que estaba en juego y al parecer no entendía. Su hija frenó sus pasos, agotada de tanto. —Eres un miserable que condenó a mi madre a una enfermedad que de
El trago de licor que Darek pasó no le supo a nada, tenía la camisa desabrochada de la parte superior y aún esa presión no desaparecía. Jesse hablaba por teléfono con su prometido en el piso inferior, mientras él no tenía idea de por qué ante tantas opciones para nuevos contratos, ninguno le resultaba lo suficientemente atractivo. Estaba sumamente molesto, pero era la única vez en la que había sentido tal cosa en su contra también. —¿Necesita ayuda con alguna otra cosa o puedo ir a descansar?— inquirió la mulata que se detuvo con sus pies descalzos sobre la alfombra frente al albanés que negó en silencio. —¿Puedo pedirle un favor? Darek elevó el rostro con un asentimiento. —No tome más. No quiero que piense que me creo con derecho sobre sus…—No creeré nada, preciosa— extendió la mano. —Puedes ir a dormir. No tomaré más. —¿Puedo realizar una pregunta?— el albanés sonrió, extendiendo su mano para indicarle que se sentara a su lado. —No hay un contrato entre los dos, no me enojaré
El mafioso hizo caminar más rápido a Harper, girando para verla de frente para disparar a sus atacantes, tanto cómo ella lo hizo a quiénes salían del otro lado, dándole la vuelta para quiénes los seguían, reduciendo la amenaza y volviendo a quedar frente a frente. —Agrupación— Cray se pegó a ellos dos, seguido por Raúl y Marek. Estaban siendo rodeados cuál serpiente acechando, aunque esta tenía demasiadas cabezas y le nacían más segundo a segundo. Cada una pensando en la forma de destrozar a sus víctimas, en darles a probar por qué Valente se jactaba de tener ejércitos mejores que un simple clan. Aunque los Demons no era del tipo que se dejara amedrentar por nadie. Su entrenamiento y mentalidad no daba para eso. Corinne, despejó una de las rutas, subiéndose al vehículo que encendió con un rugido. Alaya, abordó otro y soltó su rifle para emerger por la parte superior, empuñando un arma que lanzó un resplandor aterrador, derribando a muchos de los asesinos. El caos reinaba, con bal
Harper no sabía qué sucedía. No entendía qué pasaba. El aturdimiento era demasiado para comprender la situación. Solo veía la sangre de su esposo derramada en el suelo. Dos balas, una en el pecho y otra en la frente. Sus manos temblorosas envueltas en el mismo líquido la hicieron perder la noción de su entorno. Las pastillas para dormir que tomaba cada noche habían funcionado demasiado bien en esa ocasión, porque no escuchó los disparos. —Fue él. Fue Mateo Crown quien lo hizo —le dijo su suegro con la voz rota—. Lo mató porque no cedió a sus órdenes. Lo mató porque no aceptamos su dominio sobre nuestras vidas. No sabía quién era Mateo Crown. No entendía nada de lo que Lorcan decía. Sólo comprendió que habían matado a su esposo. Solo entendió que Mateo Crown había masacrado a casi todo un clan. La había convertido en una viuda. No amaba a su esposo, pero él la había mantenido segura de todos en ese lugar, y ahora estaba a la deriva. En el funeral de Orvyn Bohemond, solo
El mundo de Harper se tambaleó. ¿Casarse con el asesino de su esposo? La idea era repugnante, pero antes de que pudiera protestar, su suegro continuó. —Como comprenderás, no puedo arriesgarme a que vuelva a atacarnos —suspiró vertiendo un poco de su licor en un vaso—. Tú ya entiendes este tipo de negocios y eres en quien más puedo confiar para que haga bien su trabajo. Salvarnos. Su hipocresía no tenía fin. —Tienes hijas —le hizo ver cuando recuperó el habla. —Seré sincero —Lorcan se sentó cruzando una pierna sobre la otra—. Sabes la fama que esa familia se carga. La prueba está en que vino a matar a mi hijo a su casa, mientras dormías y no te diste cuenta de que lo hizo —dejó caer su barbilla sobre sus dedos con amargura, también presente en sus ojos—. No quiero a alguien así en mi familia. Tu padre no me llevará la contraria, durante los seis meses que dure esto, porque desde que firmaste tu matrimonio con Orvyn por la razón que sabemos, eres de mi propiedad, ¿tu mente capt