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Capítulo 4: Mi nombre es Zahir Bozkurt

     Así van pasando el tiempo, entre días solitarios en el apartamento, porque Paúl está en su empresa y noches apasionadas entre las sábanas o bajo el cielo estrellado de la terraza.

     Ya han  pasado siete días desde el desastre de mi boda, estoy preparando una rica cena cuando suena mi teléfono.

     —Hola Frank.

     —Amiga te llamo para informarte que el turco ya se fue del país.

     —Seguro Frank.

     —Claro que sí, mi contacto lo vio con sus propios ojos subir al avión, a él y a su comitiva.

     —Gracias Frank.

     —Otra cosa, ¿cuándo vas a regresar a la universidad?, ya has perdido una semana, yo sé que eso para ti no es nada te recuperas de inmediato, pero acuérdate que estamos preparando tesis y te necesitamos.

     —El lunes me incorporo.

     —¿Seguro amiga?

     —Seguro Frank.

     Bueno ahora me toca la peor parte, hablar con Paúl, este fin de semana me voy para mi casa.

     Preparo la cena, arreglo la mesa, coloco una botella de vino en el refrigerador, pongo candelabros en la mesa y espero hasta muy tarde la noche, pero Paúll no llega, así como está la mesa de arreglada, así la dejo,  no guardo nada, voy a la habitación, tomo mi maleta y acomodo todas mis cosas, luego entro en la cama y trato de dormir.

     A media noche lo siento llegar, como siempre se quita la ropa y se pega de mí, está tomado, siento el olor a alcohol que invade la habitación..

     Esta vez no me volteo, no abro mis ojos, no lo busco, me hago la dormida, él intenta con sus besos despertarme, pero no lo logra, se voltea y al rato lo escucho dormir.

     En la mañana, como Siempre se levanta primero que yo, va a la cocina y regresa con un tazón de café.

     —Mi amor, disculpa no sabía que me esperabas con esta sorpresa. 

     —¿Te refieres a la cena?

     —Sí, ya ví que la mesa está muy arreglada, perdona tenía un almuerzo de negocios y se alargó.

     —Ya veo, se alargó bastante.

     —Pero te voy a recompensar, esta noche te invito a cenar, escoge el lugar, dónde tú quieras.

     —Pues lo siento mucho, pero no puedo, hoy ceno con mis padres, me voy para mi casa, ya preparé mis maletas, la cena era para eso, quería despedirme de este apartamento y de los días que pasé contigo, pero no sé pudo, el señor tenía compromisos.

     —¿Entonces te vas?

     —Sí, me baño y me voy.

     —¿Me dejas?

     —No te dejo, dejó el apartamento.

     —¿Cómo vamos a hacer para vernos?

     —Usted sabe dónde vivo, si las cenas de negocios se lo permiten, visítame que si yo tengo tiempo, te voy a recibir.

     —Pamela, ¿por qué estás tan fría conmigo?

     —Fría no, lo que estoy es pisando tierra, no creas que te voy a formar un teatro haciéndome la víctima, no estoy para eso, yo sabía muy bien mi puesto en este lugar, agradezco tu hospitalidad, pero ya, ahora me toca recoger los pedazos que dejé atrás y seguir mi camino.

     —Pamela yo te amo, pero creo que tú no me amas.

     —Bueno no sé si con esto voy a satisfacer tu ego, pero te lo voy a decir, si te amo, pero para mí eso no es suficiente, esperé pacientemente siete días en este apartamento para ver si había algún cambio en ti, pero no, me doy cuenta que lo nuestro no tiene fundamento, es mejor así Paúl, cada quien que tome su camino, las puertas de mi casa están abiertas para recibir a mis amigos, para cuando desees ir.

     Al rato tomo mi maleta y salgo del apartamento, con un nudo en el pecho, con la esperanza que él me detuviera y me hiciera regresar con promesas, pero no fue así, me dejó ir sin mover un dedo para detenerme.

     Llego a mi casa con unas ganas inmensas de llorar, mi mamá me abraza en silencio, sólo seca mis lágrimas sin preguntar.

     Estoy aquí en la universidad, el fin de semana lo pasé esperando su llamada, pero nada.

     Todos mis amigos, los verdaderos, porque hay una cantidad de chismosos que al verme revoloteaban como las avispas para inyectar su veneno, mis amigos celebraron mi llegada.

     Así pasó todo un mes, de vez en cuando Paull me enviaba un mensaje, "¿Cómo estás?" , a veces sus escritos estaban cargados de nostalgias, como un " Te extraño" 

     Un día estoy con mis amigos en la universidad y aparece uno de los jóvenes de los primeros años.

     —Señorita Pamela, en el estacionamiento está un señor que está preguntando por usted.

     —¿Por mí?

     Mi corazón da un vuelco, seguro que es Paull.

     —Señorita Pamela, al parecer es un hombre muy importante, viene acompañado por una flota de carros último modelo.

     —¿Viste al hombre, es un viejo?

     —No es un hombre joven.

     —Y muy atractivo, responde la chica que estaba con él.

     —Bueno, vamos a ver de quién se trata.

     —¡Padre Santo! De quién serán estos autos.

     De uno de los autos se bajó un hombre alto con unas anteojos negros, parecía un actor de cine, que imponencia, que elegancia, se me acerca seguido de dos hombres, uno a cada lado

     —Señorita Pamela, mucho gusto,-extendiéndome la mano- mi nombre es Zahir Bozkurt, por favor me gustaría conversar con usted.

     Si de lejos es bello, de cerca es hermoso, su pelo es negro y tiene una ligera barba, muy bien cuidada.

     —Dígame señor Bozkurt, ¿para qué quiere hablar conmigo?

     —Por favor le ruego que me acompañe a tomarnos un té o un café como usted lo prefiera, le aseguro que no le voy a quitar mucho tiempo, confié en mí por favor.

     De verdad que el hombre me intimida un poco, pero la curiosidad pudo más.

      —Está bien, sólo unos minutos.

     Uno de los hombres me abre la puerta del auto, primero entro yo y luego el apuesto caballero.

     —Por favor Samet, llévanos a tomarnos un café.

     El chófer nos llevó a un restaurante 

muy lujoso.

     —Señorita Pamela estoy aquí en nombre de mi familia para pedirle disculpas.

     —¿Cómo sabe mi nombre?

     —Yo soy el hijo del hombre con quién usted se iba a casar.

     De inmediato un escalofrío recorre mi cuerpo y como si un rayo me tocara me levanto inmediatamente de la silla.

     —No por favor, no se levante, déjeme explicarle.

     Con su mano me sujeta suavemente mi brazo.

     — Le ruego que se siente por favor.

     Me vuelvo a sentar, él le hace señas al hombre que nos acompañó hasta el restaurante.

     —Por favor, déjanos solos.

     —Señorita Pamela, mi papá está muy apenado por la manera como se portó, cuando se enteró que usted renunciaba al matrimonio se enfureció.

     —En realidad la que debería estar apenada soy yo.

     —No sé cómo decirle esto, sin que usted se ofenda.

     —Digame, lo escucho.

     —Mi papá todo lo que hizo en realidad fue por mí, yo soy hijo único, mi papá es un hombre honorable, viudo, mi mamá murió hace cinco años, mi papá adoraba a mi madre y desde el momento de su muerte, a pesar de ser un hombre joven mi papá no quiso saber más de mujer.

      —Entonces, ¿por qué quería casarse conmigo?

     —En realidad quien quería casarse contigo era yo, no él.

     —Ahora estoy más confundida.

     —Ya le explicó, hace unos meses atrás me diagnosticaron una enfermedad, que supuestamente me iba a dejar en silla de rueda, tuve que someterme a varias operaciones, yo te conocí, te ví por primera vez en una revista, tu universidad presentaba a un grupo de jóvenes y entre ellos estabas tú, no sé porque razón, pero desde ese momento me gustaste.

     Te investigamos, mi papá se enteró del problema que estaba presentando tu empresa y se le ocurrió la brillante idea de ofrecerle dinero a tu papá,a cambio de que te casarás conmigo, yo no estaba de acuerdo con esa idea, pero él me convenció.

     —Pero me iba a casar con tu papá, no contigo.

     —Para ese entonces yo estaba recuperándome de una operación, por eso mi papá vino en mi lugar, en todos los papeles matrimoniales, estaba mi nombre, no el de mi padre.

     —Pero porque no fue honesto y nos dijo la verdad.

     —Me dio miedo, un hombre que es el dueño de cantidades de empresas de Estambul, le dio terror que la mujer que le gustaba, lo rechazara porque él estaba en silla de ruedas.

     Por favor sé que te sientes mal por todo esto, fui un cobarde, pero te juro que lo hice por amor, yo sé que tú no me amas, pero aquí estoy y vine dispuesto a ganarte, voy hacer todo lo que esté en mis manos por ganarme tu amor.

     —Usted lo ha dicho yo no lo amo, ni siquiera lo conozco.

     —Para eso estoy aquí, para conocernos, por favor no me niegues la posibilidad de conquistarte, cuando renunciaste a la boda, eso en lugar de entristecerme me alegró, porque ya sé que no eres ambiciosa, eres tal cual como te imaginé, bella, inteligente, amorosa, pero sobre todo no eres amante del dinero.

     —No ha pensado, que puedo estar enamorada.

     —No me hables de usted, además no te llevo tantos años.

     —¿Cuántos años tienes?

     —Asi estamos mejor, quiero que me tutees, tengo veintiocho años y con respecto a estar enamorada, puede ser, pero eso no me preocupa, te dije que vine a enamorarte y no se trata de dinero, se trata de quien pueda amarte más, si yo o el supuesto enamorado que tienes.

     Indudablemente que este hombre vino con todo, por un momento lo miré y esos ojos negros, esa mirada penetrante me inquietó.

     —Otra cosa, no se preocupen por el cheque de los gastos de la boda, mi papá en ese momento estaba furioso, por eso dijo lo que no debía, ahora él entendió tus razones y aunque todavía no entiende muchas cosas que para él son importantes, le gusta el hecho que despreciaste el dinero, por tu libertad, por tu amor propio, otra no hubiese dudado en casarse y sin embargo tú rechazaste todo.

     Bueno señorita Pamela, ya conoce el porqué estoy aquí en su tierra, espero verla muy a menudo, ¡Ah!,antes que se me olvide, acepté esto por favor.

     Introduce su mano en su abrigo y saca un estuche.

     —Abrelo, es para tí.

     Lo abro y dentro está una preciosa  cadena de oro con un dije de medialuna, incrustados con diamantes.

     —Conociéndote un poco, escogí la más sencilla que estaba en la tienda.

     —Está hermosa y ese dije es bellísimo.

     —Ahora es un dije de media luna, la otra mitad soy yo, cuando me case contigo, te regalo otra cadena, pero ya la luna estará completa, me permites que te la ponga, por favor.

     No sé porqué, pero acepté.

     Se acerca tanto a mí, que puedo percibir su aroma, toma la cadena y me la coloca en mi cuello, sus dedos como por descuido, se deslizan de mi cuello a mis hombros.

     —Bueno Pamela ya te quité mucho tiempo tengo que llevarte a la universidad, me imagino que tienes clases.

     —Sí.

     En la universidad, antes de abrir la puerta del auto, me toma la mano y se la lleva a sus labios.

     —Hasta luego Pamela, yo te llamo.

     —Pero yo no te he dado mi número.

     —No es necesario, yo lo tengo.

     Me bajo del auto como si estuviera flotando en el aire, ¡este hombre es de otro planeta o qué!

     

 

    

     

     

     

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