En silencio, para la grabadora. Con ella apoyada en la barbilla piensa, si es lo correcto es; dejar que el chico continúe con la farsa, o aceptar la decisión del chico, en ese momento se pone en pie y da un pequeño paseo entre las dos camas. Gira sobre sus talones para mirar a Kevin y después mira a Charlotte. Pasa la mano por el brazo de la chica, y viendo lo dormida que está, recuerda que él daría su vida por ella: —Está bien, tú eres el dueño de tu vida, dejaré que hagas lo que consideres necesario. También estoy en la obligación de decirte que si lo haces, todos los cargos recaerán sobre ti —explica a Kevin, aceptado su decisión. Un gran bostezo se apodera del chicho, sabe las consecuencias recaerán sobre él, pero no le importa. Sabe que no dispone de mucho tiempo y mete prisa a la agente, preguntando: —¿Podemos empezar ya? —Sí —responde Emma soltando la mano de Charlotte, y encendiendo su grabadora para continuar interrogándole. —Obligué a Charlotte a que ent
Muy cabreada al ver que el interrogatorio no tiene ningún sentido para ella, la subinspectora irrumpe en la sala sin llamar a la puerta, y dando una orden, dice: —Agente Roland, quite las esposas a este hombre. Viendo las intenciones y la cara de cabreo que tiene la subinspectora, Roland se pone en pie y acercándose a ella, responde: —No, no puede hacer eso, no puede parar un interrogatorio así. —Sí que puedo. Además es una orden —añade ella subiendo el tono de su voz. Lo que le hace a Roland, señalar la puerta con la mano, para que salga al pasillo con él, y poder hablar con ella. Dejando a Malique dentro de la sala. —¿Me puede decir que está haciendo agente? —expresa cabreada la subinspectora, cuando ya están fuera de la sala. Antes de contestar, Roland se rasca la nunca, y trata de buscar la mejor explicación posible, para convencerla y que solidarice un poco con los chicos. —Estoy interrogándole, su carácter no concuerda con lo que me contó Emma
En el transcurso de su viaje, Emma apoya la cabeza sobre el cristal del coche, y se queda profundamente dormida. Cuando Roland se da cuenta de que el silencio ronda en el coche, la mira y observa detenidamente. Al ver que está tan cansada, decide dejarla dormir hasta llegar a casa. Para no molestarla baja el volumen de la radio, reduce un poco también su velocidad, y toma las curvas con mucho más cuidado, para evitar que se despierte. Al llegar a la puerta de casa, Emma comienza a soñar, sonríe un poquito y se da la vuelta. Roland hace el amago de querer tocar su hombro para despertarla; está tan guapa dormida que frena su intento, y se queda contemplándola cinco minutos más. La mueca de sus labios es tan bonita, que decide pasar su pulgar por la mejilla para despertarla:  
Emma deja la puerta de su casa abierta, para que Roland entre sin llamar, se acerca a la nevera dando saltitos y saca dos cervezas. Después, enciende el televisor y se sienta en el sillón. Esperando a que llegue su amigo, va abriendo una cerveza y da su primer trago; está tan fresquita que la sabe a gloria. Roland llega, y aunque está la puerta abierta, toca y pregunta: —¿Se puede pasar? ¡Novatilla! Al reconocer la voz de su compañero responde: —¡Claro! Dejé abierto para eso, para que no tuvieras que llamar. Cuando entra al salón, y ve a Emma sentada de mala manera, entonces él mismo coge una silla, la acerca y cogiendo su pie lo acomoda. —Tienes que poner el pie en
Charlotte comienza a recordar la conversación que tuvo su hermano con Emma, tras las dudas pregunta: —Kevin, ¿crees que está bien lo que le has contado a Emma? —Charlotte creo que sí, tarde o temprano se sabrá todo, y quizás este no sea el mejor momento —responde Kevin, pensándolo. —No Kevin, ella nos quiere ayudar, creo que deberíamos contárselo todo —responde Charlotte. El chico se pone en pie, y se acerca al lado de Charlotte. Cogiéndola de la mano para tranquilice, dice: —Te prometo que se lo contaré todo en su debido momento, por ahora es suficiente con lo que saben. Las dudas se apoderan de la chica. Muy nerviosa comienza a mover su cabeza de lad
Al cortarse la llamada, Emma se guarda el teléfono en el bolsillo, y continúa caminando hasta la habitación en la que está Roland. Cuando llega siente tanta impaciencia por verle, que entra sin llamar a la puerta. —Hola buenos días —dice, al ver que Roland tiene los ojos abiertos por completo. Antes de darle tiempo a reaccionar Roland sabe que se trata de ella. El ruido de las muletas al chocar contra el suelo, no la deja de ser indiferente para él. —Hola Emma, ¿tú cómo te encuentras? —Yo estoy bien, me duele el cuerpo, pero me recuperaré enseguida —explica Emma, apoyándose sobre la cama para no tener el pie en vilo. —A mí también me duele todo, y encima perdí la vi
Con la llegada del día un rayito de sol, hace que Emma abra sus ojos. Ante el dolor persistente se incorpora muy despacio, se pone en pie y va al baño; al salir mira la cara de angelito que se le pone a Roland cuando está dormido. Sin poder evitarlo, ni hacer nada de ruido, se acerca un poquito más a él para verle más de cerca, hasta que se da cuenta de que también está despertando, y se separa de la cama. Con un ojo abierto y el otro cerrado, en su peculiar cara se torna una sonrisilla antes de decir: —Buenos días te he pillado mirándome novatilla. —Buenos días Roland —responde Emma, intentando hacerse la desentendida. —¿Qué vas a hacer hoy? —pregunta Roland, estirando sus brazos para desperezarse.&n
Emma llega a casa de Roland, toca el timbre varias veces, al ver que no la contesta nadie y cansada de esperar, decide aporrear la puerta desde fuera: —Roland, Roland, ábreme soy Emma —Ya voy, no seas tan pesada —responde al reconocer de quien se trata. —¿En serio crees que soy una pesada? —pregunta, cuando ve que Roland ya tiene la puerta abierta. —Calla y pasa, no es por eso. Deja de dar voces, el otro día cuando llegué; me encontré toda la casa revuelta, alguien ha entrado aquí —dice Roland, cogiéndola por el brazo para meterla dentro de casa. —Perdón, pensé que no me querías abrir, ¿Qué tal estás? —contesta Emma, después de escucharlo. —Ya casi bien, con los días mi visión se va ampliando, y cada día veo un poco mejor. Pero preferí mantenerme en silencio, hasta que pudiese ir a la comisaría a poner una denuncia —explica Roland, un poco más tranquilo, al saber que Emma está con él. Emma le mira un poco sorprendida, pero sin extrañarla mucho las palabras de su amigo, pregunta: