CAPITULO 8

     En el transcurso de su viaje, Emma apoya la cabeza sobre el cristal del coche, y se queda profundamente dormida. Cuando Roland se da cuenta de que el silencio ronda en el coche, la mira y observa detenidamente.

    Al ver que está tan cansada, decide dejarla dormir hasta llegar a casa. Para no molestarla baja el volumen de la radio, reduce un poco también su velocidad, y toma las curvas con mucho más cuidado, para evitar que se despierte.

    Al llegar a la puerta de casa, Emma comienza a soñar, sonríe un poquito y se da la vuelta. Roland hace el amago de querer tocar su hombro para despertarla; está tan guapa dormida que frena su intento, y se queda contemplándola cinco minutos más.

    La mueca de sus labios es tan bonita, que decide pasar su pulgar por la mejilla para despertarla:

   

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