CAPÍTULO 13

Emma llega a casa de Roland, toca el timbre varias veces, al ver que no la contesta nadie y cansada de esperar, decide aporrear la puerta desde fuera: —Roland, Roland, ábreme soy Emma

—Ya voy, no seas tan pesada —responde al reconocer de quien se trata.

—¿En serio crees que soy una pesada? —pregunta, cuando ve que Roland ya tiene la puerta abierta.

—Calla y pasa, no es por eso. Deja de dar voces, el otro día cuando llegué; me encontré toda la casa revuelta, alguien ha entrado aquí —dice Roland, cogiéndola por el brazo para meterla dentro de casa.

—Perdón, pensé que no me querías abrir, ¿Qué tal estás? —contesta Emma, después de escucharlo.

—Ya casi bien, con los días mi visión se va ampliando, y cada día veo un poco mejor. Pero preferí mantenerme en silencio, hasta que pudiese ir a la comisaría a poner una denuncia —explica Roland, un poco más tranquilo, al saber que Emma está con él.

Emma le mira un poco sorprendida, pero sin extrañarla mucho las palabras de su amigo, pregunta:
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