El rayo lo alcanzó a mitad del camino y la luz que cubría su ser volvió a oscurecer su mirada; entonces sintió el beso apasionado de una mujer y al abrir sus ojos, estaba con Varfiria en aquel atardecer, mientras las caricias de la mujer guerrera envolvían su alma. Ella se retiró lentamente de él al ver que su beso no fue correspondido y anonadada le dijo “Creo que no debí hacerlo, disculpe señor Hi…” y antes de terminar su frase, Takashiro la abrazó con tanta fuerza que luego de ello, la besó con más pasión que nunca.
Ella se perdió en sus besos y el amor floreció como nunca lo imaginó en su vida. Takashiro estaba llorando de felicidad y el salado de sus lágrimas llegó a los labios de su amada; “¿Por qué lloras?” le dijo ella mientras tocaba su quijada, a lo que Takashiro solo la miraba con alegría y no dejaba de besarla.
Al instante recordó el tiempo en el que estaba y supo que pronto vendrían los devoradores a atacarlos, de inmediato se puso de pie y cortando aque
Con el alma destrozada, susceptible es la herida, se vuelve fracturada, la pasión que da la vida. Si el presente se difuminara delante de tus ojos, ¿Aceptarías tu nueva realidad aunque esto signifique no ser feliz con la persona que amas? Muchos años han pasado desde que gran parte de los humanos se convirtieron en bestias caníbales, que sentían la necesidad de devorar a los humanos comunes; sus cuerpos eran como bestias temibles con grandes garras y un rostro que desfiguraba lo que alguna vez fue un humano; parecía increíble cómo un acto de supervivencia que llevó a los humanos a practicar el canibalismo para sobrevivir, los convirtió en seres insaciables, ansiosos por devorar carne humana, convirtiéndose finalmente en devoradores. Siglos más tarde, se formaron cuatro razas de devoradores que tenían diferentes formas de accionar y habitaron en distintos lugares donde crearon granjas de humanos, cultivando así lo que ahora solo se considerab
26 años atrás… El panorama está envuelto de mucha tensión, los pasos se escuchan por todos lados y las personas que se esconden solo esperan lo peor con la única esperanza que sus guardianes, a quienes les llaman “recolectores” los protejan de la inminente batalla que está por desatarse. Mientras las mujeres escapan por sus vidas con los niños que se han transformado en la esperanza de esta comunidad humana (Una de las dos comunidades sobrevivientes), cinco recolectores esperan en la entrada de la fortaleza al grupo de invasores que se aproximan poco a poco por la llanura de aquel bosque tenebroso, donde la soledad es testigo del temor que habita en cada hombre que dispone su vida para defender la paz. La oscuridad del bosque revela con la suave luz de luna, que inocente desconoce lo que sucede en el mundo natural, una horda de devoradores que se acercan caminando hacia los humanos, respirando excitados por el banquete que se encuentra frente a ellos. <
Los últimos sobrevivientes se han acomodado entre las montañas de Gubunyi, por los senderos de Romarob, donde descansan desde hace veintiséis años de las persecuciones de los devoradores; la aldea de los humanos es habitada por ciento ochenta y cinco personas que se esconden favorablemente por la naturaleza, entre la densa neblina que rodea aquel lugar, viven con mucha tranquilidad sin perder de vista sus alrededores, pues conocen que crueles son sus devoradores quienes al encontrarlos, no perdonarán sus vidas aun cuando los humanos les imploren. Descienden a las faldas de la montaña cada cierto tiempo hombres fuertes y una mujer valiente, los cuales son llamados “Los recolectores negros”; con el objetivo de conseguir alimentos para los habitantes de la montaña, tienen una oración que recita un poema de sacrificio: “Sobrevivir es nuestra fe, proteger es nuestro credo; para cumplir nuestro deber lucharemos sin miedo” Takashiro, un jov
Cerrando sus ojos esperaba su muerte como premio de su ignorancia, más el sonido de una espada regresó el alma a su cuerpo; aquella espada de filo intenso partió a la mitad a un devorador e hizo que los otros tres tuvieran un poco de cautela por causa de su arma; Takashiro se sentía desdeñado delante de su salvadora, la cual era Varfiria quien había llegado a protegerlo y tomándolo de la mano corrieron hacia arriba nuevamente. “Gracias por salvarme” le dijo con su voz cansada mientras corría al mismo paso que Varfiria, pero ella solo siguió adelante y cuando estaban cerca de la zona de combate, lo lanzó al pantano y le dijo “Sube al árbol y NO TE MUEVAS”. El rostro de aquella hermosa mujer respiraba ira y en seguida corrió hacia la zona de batalla, donde yacían los otros devoradores que atacaban sin piedad a sus amigos; el joven Takashiro subió al árbol como pudo y miraba hacia todos lados esperando no ser visto por sus depredadores, aunque le parecía extraño que los tres qu
Los recolectores descendieron por la montaña, sobreviviendo de aquel terrible panorama mientras Varfiria miraba cómo aquel joven berzotas pero valiente al final, lograba darles tiempo para escapar mientras sacrificaba su vida en defensa de su gente “Me hubiera gustado conocerlo un poco más” dijo ella en voz baja mientras avanzaban hacia las partes más bajas de la montaña. La sangre de Takashiro se derramaba por todo el cubo, desde la manivela que permitía agarrarlo hasta la zona donde se encontraba el cristal negro que daba la energía al artefacto. Los devoradores rodearon a Takashiro babeando mientras se acercaban a su presa, el joven humano estaba lleno de temor, pero guardando la calma, respiró profundo y en seguida una luz emanó de sus ojos como el destello del sol, haciendo que el cubo comenzara a brillar causando un gran estruendo en la zona; del cubo se desprendieron rayos tan potentes que causaron un incendio alrededor. Fuego logró esquivar los ataque
Aquella pareja muy melosa y Takashiro que hacía un mal tercio, emprendieron el viaje hacia la comunidad de los humanos, que habitaban indefensos en lo más alto de la montaña, el joven insulso lloraba amargamente en su interior mostrando una careta por fuera, que aparentaba no importarle absolutamente nada. El viento húmedo de una tormenta eléctrica comenzó a avisar que las nubes no habían terminado su trabajo, el clima era demasiado frío que no parecía ser mediodía, el torrente de viento llevaba agua en medio de su brisa anunciando que era tarde para escapar del llamado de la naturaleza. Los tres comenzaron a caminar mucho más lento, pues debían tener más precaución porque el pantano era peligroso con las fuertes lluvias; el sonido del aliento de los devoradores se escuchó cerca del camino y decidieron esconderse en un pequeño aprisco que estaba cerca de su posición. Los pasos se escuchaban cada vez más fuerte cerca de aquel lugar, era una marcha suave pero p
Al abrir sus ojos, el bosque estaba totalmente despejado, la lluvia había desaparecido y delante de él, un joven amarrado se encontraba en el suelo, forcejeando contra aquellas ataduras que lo mantenían inmóvil. Takashiro buscaba a Varfiria pero ni ella ni los devoradores se encontraban en aquel lugar, no tenía sentido lo que estaba pasando “¿Acaso el rayo acabó con ellos?”; se decía y asustado comenzó a gritar “¡Varfiria!” repetidas veces mientras se encontraba desprevenido en todo derredor; entonces escuchó la voz del joven que le dijo “¡Oiga! Sujeto extraño, si sigue gritando seremos alimentos de los devoradores ¿Por qué mejor no hace algo más útil y me desata?”. Takashiro volvió en sí y mirándolo se apresuró a desatarlo mientras le preguntaba “¿A dónde se fueron todos?”. El joven terminó de librarse de aquellas ataduras y le respondió “Debemos irnos”, sacudió sus piernas y comenzó a correr hacia dentro del bosque; antes de perderse se detuvo y mirando a Takashiro
El entusiasmo fue mutuo y sin perder tiempo, Van se acercó a él y golpeándolo en su pecho le dijo impetuoso “¡Vamos, atácame!” cambiando su semblante repentinamente; Takashiro dudó con esas palabras tan amenazantes y en un pestañeo, el joven Van saltó sobre él cayendo detrás; al tocar el suelo se impulsó de regreso sobre Takashiro, golpeando su espalda con el pie derecho. El impacto lo lanzó a unos cinco metros de su posición y al darse la vuelta le pidió a Van que esperara un momento, su ahora maestro guardó quietud y tomando su espada le dijo “Dijimos que entrenaríamos fuertemente; desde este momento, solo dormirás cinco horas e incluso, cuando tu cuerpo no soporte más el dolor, deberás ponerte de pie. Te enseñaré las técnicas secretas de los siete guerreros pero antes debes fortalecer tu cuerpo, desde ahora serás esforzado y no habrá tregua”; sacó la espada que portaba en su vaina y lanzándola al aire, la tomó de la hoja sin cortarse y la entregó a Takashiro, quien estaba