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La persecución de los devoradores

26 años atrás…

El panorama está envuelto de mucha tensión, los pasos se escuchan por todos lados y las personas que se esconden solo esperan lo peor con la única esperanza que sus guardianes, a quienes les llaman “recolectores” los protejan de la inminente batalla que está por desatarse. Mientras las mujeres escapan por sus vidas con los niños que se han transformado en la esperanza de esta comunidad humana (Una de las dos comunidades sobrevivientes), cinco recolectores esperan en la entrada de la fortaleza al grupo de invasores que se aproximan poco a poco por la llanura de aquel bosque tenebroso, donde la soledad es testigo del temor que habita en cada hombre que dispone su vida para defender la paz.

La oscuridad del bosque revela con la suave luz de luna, que inocente desconoce lo que sucede en el mundo natural, una horda de devoradores que se acercan caminando hacia los humanos, respirando excitados por el banquete que se encuentra frente a ellos.

Treblin, el líder de los recolectores ha preparado a sus guerreros para este momento, mientras mira hacia el fondo donde su esposa con reciprocidad, refleja en sus ojos la angustia por la posibilidad de perder a su amado, sobre todo porque una vida yace en su vientre y su mayor deseo es que pueda conocer a su padre, aquel hombre que tanto ha dado por su familia pero que ahora se debe para su comunidad.

El escape casi se había consumado y la alegría comenzaba a florecer en cada alma, pues los devoradores aún seguían lejos creando la sensación que la batalla no sería necesaria; sin embargo, la alegría fue tan efímera como una burbuja de agua que flota en el viento solano, pues con gran velocidad comenzaron a correr hacia la fortaleza, de tal manera que los recolectores se sintieron abrumados y gritaron a unísono hacia el resto de humanos para que huyeran por sus vidas.

Sin tiempo que perder, la comunidad se ocultó entre las montañas una vez más mientras aquellos guardianes entregaban sus vidas en favor de sus seres queridos, y con ello solo se escuchaban los gritos de los guerreros que gemían con dolor, suplicando por sus vidas ante una batalla que tenían perdida desde antes que diera comienzo.

En medio de aquella triste tragedia, dos vidas consumaban su nacimiento, conectando sus destinos aunque abismos sociales los separaban; por un lado, la señora Hisumo, quien yacía en su habitación tan llena de comodidades daba a luz un hijo, descendiente del gran Reno Tais, aquel que era conocido como el gran héroe entre los humanos.

La angustia del momento era opacada por el nacimiento de tan hermoso bebé de piel blanca y tan sereno como un guerrero nato, a quien se le dio el nombre de Takashiro, porque era el instrumento que traería la paz, cual ave poderosa y veloz que navega entre los vientos ásperos del destino de la humanidad.

Por otro lado, una mujer sufría de dolor mientras observaba desde lo lejos la batalla de su amado, quien luchaba por su vida delante de sus ojos aferrado a la esperanza de ver nacer a su tan anhelada hija, liderando al grupo de recolectores que parecían no tener más fuerzas para mantener las defensas de su fortaleza; ella era incapaz de distinguir cuál dolor era mayor, si el de un parto prematuro por las muchas carreras que obligaban las persecuciones de sus cazadores o el dolor por la muerte segura que rondaba a su amado esposo. Finalmente, se detuvo en medio de los árboles de aquel bosque tenebroso, con árboles secos que rodeaban un lugar que parecía tener la miseria merodeando en sus narices. Así nació aquella hermosa niña de piel morena y delicada, que cargaría en su nombre la angustia de su madre y la muerte de su padre, su nombre: Varfiria.

Nueve años después, surgió la más cruel masacre que consumaron los devoradores sobre la siguiente comunidad de los humanos, desvaneciendo las fuerzas de la humanidad entera, al saber que no había forma de escapar ante tal adversidad; solo un grupo reducido de personas, sí, aquellos que escaparon entre las montañas quedaron con vida, habitando entre los pantanos más oscuros que ponían de manifiesto su triste realidad.

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