Cerrando sus ojos esperaba su muerte como premio de su ignorancia, más el sonido de una espada regresó el alma a su cuerpo; aquella espada de filo intenso partió a la mitad a un devorador e hizo que los otros tres tuvieran un poco de cautela por causa de su arma; Takashiro se sentía desdeñado delante de su salvadora, la cual era Varfiria quien había llegado a protegerlo y tomándolo de la mano corrieron hacia arriba nuevamente.
“Gracias por salvarme” le dijo con su voz cansada mientras corría al mismo paso que Varfiria, pero ella solo siguió adelante y cuando estaban cerca de la zona de combate, lo lanzó al pantano y le dijo “Sube al árbol y NO TE MUEVAS”. El rostro de aquella hermosa mujer respiraba ira y en seguida corrió hacia la zona de batalla, donde yacían los otros devoradores que atacaban sin piedad a sus amigos; el joven Takashiro subió al árbol como pudo y miraba hacia todos lados esperando no ser visto por sus depredadores, aunque le parecía extraño que los tres que estaban en la parte baja no los persiguieran y rechinando sus dientes, estaba molesto consigo mismo, pues sabía que lejos de ayudar había sido un estorbo en la batalla.
Dos de los ocho recolectores habían muerto, pero habían logrado el objetivo de su lucha, la cual era detener la mayor cantidad de tiempo posible a sus enemigos mientras el resto de humanos lograban llegar a un lugar seguro. La impotencia de aquel joven era tal, que solo podía ser un espectador ante una pelea entre la vida y la muerte.
Cuatro recolectores quedaron finalmente y catorce devoradores muertos en el suelo; el cansancio era notable, los cubos casi no tenían poder y el líder de esas bestias parecía disfrutar aquella batalla; Varfiria lo miró fijamente con una mirada fulminante y le dijo “Espero que sigas riendo cuando atraviese mi espada en tu pecho, animal salvaje”, más el líder le respondió “Fuego, puedes llamarme fuego, recuerdo que alguna vez me llamé de otra forma pero ya no es más mi nombre”.
Impetuosa la lluvia golpeaba a todos, los vientos eran muy estrepitosos y la noche desvanecía la poca luz que aún existía, las siluetas desde la profundidad se apreciaban pese a la tempestad; el brillo de las garras con los ojos tenebrosos, formaban una muralla que manifestaba el juego de aquel devorador, quien saboreaba sus labios con su larga lengua mostrando sus colmillos filosos.
Estaba decidido y los recolectores ya no podían más, la muerte era inminente ante un escenario en contra; Takashiro solo observaba desde lo alto cómo estaba a punto de terminar la vida de aquellos hombres que lo habían dado todo para defender a su gente. “No es posible que mueran los únicos guerreros que tenemos en la comunidad” dijo para sí mientras chocaba sus dientes con la furia de su impotencia por haber sido un estorbo en el combate; sin embargo, al girar su vista hacia Varfiria, un cubo roto estaba como a cinco metros de ella, cubo que pertenecía a un recolector caído (Que por cierto era aquel a quien le había quitado la espada al principio).
Takashiro bajó sigiloso del frondoso árbol como si fuese una culebra buscando devorar una presa; el sonido de los relámpagos adornaban el ambiente mientras cansados los recolectores, solo empuñaban sus espadas y miraban alrededor de ellos como buscando una forma de escapar.
Fuego notó sus planes y adelantándose gritó “¡Cuán predecible es un ratón cuando se siente acorralado!” mientras reía abundante con su mirada hacia el cielo, los relámpagos eran cada vez más fuertes y la lluvia comenzó a caer con mayor fuerza “¿En serio creen que hay lugar para escapar?” y con calma aterradora miró fijamente a Furman Vines intimidándolo en gran manera “Ustedes como defensores de la aldea de humanos han hecho un gran trabajo deteniendo nuestro paso…” hizo una pausa y colocando la mano derecha junto a su boca como si contase un secreto, habló más bajo con su mirada escalofriante diciendo “…Pero ya sé que huyeron hacia lo más alto de la montaña”.
Aquellas palabras estremecieron a los recolectores y temblaron de temor porque los devoradores conocían el paradero de su gente; el rostro de sorpresa que cada uno tenía era inocultable y queriendo pronunciar palabra, Fuego continuó su monólogo “Haremos un juego muy interesante, aquel humano que ha corrido hacia el cubo que está en el suelo será nuestra presa” Provocando que Takashiro quedara paralizado estando justo a unos pasos de su objetivo; el devorador siguió diciendo “Tan pronto les de la señal, correrán hacia debajo de la montaña y mientras devoramos a este humano, ustedes serán intocables. Si luego ustedes regresan con la comunidad de los humanos, habrán salvado sus vidas, de lo contrario… Ya saben el destino que les espera”.
Los recolectores estaban impotentes ante tales palabras, que serenas se escuchaban tenebrosas en los labios de su depredador, quien finalizó diciendo “No teman por su comunidad de humanos, si corren hacia abajo, les prometo que no tocaremos a nadie; esa será mi recompensa por su obediencia”.
Varfiria estaba anonadada con todo lo acontecido y una mezcla de emociones invadía su mente, mucho más al explorar las posibilidades de seguir con vida y saber que su depredador tenía todo bajo su control; más no queriendo darse por vencida, empuñó su espada y le gritó “CREES QUE PUEDES JUGAR CON NOSOTROS ¡COBARDE!” a lo que Fuego le respondió “He jugado con ustedes desde hace años”.
Su mirada emanaba gran seguridad con aquellas palabras sorprendiendo a los recolectores “Los humanos son la fuente de vida para mi raza ¿Acaso crees que no conocía su escondite desde hace mucho? Ciertamente he evitado masacrarlos porque me interesa que se reproduzcan; sin embargo, esta tormenta precipitó mi ser cuando vi volar sus tiendas, pues su muerte sería el fin de mi sustento y rescatarlos no podría desde las profundidades de tan cruel pantano”.
Las palabras de Fuego eran letales en el corazón de los recolectores incluyendo a Takashiro, pues habían entendido que sus vidas pendían de la decisión de un devorador muy astuto; Varfiria dobló sus rodillas y cayó al suelo llorando, al saber que todo lo que habían hecho era solo un juego de su depredador. Furman se acercó a ella y colocando su mano en su hombro le dijo “No te rindas, debemos buscar la forma de sobrevivir” y recitando el poema de sacrificio, reivindicó su fe, logrando que ella se pusiera de pie nuevamente.
Takashiro entonces caminó hacia el cubo y gritó “El error más grande de tu raza, es la prepotencia con la que actúas. Tu soberbia será tu perdición” y tomando el cubo, levantó sus manos intentando lanzar un ataque, más fue inútil su intento de defensa, pues lo único que consiguió fue herirse con el arma y presionando fuertemente su mano, decidió no soltarla aunque no servía para nada.
“El error más grande de tu raza es la ignorancia con la que actúas, tu absurdo juego de héroe será tu perdición” dijo Fuego mientras reía a carcajadas, entonces señaló a los recolectores y les gritó “¡ESCAPEN POR SUS VIDAS!” con palabras de autoridad que provocaron sobre ellos, la necesidad de correr despavoridos como pequeños ratones que huyen de su depredador.
Los recolectores descendieron por la montaña, sobreviviendo de aquel terrible panorama mientras Varfiria miraba cómo aquel joven berzotas pero valiente al final, lograba darles tiempo para escapar mientras sacrificaba su vida en defensa de su gente “Me hubiera gustado conocerlo un poco más” dijo ella en voz baja mientras avanzaban hacia las partes más bajas de la montaña. La sangre de Takashiro se derramaba por todo el cubo, desde la manivela que permitía agarrarlo hasta la zona donde se encontraba el cristal negro que daba la energía al artefacto. Los devoradores rodearon a Takashiro babeando mientras se acercaban a su presa, el joven humano estaba lleno de temor, pero guardando la calma, respiró profundo y en seguida una luz emanó de sus ojos como el destello del sol, haciendo que el cubo comenzara a brillar causando un gran estruendo en la zona; del cubo se desprendieron rayos tan potentes que causaron un incendio alrededor. Fuego logró esquivar los ataque
Aquella pareja muy melosa y Takashiro que hacía un mal tercio, emprendieron el viaje hacia la comunidad de los humanos, que habitaban indefensos en lo más alto de la montaña, el joven insulso lloraba amargamente en su interior mostrando una careta por fuera, que aparentaba no importarle absolutamente nada. El viento húmedo de una tormenta eléctrica comenzó a avisar que las nubes no habían terminado su trabajo, el clima era demasiado frío que no parecía ser mediodía, el torrente de viento llevaba agua en medio de su brisa anunciando que era tarde para escapar del llamado de la naturaleza. Los tres comenzaron a caminar mucho más lento, pues debían tener más precaución porque el pantano era peligroso con las fuertes lluvias; el sonido del aliento de los devoradores se escuchó cerca del camino y decidieron esconderse en un pequeño aprisco que estaba cerca de su posición. Los pasos se escuchaban cada vez más fuerte cerca de aquel lugar, era una marcha suave pero p
Al abrir sus ojos, el bosque estaba totalmente despejado, la lluvia había desaparecido y delante de él, un joven amarrado se encontraba en el suelo, forcejeando contra aquellas ataduras que lo mantenían inmóvil. Takashiro buscaba a Varfiria pero ni ella ni los devoradores se encontraban en aquel lugar, no tenía sentido lo que estaba pasando “¿Acaso el rayo acabó con ellos?”; se decía y asustado comenzó a gritar “¡Varfiria!” repetidas veces mientras se encontraba desprevenido en todo derredor; entonces escuchó la voz del joven que le dijo “¡Oiga! Sujeto extraño, si sigue gritando seremos alimentos de los devoradores ¿Por qué mejor no hace algo más útil y me desata?”. Takashiro volvió en sí y mirándolo se apresuró a desatarlo mientras le preguntaba “¿A dónde se fueron todos?”. El joven terminó de librarse de aquellas ataduras y le respondió “Debemos irnos”, sacudió sus piernas y comenzó a correr hacia dentro del bosque; antes de perderse se detuvo y mirando a Takashiro
El entusiasmo fue mutuo y sin perder tiempo, Van se acercó a él y golpeándolo en su pecho le dijo impetuoso “¡Vamos, atácame!” cambiando su semblante repentinamente; Takashiro dudó con esas palabras tan amenazantes y en un pestañeo, el joven Van saltó sobre él cayendo detrás; al tocar el suelo se impulsó de regreso sobre Takashiro, golpeando su espalda con el pie derecho. El impacto lo lanzó a unos cinco metros de su posición y al darse la vuelta le pidió a Van que esperara un momento, su ahora maestro guardó quietud y tomando su espada le dijo “Dijimos que entrenaríamos fuertemente; desde este momento, solo dormirás cinco horas e incluso, cuando tu cuerpo no soporte más el dolor, deberás ponerte de pie. Te enseñaré las técnicas secretas de los siete guerreros pero antes debes fortalecer tu cuerpo, desde ahora serás esforzado y no habrá tregua”; sacó la espada que portaba en su vaina y lanzándola al aire, la tomó de la hoja sin cortarse y la entregó a Takashiro, quien estaba
Así pasó como un chasquido casi un año de entrenamiento desde que se conocieron Van y Takashiro; la noche estaba en su máxima y era necesario el descanso; Takashiro guardaba la esperanza de encontrarse con los recolectores y deseaba que Varfiria estuviera con vida; pues ahora era más poderoso y sabía que podía defenderla. Van se acercó a Takashiro antes de dormir y le dijo “Mañana emprenderemos un nuevo viaje para encontrar a esa gente de la que me hablaste cuando nos conocimos, espero que realmente sean distintos a los humanos de mi aldea; prometo que daré mi mayor esfuerzo para proteger a los tuyos y sobre todo a esa chica que te hace suspirar tanto”. Las palabras reveladoras de Van demostraban a Takashiro lo predecible que era para el amor, pues aun delante de un joven se había puesto de manifiesto su cándido sentimiento “Espero que siga con vida, si eso sucede, te la presentaré con mucho orgullo pero por favor, no me hagas quedar mal delante de ella” respondió a
Un sueño muy extraño… La silueta de un joven se encuentra peleando contra cinco hombres armados, un carruaje está cerca de ellos y tres personas más completan aquella escena muy extraña. No es posible identificar los rostros de aquellas personas, tampoco es posible entender la razón de aquella pelea, lo cierto es que hay algo que emana desde el fondo de una de las siluetas, es un rojo intenso que abruma el corazón de Takashiro; de pronto, un abrumador viento solano despeja el lugar y una nueva silueta aparece frente a él, tiene un aura rojo oscuro que comienza a crecer conforme camina hacia la batalla; el temor se apodera de Takashiro y una mano lo toma del hombro despertando de inmediato de aquel extraño sueño. Al abrir sus ojos, su madre estaba frente a él y el sonido de muchos pasos, cual marcha militar se escuchaba a lo lejos “¿Madre? ¿Qué ha sucedido?” preguntó inquieto “Guarda silencio” le dijo ella mientras tapaba su boca y miraba hacia arriba muy asu
Entonces el señor Bomel Taharino interrumpió diciendo “Este día hemos sido libertados de un ataque, pero es necesario que cambiemos nuestra morada, pues también hemos sido testigos de un devorador que es capaz de hablar como nosotros y mantener la cordura, por lo que no podemos tomar las cosas con ligereza”. La comunidad comenzó de inmediato con su tradicional travesía, con la diferencia que esta vez no había temor de una persecución, más bien los vientos de libertad se hacían sentir y un canto entre los presentes comenzó a florecer: “En medio de la tempestaaaaad Un guerrero ha nacido Puedes ver su caminaaaaar Su nombre es Takashiro Nadie lo podrá venceeeeer Su fuerza es descomunal Si lo ves apareceeeeeer Es el héroe de la humanidad La esperanza tiene un nombre nuevo, la esperanza de un respiro El día vio la luz de un guerrero, su nombre es Takashiro”. Para el joven guerrer
Así pasaron varias horas hasta que se escuchó el sonido de los atalayas que vigilaban en la fortaleza “¡Ya vienen los recolectores!” y la mayoría de aldeanos esperaban con ansias su regreso, pues eran pocas las municiones que tenían para la comunidad. Takashiro se asomó sobre los muros y observó el regresar de sus compañeros, sin embargo, algo extraño ocurría; su caminar era demasiado lento y parecían no traer nada consigo “¡Prepárense para atacar!” gritó con fuerza Takashiro y todos los guerreros, muy atónitos tomaron sus arcos y sus espadas y se prepararon para la batalla. La mirada de los aldeanos estaba sobre Takashiro, quien pedía al resto de recolectores, que dispusieran sus cinturones porque tendrían que pelear, cuando vio a Varfiria junto a él, le dijo “Quédate atrás con el resto de aldeanos” pero ella lo ignoró por completo y siguió atenta a lo que se avecinaba. Takashiro molesto le pidió de nuevo que se retirara pero Varfiria, en esta ocasión decidi